Comiendo amianto - Periódico Alternativo

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24 julio 2017

Comiendo amianto



Resumen

Se presentan contundentes evidencias de que:

a) - Existe contaminación por amianto, asociada a la vía de la ingestión, tanto en el agua potable para consumo humano, como en bebidas filtradas con filtros fabricados con amianto friable, esto es, hechos con borra de asbesto, y también en fármacos incorporados por vía oral.

b) - Las precauciones normativas legisladas, evidencian el recelo de las autoridades, respecto de los riesgos potenciales de la ingesta de asbesto, reiterada u ocasional.

c) - Se exponen las evidencias de la circulación de las fibras de amianto por el tracto gastrointestinal, puesta de manifiesto por la presencia de tales fibras, en las heces fecales y en la orina. Igualmente se muestra la evidencia experimental de su transferencia transplacentaria, puesta en visibilidad por la presencia de las fibras en los tejidos orgánicos de las crías nacidas de animales alimentados con una dieta que las incorporaba.

d) - En personas expuestas oralmente, se localizan las fibras en diversos de sus órganos.

e) - Se presentan las convincentes evidencias de correlación entre presencia abundante de amianto en el agua potable, y las altas tasas de cánceres del tracto gastrointestinal, actuando además como co-carcinógeno, en conjunción con el benzo (a) pireno. Se alude al posicionamiento de la IARC, confirmando el nexo causal entre la ingesta de fibras de amianto en el agua potable, y los cánceres gástrico y colorectal. Se presentan también las evidencias relativas al nexo causal con el mesotelioma, cuando la vía de la inhalación ha podido ser excluida.

f) - Se pone de manifiesto el transvase de las fibras en la atmósfera, a través del empleo de humidificadores, que pulverizan el agua, dispersándola en el aire, y con ella también son arrastradas las fibras, cuando éstas ya estaban presentes, en suspensión en el líquido.

g) - Se presentan las evidencias demostrativas de que en los hogares abastecidos con agua contaminada por fibras de asbesto, muestran una concentración de ellas en suspensión en el aire, con valores claramente superiores a los de aquellas casas en las que tal circunstancia de contaminación no concurrió, y al propio tiempo, sin que hubiera habido intervención de otras potenciales fuentes de dispersión de las fibras.

h) - Se citan los estudios epidemiológicos que correlacionan la presencia de amianto en el agua potable, con tasas superiores de casos de diferentes tipos de cáncer, mesotelioma peritoneal incluido. También se alude a los estudios experimentales que corroboran lo mismo.

i) - Se muestran las evidencias que corroboran la degradación progresiva de las tuberías de amianto-cemento, con el consiguiente desprendimiento gradual de fibras de amianto.

j) - Se presenta un análisis crítico del posicionamiento de AEAS (Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento), consistente en la negación o minimización del riesgo atribuido al uso de tuberías de amianto-cemento, y a su permanencia en condiciones de utilización habitual, en base a las conclusiones extraídas de diversas fuentes, con manifiesto "olvido" de todas aquellas (IARC inclusive), que, por el contrario, concluyen lo diametralmente opuesto, en base a datos y argumentos de remarcada contundencia, y en sintonía con lo demandado por el Principio de Precaución. No se preconiza, por parte de AEAS, como alternativa, el recurso paliativo al filtrado eficiente de la mayor parte de las fibras. Con ello, posiblemente estén evidenciando, que su motivación es puramente económica, ya que siempre la alternativa más barata, de entre todas las disponibles o propuestas, consiste en no hacer nada, y dejarlo todo tal y como ya está ahora.

k) - Se alude a la excusa consistente en pretender estarse evitando causar alarma social.



La ingesta continuada del asbesto o amianto

Si el amianto ingerido fuera tan inocuo como algunos pretenden, entonces no estaría justificada la alarma proclamada por las autoridades surcoreanas, cuando el gobierno del país procedió a prohibir ciertos fármacos (1.122 productos), producidos por 120 empresas farmacéuticas, los cuales podrían contener asbesto.

