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23 septiembre 2019

Dos insurrecciones en la tierra del cacao



La Insurrección Bolchevique de 1928 estalló en varias regiones colombianas, entre ellas en San Vicente de Chucurí; después en 1965 en ese territorio cacaotero surgió otra Insurrección, pero en humilde papel periódico, para anunciar que el ELN iniciaba su lucha.

Comenzaba la década de los 60 del pasado siglo y San Vicente de Chucurí en Santander, con menos de 200 años de existencia traía al recuerdo a sus raizales la etnia indígena de los Yariguíes, quienes durante 60 años resistieron al invasor hasta que fueron exterminados junto a los Chanchones, porque ellas prefirieron inmolarse antes que someterse a sus verdugos conquistadores.

Ese ser rebelde crecía ahora que los chucureños comenzaban a superar La Violencia, finalizada hacía solo 7 años, luego de dejarle a Colombia 360 mil muertos de la clase popular, junto a miles de desaparecidos víctimas de la clase dominante, todos ellos olvidados en la más grotesca impunidad.

Como la vida sigue, sus habitantes trabajadores, alegres y guerreros, extendían el cultivo del cacao que los llevaría a ser el primer productor del país; que hace posible deleitarse al desayuno con el sabroso chocolate endulzado con panela, acompañado con panes de rollo, tostados y mestiza.

Así mismo sus tierras producen el mejor aguacate y no pueden faltar las sabrosas hormigas culonas hoy exótico producto de exportación.

Entre tanto el país bulle en sus afanes de lucha, siguen vivos los recuerdos del asesinato cobarde y premeditado contra el líder popular Jorge Eliecer Gaitán y de Rafael Rangel Gómez, líder liberal, alcalde del Poder Popular de Barranca en 1948 y guerrillero gaitanista después.

De contundencia era la lucha nacionalista de los trabajadores petroleros de Barrancabermeja y también la de los inconformes estudiantes de la Universidad Industrial de Santander (UIS), las que se confluían con el llamado contra la oligarquía y por la toma del poder que desde el Frente Unido del pueblo hacía el sacerdote Camilo Torres. En su honor los estudiantes chucureños colocaron al Colegio de bachillerato, el nombre del este sacerdote revolucionario.

Los viejos socialistas revolucionarios del talante de Raúl Eduardo Mahecha, María Cano, Rodolfo Flores y Arturo Meneses recién muertos, también hacían parte del acerbo político radical que ahora encarnaba en lideres chucureños como Heliodoro Ochoa hijo, Pedro Rodríguez llamado Comején (mi padre) y el odontólogo Jaime Ramírez; todos se resguardaban de la acción de los godos recalcitrantes quienes pedían pena de muerte para comunistas y liberales, alinderados con el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) como salida de futuro.

La brisa fresca llegada de la Cuba recién triunfante de Fidel Castro y el Che Guevara, motivaba a todos, pero esa revolución estaba lejos y ellos necesitaban algo más cercano auténtico y del país; anhelo que se comenzaba a personificar en los trabajadores petroleros de Barrancabermeja, los universitarios de Bucaramanga y en un movimiento campesino liderado por José Ayala y Luís José Solano Sepúlveda, cuyas banderas eran la defensa del territorio ante el avance de la empresa transnacional petrolera Tropical Oil Company (TROCO), explotadora de yacimientos entre Barrancabermeja y San Vicente.

Este era el espíritu revolucionario del San Vicente de Chucurí de ese entonces.

Mientras tanto sus últimas calles empedradas le daban paso al pavimento y con ello todo iba cambiando poco a poco ; como todo pueblo colombiano que se respete, tiene auténticas cosas de las que la gente no quiere hablar, porque San Vicente tenía la Calle de la mierda, cuyo origen se desprende de su nombre, la que vivía en las sombras porque allí no llegaba la electricidad del municipio y estaba bordeada de tupidos matorrales.

El Chure era famoso porque queda adyacente de la quebrada Las Cruces, por lo que una creciente de sus aguas arrastró las casas de lenocinio, donde pecaban tanto los de a pie como los de más arriba, escondidos allí para que el público no los colocara en el ojo del huracán con su familia, en particular con sus esposas a quienes juraban fidelidad ante el altar de Dios.

Sus habitantes no llegarían a 20 mil pero las actividades comerciales eran dignas de valorar.

Las tres tiendas de abarrotes se mantenían surtidas y los dueños de Puerto Nuevo, El Dandy y La Campana sabían sin equívocos a quienes fiarle y a quienes no.

