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04 marzo 2021

Estados Unidos. Biden y el belicismo del estado profundo/ La vuelta a la doctrina del Gran Garrote




Por Carlos Andrés Ortiz*,  Resumen Latinoamericano, 4 de marzo de 2021

Ríos de tinta corrieron, por parte de periodistas muy superficiales, en diversos medios, sobre todo los concentrados, referente a la reciente elección presidencial de EEUU, y salvo alguna que otra opinión objetiva y bien fundamentada, casi todos en tropel, tomaron partido a favor de Biden, denostando a Trump.


Poca o nula objetividad, y casi nadie puso en claro que los intereses y el accionar neocolonialista de EEUU, en lo esencial no se modificaría con uno u otro.


Pero hubo algunas significativas diferencias, en lo referente a la agresividad fáctica en las acciones exteriores de uno y otro candidato presidencial.


Más allá de constantes acciones ampulosas y frases grandilocuentes de Trump, y sin desconocer actos de imperialismo al estilo decimonónico, no debe desconocerse que no inició ninguna nueva guerra y que incluso estaba implementando un plan de disminución de las tropas de ocupación de EEUU desplegadas en el mundo.


Trump tensó mucho la cuerda de amenazas de agresiones militares directas, en los casos de Corea Del Norte, Irán, Venezuela, e incluso el Mar de China, pero no pasó de “mostrar músculos” sin encender la chispa letal de la guerra, o tampoco incurrió masivamente en los “bombardeos preventivos” u otros intervencionismos bélicos.


Claro que apeló a otras metodologías neocolonialistas, como las claras injerencias en el golpe de Estado oligárquico – militar de Bolivia; en el formato de operetas judiciales – mediáticas, con condimentos de “servicios” de mentalidades cooptadas por intereses antinacionales, practicados según conveniencias oligárquico – colonialistas (en Brasil, Ecuador, Argentina, y latentes en toda Íbero América); e incluso utilizó escandalosamente al FMI para apoyar al gobierno neoliberal de tinte perpetrador de negociados alevosos explícitos del macrismo.


Pero parecería que el Estado profundo que es muy proclive a la violencia bélica como metodología de “convencimiento” utilizada contra países “indóciles”, con Trump no dominaba todos los resortes del poder; mientras que Biden sería un componente visible del “deep state” (el Estado profundo, que en Gran Bretaña es llamado El Poder Detrás del Trono), por lo que con el nuevo presidente, el complejo industrial – militar y los sectores duros, los halcones belicistas, se diría que se manejan en perfecta sintonía con el ejecutivo.
Claro que el propio estilo del accionar de Trump, con su proceder confrontativo, con aristas algo toscas, y algo o mucho de real o impostada arrogancia, lo hacían y hacen un blanco fácil para recibir críticas masivas, que mostrando sus múltiples flancos complicados, facilitaron las tareas de comentaristas superficiales u operadores semi encubiertos, alineados con lo “políticamente correcto”.


A la vez, un economista muy bien fundamentado, como Paul Krugman, no ahorró críticas al accionar del poder de los Republicanos, que con Trump en lo referente a la seguridad social y la salud pública parecerían operar en línea con los sectores recalcitrantes del neoconservadurismo; el mismo que concentró brutalmente la riqueza de la potencia más rica del mundo, en muy pocas manos, mientras creció la miseria y la exclusión a niveles escandalosos en la propia población de EEUU.
Como se puede ir desbrozando con mucho esfuerzo, la realidad de EEUU no es sintetizable en un par de carillas. Pero en lo geopolítico, Trump habría evidenciado un claro giro “hacia adentro”, buscando revertir indicadores económicos de bajo crecimiento, mientras a la vez no seguía al pie de la letra pautas muy agresivas en su política exterior.


Se podría decir que sin ser “amigable”, Trump no siguió el sendero belicista de Reagan y sus continuadores, incluyendo al muy belicoso “premio Nobel de la paz” (vaya ironía) Barack Obama.
Claro está que Biden no es una carmelita descalza, ni mucho menos.
De modales más cuidados, menos ampulosos, y de opiniones con apariencia mesurada, hizo fácil los comentarios que fueron presentándolo como el candidato “elegible” e incluso deseable, para el contexto geopolítico mundial.


Solo algunos pocos analistas debidamente profundos y basados en el historial de Biden y de las conexiones que parecían definir con bastante nitidez su real perfil, advirtieron anticipadamente acerca de la mucha sintonía del historial del hoy presidente, con los sectores más agresivos y belicosos, del “deep state” (Estado profundo) que es el gran poder real, que maneja el accionar estratégico del mega Estado anglosajón, que es sin duda la principal potencia militar del orbe.


