La invasión militar israelí contra la Franja de Gaza no solo se convirtió en un genocidio humano, sino también en una masacre planificada contra el medio ambiente y, en particular, contra quienes cultivan la tierra en Palestina.
“¿Dónde estamos ahora?”, se pregunta Yasmeen El-Hasan, desde Ramala, en Cisjordania. Y responde: “Israel no solamente está haciendo la guerra contra la Franja de Gaza con ataques aéreos, sino que también le corta el acceso a la población para satisfacer sus necesidades básicas. Todas estas necesidades están atadas a la tierra y a los recursos naturales”.
La síntesis que hace Yasmeen, integrante de la Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC, por sus siglas en inglés), es de los dos últimos meses en los cuales Israel descargó toneladas y toneladas de bombas sobre el enclave palestino, recostado sobre el mar Mediterráneo y de apenas 360 kilómetros cuadrados. Más de dos millones de personas viven en la Franja, que desde hace 15 años sufre un férreo bloqueo por parte de Israel, con la complicidad de Egipto. La actual invasión ordenada por el gobierno de Benjamin Netanyahu tiene cifras escalofriantes: más de 20.000 palestinas y palestinos asesinados, de los cuales 6000 son menores de edad, y un millón y medio de desplazados.
“Cuando hablamos sobre Gaza, y especialmente lo que tiene que ver con la agricultura y la comida, tenemos que contextualizar sobre el tema más amplio de la colonización y de la historia de Palestina –explica—. Gaza se encuentra bajo asedio israelí desde 2007 y eso llevó al colapso de su economía. Israel controla todo lo que entra y lo que sale, bloquea el ingreso de muchísimas materias primas e insumos, e impone un control total sobre el acceso al uso de agua y electricidad, que impacta severamente en la infraestructura agrícola, además de la supervivencia básica y las necesidades de la salud”.
La destrucción de la tierra
La UAWC, integrante de la Vía Campesina, fue fundada en 1986 por un grupo de agrónomos y trabajadores de la tierra, con presencia en Cisjordania y Gaza. La soberanía alimentaria y la defensa de los derechos de las comunidades campesinas palestinas son los ejes de la organización. Entre sus principales labores se encuentran el cuidado de la tierra y su rehabilitación con sistemas de riego, las construcciones de caminos agrícolas y de techos verdes, la puesta en funcionamiento de cooperativas agrícolas de mujeres y jóvenes, y el desarrollo de un banco de semillas nativas.
El trabajo de la UAWC quedó interrumpido por la invasión de Israel, luego de que el 7 de octubre pasado la resistencia palestina, encabezada por Hamás, realizará una acción militar contra colonias y asentamientos israelíes en territorios ocupados alrededor de Gaza. En el operativo murieron 1.200 israelíes y más de 200 fueron secuestrados, de los cuales 70 fueron liberados, luego de varios días de alto el fuego, e intercambiados por 150 palestinos y palestinas prisioneras en las cárceles israelíes.
Para Yasmeen es importante remarcar que la situación en Gaza era crítica desde hace mucho tiempo. Un hecho cotidiano que relata es lo que sucede en las denominadas “áreas de acceso restringido”, separadas por muros y controladas por Israel en la frontera con la Franja. Pese a esas “áreas restringidas”, que convierten a Gaza en un prisión a cielo abierto, “las fuerzas de ocupación han atacado a los civiles, a los productores, a la tierra, incluso han estado a un kilómetro y medio de esta barrera impuesta”, detalla la activista. Según Yasmeen, Naciones Unidas denunció que estas áreas de restricción cubren “casi toda la tierra agrícola de Gaza, lo que hace que esa porción sea de acceso imposible para los palestinos”.