Del mismo modo, tampoco tendría sentido haber avisado de la presencia del amianto en la elaboración del salami –Tomasini et al. (1988)-, ni que en el artículo de Albright et al. (1979), titulado «Métodos para aislar e identificar fibras de amianto en las bebidas enriquecidas y en los alimentos», los autores informan de que en dicho trabajo “Se discute el éxito en el aislamiento de fibras de amianto crisotilo, de muestras de vino tinto y blanco, cervezas, mayonesa, salsa de tomate y carne de hígado”.

Tampoco lo tendría el hecho de que la empresa Twinkees, se viera involucrada en un litigio, por la petición de retirada de pasteles y bocadillos en 22 estados, por alegaciones de inadecuada retirada de amianto, en coincidencia de tiempo y lugar, con la elaboración ininterrumpida de dichos alimentos.

Igualmente no lo tendría, el hecho de que en España, en 1983, se prohibiera la utilización del amianto en la elaboración y el tratamiento de alimentos y productos alimenticios, restricción que se estableció mediante el Real Decreto 1351/1983, de 27 de abril.

Como claro exponente del paso y eventual retención de las fibras de asbesto en el tracto gastrointestinal, tendremos la presencia de las mismas, en heces y orina, sin que, por supuesto, exista garantía alguna de que hayan sido excretadas en su totalidad las ingeridas: Boatman (1983), Boatman et al. (1983), Cook & Olson (1979), Finn & Hallenbeck (1984) & (1985), Guillemin et al. (1989), Kashanskiĭ et al. (2002), Savolainen et al. (1996), Wyss (1953), Zaina et al. (2014).

En el estudio de Millette et al. (1983), sus autores manifiestan: “Sedimentos en la orina humana, examinados por microscopía electrónica de transmisión, contienen fibras de anfíboles, que se originan por la ingestión de agua potable contaminada con estas fibras minerales. La ingestión de agua filtrada, tiene como resultado la eventual desaparición de las fibras de anfíboles en la orina. Estas observaciones proporcionan la primera evidencia directa para el paso de fibras minerales a través de la mucosa gastrointestinal humana en las condiciones normales del canal alimentario”.

En Haque et al. (2001), en un artículo titulado «Fibras de amianto crisotilo detectadas en las crías recién nacidas siguientes a alimentación por sonda nasogástrica de ratones preñados», los autores manifiestan: “Para nuestro conocimiento, este es el primer estudio en animales para demostrar que la ingestión oral de amianto crisotilo durante el embarazo, resulta en la transferencia de las fibras de amianto a los fetos”.

La detección de fibras cortas de amianto, en sangre (en ratas alimentadas con una dieta contaminada por fibras de asbesto), hallándolas en concentraciones netamente superiores a las del grupo de control, es el resultado obtenido en el estudio experimental de Weinzweig & Richards (1983).

En Carter & Taylor (1980), los autores, examinando mediante microscopía electrónica los tejidos de los pulmones, el hígado y el yeyuno de un grupo de 32 personas que habían estado oralmente expuestas al asbesto, de forma intensa y prolongada, encontraron en ellos, tanto crisotilo, como anfíboles, y evidenciándose, por consiguiente, que dicha vía de acceso de las fibras puede ser determinante de su asentamiento en los susodichos tejidos, con evidente relevancia, por su potencial rol etiológico respecto de las diversas patologías asbesto-relacionadas.