Biden parece ser poco menos (o tal vez más) que un alter ego de Hillary Clinton, la frustrada candidata presidencial que se perfilaba como una potencial mandataria muy proclive a la violencia institucionalizada, como herramienta de disuasión o de “convencimiento” para sostener e incluso expandir el área de influencia de EEUU en el globo. Es de recordar que se divulgaron fotos de ella, muy compenetrada en las acciones directas y violentas en territorio extranjero, las cuales habrían significado un operativo de cacería contra Bin Laden, también sindicado como supuesto cerebro de atentados terroristas…aunque algunas opiniones sugirieron que “el terrorista” pudo actuar bajo otras órdenes en un operativo de falsa bandera.
De ningún modo se está justificando ni menos alabando, acciones de barbarie, como las demoliciones de las Torres Gemelas.


Pero no por eso, se puede aceptar que “el gran país del norte” tome a terceros países como campo de acción propia, para operativos militares que son claras demostraciones del accionar neocolonialista del siglo XXI.


Por otra parte, tanto Hilary Clinton, como Joe Biden, serían partidarios de “tensar la cuerda” incluso por sobre toda prudencia, en las relaciones de poder contra Rusia y China, que son las potencias principales del Bloque Continentalista, el cual es el contrapeso que evita el mayor expansionismo del Bloque Atlantista, este último liderado por la dupla anglosajona (EEUU y Gran Bretaña), con el concurso cercano de Francia, seguidos por el resto de la Unión Europea y algunos otros países afines.


El bombardeo perpetrado en Siria, muestra la metodología descarnada de neocolonialismo explícito, con el que Biden intenta “marcar la cancha”. Nada les importa violentar la soberanía de otro país, ni los brutales derramamientos de sangre y muerte que deja como consecuencia.


En la misma línea, las amenazas contra Irán parecen ir en aumento, a la vez que se inmiscuye abiertamente en las fronteras de Rusia, en el marco de las complejas relaciones del gigante bicontinental con su vecino paneslavo que es Ucrania, inmiscuyéndose en las complejidades históricas territoriales de la estratégica península de Crimea.


Peligroso juego de forzar las relaciones, por parte de los halcones de EEUU, en una metodología que parecería ser una de las cartas extremas, de muy riesgosa aplicación ante el riesgo latente de un conflicto nuclear de dimensiones dantescas, con el que buscarían revertir la ya concreta pérdida de liderazgo económico mundial a manos de China; y los frenos al poder imperial belicista, que en los años ’90 y comienzos de este siglo parecía consecuencia irreversible e inmodificable del entonces Mundo Unipolar, pero que el accionar geopolítico y militar de Rusia impuso hasta ahora claros límites en diversos escenarios conflictivos a escala mundial, con apoyos explícitos a diversos países que no aceptaron intromisiones a sus soberanías.


Los argentinos no podemos olvidar que Biden sostuvo y seguramente sigue manteniendo una agresiva postura pro británica, en el irresuelto conflicto de Malvinas, Georgias y Sandwich Del Sur.


MGTR. CARLOS ANDRÉS ORTIZ


Analista de Temas Económicos y Geopolíticos


Publicado por cao.energia en 7:37 No hay comentarios: Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir con TwitterCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
jueves, 25 de febrero de 2021


NEOCOLONIALISMO ENERGÉTICO Y MENTIRAS SUSTENTABLES


En forma que se podría calificar de sutilmente descarada, las Potencias Atlantistas están difundiendo la “agenda ambiental”, que ellos mismos redactaron, para después pretender imponerla coercitivamente a todo el mundo…sobre todo al mundo subdesarrollado de Íbero América y África.


La voz cantante en ese verdadero operativo neocolonialista, la está teniendo la Unión Europea, cuyos integrantes tienen sin duda “amplia experiencia” en la práctica del colonialismo –incluso en sus versiones más violentas e inhumanas- a escala planetaria.


Claro está que con Joe Biden, el “Estado profundo” que maneja EEUU, está dando evidencias de adoptar la misma agenda, con imposiciones “sustentables” y “ambientales” que apenas permiten ocultar el sesgo neocolonialista en su versión siglo XXI.


Esta versión actualizada del neocolonialismo, es muy claro que utiliza como mascarón de proa al ambientalismo en su versión más ultra y cavernaria, para suplantar e incluso desplazar totalmente toda idea – fuerza que pretenda impulsar el desarrollo socio económico. ¡Nos quieren dóciles proveedores de materias primas, a precios impuestos por “el mercado”, o sea “ellos”!