La activista palestina describe la vida cotidiana para los pobladores de la Franja antes de los bombardeos, siempre marcada por las agresiones e incursiones israelíes: el 65% de la población en situación de inseguridad alimentaria, la mayor parte del agua no es segura, las zonas de pesca en el Mediterráneo están restringidas y la fumigación con agrotóxicos desde aviones israelíes en las cercanías del muro de separación que aprisiona a Gaza. “Eso complica la germinación de las semillas nativas. Israel ha fumigado y contribuyó a arruinar estas tierras agrícolas, que son el 30% de las tierras agrícolas posibles de la Franja de Gaza”, revela Yasmeen.
La representante de la UAWC no deja dudas sobre el trasfondo principal de la invasión a Gaza: la destrucción de la vida de los y las palestinas. Los bombardeos tienen como objetivos “la infraestructura, en particular con la que tiene que ver con la soberanía alimentaria, con la intensión de generar una disrupción total en la vida. Israel ha estado atacando infraestructura agrícola y de pesca que es crucial para la producción de alimentos. Los pescadores no pueden acceder al mar, las aguas servidas ya están llegando al mar, por eso los daños ambientales van a ser inimaginables”, manifiesta.
“En relación a las tierras productivas, muchas de las cuales están en las áreas de acceso restringido, también son atacadas y los productores no pueden acceder a ellas. Algunos productores han tenido que matar a su propio ganado solo para que no muera de hambre —prosigue Yasmeen—. Desde el Ministerio de Agricultura de Palestina dijeron que ni siquiera se puede saber el daño, porque las condiciones impuestas hacen que no se tenga acceso a las tierras. Hay una merma total del almacenamiento de la comida, los precios de los alimentos aumentaron increíblemente y los daños ambientales son inimaginables, sobre todo a partir de las bombas de fósforo blanco. Israel ha atacado panaderías y hasta impide que la gente pueda cocinar. La inseguridad alimentaria es una crisis humanitaria. Israel está imponiendo un hambreamiento masivo”.
La activista palestina afirma que la estrategia israelí “apunta a que aquellas personas que sobrevivan a los bombardeos, estén condenadas a un futuro de inseguridad alimentaria. Nuestros compañeros en Gaza nos están diciendo que si la gente sobrevive a los bombardeos va a morir de hambre y de sed. Las pérdidas en el sector agrícola desde el comienzo de la guerra se estiman en millones de dólares. Todo lo que tiene que ver con el sector avícola, el ganado y los peces, ha sido destruido. Y no hay suficiente alimento para los animales, que están muriendo de hambre”.
Yasmeen habla sobre el alto el fuego de cuatro días, que luego se extendió por 48 horas más, y finalmente por 24, para el intercambio de retenidos israelíes y prisioneros palestinos, mediado por Qatar. “Esta pausa parece un chiste —reflexiona—. Porque le van a dar agua y alimentos a la gente, y después ¿los van a matar cuando estén hidratados? Esto no significa nada. Por otro lado, es bueno que haya un corte, pero no tiene un impacto a largo plazo”.
“Aun si hay un cese el fuego permanente a partir de ahora, si Israel para de bombardear, si se retira de Gaza, la situación es catastrófica. Y ese es su objetivo: atacar la infraestructura, no solo aspectos superficiales, sino el corazón de Gaza y la tierra. Si el bombardeo termina ni siquiera puedo especular cuánto tiempo va a llevar la reconstrucción”, apunta. Yasmeen advierte que “la acumulación del fósforo en la tierra y en el agua tiene consecuencias desastrosas. Eso solamente pensando en términos ambientales. La mitad de los edificios residenciales en Gaza han sido demolidos, se han destruido carreteras. Israel trató de convertir a Gaza en un área donde la gente no quiera volver. Pero lo que sí me da esperanza, o lo que me hace sentir confiada en que esto tiene que ponerse mejor, es algo que Israel no termina de conceptualizar: que a pesar de que quieren que Gaza y el paisaje urbano sea un desastre, la gente está conectada con la tierra. Incluso cuando no está ahí, sigue conectada con su tierra. Y la relación de Palestina con la tierra no es abstracta, es muy material. Las comunidades están enraizadas en esta tierra, entrelazadas con el ecosistema, y cuando el ecosistema se lastima, nosotros nos lastimamos, y cuando está bien nosotros también estamos bien y crecemos. No digo esto como una metáfora, sino de forma muy literal”.
