El triunfo de Lenín Moreno en la elecciones de Ecuador, plantea ciertas expectativas sobre el futuro político del país en una coyuntura geopolítica particular. |
Apenas conocido los resultados que aseguraban su victoria, Lenin Moreno expresó su voluntad de tender puentes con diversos movimientos sociales que apoyaron al gobierno en distintos momentos y por diversas razones se distanciaron.
Ese gesto, que expresa una clara voluntad política, tiene un sentido de principios, de apertura necesaria, de inclusión, de incorporación de movimientos sociales en un proceso de consolidación democrático. Sin embargo, la realidad que se empieza a configurar tras las elecciones, y las urgencias políticas a mediano y largo plazo, pueden transformar un gesto, en una herramienta de consolidación socio-política para el nuevo gobierno.
La pequeña diferencia que tuvo Moreno ante su oponente Guillermo Lasso, la derrota en zonas indígenas y sectores populares agrarios y los problemas en la votación de la clase media quiteña, le dan un sentido mucho más político a la necesidad de tender puentes.
El futuro gobierno necesita tender puentes para ampliar y consolidar una base social que al sentirse incluida, le dé sustento a las políticas gubernamentales que, obviamente deben ser progresistas. Si no se tienden los puentes necesarios, el futuro gobierno puede tener una debilidad político-social muy importante.
Para tender puentes que sean firmes a largo plazo, hay que utilizar las herramientas adecuadas, hay que entender a los sectores con los cuales se busca tender esos puentes y hay que tener la capacidad necesaria para sostener la construcción de esos puentes en medio de posibles tropiezos.
La oposición ha tratado de posicionar desde hace un año en el imaginario nacional e internacional, la posibilidad de un fraude si perdía las elecciones. Ese esquema se mantuvo apenas terminada la votación en primera vuelta y se consolidó tras su derrota en segunda vuelta.
Ante el estrecho margen por el que fue derrotado, Lasso llamó a protestas que lograron movilizar en Quito, algunos cientos de personas en forma permanente y algunos miles en total. Lo mismo ocurrió en Guayaquil, y en algunas otras provincias. No fue una movilización de grandes masas. Pero más allá de ese hecho, y del momento post electoral particular, el objetivo principal de los partidos que apoyan a Lasso, es posicionar hacia el futuro en el imaginario colectivo, la duda de un posible fraude.
Finalmente, no les importa que las movilizaciones de estos días den un resultado inmediato, el objetivo central es dejar sembrada la duda hacia el futuro.
Pero más allá de eso, se busca consolidar una alianza estratégica entre pequeños sectores de clase media quiteña, alguna izquierda y algún liderazgo indígena bajo la dirección de Lasso, pensando en futuras protestas que logren poner en jaque al nuevo gobierno.
En las localidades indígenas, Lasso obtuvo una mayor votación lo que expresa el distanciamiento entre buena parte de ese movimiento social y el actual gobierno.
El llamado de estos días a posibles movilizaciones indígenas que no prosperaron, busca posicionar hacia el futuro la posibilidad de que ese movimiento o fracciones del mismo puedan movilizarse hacia Quito. Quienes conocen las dinámicas sociales y políticas, saben que esos sectores indígenas que votaron contra Lenín Moreno, mañana se pueden movilizar contra él, si no se cambia su imaginario con respecto al oficialismo o a “lo oficial”.
Ese cambio no ocurre solo con obras o atención a sus requerimientos, ocurre con una verdadera inclusión socio-política que se inicia con el diálogo.
La derecha que apoya a Lasso, y la que se distancia tácticamente, así como la izquierda y algún liderazgo indígena, intentan sembrar hacia el futuro, para ir debilitando al gobierno.
La idea es realizar acciones de debilitamiento permanente que logre dejar en jaque al gobierno hasta que se pueda configurar una realidad en la cual aplicar el mate.
Si se configura esa realidad, en caso de algún momento económico particular, la oposición buscará primero iniciar protestas en Quito, y paralelamente utilizar recursos para movilizar miles de indígenas desde las provincias cercanas.
Configurado un escenario de conflictividad social, con miles de indígenas en Quito, con medios de comunicación azuzando las protestas y generando opinión hacia el interior y exterior del país, y con recursos, no es imposible que parte de una mayoría parlamentaria endeble, finalmente se aparte del gobierno. Ya lo hemos vivido y el escenario se puede repetir.
Si a eso sumamos una coyuntura geopolítica muy difícil para los gobiernos y sectores progresistas, con cierto fortalecimiento de la derecha, el escenario se puede tornar más complejo.
Ante ese tipo de escenarios, el error de un gobierno progresista, podría ser virar a la derecha y ceder antes las presiones de esos sectores y del poder económico creyendo que con eso se sostendría, pero finalmente eso llevaría a que se caiga más rápido.
Para cualquier proyecto progresista ceder ante las presiones de la derecha y los poderes económicos, en lugar de hacer una alianza con los sectores populares y sociales, termina siendo un suicidio a mediano plazo, porque finalmente no logra consolidar una base social y los sectores de derecha y del poder económico, en la primera de cambio le dan un empujoncito hacia el abismo.
Eso no quiere decir que se deje de dialogar y buscar los acuerdos necesarios sin imposiciones.
Es importante tener en cuenta que el margen de diferencia tan estrecho, evidencia que todos los votos fueron importantes para la victoria de Lenín Moreno: desde los variados sectores que votaron por él, los correístas convencidos, los que llegaron vía alianzas y un importante sector que votó contra Lasso y que fue definitorio.
En ese sentido, la reñida elección le lleva la necesidad de consolidar esa amalgama social de sectores que los apoyaron y conformar una alianza político-social mucho más amplia de sustento que fortalezca su gobierno. En ese sentido, el llamado al movimiento indígena, de mujeres y otros sectores políticos y sociales expresa también la necesidad de consolidar una base social quebrantada, sobre todo en la Sierra ecuatoriana y en particular en zonas indígenas.
En todo caso, el gran reto de Lenín Moreno y de su gobierno es lograr tender puentes sin que los dinamiten antes.
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