En un trabajo relativamente reciente –Di Ciaula & Gennaro (novbre.-dicbre. 2016) – sus autores sintetizan el contenido de su artículo, mediante el siguiente resumen: “El hallazgo reciente de fibras de amianto en el agua potable (hasta 700.000 fibras / litro), en la Toscana (Italia Central), genera preocupaciones sobre los riesgos para la salud en las comunidades expuestas. La exposición al amianto se ha relacionado con el cáncer en varios niveles del tracto gastrointestinal, y se ha documentado, en un modelo animal, un efecto citotóxico directo de las fibras de amianto en el íleon. Recientemente se ha descrito un posible vínculo entre el amianto y el colangiocarcinoma intrahepático, y se han detectado fibras de asbesto en seres humanos en muestras histológicas de cáncer de colon y en la bilis de la vesícula biliar. En conjunto, estos hallazgos sugieren la posibilidad de una translocación enterohepática de fibras de asbesto, alternativa a la translocación linfática de los pulmones. En modelos animales, las fibras de asbesto ingeridas con agua potable actúan como co-carcinógeno en presencia de benzo (a) pireno y, según la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), existen pruebas que apuntan a un efecto causal de la ingesta de asbesto en el cáncer gástrico y colorrectal. El riesgo parece ser proporcional a la concentración de fibras ingeridas, en la medida del consumo individual de agua, al tiempo de exposición y a la posible exposición a otros tóxicos (es decir, benzo (a) pireno). Además, la exposición al amianto por ingestión podría explicar el hallazgo epidemiológico del mesotelioma en sujetos no expuestos por inhalación. En conclusión, varios hallazgos sugieren que los riesgos para la salud derivados del asbesto no pueden derivarse exclusivamente de la inhalación de fibras. Los riesgos para la salud también pueden estar presentes después de la ingestión, principalmente después de la ingestión diaria de agua potable durante períodos prolongados. En Italia, se sigue careciendo de una evaluación sistémica de la presencia de fibras de amianto en el agua potable, aunque las tuberías recubiertas de amianto están ampliamente difundidas y siguen funcionando. A pesar de que todavía existe un debate sobre el umbral de los riesgos para la salud relacionados con la presencia de amianto en el agua potable, el principio de precaución debería imponer todos los esfuerzos posibles para revisar las políticas de salud relacionadas con este tema y el agua potable, para cuantificar la presencia de amianto, es ciertamente necesaria en todas las regiones. Se necesitan con urgencia estudios epidemiológicos adicionales, dirigidos a la identificación de las comunidades expuestas y a una evaluación adecuada del riesgo para la salud en sus áreas geográficas específicas”.

La presencia de fibras de asbesto en el agua potable, será determinante, a su vez, de que las mismas sean dispersadas a la atmósfera, a través del uso de humidificadores alimentados con agua contaminada de esa guisa: Hardy et al. (1992). Una situación idéntica es descrita en Neuberger et al. (1996) y en Méranger et al. (1979).

Se nos podría argumentar, que en cualquier caso se trata de un tipo de situación que es excepcional, pero antes de incurrir en conclusiones precipitadas, atiéndase a lo que relatamos seguidamente.

En el trabajo de Webber et al. (1989), sus autores manifiestan lo siguiente: “Se detectó contaminación por amianto en exceso, de 10 mil millones de fibras por litro en el agua potable de una comunidad. Para evaluar la posibilidad de que el amianto transportado por el agua se volviera hacia el aire, se recogieron muestras de aire de las casas afectadas, que recibían agua contaminada, y de tres casas de control… Las concentraciones medias de amianto en el agua fueron de 24 millones de fibras por litro (MFL) en las casas afectadas, frente a sólo 1,1 MFL en las casas de control. La microscopía electrónica de transmisión reveló que las concentraciones de amianto en el aire eran más altas en casas impactadas, con concentraciones de amianto en el aire positivamente correlacionadas con las concentraciones en el agua… También se detectaron, en las muestras de aire de las casas impactadas, cúmulos de crisotilo, a menudo con varios cientos de fibras. Cuando se agregaron las estimaciones de estas fibras individuales al recuento total de fibras, la diferencia entre las casas afectadas y de control se hizo aún mayor... Por lo tanto, altos niveles de asbesto transportado por el agua eran aparentemente la fuente de mayores concentraciones de asbesto en el aire dentro de estas casas”.

Directores de estudios en los que la presencia de fibras de amianto en suspensión en el agua potable se correlacionó con una mayor incidencia de patologías malignas (desglosados según el asentamiento respectivo):


Esófago : Conforti.


Estómago : Conforti, Kanarek, Manson.


Intestino delgado : Polissar.


Colon : Levy.


Recto : Masson.


Páncreas : Conforti.


Peritoneo : Kanarek

Fuente consultada: Marsh (1983), Tabla nº 1.

