En Las venas abiertas de América Latina Eduardo Galeano describió una guerra genocida de cambio de régimen en 1870 contra Paraguay por una Triple Alianza de sus vecinos Argentina, Brasil y Uruguay, en nombre del imperialismo británico. El objetivo, el presidente nacionalista Francisco Solano López, murió en combate. El país perdió 90 mil kilómetros cuadrados de territorio. La población paraguaya se redujo un 83.3%. Al final de la contienda, escribió Galeano: “Brasil había cumplido con la función que el Imperio británico le había adjudicado”. Antes de la intervención, “Paraguay contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora… la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y balas de todos los calibres… La siderurgia nacional… estaba en manos del Estado… El país contaba con una flota mercante nacional… El Estado virtualmente monopolizaba el comercio exterior: la yerba y el tabaco abastecían el consumo del sur del continente; las maderas valiosas se exportaban a Europa… Paraguay tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al capital extranjero… Las obras de riego, represas y canales, y los nuevos puentes y caminos contribuían en grado importante a la elevación de la productividad agrícola. Se rescató la tradición indígena de las dos cosechas anuales, que había sido abandonada por los conquistadores”. Tras la guerra: “no sólo desapareció la población: también las tarifas aduaneras. Los hornos de fundición, los ríos clausurados al libre comercio, la independencia económica v vastas zonas de su territorio. Los vencedores implantaron, dentro de las fronteras reducidas por el despojo, el librecambio y el latifundio… Todo fue saqueado y todo fue vendido: las tierras y los bosques, las minas, los yerbales, los edificios de las escuelas”.
Resumiendo todo esto, Galeano escribió: “Paraguay tiene la doble carga del imperialismo y el subimperialismo”.
“El subimperalismo”, continuaba Galeano, “se expresa de mil maneras”. Soldados paraguayos se unieron a la intervención de la República Dominicana en 1965, bajo el mando de Panasco Alvim, un general brasileño. Paraguay le “otorgó a Brasil una concesión petrolera en su territorio, pero el negocio de la distribución de combustibles y la petroquímica están, en Brasil, en manos norteamericanas”. Los Estados Unidos también controlaron la universidad, el ejército, así como el mercado paralelo, del que Galeano escribió: “Por la vía abierta del contrabando, los productos industriales de Brasil invaden el mercado paraguayo, pero muchas de las fábricas que los producen en São Paulo son, desde la avalancha desnacionalizadora de estos últimos años, propiedad de las corporaciones multinacionales”.
Desarrollando la idea de la función sub-imperial de Brasil desde 1964, escribió: “Un elenco militar de muy importante gravitación postula a su país como el gran administrador de los intereses norteamericanos en la región, y llama a Brasil a ejercer, en el sur, una hegemonía semejante a la que, frente a los Estados Unidos, el propio Brasil padece”.
Rui Mauro Marini analiza el fenómeno
Tal vez no sea coincidencia que la principal autoridad académica sobre el sub-imperialismo sea el brasileño Rui Mauro Marini. El artículo de Mauro de 1977 fue publicado poco después del libro de Galeano. Para comprender “la acumulación capitalista global y el sub-imperialismo” tal vez sea necesario algo de base en la teoría desarrollada por Lenin, además de libros más recientes como La riqueza de algunas naciones de Zak Cope y Una teoría del imperialismo de Patnaik y Patnaik, quienes la enseñan con elocuencia. Los conceptos claves son intercambio desigual y transferencia del valor, procesos mágicos mediante los cuales los países ricos intercambian pequeñas cantidades de trabajo por un número superior de los países pobres. Son varios los mecanismos: regímenes de patentes, control corporativo occidental de los recursos del Sur Global, denominación del petróleo y otras materias primas en dólares estadounidenses, préstamos en términos del FMI y bancos occidentales junto a paquetes de rescate draconianos, ventas de armamentos occidentales y programas de entrenamiento militar; todos respaldados por la amenaza de sanciones, golpes de Estado, invasiones y “revoluciones de colores” que ocurren con suficiente frecuencia como para recordarle a los Gobiernos del Sur Global que se mantengan en el redil. En Imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin describe la presión sobre los países ricos para que “se hagan imperialistas”: los ganadores en el mercado doméstico occidental invariablemente se consolidan y tienden hacia la monopolización; estos ganadores permanentemente son coordinados de forma incremental a través de bancos e intereses financieros; arrojar nuevas inversiones a un mercado madurado trae retornos cada vez más bajos que pueden ingresar en nuevos recientemente inaugurados, por lo que los financistas buscan colonias para obtener retornos altos sobre sus crecientes pilas de capital; las colonias también atienden sus intereses en trabajo y materias primas que son baratas (o, idealmente, gratuitas, mediante el robo).
