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Día a día de los reporteros en un Estado donde el narco está en todas partes
Mural homenaje a Javier Valdez en la ciudad de Mazatlán. J. H. / A. O.
Con el asesinato a golpes, a finales de mayo, del periodista y corresponsal del Grupo Imagen, Héctor González, en el estado de Tamaulipas, ya son seis periodistas los asesinados en México en 2018. En 2017 la cifra de reporteros muertos se elevó a 11. En total, 104 periodistas han sido asesinados por los narcos durante el sexenio del actual presidente mexicano, Peña Nieto, ya en sus últimos días de mandato ante las elecciones del 1 de julio.
La sangría de violencia hacia los informadores tuvo su punto álgido el 15 de mayo de 2017, con el asesinato del periodista del semanario Ríodoce Javier Valdez Cárdenas. Fue en la ciudad de Culiacán, capital del estado de Sinaloa, cuna del mayor cartel de la droga del mundo. El brutal asesinato de Valdez, a manos de una de las facciones del cártel de Sinaloa, supuso un antes y un después en la visibilización de la violencia que sufren los periodistas mexicanos, especialmente en la parte noroeste del país y las zonas fronterizas con Estados Unidos, donde los cárteles de la droga y los traficantes de inmigrantes ejercen sus lucrativos negocios.
La figura de Valdez era conocida en el ámbito internacional; sus reportajes y sus libros habían puesto al descubierto el sangriento mandato del expresidente Calderón, caracterizado por la violencia que desató la guerra del Estado contra las diferentes organizaciones mafiosas que actúan en México, especialmente en Sinaloa.
Pero ¿cómo es el día a día para los periodistas que trabajan en un estado como el de Sinaloa, un lugar donde el narco toca todos los ámbitos de la vida y de la actualidad? Hablamos con varios periodistas de la región, entre ellos el veterano director de la revista Espejo, cofundador de Riodoce y colaborador del diario Noroeste, Alejandro Sicairos. “No podemos andar con el delirio de persecución todo el día, pero ejercer el periodismo aquí es peligroso. Sinaloa es la cuna de los mayores narcos del mundo”, explica.
Sicairos es miembro de la Asociación de Periodistas 7 de junio, que trata de mejorar la situación de la profesión periodística, y es uno de los grandes conocedores de la actualidad sinaloense. Durante la entrevista no para de remarcar que “hay un antes y un después de lo de Valdez. Uno antes manejaba con cierta facilidad informaciones relacionadas con el crimen organizado sin tener cuidado, nos creíamos invulnerables en cierto modo y nos escudábamos para publicar muchas veces en medios internacionales, pero se mostró que esa seguridad era falsa”.
“El gremio está muy dolido, pero el periodismo no está silenciado, solo bajó el nivel de denuncia”. Para Sicairos, el periodista no debe tener miedo a autocensurarse para sobrevivir: “Publiquemos lo que publiquemos da igual, nada va a cambiar en este estado marcado por la corrupción y la convivencia de los políticos y las autoridades con el crimen organizado”. “Creo que el tiempo de publicar trapos sucios de los grandes narcos, especialmente de las nuevas generaciones, ya ha pasado. Más vale sobrevivir que trabajar el periodismo de denuncia”, agrega con aire de resignación.
No le falta razón: en México el gremio periodístico está desprotegido y muchas veces olvidado por las autoridades y la policía. Esta situación ha derivado en una gran sensación de impunidad que anima a todo tipo de delincuentes, no solo narcotraficantes, a atacar a periodistas por el simple hecho de informar.
En estas condiciones, en las que nadie va a defender a los profesionales de la información, la autocensura y esquivar determinados temas se han convertido en rutina para muchos. “A veces no es solo tu vida la que pones en peligro”, recuerda el periodista de Paralelo23 Mario Martini, fundador de la iniciativa Todos Somos Sinaloa, que apoya a los niños de educación pública en zonas de marginación y violencia. “No podemos arrastrar a nuestras familias y ponerlas en peligro por haber elegido esta profesión”, asegura. Martini concluye tajante: “Los periodistas no podemos hacerle la chamba al narco publicando informaciones que benefician a uno u otro bando y que luego leerán millones de personas”.
Narcopolítica
Los periodistas de Sinaloa no solo identifican a los grupos de narcotraficantes como responsables de esta situación de impunidad. Los profesionales señalan a los políticos y a la policía como cooperadores necesarios de los criminales. La narcopolítica es clave para entender la situación de inestabilidad social que reina en la república mexicana. La organización civil mexicana Artículo 19 publicó recientemente un informe sobre agresiones a periodistas mexicanos y concluyó que la violencia ya no proviene del narco sino de los políticos.
Muchos policías y políticos dependen del dinero y los favores del narcotráfico. Además, el auge de otros grupos delictivos, como ladrones de automóviles y de combustibles, que también copian las fórmulas de extorsión y compra de favores del narco, han aumentado el clima de impunidad especialmente en el noroeste de México y estados como Guerrero, Michoacán, Zacatecas y Tamaulipas. Ya no solo se agrede y asesina a periodistas, defensores de los derechos humanos, líderes de grupos indígenas y miembros de colectivos sociales; también pagan con su vida e integridad física quienes denuncian y combaten la desigualdad.