El gueto de Cisjordania
“Desde el 7 de octubre, Israel puso a Cisjordania en una especie de cuarentena militar. Esto ha impactado en todo. Por ejemplo, desde hace dos meses yo no pudo ir a ver a mi familia que está en Jenín porque es demasiado peligroso llegar. Está lleno de retenes militares. Esta especie de cierre militar se impone sobre restricciones previas muy pesadas”, describe Yasmeen.
La furia israelí desatada contra Gaza dejó opacada la situación crítica que se vive en la otra porción territorial palestina. Cisjordania es una región que sufre la imposición de divisiones estrictas por parte de Tel Aviv. Su tierra está fragmentada en las denominadas áreas A, B y C, que no tienen continuidad geográfica y convierten a Cisjordania en un conglomerado de bantustanes que confirman la política hebrea de apartheid contra el pueblo palestino. Para cualquier palestina o palestino, trasladarse apenas unos kilómetros implica riesgos pocas veces vistos en el mundo moderno. Riesgos generados por los militares israelíes y en los últimos años por los colonos ultraortodoxos judíos que no solo están armados, sino que se sienten amos de esa tierra.
Desde que Israel inició los bombardeos sobre Gaza, las fuerzas de seguridad de Tel Aviv ya asesinaron a más de 200 palestinas y palestinos en Cisjordania. Tal vez, cuando usted lea este artículo la cifra haya crecido exponencialmente. Para el 27 de noviembre pasado, entre las víctimas se encontraban 60 menores de edad. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) reveló que más de 3.000 palestinos y palestinas, incluidos alrededor de 370 niños, resultaron heridos a manos de las fuerzas de seguridad israelíes o en ataques por parte de colonos judíos.
Frente a este panorama, Yasmeen alerta que las fuerzas de ocupación y los colonos explotan“el foco global puesto en Gaza para avanzar en sus intereses y en su agresión”. A esta denuncia, acota que desde inicios de 2023 ya se documentaron “más de 645 ‘obstáculos al movimiento’. Son retenes en Cisjordania, incluyendo Jerusalén, y la mitad tienen que ver con el acceso a áreas agrícolas y a otras áreas claves”. Para la activista de la UAWC, la imposición de este sistema represivo “interrumpe permanentemente la vida de los palestinos”, por lo cual sufren “una mayor exacerbación a las restricciones al movimiento y la disrupción a la vida cotidiana y sus posibilidades de sustento, algo que está afectando de forma desproporcionada a las personas más marginalizadas de nuestra comunidad, que son las comunidades rurales y pescadoras”.
Yasmeen no vacila en describir este aislamiento como una herramienta de Israel para“seguir avanzando en su empresa colonizadora”. Como ejemplo, cuenta que el área C, bajo control total militar y civil israelí, es el 60% de Cisjordania. “También es el área que tiene la mayor parte de los recursos naturales y que Israel intenta controlar completamente y anexar”, detalla.
“Si miramos un mapa de Cisjordania y vemos donde están las áreas palestinas y dónde Israel tiene el control, van a parecer pequeñas islas conectadas por rutas —grafica la activista—. Ellos pueden cortar el acceso de esas rutas en cualquier momento y ese es un factor de aislamiento. Los palestinos que viven en las áreas rurales son una molestia y un obstáculo para Israel, rompen su intención de poder controlar todo. Para las comunidades palestinas en Cisjordania, estas restricciones están causando disrupciones profundas, particularmente para las comunidades rurales, porque se les impide el acceso a los servicios esenciales, a los mercados de alimentos, a fuentes de agua, incluso a su propia tierra”.
