La guerra de Gaza ha vuelto a poner el foco en los líderes palestinos, que en su mayoría llevan décadas en el poder y no gozan de popularidad. Barghouti podría ser una alternativa, si quedara al fin en libertad
Cuando se viven momentos de gran agitación en los territorios palestinos, se vuelve a hablar de Marwan Barghouti y de su ansiada liberación tras dos décadas en la cárcel acusado de terrorismo. El dirigente político de 64 años, que cumple cinco cadenas perpetuas en una prisión israelí por múltiples cargos de asesinato, encarna la esperanza de un cambio significativo para los palestinos.
En las ciudades palestinas, y los muros de hormigón construidos por Israel que las atraviesan, están cubiertas de grafiti con la icónica imagen de Barghouti, con las manos esposadas levantadas por encima de su cabeza.
Prácticamente todos los sondeos de opinión que se han hecho desde que entró en la cárcel hace 22 años muestran que sería el candidato presidencial favorito del pueblo palestino, si éste pudiera elegir libremente en las urnas. Una encuesta de diciembre le otorgaba 40 puntos de ventaja sobre el impopular presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abás, pero también sobre los candidatos de Hamás, incluido el jefe político del grupo islamista, Ismail Haniyeh.
En un contexto de profunda división entre las facciones palestinas, Barghouti se sitúa en un punto intermedio: es respetado por los nacionalistas laicos, pero también por los islamistas, con muchos de los cuales ha entablado estrechas relaciones en la cárcel. Incluso Hamás, que aborrece los círculos favorables a Occidente de los que Barghouti forma parte, ha pedido este mes su liberación, a cambio de rehenes israelíes, como parte de una propuesta de acuerdo de alto el fuego en Gaza.
De líder estudiantil a político respetado por todos
Barghouti, uno de los siete hijos de una familia humilde de agricultores de la pequeña aldea cisjordana de Kobar, lideró en su adolescencia movimientos estudiantiles a favor de Al Fatah, el partido político fundado por el histórico Yaser Arafat y que ahora preside Abás. Durante sus años en la universidad entró y salió de la cárcel en varias ocasiones, fue deportado por Israel a Jordania durante la primera intifada para impedir que participara en el levantamiento. Se le permitió regresar durante el optimismo de las conversaciones de paz en la década de los 90 del siglo pasado. Él mismo apoyaba el llamado proceso de Oslo, pero cuando las negociaciones de paz fracasaron, dando lugar a la segunda intifada (2000 – 2005), mucho más sangrienta, Barghouti desempeñó un destacado papel público como organizador de protestas.
El político ha apoyado la resistencia pacífica, pero no ha renunciado a la violencia como medio para acabar con la ocupación. Fue entonces cuando Barghouti atrajo la atención internacional. Los periodistas palestinos e internacionales le buscaban para que se posicionara. Paciente, autocrítico y con un discurso articulado, se definía a sí mismo como “un tipo normal de la calle palestina”. Sus formas sugerían que no era así en absoluto: muchos de los que se encontraron con él en aquellos días pensaron que representaba a un interlocutor palestino seguro de sí mismo, respetado por una generación más joven.
En Israel, a Barghouti se le considera fundador de las brigadas Al Aqsa, el brazo armado de Al Fatah que perpetró una serie de asesinatos y atentados suicidas contra autobuses, restaurantes y hoteles. El Ministerio de Asuntos Exteriores israelí publicó un artículo en el que acusaba al “terrorista” de “encabezar la sangrienta segunda intifada”, en su papel de cabecilla de grupos armados, antes de su detención en 2002.
Barghouti no se defendió en su juicio en 2004, cuando fue condenado por su implicación en cinco asesinatos, ya que rechazó reconocer la autoridad del tribunal israelí. Fuera de los tribunales, negó las acusaciones de haber ordenado las muertes.
Ha apoyado la resistencia pacífica, pero tampoco ha renunciado a la violencia como medio para acabar con la ocupación. Desde la cárcel, ha desempeñado un papel central en la política palestina y ha defendido la solución de los dos Estados.
Sus cartas desde la cárcel, algunas de las cuales han sido sacadas clandestinamente, sugieren que ha abandonado la idea de que negociar directamente con Israel pondrá fin a la crisis. En 2015, escribió en The Guardian: “El verdadero problema es que Israel ha elegido la ocupación en lugar de la paz y ha utilizado las negociaciones como una cortina de humo para avanzar en su proyecto colonial. Todos los gobiernos del mundo conocen esta realidad tan simple y, sin embargo, muchos de ellos pretenden que con las recetas fracasadas del pasado se podría lograr la libertad y la paz”.
El candidato que los palestinos querrían
Desde hace tiempo se le considera el sucesor de Abás, el líder de 88 años que lleva desde 2005 al frente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), reconocida internacionalmente, aunque el presidente carece de la legitimidad de las urnas porque no ha convocado elecciones presidenciales desde que expiró su primer mandato. Además, el mandatario es profundamente impopular debido a la corrupción existente en el seno de las instituciones palestinas y a la coordinación de estas con el Ejército israelí, lo que ha llevado a sus detractores a afirmar que la ANP es una organización interesada que opera como “subcontratista” de Israel.
Este lunes, el Gobierno de Abás, encabezado por el primer ministro Mohamed Shtayeh, ha presentado su dimisión en bloque por “los acontecimientos políticos, de seguridad y económicos relacionados con la agresión contra nuestro pueblo en la Franja de Gaza, y la escalada sin precedentes en Cisjordania, incluida la ciudad de Jerusalén este”. Abás ha pedido al gabinete que permanezca en funciones hasta que se forme un nuevo Ejecutivo.
Pero de cara a la Presidencia palestina, Abás ha conseguido frenar las ambiciones de Barghouti y otros posibles candidatos. Tahani Mustafa, analista palestino del grupo de investigación International Crisis Group, afirma que el presidente palestino “ha destruido cualquier vía institucional para garantizar un sucesor legítimo”. “Abás reconoce que se encuentra en una posición increíblemente débil. Ha centralizado su poder de forma efectiva”, agrega.
Y lo que es más importante, Israel no ha mostrado ninguna voluntad de liberar al popular político. De hecho, se negó a incluirlo en 2011 en un intercambio de más de 1.000 prisioneros palestinos por un solo soldado israelí en poder de Hamás. En ese intercambio, quedó en libertad Yahya Sinwar, considerado el líder de Hamás dentro de Gaza y de los principales planificadores de los atentados transfronterizos del 7 de octubre contra las comunidades del sur de Israel.
La liberación de Barghouti, si alguna vez se materializara, sería percibida como una oportunidad para cambiar la política palestina. Khalil Shikaki, que ha encuestado a palestinos durante más de dos décadas como director del Centro Palestino de Política e Investigación, lo expresa de forma sencilla: “Barghouti es el líder palestino vivo más popular”.
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