En Sadler et al. (1984), su autores manifiestan: “Hemos probado la hipótesis de que existe una asociación entre el uso de tuberías de amianto-cemento para el suministro de agua potable y la incidencia de cáncer gastrointestinal y renal. La incidencia de cáncer en 14 comunidades de Utah que habían utilizado predominantemente tuberías de cemento de asbesto para el transporte de su suministro de agua potable durante 20 años o más se compararon con 27 comunidades de Utah que nunca habían utilizado tuberías de cemento de asbesto. La incidencia de cáncer se tabuló para 11 sitios de cáncer para los años 1967-1976. Se encontró un aumento de los índices de incidencia estándar (SIR) para el cáncer de riñón en hombres (SIR 192) y leucemia (un sitio de control) en mujeres (SIR 203)”.

En Kjærheim et al. (2005), los autores, tras manifestar que “El riesgo de cáncer de estómago fue elevado en toda la cohorte (SIR: 1,6, IC: 1,0-2,3), en el subgrupo con exposición definida al amianto(SIR: 2,5, IC: 0,9-5,5), y cuando el grupo fue seguido durante 20 años y más, después de la primera exposición posible (SIR: 1,7, CI: 1,1-2,7)”… concluyen que: “Los resultados apoyan la hipótesis de una asociación entre el amianto ingerido y el riesgo de cáncer gastrointestinal, en general, y el riesgo de cáncer de estómago, específicamente”.

Por lo que respecta a las evidencias experimentales, citaremos al trabajo de Smith et al. (1980), en donde se dice: “En vista de las enfermedades asociadas con la inhalación de fibras de amianto, el interés se atribuye a la cuestión de si los riesgos se presentan por la ingestión de amianto o mineralógicamente relacionados con las partículas en forma de fibra se informó en el suministro de agua potable. Los animales experimentales (hámsteres) se mantuvieron en agua potable filtrada con y sin adición de partículas minerales. Se encontró un mesotelioma peritoneal, carcinoma pulmonar y dos carcinomas de células escamosas tempranas en el hábitat de los hámsteres expuestos a una preparación de amianto amosita”.

A la vista de la inclusión en dicho estudio experimental, de un caso de mesotelioma peritoneal, y habida cuenta de los diversos trabajos epidemiológicos en los que la indagación se limitó a los cánceres del tracto gastrointestinal, no parece aventurado conjeturar, que quizás, si no se encontró ningún caso de mesotelioma peritoneal, es porque no se lo buscó. Véase también, sobre lo mismo: Smith et al. (1978).

El mesotelioma peritoneal es aludido en el artículo de Webster (1974), descriptivo de su estudio experimental sobre los efectos biológicos de la ingestión de asbesto. Citando a sus propias palabras: “De interés es la presencia de fibrosis hialina nodular del peritoneo, que precede al desarrollo de un mesotelioma… La fibrosis hialina nodular del peritoneo se puede equiparar a la placa pleural no calcificada, de la cual algunos de nosotros consideramos que se desarrolla el mesotelioma”.

La ingestión forzada de asbesto, como la realizada en el estudio precedentemente aludido, es la vía de contaminación elegida en algunos otros trabajos experimentales. En Kogan et al. (1987), los autores ofrecen el siguiente resumen de su trabajo: “Se estudió la posibilidad de inducir cáncer glandular de estómago en 75 ratas blancas criadas al azar, expuestas al amianto crisotilo.

En una bolsa artificial, colocada sobre la mayor curvatura del estómago, se introdujo una cápsula de polietileno, perforada, que contenía 100 mg de amianto y relleno (grasa de vaca y mezcla de cera natural 1: 1).

Se introdujo una cápsula que contenía material de relleno, de manera similar, en 40 ratas de control.

En los siguientes 725 meses, se encontraron 18 tumores del estómago y de la cavidad abdominal en las ratas tratadas con amianto (ocho adenomas, dos adenocarcinomas, un carcino-sarcoma, un cáncer de antebrazo, un adenocarcinoma intestinal, dos mesoteliomas peritoneales y tres linforeticulosarcomas abdominales.)

