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30 junio 2015

Las disculpas y las razones de Pablo Iglesias




Pablo Iglesias creció en una familia con memoria, en la que su abuela nunca dejó de hablarme del fusilamiento de su hermano, socialista, en 1939 [1]. Es, pues, nieto de un condenado a muerte, también socialista, cuya pena fue finalmente conmutada por 30 años de los que cumplió cinco. Nos ha pasado casi lo mismo: yo soy también nieta de un condenado a muerte, en mi caso cenetista, con menos suerte. Mi abuelo fue fusilado en mayo de 1939 en el Camp de la Bota de Barcelona. Su cadáver fue tratado como tratan a los perros las personas que los maltratan.

Los padres de PI “fueron militantes comunistas cuando en España era un delito serlo y mi padre conoció Carabanchel por repartir propaganda”. En este caso yo soy como sus padres y si en sus primeros recuerdos de infancia se ve de su mano en las manifestaciones anti-OTAN y en los mítines de Izquierda Unida en Soria en 1986, yo era una de esas manifestantes antiotánicas ya adultas que entonces militaban en el MCC y en los comité anti-OTAN. En Barcelona, aunque recordáramos siempre la Soria machadiana.

Hasta aquí vidas paralelas… distanciadas por un cuarto de siglo. ¡Le llevo 25 años al secretario general de Podemos! Soy una viejita; él es muy joven. Eso sí, la cosa se tuerce un poco en su exposición cuando afirma a continuación que aquello sucedió: “[…] cuando mi padre fue candidato por esa provincia al Congreso (se pueden imaginar el resultado)”. ¿Era necesario ese paréntesis? Creo que no. PI conoce mejor que yo los pormenores de la ley electoral y la situación política en aquellos años ochenta. Pero es igual, pelillos a la mar.

Con 14 años, prosigue PI, ingresó en las juventudes comunistas y militó durante años en el movimiento estudiantil y en los movimientos contra la globalización y la guerra. Perfecto, inmejorable. Y no sólo eso. Cuando acabó el doctorado y ganó una plaza de profesor “fui uno de esos docentes heterodoxos que van a manifestaciones con los estudiantes y que incluyen a autores marxistas en la bibliografía”. Vale, está bien, pero no es del todo singular lo que cuenta y la inclusión de autores marxistas en la bibliografía.… no es tan, tan radical. Paco Fernández Buey, por ejemplo, lo hizo así toda su vida y con mucho más riesgo en algunos momentos.

A diferencia de la mayoría de los ciudadanos de mi país, prosigue el secretario de Podemos, se sabe de memoria La Internacional. Todo un detalle que muchas agradecemos. ¡Nos pasa también lo mismo!. Lleva la izquierda tatuada en las entrañas, con orgullo, afirma, y se reconoce en ella “pero, quizá por eso, conozco bien sus miserias y, sobre todo, sus incapacidades”. ¿Miserias, incapacidades? Veamos, veamos. ¿Nos serán explicadas esas miserias?

En política la forma y el tono cuentan tanto o más que el fondo, señala, “y en una entrevista reciente me equivoqué en la forma y en el tono, ofendiendo a muchas personas”. Pide perdón y nos pide también que atendamos el contenido que, con mejor tono y forma, expone a continuación. Perfecto, de acuerdo, no está mal, nada mal. PI cometió un error en una reciente entrevista aparecida en Públicoy comentada en estas mismas páginas, lo admite (cosa bastante infrecuente) y nos presenta de nuevo sus tesis con mayor cuidado. Nada que objetar. Gracias, adelante.

Su primera consideración: escribió Perry Anderson, recuerda, que el único punto de partida concebible hoy para una izquierda realista es tomar conciencia de su derrota histórica. ¿El único punto concebible? ¿El único? Pues no lo sé aunque me parece que solemos abusar del término “histórica”. Si izquierda remite a izquierda europea y se entiende por derrota no haber sido capaz de realizar una revolución de orientación socialista, pues entonces, PI tiene razón. Pero hay otras aproximaciones al tema. NO ha espacio aquí.

Segunda observación: en España, afirma, el fracaso de la izquierda comunista se constató tras la transición democrática. “La realidad socioeconómica de la época (tan bien anticipada por aquel “cabeza de chorlito” llamado Fernando Claudín), el peso cultural de los medios de comunicación y la coyuntura internacional revelaban no ya la imposibilidad de la revolución y el socialismo, sino enormes límites a las posibilidades de éxito electoral de esa izquierda. El fracaso de Mitterrand y su programa común en Francia, así como del compromiso histórico con la Democracia Cristiana del PCI en Italia, señalaron bien los límites de los referentes que había tomado nuestro Partido Comunista”. Aquí hay mucha cera que analizar y es difícil hacerlo en pocas líneas. Hay, además, mucha heterogeneidad y mucha historia en un paso tan breve. Aceptemos en todo caso que la situación de la izquierda comunista y del PCE-PSUC no fue la mejor de las posibles en algunos momentos de la transición. Sobre la izquierda europea ya hemos comentado sus límites. Supongamos aunque no admitamos al cien por cien.

La tercera consideración: Mucho ha llovido desde entonces y hoy asistimos a la posibilidad de alterar el mapa político en España en una dirección transformadora, afirma PI. Pero, en su opinión, nada tiene ello que ver con la izquierda. ¿Nada, nada de nada? La izquierda, afirma, sigue social y culturalmente arrinconada, afirmación que realiza pero que no argumenta. Tal vez, pero no está claro que sea así. Yo creo, socialmente hablando, que la izquierda, las gentes de izquierda, están en los momentos de mayor movilización y esperanza de estos últimos años.

