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03 mayo 2017

Sobre las energías internas, el fortalecimiento del cuerpo y la homeopatía (I)




Enric Llopis publicó el pasado 28 de abril una nota sobre el médico nutricionista Francisco Mata, a raíz de la participación de éste en las Jornadas Anarcosindicalistas de la CGT-Valencia. El título de su intervención: “La nutrición, una política de la vida cotidiana” [1] 

La información que nos facilita Llopis está llena de sensatez y de buenas reflexiones (con algunas expresiones que exigirían mayor precisión en mi opinión; por ejemplo “soluciones sistémicas y holísticas”). Ejemplo de las primeras: “En general la venta en los supermercados se centra en que al consumidor le gusten los productos, pero de salud se habla muy poco”. Tiene toda la razón y nos va mucho en llo.

Mata defiende, en síntesis, una dieta sencilla, con productos mínimamente procesados, cocinados de forma tradicional y donde prácticamente no intervenga la industria. No está su razonable programa al alcance de todos desde una perspectiva social y de vida cotidiana. Formarían parte del patrón básico que él defiende las frutas, verduras, legumbres y cereales integrales; también los frutos secos. Coincide con la Guía para reducir el riesgo cardiovascular publicada en 2013 por el American College of Cardiology (una importante institución de la mal denominada “medicina oficial”). Sostiene estas pautas, señala Mata, “ya que recomienda limitar los dulces, las bebidas azucaradas y las carnes rojas; y todo ello, dentro de un estilo de vida que incluya la actividad física y mantener un peso saludable”. 

Una situación a tener muy en cuenta: “entre las numerosas enfermedades sobre las que influye el tipo de dieta figura la diabetes. “Es el tercer país más poblado del mundo”, advirtió en 2013 la Federación Internacional de Diabetes, al existir ese año 371 millones de afectados”. El número podría elevarse a 500 millones en 2030, un incremento de casi 130 millones de personas, más de un 32%. 

Hay más ejemplos. Se aprende mucho de lo señalado por Mata y explicado por Llopis, que enlaza, como es sabido, con las tesis nutricionistas defendidas en la tradición anarquista y anarcosindicalista española. Las diferencias, la diferencia más bien, se sitúa en este punto.

El diario El País, se comenta, publicó el 26 de abril un artículo titulado “La homeopatía, el horóscopo y la cultura científica”. La periodista (tal vez Milagros Pérez Oliva) argumentaba en el texto: “Lo inquietante es que, a diferencia de las otras pseudociencias, la fe en la homeopatía no es un fenómeno residual”. Y unas líneas más abajo, añadía: “El aura que sus valedores han sabido darle de ‘medicina alternativa’ contribuye a su expansión”. Cómo puede abrirse camino, en una sociedad educada en el racionalismo, una teoría que no soporta un examen de validez científica, se preguntaba la articulista presuponiendo mucha racionalidad científica y mucho examen de validez en nuestras comunidades. 

Mata, según Llopis, responde que la posición descrita remite a una interpretación “reduccionista” de la ciencia. ¿Reduccionista de la ciencia? ¿En qué sentido? Se usa el término sin explicarlo. En consecuencia, en esto quiero detenerme, “defiende la homeopatía como un sistema curativo en el que se subrayan las fuerzas energéticas del cuerpo humano; “intentas encontrar un remedio que acompañe a tus energías internas, para que el cuerpo se fortalezca y pueda curarse a sí mismo”, explica el facultativo”. 

Además, señala Llopis, él mismo, Mata, “estudió hace una década un máster para médicos, farmacéuticos y veterinarios impartido por la academia médica homeopática en colaboración con la Universitat de Barcelona”. ¿Academia médica homeopática? ¿En colaboración con la UB?
Conviene detenerse en los asuntos relacionados con la “medicina alternativa” y la homeopatía. La razón de ello:

La crítica a algunas -o muchas- prácticas de la medicina realmente existente, justificadas y muy arraigadas en sectores sociales de izquierda, se convierten, sin justificación, en críticas -a veces a la totalidad- de los saberes aportados por las ciencias médicas (el reducccionismo al que se hacía referencia, añadido frecuentemente a un “antihumanismo”), abrazando, al mismo tiempo, teorías (muy delgadas, casi secas) y prácticas -abonadas también, y sin ningún miramiento por la salud pública, por multinacionales interesadas- cuya justificación es, en general, nula. El lenguaje usado juega también su papel: ayuda a rodearlas de un aura “rebelde” o “antisistémica” totalmente impropia.

Aproximémonos, pues, a terrenos homeopáticos y “altrenativos”.

Notas.



https://www.rebelion.org/noticia.php?id=226141


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