Entre las ratas de control no se encontraron tumores de este tipo .

Los resultados del experimento se discuten en relación con los datos epidemiológicos sobre el cáncer de estómago en los trabajadores del amianto”.

Nuevamente, en el contexto de un trabajo experimental sobre el amianto accedido por la vía digestiva, vuelve a hacer acto de inquietante presencia el mesotelioma peritoneal.

En el artículo de Sigurdson (1983), el autor, en referencia al nexo estadístico entre diversas patologías malignas y la presencia importante de asbesto en el agua potable, en sus conclusiones, afirma que: “Se observan excesos estáticamente significativos en varios sitios primarios, en residentes de Duluth”.

La correlación entre cáncer gastrointestinal y presencia de asbesto en el agua potable, no se limita a los casos en los que ésta es conducida mediante tuberías de amianto-cemento. En efecto, en el trabajo de Mi et al. (2015), los autores suministran el siguiente resumen de su contenido: 

“OBJETIVO:

Explorar la relación de la contaminación de la crocidolita en el agua potable con el riesgo de muerte por cáncer gastrointestinal en el condado de Dayao.

MÉTODOS:

Se llevó a cabo un estudio de casos y controles pareado de 1: 2 con 54 casos de muerte de cáncer gastrointestinal de una cohorte de veintisiete años basada en la población y 108 controles de edad, sexo, tiempo de muerte, etc., para analizar el efecto de la condición del agua local sobre el riesgo de cáncer gastrointestinal en el condado de Dayao.

RESULTADOS:

Los resultados del análisis de regresión logística sugirieron que cuanto más largo sea el uso del horno de amianto, mayor será el riesgo de mortalidad por cáncer gastrointestinal (6-10 años: OR = 2.920, IC del 95%: 1.501 - 5.604 11-15 años: OR = 3.966, 95 % CI 2.156 -7.950. Más de 15 años: OR = 4.122, IC 95% 1.211 - 7. 584). El consumo de agua sin hervir condujo a un mayor riesgo de cáncer gastrointestinal (OR = 1,43; IC del 95%: 1,07-1,88). El tipo de agua potable se asoció con el cáncer gastrointestinal. Cuando se comparó con el consumo de agua del grifo, o agua de pozo para beber, fue de 1,770 (95% CI 1,001 - 2,444), 2,442 para beber agua de río (95% CI 0,956 - 3,950), 2,554 para beber agua de casa y campo - 6,584), y 3,111 para beber agua del estanque (IC del 95%: 1,872 - 6,566).

CONCLUSIÓN:

Factores relacionados con el agua potable en el área contaminada por crocidolita en el condado de Dayao se asociaron significativamente con la mortalidad del cáncer gastrointestinal”.

En este punto nos parece pertinente aludir a la extraña incidencia del mesotelioma en los fareros, que ha sido relacionada con la costumbre de recoger en un aljibe el agua de lluvia, en escorrentía desde una cubierta de amianto-cemento, a causa de los emplazamientos particularmente aislados, lejos de otras fuentes de abastecimiento de agua, que suelen tener muchos faros. Ver: Bianchi et al. (2005), Saarni et al. (2002), Pukkala & Saarni (1996).

Tal y como se dice en Igbinosa & Aighewi (2017): “El agua de lluvia cosechada, es una fuente de agua alternativa, en comunidades donde hay limitación o escasez de sistemas de distribución de agua. Sin embargo, la contaminación del agua de lluvia, cosechada en la cubierta, es una inmensa preocupación para la salud pública en general”.

Cuando esas cubiertas están montadas con placas de amianto-cemento (lo cual, en el susodicho estudio, representaba el 10% de las censadas en el mismo), determinan, en consecuencia, la contaminación del agua potable así obtenida, por las fibras de asbesto desprendidas por la acción continuada, durante los episodios de lluvia, por la escorrentía del agua sobre las placas de amianto-cemento, constitutivas de la cubierta, con la consiguiente erosión de las mismas, determinante de su degradación, y consiguiente desagregación de las fibras de asbesto, que pasan incorporadas, en suspensión, al agua potable destinada al consumo humano de boca, entre otros, con el consiguiente riesgo de poder producir patologías asbesto-relacionadas.