Marini demuestra cómo esta dinámica puede conducir hacia el sub-imperialismo. El sub-imperialismo, escribe, es “la forma asumida por una economía dependiente cuando alcanza una fase de monopolio y capital financiero”, y tiene dos componentes básicos.
El primero es una política expansionista “relativamente autónoma” que funciona bajo el paraguas general de la hegemonía de los Estados Unidos.
El segundo es lo que Mauro llama una composición orgánica de capital “media”. Para explicar este concepto un ejemplo comparativo será suficiente: una economía con un alto grado de composición orgánica de capital es una donde los trabajadores usan maquinaria avanzada y costosa que en sí misma requirió mucho trabajo para producirla (la palabra “composición” se refiere a cuánto “trabajo muerto” se destinó a las máquinas sobre las que el “trabajo vivo” labora). Estos son los trabajadores en los laboratorios al vacío armando chips de computación nano-precisos. Una economía con una composición orgánica baja es una donde los obreros trabajan con sus manos o herramientas simples, cortando caña de azúcar empleando machetes como jornaleros. A su trabajo también lo llaman “no-calificado” y sus salarios son proporcionalmente más bajos.
En 1977, Marini argumentó que, en América Latina, sólo Brasil tiene tanto la composición orgánica media como la política expansionista relativamente autónoma. ¿Pero qué de hoy en día? ¿Y qué en otras regiones?
Generalizando el concepto
¿Existen sub-imperialistas en el sur de Asia? Pakistán ejerce sus ambiciones en Afganistán bajo la hegemonía estadounidense. Imran Khan fue derrocado en un golpe de Estado por retirar su apoyo a la ocupación de los Estados Unidos de Afganistán; sus sucesores han trabajado duro para probar su subordinación al hegemón. India interfiere en los asuntos de sus pequeños vecinos como Bután y lo hace también bajo la hegemonía estadounidenses; las corporaciones occidentales sin duda tienen una huella inmensa tanto en India como Pakistán.
En el Medio Oriente, Arabia Saudita y Turquía pueden considerarse como sub-imperialistas aunque ambos exhiben cómo cada sub-imperialismo es un caso particular. En África, Suráfrica ha sido analizado como sub-imperialista y la pequeña Ruanda pudiera perfectamente calificarse como una versión de África central.
¿Quiénes no califican? Ninguno de los socios de los Estados Unidos de los Cinco Ojos (Australia, Nueva Zelanda, Canadá o el Reino Unido), ni Japón, ni Israel, ya que todos son países de altos ingresos con composiciones orgánicas de capital más altas que “medianas”.
Ni China, Rusia o Irán caben dentro del molde sub-imperialista. Pueden ejercer hegemonía –o disputarla– en sus regiones, pero no lo hacen bajo el paraguas de la hegemonía estadounidense.
Esto nos lleva de nuevo a Brasil y los cambios en el mundo desde los escritos de Marini y Galeano sobre el sub-imperialismo.
Sub-imperialismo y multipolaridad
Hasta hace muy poco, la hegemonía unilateral de los Estados Unidos era el hecho básico de los asuntos mundiales.
Nadie pudiera disputar las invasiones estadounidenses de Granada, Panamá, Irak o Haití o las destrucciones de Yugoslavia y Libia. Pero Rusia e Irán sí desafiaron el plan de los Estados Unidos de desmantelar a Siria en 2015.