“La actividad de la narcopolítica anima a todo tipo de delincuentes a agredir a periodistas y diferentes agentes sociale. Te dicen en tu propia cara: ‘Ya se han quebrado a un periodista y no pasó nada, ándate con cuidado’”, relata José Alfredo Beltrán, periodista del diario Noroeste. “Este clima de impunidad creado por la narcopolítica ha hecho que cualquier delincuente encuentre una excusa para amenazar al periodista, muchas veces ya no sabes qué tema publicar sin que te amenacen”, añade Beltrán.
El mismo periodista, con rabia y con el semblante serio, comenta que “este modelo de sociedad ha creado un estado fallido que ha dejado a muchos trabajadores, especialmente a los periodistas, sin una red de protección”. Beltrán critica al anterior gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, que gobernó el estado entre 2011 y 2017: “No dudó en poner al frente de la policía del Estado a efectivos policiales con supuestas relaciones con grupos de narcotraficantes”.
Durante ese mandato, varios periodistas que realizaron feroces críticas al fenómeno de la narcopolítica desaparecieron y murieron asesinados; nunca se supo nada de los autores del secuestro y asesinato del reportero Humberto Millán que, junto al de Javier Valdez, han sido dos de los casos con mayor repercusión internacional.
Humberto Millán criticó desde la radio y el periódico La Discusión los vínculos que varios políticos de la región mantenían con el cártel de Sinaloa y sus grandes capos. Los círculos periodísticos de la zona señalan que fue un crimen provocado por los políticos de Sinaloa, lo que creó una tremenda ola de autocensura entre los periodistas que cubrían el día a día de la política local. “Convives a diario con ellos, trabajas informando de ellos, de lo que declaran, de lo que dictan, ¿cómo no vas a tener cuidado de lo que publicas después de lo que pasó con Humberto?”, remarca Beltrán mientras apunta en su libreta de trabajo.
La defensa por parte de la empresa
En este contexto, surge el tema de la defensa que hace la empresa periodística de sus trabajadores y colaboradores. Beltrán cuenta que el periódico en el que trabaja, el Noroeste, uno de los más importantes de la región, decidió hace ocho años no investigar el fenómeno del narcotráfico, dando solo noticias generales y de alcance nacional o interés público, como la detención del jefe del cártel de Sinaloa, el Chapo Guzmán. Según Beltrán, este protocolo de “rebajar” esta clase de noticias fue seguida por todos los medios locales que trabajan en la zona, a excepción del semanario Riodoce, que ocupó poco a poco ese espacio.
Sixto Román, periodista de Paralelo23 y compañero de Humberto Millán en el programa de radio que ambos conducían, quiso hacer énfasis en la vocación de los profesionales mexicanos de la información. “La mayoría no estamos aquí por ser famosos, estamos para cubrir unas expectativas laborales, porque tenemos nuestra vocación y somos fieles a nuestros lectores”, dice una de las voces con más autoridad dentro del periodismo de Sinaloa. “Pero con el aumento de la violencia contra nosotros desde el sexenio Calderón y esta última crisis económica, los periodistas hemos visto que las empresas se han desentendido de sus trabajadores y de la defensa de sus empleados”, añade.
Con la voz entrecortada, Román pone de ejemplo la desaparición no resuelta en Sonora de Alfredo Jiménez Mota, periodista de El Imparcial y antiguo compañero y amigo. “Su caso siempre tenía reservada una parte de la portada del periódico, pero los propios jefes no permitían a los trabajadores acudir a los paros secundados en su nombre y les obligaban a seguir trabajando en la redacción”. Trabajar como si no hubiese pasado nada, sin apenas protección por parte de la empresa, sin una red de seguridad para sus trabajadores; este es el panorama al que se enfrenta la mayoría de periodistas en México.
El papel de la mujer periodista
Con la tarde avanzada en la recepción del hotel donde charlamos con los tres periodistas, recibimos la visita de Eva Guerrero, directora del periódico Vivavoz. “Somos arriesgadas, nuestra agenda nos la dicta la calle más que las instituciones, aunque lo más dramático de nuestra profesión es la impunidad que existen ante las agresiones, las amenazas y los asesinatos”, suelta a modo de tarjeta de visita la brava periodista. Guerrero apunta un triste dato sobre la seguridad mexicana: “Solo se resuelven el 3% de los delitos en nuestro país”, cifra demoledora que explica las tasa de inseguridad que vive la República mexicana, que deja a la mujer en una posición aún más vulnerable. Según las estadísticas del propio Gobierno, Sinaloa es el segundo Estado con más feminicidios del país. En delitos generales la impunidad es del 97%, y en el caso concreto de agresiones a periodistas, del 99%.
La directora de Vivavoz pone el foco en la labor policial, que tiene un papel difícil por la falta de medios y efectivos además de la escasa remuneración. Sin embargo, comenta que “esa situación no justifica que cerca del 80% de los efectivos policiales no superan el test de fiabilidad”. “Yo no llamaría a un policía si estuviera en peligro”, espeta la periodista sinaloense con una ligera carcajada.