La imbricación entre las fuerzas militares israelíes y los colonos judíos que ocupan porciones cada vez más grandes de Cisjordania se convirtió en un hecho cotidiano y con pleno respaldo del Estado israelí. “Los ataques contra las comunidades palestinas en el área C aumentaron muchísimo. Los colonos israelíes van tan lejos hasta coordinar en grupos de Telegram o WhatsApp para atacar a los campesinos palestinos –asegura Yasmeen-. Esto sucede en un momento en que estamos al final de la cosecha de olivas, un momento clave para la vida de muchísimas familias palestinas y que también tiene un significado cultural muy fuerte. Pero mucha gente no pudo cosechar las aceitunas por estos ataques”.
“¿Dónde está la conciencia?”
Yasmeen fue criada en Estados Unidos. Vivió, creció y trabajó en ese país, principalmente en Washington DC. Ahora dice, desde Ramala, que nunca vio una respuesta tan masiva en contra de una invasión de Israel a Gaza por parte de las comunidades que habitan la principal potencia mundial. En estos últimos 60 días se multiplicaron las imágenes y videos de cientos de miles de personas, ya sean palestinos, judíos, estadounidenses, latinos, musulmanes o cristianos, movilizados por las calles de las grandes ciudades. Hasta en el estado de Texas, histórico bastión del conservadurismo norteamericano, se realizaron al menos dos marchas masivas donde se mezclaron banderas palestinas y rancheros montados a sus caballos sosteniendo pancartas que llamaban a un alto el fuego urgente.
“Me familiaricé mucho con la retórica norteamericana contra Palestina, conozco bien los ataques de la gente que usa los lugares comunes de siempre –cuenta Yasmeen—. Me acuerdo desde el año en que llegué al país hasta el que me fui, y sentí un cambio en la atmósfera sobre la liberación de Palestina. Pero en los últimos dos meses he visto un cambio muchísimo más grande que el que observé antes. Ahora estamos viviendo las movilizaciones masivas más grandes a favor de la liberación palestina que haya visto en mi vida”.
Concretada la acción militar de la resistencia palestina encabezada por Hamás, la administración estadounidense y la mayoría de los gobiernos europeos se plegaron de forma automática en defensa de Israel. Y eso quiere decir, como quedó demostrado, que en apenas unas horas le dieron vía libre a Netanyahu para ordenar el actual genocidio en curso contra los y las palestinas de Gaza.
Del otro lado del discurso uniforme y complaciente hacia Israel, miles de personas sostienen marchas, movilizaciones, acciones artísticas, actos de solidaridad en cientos de ciudades del mundo con una demanda clara: que Israel deje de bombardear Gaza. “Las masas, los pueblos, siempre, al final, ven la verdad. Y las personas que se movilizan tienen el poder. Pero muchos gobiernos o intereses financieros no actúan de acuerdo a las masas y a los pueblos. Eso siempre está claro durante las mayores crisis globales”, sintetiza la activista de la UAWC.
Esa movilizaciones, que van desde Yemen hasta Cuba, de Argentina a México, de Francia hasta Egipto, permiten —según Yasmeen— que “Israel, Estados Unidos y los gobiernos que están apoyando ciegamente los ataques a Gaza, estén sintiendo la presión. Por eso, tratan de criminalizar la protesta, presionando más sobre las manifestaciones”.
“¿Dónde está la conciencia?”, es la pregunta que se hace Yasmeen cuando ve el apoyo de Jefes y Jefas de Estado a Israel pese a que el gobierno de Netanyahu es responsable de un genocidio que ya lleva dos meses. Para los Ejecutivos que respaldan a Tel Aviv, “no se trata de los pueblos, sino de intereses políticos y económicos —afirma la activista—. No se trata de la tierra ni de las comunidades, pero los pueblos saben esto”.
Como últimas palabras, Yasmeen se permite una reflexión: “No importa lo devastador que sea este momento y cómo nos rompe el corazón. No importa la tristeza que siento, porque también siento la solidaridad por parte del mundo. No hay nada más importante que pueda hacer la solidaridad internacional que seguir presionando a los gobiernos, movilizándose, estando en la calle y eso ya está funcionando”.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/palestina/destruccion-gaza-cuarentena-militar-cisjordania
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