Juan Lehmann
Desde Argentina
El novel presidente argentino desplegó un abanico de iniciativas tan amplio como controversial. No obstante, el norte de su Gobierno aún no termina de delinearse. Desde la dolarización de la economía hasta la cruzada contra la 'casta política', pasando por el rompimiento con el BRICS: ¿hasta qué punto mantendrá su plataforma electoral?
Cuando Javier Milei fue electo presidente, entre los analistas resonaba una idea, a modo de mantra: "nadie podrá decir que no dijo lo que iba a hacer"
. La campaña, centrada en la urgencia de un ajuste para la posterior
dolarización de la economía, exhibía una "honestidad brutal" del entonces candidato. Sin embargo, a un mes de su toma de posesión del ejecutivo nacional, el cumplimiento de ciertas promesas
aún luce borroso.
Desde su llegada al poder, el 10 de diciembre de 2023, el ahora mandatario desplegó un amplio paquete de iniciativas.
Algunas, como la
devaluación de la moneda, ya eran descontadas desde su misma asunción. Otras, como el
Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) firmado y la
ley ómnibus enviada al Congreso —que sumadas prevén más de
1.000 iniciativas legislativas—, sacudieron el tablero político y comenzaron a organizar los alineamientos del resto de actores políticos del país.
Lo cierto es que banderas que durante su campaña parecían irrenunciables, como el cierre del Banco Central (BCRA), la eliminación masiva de impuestos y la interrupción de las relaciones con potencias como China y Brasil, aún son de incierto devenir.
Dolarización y eliminación del Banco Central
Si durante el grueso de la campaña electoral Milei prometió que el BCRA quedaría bajo la conducción del economista y gurú de la dolarización Emilio Ocampo —quien además iba a ser el último en el cargo, dado que la institución sería eliminada—, el mandatario rápidamente se desdijo.
A días de asumir, Milei confirmó en el cargo a Santiago Bausili, hombre de confianza del designado ministro de Economía, Luis Caputo. En su primera declaración pública, Bausili echó por tierra la idea de eliminar la entidad monetaria. "Mientras yo esté ahí, no cierra el Banco Central",
declaró ante los medios locales.
Si bien el presidente expresó públicamente que la dolarización y el cierre del BCRA eran objetivos de mediano plazo, las palabras de su funcionario sembraron las primeras dudas en torno al programa de Gobierno. Días después, el ministro Caputo aclaró públicamente que "no se han perdido esas banderas", alzadas durante la campaña por el actual jefe de Estado.
"Probablemente, la promesa de dolarizar la economía quede incumplida, porque puede convertirse más en un problema que en una solución. La mayoría de los economistas se oponen a la propuesta, e incluso el propio FMI (Fondo Monetario Internacional) considera que no es la alternativa más conveniente", dijo a Sputnik el consultor Lucas Romero, director de la firma Synopsis.
Considerando el plano de gobernabilidad del oficialismo, en franca minoría parlamentaria y sin gobernadores propios en el interior argentino, Romero remarcó que no están dadas las condiciones para implementar tan drásticas medidas.
"Una cosa es el descontento con el 200% de inflación, pero otro la defensa a ultranza de cerrar el Banco Central o eliminar la moneda. Son iniciativas propias del pensamiento anarcocapitalista que ni siquiera tienen consenso entre los especialistas", matizó.
"Que la dolarización haya entrado en el terreno de la inaplicabilidad por falta de consenso puede ser beneficioso para Milei, porque no despierta un respaldo masivo: la mayoría de la gente no quiere dolarizar, sino recuperar sus ingresos. Paradójicamente, incumplir esa promesa de campaña puede ser una buena noticia para el Gobierno", apuntó el politólogo.
Embestida contra la "casta política"
Si la dolarización tocaba una fibra sensible, pero polémica, incluso ante la acuciante crisis y el urgente reclamo por la estabilidad macroeconómica que despierta, otra consigna de su campaña revistió un peso determinante, al plantear una polarización en términos absolutamente beneficiosos para el libertario: la idea de la casta política enfrentada a los argentinos de bien.