Para PI, la clave del momento excepcional que vivimos “está en la politización de la frustración de expectativas de los sectores medios, ante su empobrecimiento progresivo”. ¿Sectores medios remite a las llamadas clases medias? Vale, hablemos así. Si para algo sirvió el 15M fue, en su opinión, para expresar la frustración de esos grupos sociales. “El 15M señaló los ingredientes de una posibilidad impugnatoria caracterizada por el rechazo a las élites políticas y económicas dominantes, pero ese nuevo sentido común resultaba inaprensible bajo las categorías izquierda-derecha; algo que los jefes de la izquierda política no aceptaron”. Es su tesis, tiene sus bases y razones, pero quizá el término “jefes” no sea el más adecuado y, en mi opinión, el eje derecha-izquierda ha estado muy presente cuanto menos en las últimas elecciones municipales, acaso no tanto en las europeas. Igual yerro de mucho pero me da que el 90% de los votos de Podemos –o de Ahora Madrid o de Barcelona en comú, por ejemplo- son votos de votantes de izquierda.

A pesar de que el PP ganó las elecciones de 2011, recuerda PI, ya entonces se percibían elementos de crisis en el sistema de partidos. Tiene toda la razón: antes de su irrupción, “las encuestas señalaban la disminución de los apoyos electorales del PP y del PSOE”. Ante la nueva coyuntura, afirma, “Izquierda Unida tuvo su oportunidad; habría bastado simplemente con seguir el ejemplo de AGE en Galicia. Pero no la aprovechó”. ¿Tiene razón PI? Pues igual sí, igual tiene sus razones e IU cometió algunas torpezas, muchas tal vez. No siempre se acierta, no siempre es fácil leer la realidad que tenemos delante de forma ajustada.

Cuando decidimos lanzar PODEMOS “pensábamos que debíamos colaborar con la izquierda, por eso propusimos a IU y a otras fuerzas hacer unas primarias abiertas conjuntas”. Creían que esa metodología “podía ser un revulsivo; se trataba de que la izquierda se pareciera un poco más a la gente”. Ignorábamos entonces, señala con bastante ironía y un poco de recochineo, sano por supuesto (no es ofensivo), “que la arrogancia con la que se recibió nuestra propuesta nos iba a dar la oportunidad de llegar muy lejos”. Siguieron adelante solos y gracias a eso “no nos vimos obligados a hacer concesiones a las formas conservadoras de la izquierda”. ¿Fuerzas conservadoras de la izquierda? ¡Vaya por Dios, esto me suena! ¿Eso es IU para PI? ¿Adelante solos? ¿También en las municipales han seguido solos? ¿LO va a estar en las elecciones autonómicas catalanas del 27S?

Gracias a que la izquierda, es decir IU, no quiso escucharles pudieron poner en práctica su hipótesis: “que la geografía que separa los campos políticos entre izquierda y derecha hacía que el cambio, en un sentido progresista, no fuera posible”. Por si hubiera dificultades de comprensión añade: “en el terreno simbólico izquierda-derecha los que defendemos una política de defensa de los derechos humanos, la soberanía, los derechos sociales y las políticas redistributivas, no tenemos ninguna posibilidad de ganar electoralmente”. Cuando el adversario, sea el PP o el PSOE, nos llama izquierda radical, “señala, y nos identifica con sus símbolos, nos lleva al terreno en el que su victoria es más fácil”. Vale, puede ser, pero ¿qué hacemos entonces? ¿Nos escondemos? ¿Cambiamos de ropaje, procedimientos y finalidades? ¿Pasamos a ser lo que no somos?

En política, afirma PI, “quien elige el terreno de disputa condiciona el resultado y eso es lo que hemos tratado de hacer nosotros”. Han tratado pero no siempre les ha salido. No hace falta poner ejemplos, están en la mente de todos y cada vez será más difícil. Cuando insistimos, señala, “en hablar de desahucios, corrupción y desigualdad y nos resistimos a entrar en el debate Monarquía-República, por ejemplo, no significa que nos hayamos moderado o que abandonemos principios, sino que asumimos que el tablero político no lo definimos nosotros”. Asumir esa situación esa idea ya comentada no está mal pero lo que apunta PI no parece tan diferenciado de lo que señala IU. El único nudo que destaca: el eje Monarquía-República, el único, pero incluso en eso, sin insistir mucho, también Podemos ha dicho la suya. El mismo, por ejemplo, así lo hizo simbólicamente con aquel regalo a Felipe VI y con sus declaraciones sobre la conveniencia de regular democráticamente la jefatura del Estado. Otros dirigentes de su formación lo han hecho también.

Los cambios políticos profundos, señala finalmente, que implican, siempre, aclara, “ganar el poder institucional” sólo son posibles en momentos excepcionales como el que atravesamos pero requieren de estrategias precisas. Vale, está bien, recordar, recordanos el ABC, las nociones comunes, los postulados básicos para no perdernos. Ellos trazaron la suya, su estrategia, en Vistalegre. Respetamos, señala, “las de otros compañeros pero no nos situaremos en terrenos que nos alejen de una mayoría popular que no es “de izquierdas” (como quizá nos gustaría) pero que quiere el cambio”. ¿Una mayoría popular que no es de izquierdas pero que acepta valores vindicados por la izquierda como los que él mismo ha señalado antes?

La cuestión es también, por otra parte, ¿qué cambio? ¿No suena esa formulación, la suya, a viejísima consigna del PSOE? ¿No es palabra y noción repetida actualmente por Ciutadans?

Más allá de eso, la gran duda ¿dónde ha formulado PI algún argumento contrario a la unidad popular propuesta por Izquierda Unida con todas las prudencias y cautelas que sean necesarias? ¿Ha hablado alguna vez IU de frente de izquierdas, frente único, clase contra clase o expresiones similares?

Nota:



http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200536

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