Por Ocean Sur
Entrevista con Jorge Enrique Botero sobre la nueva edición de Simón Trinidad. El hombre de hierro, que publica la editorial Ocean Sur
A mediados de 2008 salió al mercado la primera edición de Simón Trinidad. El hombre de hierro, el libro del periodista colombiano Jorge Enrique Botero que relata la increíble vida de uno de los personajes más controvertidos en la historia reciente de Colombia: Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, también conocido como Simón Trinidad.
Considerado icónico en la historiografía de la larguísima guerra que libran las guerrillas y el Estado colombiano desde comienzos de los años 60, El Hombre de Hierro vuelve recargado seis años después, según nos confiesa en esta entrevista el autor del libro.
Luego de que las FARC lo designaran como miembro de su delegación en los diálogos de paz de La Habana, Simón Trinidad ha regresado a la escena política de Colombia, con lo cual la reaparición del libro no solo resulta muy oportuna sino tremendamente útil. Pasando sus páginas, el lector viajará a las entrañas de selvas y montañas para penetrar en el hermético mundo insurgente donde Trinidad pasó más de dos décadas; y también podrá palpar, en vivo, uno de los factores más perturbadores que ha pesado sobre el conflicto colombiano: la injerencia abierta y sistemática de los Estados Unidos.
Entrevistamos a Jorge Enrique Botero en La Habana, ciudad donde pasa buena parte del año, cubriendo los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. El periodista está trabajando en un libro sobre el proceso que busca poner fin a más de cincuenta años de confrontación armada.
—¿Por qué vuelve a Simón Trinidad?
—Desde los días, ya lejanos, en que lo conocí en la región colombiana del Caguán, por allá a finales de los 90, he seguido los pasos de este personaje único, cuya vida parece salida del guion de una película. Cuando lo capturaron en Quito y un año después lo extraditaron a Estados Unidos, me propuse escribir su historia y me encontré con la apacible vida burguesa de su infancia y juventud; sus primeros pasos como profesional en la gerencia de un banco; su llegada a la política y el choque brutal con la intolerancia de las élites regionales y nacionales; el sistemático asesinato de sus compañeros y la decisión tremenda de subir a las montañas y empuñar un fusil para salvar su vida sin tener que renunciar a sus ideales; su papel como negociador de paz y su captura en Ecuador, la extradición a Estados Unidos y los tres juicios que enfrentó en Washington.
Ya han pasado 6 años desde la salida de la primera edición del libro y en este periodo la vida de Trinidad y su entorno han experimentado fuertes sacudones que merecen ser contados. Por eso vuelvo a Trinidad.
—¿Qué trae de nuevo esta edición de El hombre de hierro?
—El libro tiene tres nuevos capítulos. En uno de ellos narro la muerte, en las selvas del sur de Colombia, de Lucero y Alix Farela, mujer e hija respectivamente de Simón Trinidad. Le puedo decir que después de haber cubierto durante décadas el conflicto colombiano, el episodio de la muerte de estas dos mujeres puede ser fácilmente la prueba reina de la degradación, la bajeza y la crueldad a la que se ha llegado tras más de cinco décadas de guerra.
Hay otro capítulo que trabajé con uno de los abogados colombianos de Trinidad, Ramiro Orjuela, quien hace una magnífica reconstrucción de la odisea jurídica que ha vivido Trinidad, tanto en Colombia como en Estados Unidos. Orjuela visitó casi que religiosamente todas las semanas a su defendido durante el año que estuvo en la cárcel de máxima seguridad de Cómbita y nos cuenta los dramáticos momentos finales del jefe guerrillero en Colombia; su forcejeo con los guardias de la prisión que le impedían tomar rumbo a Estados Unidos vistiendo una camiseta estampada con la figura de Simón Bolívar.
El otro nuevo capítulo es una verdadera reliquia que más parece fruto del trabajo de un arqueólogo que del de un reportero: se trata de la primera entrevista que concede Trinidad tras su ingreso a la guerrilla a la Cadena Radial Bolivariana. Más que una entrevista es una conversación entre él y Jesús Santrich, comandante guerrillero del Bloque Caribe de las FARC, y en ella se desvela el gran misterio que, a mi modo de ver, quedó sin resolverse en la primera edición del libro: cuál fue la razón final que impulsó a Simón a continuar en la selva lo que había empezado en la ciudad. En este capítulo hay también un bello poema que Santrich escribe para su camarada preso.
—Usted está cubriendo los diálogos de paz de La Habana, donde las FARC han pedido reiteradamente la presencia de Simón Trinidad. ¿Qué tan posible ve que esto llegue a suceder?
—Pues la eventual llegada de Trinidad a la Mesa de La Habana no es más que un asunto de voluntad política. O de voluntades, si tenemos en cuenta que es una decisión que compromete a los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Sin embargo, más allá de que ello suceda, lo que más me ha llamado la atención es la perseverancia de las FARC con el tema. Por momentos uno llega a tener la sensación de que Trinidad está en los diálogos; ha aparecido en forma de dummie junto a los delegados de la guerrilla; estos no desperdician ocasión para recordar que él todavía falta en la Mesa y en los corrillos de la paz se comenta que el mejor aporte que podría hacer Washington a la terminación del conflicto colombiano sería repatriar a Trinidad a Colombia. Lo cual me obligaría, no ya a una nueva edición de El hombre de hierro, sino —muy seguramente— a la escritura de un nuevo libro, en el que —por ejemplo— podríamos saber cómo hizo él para sobrevivir tantos años en una celda debajo de la tierra donde nunca le apagaron la luz, en absoluto confinamiento.
—¿Sabe usted si Trinidad llegó a leer la primera edición?
—Sí, la leyó y supe que había comentado sobre algunas imprecisiones biográficas, pero en general estuvo conforme con su contenido. Tanto su abogado estadounidense, Robert Tucker, como su hermano Jaime, me confirmaron que el libro había llegado a sus manos cuando ya estaba en la cárcel de Florence, en el estado de Colorado. He leído mucho sobre esta prisión: allí son enviados los más peligrosos delincuentes de Estados Unidos y es considerada la de mayor seguridad en todo el país. En una crónica de un diario mexicano, que le seguía la pista a los lugares de reclusión de los principales capos de la droga, descubrí que la cárcel es conocida como «el cementerio de los vivos». Me estremezco al pensar en Trinidad leyendo una historia sobre su propia vida a 60 metros bajo tierra sin poderla comentar ni siquiera con sus carceleros, ya que también le han negado la posibilidad de aprender el inglés.
—La historia de Trinidad es ampliamente conocida por la mayoría de los colombianos, mas no así por el público de Latinoamérica, donde se distribuirá el libro. ¿Por qué diría usted que los lectores no colombianos deberían acercarse a Simón Trinidad. El hombre de hierro?
—Porque se trata de una historia de vida extraordinaria, única y llena de acción que transcurre en lugares tan diversos (y tan opuestos) como San Vicente del Caguán y Washington; la ciudad de Valledupar (cuna de la música vallenata) y Quito, la capital ecuatoriana; Bogotá, Noruega, el Vaticano y decenas de pueblos y aldeas situados al otro lado de la frontera invisible de Colombia, en la periferia profunda donde palpita otro país que busca su lugar en este mundo y su puesto en la historia. Además, porque hoy en día es casi un milagro encontrar la historia de alguien que viva, ame, goce y sufra dedicado exclusivamente a defender sus ideales.
http://kaosenlared.net/el-hombre-de-hierro-vuelve-recargado/
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