En condiciones normales de uso, en una red de distribución de agua, en la que solamente una parte estaba constituida por tuberías de amianto-cemento, mientras que en la otra el agua era conducida mediante tubos de polivinilo, la toma de muestras pondrá de manifiesto que solamente el agua potable recogida en puntos de la red de distribución correspondientes a ramales constituidos por tubos de amianto-cemento arrojan en el análisis la presencia, en suspensión en el agua conducida, de fibras de asbesto, demostrándose así que las mismas, efectivamente, se desprenden progresivamente de tal tipo de tubos, durante su uso: Hosny & Akel (2006).

Sobre la degradación progresiva de las tuberías de amianto-cemento, con desprendimiento “espontáneo” de sus fibras de amianto constitutivas de la susodicha composita, véase: Ramos (1990), Slaats et al. (2004), Wang & Cullimore (2010). En el caso de este último trabajo, por la acción corrosiva de las bacterias habitualmente presentes en los terrenos de ubicación de las tuberías.

En el trabajo de Saitoh et al. (1992), sus autores concluyen: “Se sugirió que la contaminación de las fibras de amianto en el agua del grifo fue causada por la erosión y pelado de la pared interior del tubo de amianto-cemento utilizado como conducto. Con el fin de evaluar la seguridad del agua potable en Japón, una extensa encuesta sobre la contaminación de fibra de amianto en el agua del grifoes necesaria”.

La teledetección del estado de degradación de las tuberías de amianto-cemento, por la acción bacteriana, es el objeto del trabajo de Smolders et al. (2009), cuyo «Resumen» transcribimos seguidamente: “Varias roturas en las tuberías a presión, de amianto-cemento, indicaron un problema con este tipo de red de tubería a presión. Se buscó una técnica de inspección que pudiera dar una buena idea sobre el estado de las tuberías de amianto-cemento. Ya existía una técnica de georadar para inspeccionar las tuberías de agua potable y las alcantarillas que desaguan por gravedad. La técnica mide el espesor de pared de los materiales que contienen cemento, y puede diferenciar entre material "sano" y deteriorado. La técnica se aplicó en cuatro redes de tubos a presión, para aguas residuales, en Flandes. Los resultados indicaron un rápido deterioro del cemento del amianto-cemento. Se conocía un mecanismo de deterioro, denominado "lixiviación del calcio", en las tuberías de agua potable, de amianto-cemento. Además, se sabía que H (2) S se produce en red de presión, y ​​que puede atacar materiales que contienen concreto, por corrientes de ataque biogénico, por el ácido sulfúrico. Esta investigación verificó si ambos mecanismos de deterioro causan el deterioro rápido, medido en la red de presión, de amianto-cemento. Finalmente, se calcularon las velocidades de deterioro, y el grosor de pared mínimo requerido. Con los resultados, se calcularon los tiempos de vida residual de las redes de presión, y ​​éstas podrían aplicarse en un programa de gestión de activos”.

La detección directa y la cuantificación de la colonización bacteriana de las tuberías de amianto-cemento, favorecedora de su degradación, es lo realizado en Portugal, según se desprende del trabajo: Menaia et al. (2003).

Sobre estas cuestiones de la degradación de las tuberías de amianto-cemento, en referencia específica a España, véase: Pichel (2017), y EFE / El confidencial (2017).

Resulta difícilmente explicable, que un ente como la «Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento» (AEAS) –ver nuestra bibliografía en el presente trabajo-, tan imbricado con lo que son organismos públicos locales y otras entidades que también son públicas, y que debieran de tener un vehemente impulso compulsivo por alcanzar la culminación de una metódica y generalizada eliminación de todas las tuberías de amianto-cemento, que les permitiera dar por finiquitada una siniestra etapa de riesgo consentido –ver: Grant (2014)-, al propio tiempo de que liberaran al conjunto de toda la sociedad española y a sus generaciones futuras, de esa silente e insidiosa espada de Damocles, aplicando el Principio de Precaución… y en lugar de hacer todo eso, optan por el dolce far niente, encogiéndose de hombros, cruzándose de brazos, y mirando para otro lado, tratar de justificarlo, omitiendo aludir a todas aquellas citas bibliográficas, y sus respectivas conclusiones, en la medida en la que les resultan contrarias a ese cómodo y “económico” posicionamiento.