El bar mas respetable era el Café Tívoli, los sábados y domingos su puerta principal se mantenía atestada de hombres mayores de 21 años, tomando cerveza y jugando billar, por supuesto que era necesario ser mayor de edad para entrar, los menores que se colaban eran arrestados por la Policía.

La Esquina de los varados era el sitio para enganchar los trabajadores ambulantes, estaba por la calle del Hospital, a media cuadra abajo de la Farmacia de Don Germán Rojas que abría sus puertas frente al atrio de la Iglesia.

Los mejores días de Chucurí eran los sábados y los domingos, el parque se llenaba de gentes del campo quienes debajo de sus toldos vendían los más variados productos sin aditivos químicos, los comerciantes de menos recursos vendían allí su ropa barata al alcance de la gente del campo y no podía faltar las pepitas de naftalina para espantar del baúl las cucarachas.

A dos horas en carro yendo de San Vicente por la vía hacia el Corregimiento de El Carmen, el 4 de Julio de 1964, recogiendo sentimientos populares de rebelión, los 16 primeros combatientes del Ejército de Liberación Nacional en total secreto hicimos la Primera Marcha Guerrillera del alzamiento armado Rojo y Negro, que se haría público el 7 de Enero de 1965 con la toma del municipio de Simacota.

Aquel 7 de enero el corazón de los revolucionarios de San Vicente latió eufórico, la célula urbana clandestina del ELN debía distribuir en el casco urbano El Manifiesto de Simacota; al amanecer del día 8, hasta el Comando de la Policía ubicado cerca de la Plaza de Ferias en las orillas de la Quebrada La Ramera llegó el Boletín, sin que nadie supiera quién y cómo lo distribuyeron en toda la población. Pulgarcito, un sastre chucureño conversador y jovial era el cuadro mas destacado de la célula de los elenos, pero nadie tenía la mas mínima sospecha de él.

Desde Bucaramanga le habían comunicado a Pulgarcito, que debía recoger una encomienda en la empresa de transportes Copetran; cuando la abrió ahí encontró instrucciones para distribuir el Periódico oficial del ELN, el número 01 del Insurrección, que en su primera página decía: “Ha comenzado la lucha: el ELN tomó Simacota”.

Era necesario distribuirlo de la misma forma exitosa lograda con el Manifiesto de Simacota, pero distribuir ahora el Insurrección requería de otra estrategia, porque los soldados acantonados en la Base militar de El Plan, patrullaban el poblado las 24 horas amenazando con sus fusiles Punto 30 atravesados en bandolera, mientras miraban con desconfianza a los chucureños.

En Bucaramanga lo distribuyeron con bombas panfletarias, pero la gente de Pulgarcito no tenía el explosivo casero necesario para fabricarlas.

Pulgarcito decidió colocar el Periódico en los escaños del Parque principal el sábado 16 de enero antes que amaneciera, porque lo encontrarían fácil los campesinos que venían a armar los toldos para sus ventas; a eso de las 4 de la mañana pasó por uno de los escaños donde habían dejado el Periódico un personaje muy conocido en el pueblo, a quien cariñosamente llamaban Garabato, era el vendedor de la Lotería de Santander, de unos 35 años, alto, flaco, desgarbado y de escasa dentadura.

Garabato no le vio problema tomar uno de los paquetes del Insurrección, para distribuirlo cuando iniciara la venta de la Lotería al rayar el día. A todo el que le compró lotería ese día, le daba el Periódico y le decía que era “La Ñapa”.

Todo caminó sin problema hasta que el Comandante de la Estación de la Policía le compró a Garabato dos Quintos de Lotería y le recibió “La Ñapa”.

Se llevó a Garabato esposado para el Cuartel y comenzó a torturarlo para que confesara quién le había entregado el paquete de periódicos, del que ya había distribuido la gran mayoría.

- Los encontré en uno de los escaños del parque cuando iba por la leche, le dijo Garabato al enfurecido policía.

- ¿Y no le llamó la atención lo que dice el periódico? Le gritó el Tombo.

- No se leer, le respondió el humilde vendedor.

Tres horas después de las torturas, el policía decidió liberarlo, porque Garabato no quiso decir nada más.

- Váyase antes de que lo mate, le gruñó el policía.

Cuando Garabato molido a golpes, machacadas las uñas de sus manos y con moretones en la cara se alejó del Comando de policía, le gritó a su verdugo:

- Esos periódicos me los encontré en un escaño del Parque, pero si alguien me los hubiera entregado tampoco lo delataría, porque los chucureños somos arrechos y no nacimos para ser sapos, Tombo malparido.





Nicolás Rodríguez Bautista, Primer Comandante del ELN.

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=260712

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