En Colombia, un grupo de militares retirados reconoce su responsabilidad en las ejecuciones extrajudiciales de más de cien civiles: los llamados falsos positivos.
Antiguos soldados colombianos hacen confesiones sin precedentes sobre la masacre de civiles en la década del 2000. Mataban a sangre fría a campesinos o a indígenas de la zona y los hacían pasar por guerrilleros para obtener ascensos o premios, bajo la presión de los mandos militares y del Gobierno de Álvaro Uribe, quien fungía como presidente y, por ende, al frente del Comando General de las Fuerzas Militares del país desde 2002 hasta 2010.
“Maquinamos, hicimos un teatro para mostrar un supuesto combate por la presión que había de los altos mandos (militares). Yo ejecuté, yo asesiné familiares de los que están acá. Le arrebaté la ilusión a sus hijos, le desgarré el corazón a sus madres, por una presión, por unos resultados, por unos falsos resultados”, dijo Nestor Gutierrez, exmilitar implicado en el caso.
Estas confesiones se produjeron durante una audiencia organizada por la Jurisdicción Especial para la Paz y ante una cincuentena de familiares de las víctimas en la misma región de la masacre, en el departamento de Norte de Santander, donde ese grupo de militares admitió su participación en los secuestros y asesinatos de unos 120 jóvenes inocentes.
La Justicia colombiana admite la existencia de unos 6000 cuatrocientos civiles ejecutados por los militares, entre 2002 y 2008. Eso mientras, según diferentes ONG, la cifra total podría ser de al menos 10 000 casos.
mrg/hnb
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