Como ya ha sucedido en tantas otras ocasiones (y en ello son maestros bastantes de nuestros políticos), la excusa esgrimida, es la de no generar alarma social. Véase, al respecto, y con carácter general, nuestro trabajo:

Una alcahueta, llamada «alarma social» «Rebelión», 17-09-2015 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203376

En su afán negacionista del riesgo por amianto, se alinean en bizarra compañía. Véase nuestro trabajo:


La solución paliativa, alternativa provisional a la retirada de todas las tuberías de amianto-cemento, consiste en un filtrado eficaz del agua conducida, que elimine del agua las fibras de asbesto en suspensión, total o mayoritariamente: Logsdon (1983). Una alternativa de circunstancias, no gratuita, y que, desde luego, no veremos en modo alguno aludida en los documentos de la AEAS.

Sin necesidad de ser ningún furibundo partidario del ecologismo (con el que se comienza por simpatizar con las tesis anti-taurinas del animalismo, y se termina, quizás, por propiciar la celebración de una suerte de “sanfermines caninos”), no parece desafortunado conjeturar, que, teniendo en cuenta los ingentes intereses económicos involucrados en la fabricación de las tuberías de amianto-cemento, haya podido suceder lo que, de forma similar a lo que ya hay sobradamente pruebas de que ha ocurrido con la industria automovilística: que las grandes empresas transnacionales involucradas, hayan optado por inundar de trabajos de “ciencia-basura” la bibliografía médica, subvencionando a sus mercenarios autores, haciéndolo “por debajo del mantel”.

En otras ocasiones, el hilo conductor o de Ariadna no será escamoteado, y así tendremos que va por delante la afiliación del autor a la empresa «James Hardie Industries Limited»: McCullagh (1980). Para que a nadie le quepa ninguna duda sobre la idiosincrasia corporativa de esta poderosa empresa de fabricación de productos de amianto-cemento, tuberías incluidas, véanse los siguientes artículos y libro, incluidos en nuestra bibliografía: Australian Council of Trade Unions (ACTU) (2008), Engel & Martin (2006), Haigh (2008), Hills (2005), Moerman & van der Laan (2007 -2 refs.-), Peacock (2009).

En Andersen et al. (1993), los autores suministran el siguiente resumen de su artículo: “La población estudiada comprende 690 guardabosques noruegos, cuyo suministro de agua provenía de cisternas que recibían agua de lluvia de los tejados de cemento de asbesto-cemento. Las baldosas de fibrocemento se instalaron a finales de los años cincuenta, y dos décadas más tarde se analizó el contenido de fibra en el agua del grifo. El contenido de fibra varió entre 1.760 y 71.350 millones de fibras por litro, lo que es significativamente más alto que el que se mide en cualquier otro suministro público de agua noruego. Durante el período de seguimiento, 1960-1991, no se encontró ningún exceso excesivo estadísticamente significativo para ningún tipo de cáncer en el grupo con un período de latencia de 20 años o más, excepto el cáncer de estómago (11 casos observados frente a 4.57 esperados, estandarizados Relación de incidencia = 241, intervalo de confianza del 95% 120-431). No se encontraron casos de mesotelioma maligno. El estudio está limitado por la falta de conocimiento sobre cuándo las tejas comenzaron a deteriorarse y, por lo tanto, la magnitud de la exposición total, así como por la incapacidad para controlar factores potenciales como la dieta”.

En un estudio canadiense (no es ociosa la aclaración) –Wigle (1977)-, el autor, tras manifestar que “Se evaluó la experiencia en mortalidad de veintidós municipios de Quebec agrupados por evidencia de exposición a fibras de amianto en el suministro de agua (conocidas altas, posibles altas y probables exposiciones bajas). Se observó un exceso de mortalidad por cáncer de estómago (varones), páncreas (hembras) y pulmón (varones) en los dos municipios con altas exposiciones conocidas”… terminará concluyendo que “…el estudio no reveló evidencia de exceso de mortalidad por cáncer que pudiera atribuirse a la exposición al amianto en el agua potable”… (“parasoles nocturnos”, carnívoros vegetarianos”). 

