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24 octubre 2017

Lo “interno” en el debate político en Cuba


Cuba Posible

La noción de que el debate político en Cuba es un contrapunteo entre una visión de “convicciones y firmeza” y otra de “transicionalistas y demócratas teóricos y librescos” influenciados desde el exterior, expresa una visión maniquea del debate público nacional.

Esa es la idea del debate que tiene el compañero Carlos Luque. Me lo ha recordado él mismo al hacer mención a un artículo suyo publicado en Cubadebate el 31 de octubre de 2016. Lo ha hecho como parte de un nuevo texto suyo diseminado el pasado 17 de octubre en La Pupila Insomne, que se supone que sea un comentario crítico a la breve nota que publiqué el pasado 13 de octubre.

Es de agradecer, por tanto, la oportunidad que ello ofrece para resaltar dos temas importantes para los debates que hoy tienen lugar en Cuba: la noción de lo “interno” y la cuestión de la legitimidad en el plano de la política.

En esta nota de hoy abordaré la cuestión de lo “interno”. Dedicaré un próximo artículo al tema de la legitimidad política.

Para poder ofrecerle a esos dos temas la atención que merecen, primero me limitaré a señalar brevemente cuatro imprecisiones enunciadas por el compañero comentarista, cuyo esclarecimiento facilita la posterior discusión de los dos temas mencionados.

Cuatro errores

El primer desliz de los comentarios realizados por el compañero Luque el pasado 17 de octubre ha sido afirmar que “El Sr. Monreal pone buena parte de sus esperanzas y propuestas en la propiedad privada.”

Es admirable que el comentarista piense que puede leer la mente de otros, pero siempre una cita concreta es más creíble que cualquier incontinencia verbal. ¿Existe alguna cita –adecuadamente contextualizada- que sustente la recriminación que hace el comentarista?

Por otra parte, me permito recordar que la expansión del sector privado -extranjero y nacional, incluyendo la empresa privada nacional- es política de Estado, enmarcada dentro de límites precisos. No es una simple propuesta de algunos economistas.

El segundo desacierto consiste en afirmar que utilizo “una aritmética ‘demostrativa’ muy curiosa: si el proyecto cubano redujo empleo estatal, y en igual o aproximada proporción aumentó el empleo no estatal, eso demuestra, para el Sr. Monreal!, que el trabajo no estatal crea más empleo que el estatal.”

La mala noticia para el comentarista es que eso es lo que reflejan las estadísticas oficiales del país desde el año 2010. Basta con revisar la tabla 7.2 “Ocupados en la economía según situación del empleo”, disponible en el Anuario Estadístico de Cuba. Para mayor precisión, no es que el sector privado haya creado más empleo neto que el sector estatal. Se trata de que el sector privado ha creado empleo neto mientras que el sector estatal no lo ha creado. Le faltó precisar al comentarista que mi aritmética “demostrativa” hace referencia a la creación de empleo neto, pero no queda claro si el comentarista entendió en qué consiste eso.

La tercera equivocación se refiere al tema de “las dificultades económicas cubanas impuestas desde el exterior para crear empleo”, respecto a las que el compañero comentarista afirma que “eso nada le dice el Sr. Monreal, enfocando acuciosamente su microscopio en el microcosmos de la cuestión nacional”.

Esa es una pifia que pudiera indicar que el comentarista ha pasado por alto artículos publicados sobre el tema, tan recientes como el pasado mes de junio. No pido que el compañero comentarista los lea. Simplemente le llamo atención acerca de su despiste.

El cuarto error consiste en decir que he afirmado que “La actualización del modelo económico en Cuba es un fracaso”.

El comentarista pone así, entre comillas, una supuesta cita textual que no existe en ningún artículo que he escrito. Lo que he dicho es una cosa distinta a la empobrecida versión que ha manufacturado el compañero comentarista.

La cita correcta es la siguiente: “La actualización del modelo económico en Cuba, valorada por su efecto sobre los indicadores económicos claves parece ser, hasta ahora, un proceso intrascendente. Juzgada con severidad, pudiera considerársele como un fracaso; evaluada con benevolencia, pudiese ser vista como una asignatura pendiente. Las tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante los tres años posteriores a la aprobación oficial del proceso, que no han logrado superar el 3 por ciento anual, no proporcionan la “velocidad de despegue” que requiere la recuperación del escenario macroeconómico, ni aseguran el progreso del bienestar material de la población”. El párrafo corresponde a un texto de marzo de 2015.

Nótese que se hace referencia a la actualización como proceso de reforma, no como una representación ideal del modelo económico y social. Se trata de algo cuyos resultados son medibles.