Por supuesto, imponer “agendas ambientales” con componentes abstrusos que omiten e incluso impiden el desarrollo, es apenas la “cara amable” del neocolonialismo, pues siguen teniendo a disposición las herramientas más “tradicionales” de intervencionismo.


Esas múltiples herramientas del neocolonialismo son:
 Las grandes agencias noticiosas transnacionales, los entes “independientes” como la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) y los grandes medios.


 Los manejos e injerencias en las redes sociales (cada vez más evidentes).
 Las múltiples y muy agresivas ONGs de distintos tipos que operan para el mismo fin (pseudo ecologistas, derecho – humanistas, feministas, “democráticas” de corte libertario o similares, etc.), muchas de ellas británicas.


 Las presiones políticas directas sobre los Estados “indóciles” (a los que adosan el sambenito de “regímenes dictatoriales” o “poco democráticos”).
 Los bloqueos económicos.
 Las presiones e imposiciones financieras, que incluyen inducciones al endeudamiento brutal, el que incluye la primarización forzosa de las economías.
 Los golpes de Estado de diversos formatos “blandos”, que usan el llamado lawfare (“exitoso” formato) que usa a sectores corrompidos del poder judicial, mercenarios de los medios masivos de comunicación, agentes de “los servicios” precooptados con claras sumisiones al neoliberalismo apátrida, sectores políticos ultra conservadores, y militares muy colonizados mentales, como los proceseros de Argentina y sus derivados.


 Los golpes de Estado de formatos tradicionales, como los perpetrados en Honduras y en Bolivia.
 Las intervenciones militares semiencubiertas, como hubo varias en África, y con más prensa, en Siria.
 Las agresiones militares lisas y llanas, con las que amenazan a Estados débiles.
 Y ahora, como formato “amable” y muy edulcorado, el neocolonialismo climático, con operadores con guiones bien estudiados como para convencer incautos y desinformados. Uno de sus mascarones de proa es la jovencita sueca Greta Thunberg, que incluye gesticulaciones elaboradas y discursos disruptivos, difícilmente creíbles en alguien tan menuditamente joven.


El sesgo a favor del “terrorismo climático” es muy evidente en el muy diferente nivel de difusión que se da a la “niña rebelde” Greta Thunberg, respecto a su opositora, la alemana también muy joven Naomí Seibt.
Esta última comenzó como militante alarmista del cambio climático, para después convertirse en el polo opuesto, siendo hoy denunciante del que llama “el fraude climático”.
Si bien es muy discutible coincidir con el enfoque tremendista de Greta, también es difícil hacer causa común con Naomí. Ambas voceras del eurocentrismo, que tantos perjuicios causó al mundo en los últimos 500 años.


Eurocentrismo que al incluir a la América Anglosajona, pasa a ser el núcleo del agresivo Atlantismo, bloque de poder mundial que opera y presiona para imponer la ultra globalización, con la consecuente desaparición de los Estados naciones ubicados fuera de ese epicentro del poder neocolonialista.
Las patas económicas en las que se sostiene el neocolonialismo actual, son el neoliberalismo y su reciente versión recargada, el libertarismo.


Antes el colonialismo tradicional utilizó al liberalismo como herramienta de sumisión cultural y económica de los pueblos a los que buscaban convencer del “beneficio” de someterse a la total primarización de sus economías.


Esa doctrina como temible instrumento de dominio extranjero, fue descripta magistralmente por Friedrich List, en el siglo XIX, siendo sus ideas las bases de acciones en las que se sustentó la rápida transformación y desarrollo económico de Alemania (su patria natal), y EEUU, su patria de adopción.


En años recientes, el economista coreano Ha Joong Chang, con su contundente libro “Retirar la escalera”, describió la perversa hipocresía del discurso cerradamente neoliberal, que las actuales potencias económicas, imponen al mundo subdesarrollado, para impedir que salgan del subdesarrollo permanente.
Con la misma finalidad, ahora apelan al terrorismo ambiental, herramienta del neocolonialismo climático, cuya predicada “sustentabilidad” se basa en mentiras, verdades a medias y cuidadosos ocultamientos de datos “ambientalmente incorrectos”.


La imposición a ultranza de las ineficientes y muy caras energías eólica y solar; así como los ataques amañados a las energías hidroeléctrica y nuclear, son los ejes principales de acciones de estos nuevos agentes al servicio del “sustentable” subdesarrollo crónico. *Analista de Temas Económicos y Geopolíticos


https://www.resumenlatinoamericano.org/2021/03/04/estados-unidos-biden-y-el-belicismo-del-estado-profundo-la-vuelta-a-la-doctrina-del-gran-garrote/


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