En el transcurso de la charla, Eva Guerrero, reivindica a la mujer periodista, que tiene, dice, “un papel denostado en una sociedad todavía bastante machista como es la mexicana, y en especial la sinaloense, que en numerosas ocasiones tienen que conformarse con trabajos y puestos poco relevantes”. Desgrana las dificultades que encuentran las periodistas para alcanzar puestos directivos; por eso, en algunos casos deciden emprender y montar sus propias empresas. “Así fue mi caso con Vivavoz, un periódico digital que también cuenta con una emisora de radio” cuenta.
Aún así muchas siguen su carrera como asalariadas y logran alcanzar puestos punteros y es allí donde se encuentran con la brecha salarial. “Conozco casos de varios medios importantes donde una mujer ha sustituido a un hombre en algún puesto directivo y, automáticamente, ha sido remunerada con un 30% menos de sueldo que el ocupante masculino”, dice.
Eva Guerrero deja una pincelada de su visión sobre el acoso sexual que sufren las mujeres en cualquier tipo de trabajo en su país. “Un clásico”, afirma la periodista, “se criminaliza a la víctima en los medios de comunicación: ‘si llevas minifalda es normal que te violen’”.
Riodoce y Javier Valdez
En otro lugar de Culiacán, tras diversas gestiones y algunas desconfianzas, nos reunimos con Ismael Bojórquez, director del semanario Riodoce, donde trabajaba Javier Valdez y que publicó las notas que le costaron la vida. Escritos sobre el hijo de Dámaso López, del mismo nombre, líder de una de las facciones del cártel de Sinaloa enfrentada a la liderada por los hijos del Chapo Guzmán.
Bojórquez relata sus inicios en la profesión periodística y cómo allá por 2003, junto a Javier Valdez y otros compañeros del Noroeste, fundaron el semanario Riodoce, una publicación que buscaba ser un reducto de libertad dentro de la prensa mexicana, con un marcado carácter de denuncia de las desigualdades sociales. Poco a poco avanzó el sexenio del presidente Felipe Calderón y México entró en “una especie de guerra civil”, especialmente dura en Sinaloa. “No nos quedó otro remedio que entrarle duro al tema del narcotráfico, la violencia y la corrupción, al igual que todos los medios de la época” expresa el director de Riodoce.
Bojórquez, entre sorbo y sorbo de cerveza, recuerda que en los años de Calderón todo estaba tocado por el narcotráfico y hacer periodismo sin nombrarlo llegó a ser imposible. “Por este motivo, desde la dirección del periódico, empezamos a marcar unas líneas rojas para evitar problemas con el Gobierno y los narcotraficantes. Una estrategia que evitaba nombrar a familiares de los narcos no implicados de manera pública en el negocio, nunca señalar o destapar operativos y acciones delictivas, tener cuidado con la publicación de fotos y, sobre todo, no actuar como policías”.
“Imaginad qué niveles tan cabrones de autocensura teníamos y tenemos; normalmente no publicamos más de un 10% de lo que sabemos”, dice Bojórquez, que, con tristeza, habla de la muerte de su compañero y amigo Javier Valdez. “Si pudiera dar marcha atrás no hubiera publicado la nota que mató a Javier, en ella en cierto modo se ridiculizaba a Dámaso López junior, alías El Minilic”, principal sospechoso de dar la orden a los sicarios que mataron al periodista.
El tiempo pasa rápido, y la media hora que teníamos con el director de una de las publicaciones más conocidas de México se alarga a hora y media, pasado el primer recelo y establecido un clima de confianza que deja aflorar al Bojórquez más franco. Reconoce que muchas veces publicaban sobre el tema del narcotráfico porque es “lo que más vende y vendía”. “Es un tema que te atrapa y te genera cierta adicción; hay que saber parar a tiempo o las consecuencias pueden ser fatales”, admite.
A pesar de las circunstancias y de los compañeros caídos, Bojórquez comparte una dura reflexión: “Ahora que ha pasado todo esto, tengo claro que no me arrepiento de ser periodista, y por todo lo que Javier ha dado no podemos cambiar nuestra forma de hacer periodismo; si lo hiciésemos, estaríamos traicionándolo y, en cierto modo, muriendo nosotros también”.
Días antes de visitar a Bojórquez entrevistamos al gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, y entre otros temas hablamos del asesinato de Javier Valdez. El gobernador se congratuló de la detención de los autores materiales como un “éxito en el combate contra la impunidad”, alegó que fue una operación sólida que puede llevar a otras detenciones o nuevas líneas de investigación. Comentándolo con Bojórquez, sentencia: “Los supuestos autores materiales están detenidos, ahora confío en que los autores intelectuales paguen por ello. En este país, prácticamente ninguno de los delitos contra periodistas se castigan, pero al Gobierno le conviene solucionar por completo este caso. Y si lo hace, será una de las pocas veces que un crimen no quede impune en México”.
Fuente: https://ctxt.es/es/20180627/Politica/20367/Mexico-violencia-periodistas-Sinaloa-narco-asesinatos.htm
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=243517
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