Habiendo transcurrido dos años y medio desde que se publicó ese texto, un juicio severo parece ser inevitable. Ya no se trata de que la economía crezca por debajo del 3 por ciento anual, sino que la economía dejó de crecer, para entrar en recesión en 2016 y pudiera ser que se produzca una situación de estancamiento en 2017. De hecho, no habría que descartar una recesión por segundo año consecutivo.

Por supuesto que influyen factores causales de muy diverso tipo, incluyendo aquellos que no se relacionan con la gestión de la reforma, pero la explicación de las causalidades no cambia en resultado. Lo racional es aprender las lecciones, adaptar y seguir adelante. ¿No debe ser la práctica un criterio fundamental en una reforma económica y social?

Meter la cabeza en la arena no va a ayudar a que la actualización pueda funcionar adecuadamente para que los ciudadanos cubanos puedan mejorar sus condiciones materiales de vida.

Cuando el énfasis en lo “interno” es la respuesta a una visión maniquea.

El compañero comentarista se equivoca cuando trata de ubicar en el plano académico -el análisis económico- la discusión que sostuvimos anteriormente, a propósito de un artículo que Luque publicó en Cubadebate el 31 de octubre de 2016.

En realidad, aquella discusión sobre lo “interno” fue una discusión netamente política, principalmente centrada en la cuestión del poder político, la legitimidad política y la participación política, especialmente de los trabajadores.

Por esa razón no tiene sentido dedicarle mucho tiempo a llevar la discusión al plano analítico (su teoría y metodología), algo sobre lo que el comentarista ha dicho cosas insondables -en tono de crítica- como esta: “su insistencia en ‘el enfoque interno’, óptica que por cierto es habitual en los trabajos de las firmas que colaboran en la órbita académica donde se mueve este autor”. Pudiera revisarse esa cita en el marco del texto completo y se comprobará que sigue siendo indescifrable.

No puede avanzar una discusión que trate de ser medianamente seria sobre un análisis económico si no se entiende que temas cruciales como los salarios, las pensiones, la planificación, el funcionamiento de la empresa estatal, la distribución desigual del ingreso, la pobreza, o los precios de los alimentos, tienen causas esencialmente internas.

Finalmente, en relación con el plano analítico en el que el compañero comentarista intenta sostener un intercambio, debe quedar claro que no es posible discutir sobre la base de una lectura sesgada de lo que ha escrito a quien intenta criticarse.

Afirmar que los textos que he publicado se han hecho “atendiendo sólo al marco interno nacional cubano” es un despropósito que no resiste una búsqueda bibliográfica elemental. Entre los temas que he abordado se encuentran la inversión extranjera, el turismo, los precios del petróleo, la política agresiva de la administración Trump, la colaboración internacional de Cuba, el papel de los organismos financieros internacionales, la función de las exportaciones, y el subsidio a las importaciones de alimentos. En años anteriores había escrito artículos, capítulos y libros en los que se han abordado el funcionamiento de las cadenas productivas, los problemas de la especialización internacional y el desarrollo, turismo y desarrollo, las remesas internacionales, los restos del desarrollo de las pequeñas economías insulares (SIDS), y estudios comparados de reformas.

Volvamos entonces al plano del debate político.

La discusión de octubre de 2016 partió de mi desacuerdo con la visión maniquea del debate nacional que manifestó el compañero Luque en aquel artículo publicado en Cubadebate, donde planteó una concepción del debate político que lo reducía a un supuesto contrapunteo entre dos visiones, una de “convicciones y firmeza” y otra de “transicionalistas y demócratas teóricos y librescos.”

Se establecía una conexión entre esa última visión y el gran capital, las rutas del dinero, ONGs, y Soros, lo cual es –como se sabe- una forma expedita de intentar una descalificación política.

En aquel momento llamé la atención respecto a que “la mayoría de las ideas que se discuten hoy en Cuba se derivan de análisis de la realidad concreta del país” y expresé que “Hay suficiente preparación en el país que permite hacer análisis propios y que reflejan riqueza de ideas. Bastaría revisar una revista como ‘Economía y Desarrollo’, de la Universidad de La Habana, para comprobar la calidad y variedad de los análisis que hoy se hacen en el país”.

Aunque al comentarista ahora esto le parezca una verdad de Perogrullo, es importante dejar claro que en Cuba hay mucha gente –especialistas y no especialistas- que explican los problemas y que expresan sus ideas sobre posibles soluciones a partir de la realidad del país y no porque se los sople al oído una ONG, la academia extranjera, o Soros.

Asumir que los que se auto titulan como portadores de “convicciones y firmezas” son los únicos que piensan con cabeza propia es una monumental ofensa a la inteligencia de muchos cubanos.





https://www.rebelion.org/noticia.php?id=233174


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