Cuando Yemen votó en contra de la invasión de Irak de 1990, se les dijo que había sido “el voto más costoso que alguna vez emitieran” y los castigaron económicamente. Pero en 2022 muchos países se mantuvieron neutrales respecto a la guerra ruso-ucraniana a pesar de las exigencias occidentales de que apoyasen a Ucrania. China e India ignoraron los reclamos de que dejen de comprar energía rusa, expandiendo una serie de opciones para comerciar commodities en divisas que no fueran el dólar. Los países africanos no necesitan rogarle a los bancos comerciales occidentales para el desarrollo de sus finanzas: pueden examinar las ofertas occidentales junto a las de la Iniciativa de la Franja y la Ruta china. En 2023, China gestionó un acuerdo de paz que restauró las relaciones entre Irán y Arabia Saudita.
Estos eventos revelan un cambio histórico de un orden mundial unipolar hacia uno multipolar. El mundo ha estado bajo la hegemonía angloamericana desde 1750. Existieron imperios mundiales antes de eso (notablemente el español y el portugués) pero China e India tenían el 25% de la economía mundial incluso en esos tiempos; unos cuantos siglos antes, previo a la devastación de las Américas, el mundo era aún más multipolar, si bien menos globalizado.
Si en efecto nos estamos alejando de un patrón histórico unipolar, los sub-imperialistas actuales tienen que replantearse unas cuantas cosas: el paraguas estadounidense ya no es lo que fue.
¿Sub-imperialismo o multipolaridad? ¿Cuál es el camino para Brasil?
Con Lula (Luiz Inácio Lula da Silva) de vuelta en la presidencia de Brasil desde 2023, el país enfrenta este preciso dilema. En sus Gobiernos anteriores, Lula actuó tanto como un multipolarista como un sub-imperialista. Un proponente temprano de la multipolaridad (previo incluso a que llegase el momento) a través de su apoyo a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) y de la integración latinoamericana, el Brasil de Lula también desempeñó un papel sub-imperial, liderando la desastrosa y moralmente comprometida misión de la ONU para asumir la ocupación estadounidense de Haití. Algunos de los oficiales militares que dirigieron la ocupación de la isla caribeña ayudaron a derrocar al partido de Lula en el Golpe que condujo a su encarcelamiento y, eventualmente, a la presidencia destructiva de Bolsonaro.
Bolsonaro sin duda era simbólicamente sub-imperialista: saludó la bandera de los Estados Unidos y marchó bajo la israelí. Pero el mayor tiempo de su Gobierno fue caracterizado por su desastrosa respuesta al COVID-19, sus políticas genocidas contra los pueblos indígenas, y la incoherencia general de su política exterior. Bolsonaro participó en la artimaña de cambio de régimen en Venezuela, pero trató de mantenerse al margen de la guerra ruso-ucraniana.
Lula volvió al Gobierno en un contexto de movimientos de izquierda domésticos debilitados pero un contexto multipolar más fuerte. El Brasil de Lula votó junto a occidente en la condena de la invasión rusa de Ucrania, pero los diplomáticos rusos le dijeron que Rusia comprendía su voto.
Existen consideraciones económicas más allá de la composición orgánica de capital que puede conducir a los líderes del Sur Global de vuelta a los brazos criminales de los Estados Unidos: la dependencia en las exportaciones de recursos naturales y las importaciones de granos son tendencias que son difíciles de revertir, en especial en democracias como Brasil que son vulnerables a Golpes o regresiones cuando la derecha regrese al poder.
Tal vez Brasil pudiera ser la vanguardia de la multipolaridad en las Américas, o el agente sub-imperialista socavando a los BRICS desde adentro. El mundo en transformación incluye posibilidades jamás contempladas por Galeano, Marini o Lenin.
Justin Podur es un escritor que reside en Toronto y colaborador de Globetrotter. Puede seguirse en su sitio web podur.org y en Twitter @justinpodur. Es profesor de la Universidad de York en la Facultad de Cambio Ambiental y Urbano.
Traducción: El Viejo Topo.
Fuente (del original): https://rozenbergquarterly.com/sub-imperialism-and-multipolarity-brazils-dilemma/
Fuente (de la traducción): https://www.elviejotopo.com/topoexpress/sub-imperialismo-y-multipolaridad-el-dilema-de-brasil/
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