La República Popular China acaba de celebrar el 70º aniversario de la victoria china sobre la agresión japonesa con un desfile militar sin precedente, al que asistieron 32 jefes de Estado y/o de gobierno. Lo que Pekín quiere mostrar es que está preparándose para enfrentar una posible agresión de la OTAN. Por supuesto, los países miembros de la alianza atlántica boicotearon la celebración. Fieles a su costumbre de reescribir la Historia, los miembros de la OTAN afirman que, si la República Popular China no existía en aquella época, ese país no pudo obtener la victoria que acaba de celebrar. Además, según los medios de la prensa atlantista, la celebración no tendría nada que ver con la OTAN sino que apunta contra Japón, país que Pekín supuestamente seguiría viendo como una amenaza. Manlio Dinucci nos recuerda en este artículo la realidad histórica de aquella guerra.
MANLIO DINUCCI / VOLTAIRENET.ORG – El 70º aniversario de la victoria del pueblo chino en la guerra de Resistencia contra la agresión japonesa, celebrado en Pekín el 3 de septiembre, fue boicoteado no sólo por Tokio sino también por Washington y por casi todos los gobiernos de la Unión Europea –estos últimos enviaron a Pekín únicamente algunos representantes de segunda categoría. Esto fue un grotesco intento de borrar la Historia, muy similar al realizado en el momento del 70º aniversario de la Victoria sobre el fascismo, celebrado el 9 de mayo en Moscú [1].
Como trasfondo histórico, la China de los años 1930, que Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania y Francia, pero fundamentalmente Japón, habían reducido a una situación colonial y semicolonial. En 1931, Japón transforma el nordeste de China en un Estado títere designado como Manchukuo. Mientras que el ejército japonés ataca Shanghai, en 1932, y posteriormente otras ciudades, el Kuomintang de Chiang Kai-Shek [personaje también conocido como Jiang Jieshi], que había tomado el poder en 1927 mediante un sangriento golpe de Estado y gozaba del respaldo simultáneo de los anglo-estadounidenses, de Hitler y de Mussolini –estos últimos aliados de Tokio–, sigue concentrando sus ataques contra las bases rurales del Ejército Rojo, dirigido por el Partido Comunista. En 1934, el Ejército Rojo se ve obligado a emprender una desastrosa retirada que Mao Zedong, después de retomar el mando, transformará en una de las mayores epopeyas político-militares de la Historia: la Larga Marcha.
En 1937, Japón desencadena una guerra de agresión contra toda China. Las tropas japonesas ocupan Pekín y Tianjin en julio, Shanghai en noviembre y Nankín en diciembre. Es en esta última ciudad donde las tropas niponas perpetran la gran masacre, asesinando más de 30 000 civiles de las maneras más horribles [2]. Los japoneses utilizan también armas biológicas (Bacillus anthracis y Salmonella paratyphi) contra más de 10 ciudades chinas. Nace en ese momento, por iniciativa del Partido Comunista, el Frente Unido Antijaponés con el Kuomintang. Durante los siguientes 8 años de guerra, el ejército del Kuomintang, armado por Estados Unidos, combate por un lado contra los invasores japoneses –aunque sólo esporádicamente–, mientras que del otro impone un bloqueo económico y militar contra las zonas liberadas por el Ejército Rojo, atacando en varios casos a las fuerzas populares y haciendo que la ofensiva japonesa se concentre sobre ellas. Chiang Kai-Shek incluso mantiene un juego múltiple al ordenar a una parte de sus generales que colaboren con los japoneses.
Haciendo gala de una visión parcializada de la Historia, The Economist afirma que fue sólo la acción del Kuomintang, y no la de los comunistas, lo que liberó a China de la ocupación japonesa.
De 1937 a 1945, el Partido Comunista, que de 40 000 militantes había pasado a 1,2 millones de miembros, encabeza en las zonas liberadas una guerra que debilita cada vez más al ejército nipón, extendiendo las zonas liberadas de 1,5 a casi 100 millones de habitantes.
Con su fiera Resistencia, en la que murieron 35 millones de personas, China aporta una contribución decisiva a la derrota de Japón, cuyo gobierno –derrotado en el Pacífico por Estados Unidos y en Manchuria por la Unión Soviética– se rinde en 1945, después del bombardeo atómico estadounidense contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Inmediatamente después, siguiendo un plan trazado por Washington, Chiang Kai-Shek trata de repetir lo que ya había hecho en 1927. Pero sus fuerzas, armadas y respaldadas por Estados Unidos, encuentran entonces la oposición del Ejército Popular de Liberación, que ya cuenta en ese momento alrededor de un millón de combatientes, y una milicia de 2,5 millones, que además gozan de amplio apoyo popular.
Unos 8 millones de soldados del Kuomintang mueren en combate o son hechos prisioneros y Chiang Kai-Shek huye a Taiwán, bajo la protección de Estados Unidos. El 1º de octubre de 1949, Mao Zedong proclama el nacimiento de la República Popular China, desde la puerta de Tiananmen.
Ante esa misma puerta desfilaron ahora las fuerzas armadas de una China profundamente diferente pero que, al igual que Rusia y que los demás Estados miembros del grupo BRICS [3] y como las decenas de Estados cuyos más altos representantes asistieron a la celebración organizada en Pekín, deja constancia de su voluntad de defender su soberanía nacional frente a las nuevas pretensiones de dominación imperial.
http://www.contrainjerencia.com/?p=109045
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