En el resumen del trabajo de Millette et al. (1981), titulado «La necesidad de controlar las fibras de amianto en los sistemas de abastecimiento de agua potable», los autores incluyen los siguientes párrafos: “Un número en el orden de 1 en 1.000 fibras de amianto ingeridas, penetran en el tracto digestivo, y fibras ingeridas se han recuperado en tejidos tales como el riñón, el intestino, el hígado, y en la orina. Un estudio en animales demostró la producción de tumores relacionados con la ingestión de materiales que contienen asbesto… los resultados de los estudios de alimentación de siete animales, han sido concluyentes. Una relación estadísticamente significativa entre el cáncer de pulmón y el cáncer de estómago, peritoneal, de la vesícula biliar y el cáncer de esófago y los recuentos de amianto en el agua potable, se determinó en un estudio de epidemiología. El aumento de tasas de estómago y pulmón masculinos, y el cáncer de páncreas femenino, relacionado con el amianto en el agua potable, fueron reportados en otro estudio, pero la posible exposición ocupacional hizo difícil sacar conclusiones. Los datos sobre el exceso de cáncer gastrointestinal entre los grupos ocupacionales, se han utilizado para estimar que el agua potable que contiene 300.000 fibras de amianto por litro, ingerida durante toda la vida, dará lugar a un cáncer adicional, entre 100.000 personas”. Véase también: Guillemin et al. (1989), ya antes citado.

Las fibras de crisotilo también son aisladas y cuantificadas en las heces fecales, permitiendo diferenciar a los expuestos laboralmente. Ver: Cunningham et al. (1976), Gloyne (1931), Hallenbeck et al. (1981) & (1990),

Como ejemplo extremo de uso insólito del asbesto, tanto más remarcable, por el hecho de ser actualmente cuando se está produciendo, lo veremos reflejado en el artículo de Roy et al. (2013), del cual transcribimos seguidamente su Resumen: “Debido al bajo coste de la materia, se utiliza asbesto (sobre todo en su forma de polvo) profusamente como un adulterante alimentario, en particular en los países en desarrollo, como la India. Desgraciadamente, una gran parte de consumidores de la India no son conscientes del riesgo de ingesta persistente de este mineral de silicato tóxico. Esto conduce a la exposición involuntaria a este adulterante que hace cancerígenos a esos alimentos, dando lugar a diferentes grados de problemas pulmonares graves, que pueden llevar incluso al cáncer de pulmón. Este trabajo intenta examinar el alcance de este problema de la adulteración de los alimentos con amianto, y sus consecuencias sobre los consumidores y manipuladores. Por último, este documento es un esfuerzo por crear conciencia sobre el impacto sanitario que esta adulteración de alimentos puede tener, con la exposición prolongada.”

Tal tipo de inquietudes, fueron determinantes, por nuestra parte, de la publicación de nuestro trabajo:

Amianto frito / «Rebelión», 28/04/2016 / https://www.rebelion.org/noticia.php?id=211691

… al que se unen, por lo que respecta a la presencia de asbesto en el agua, con nuestra participación, como uno de sus co-autores, los trabajos:

Antonio Bernardo Reyes, Paco Báez Baquet, Paco Puche / Amianto por un tubo / Revistas “Rebelión” y “El Observador”. Diciembre 2014 http://www.rebelion.org/docs/192613.pdf



...y más recientemente:

Antonio Bernardo, Paco Puche y Paco Báez Amianto por un tubo (Segunda parte) «Rebelión», 20-07-2017 http://www.rebelion.org/docs/229327.pdf

En cualquier caso, poner un cancerígeno en prolongado contacto con el más esencial de todos los alimentos –el agua-, no parece, efectivamente, que eso sea prudente en modo alguno.

Bibliografía

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