La disposición del primer discurso presidencial sintetizó toda la carga simbólica de la consigna de Milei: de espaldas al Congreso, donde se posesionó —y a los políticos—, mirando a los ojos al público congregado para la asunción. Aquel acto auguraba que la apuesta contra "los privilegios" lucía irrenunciable.
Durante la campaña electoral, el leitmotiv de La Libertad Avanza se sintetizaba en la idea de que "el ajuste lo pague la casta". Sin embargo, en su primera alocución como mandatario, el sudamericano
advirtió que sus primeros meses en el poder serían complejos económicamente: "Habrá estanflación, es cierto, pero no es algo muy distinto a lo de los últimos 10 años. Este es el último mal trago para
comenzar la reconstrucción de Argentina", pronunció.
Si bien el jefe de Estado había hecho recurrente su idea de una drástica eliminación de la carga tributaria, esta se expande en las iniciativas legislativas enviadas al Congreso.
El caso más paradigmático es el de la reinstalación del
impuesto a las ganancias para los asalariados de mayor poder adquisitivo, política progresiva en lo político, eliminada durante los últimos meses de Gobierno de Alberto Fernández (2019-2023).
"Hay cosas que conviene decir para ganar una elección, pero no para gobernar. La idea de que el ajuste lo pague 'la casta' es más bien un eslogan vacío que supo seducir a quienes se hallaban enojados con la dirigencia política, pero Milei bien sabe que el gasto de la política es ínfimo en el déficit fiscal", apuntó Romero.
"Para la corrección fiscal siempre estuvo claro que no alcanzaba con ajustar la cantidad de privilegios de cada político, como su cantidad de asesores o choferes, sino que su impacto iba a caer en el bolsillo de la gente. Ahora Milei empieza a pagar ese costo porque debe negociar con la misma casta política contra la que embistió", planteó el consultor.
Ni bien
Argentina fue invitada a formar parte de los BRICS —el bloque originalmente integrado por Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, y ahora ampliado con nuevos miembros—, en plena campaña electoral Milei confirmó que bajo su presidencia
el país no se adheriría a la alianza estratégica.
El 29 de diciembre de 2023, días antes de la formalización de las nuevas adhesiones,
el presidente ratificó a los mandatarios de estos países que no aceptaría la propuesta de integración.
A pesar de la escalada en la tensión con dos de los integrantes del bloque, Brasil y China —los dos principales socios comerciales de Argentina, a cuyos presidentes Milei tildó en su momento de comunistas—, Romero consideró que la moderación en el posicionamiento resulta inevitable.
"Probablemente, la política exterior del Gobierno quede lejos de lo anunciado durante la campaña. Es prácticamente imposible cortar relaciones con China, Rusia o Brasil", apuntó.
Según el experto, "eventualmente el oficialismo va a caer en la cuenta de que la política exterior debe estar guiada por los intereses estratégicos del país y no por la afinidad entre sus líderes. Lentamente, se va a imponer una diplomacia más racional, aunque probablemente no menos ideológica, manteniendo la simpatía hacia Estados Unidos".
"A pesar de haber salido de los BRICS, el Gobierno va a darse un baño de realidad más temprano que tarde. Probablemente, tengamos cambios de orientación en la política exterior, pero sin seguir aquellos lineamientos tan drásticos como los que Milei prometió durante la campaña", sostuvo el politólogo.
Independientemente de las preferencias del ejecutivo argentino, el partido de Gobierno deberá afrontar los límites planteados por su minoría parlamentaria, con apenas 38 de 257 diputados y siete de 72 senadores.
Según Romero, "la realidad impone sus condiciones. La pregunta es durante cuánto tiempo el oficialismo va a continuar actuando en modo de campaña".
Si bien Milei aclaró públicamente que está dispuesto a "aceptar sugerencias", pero de ningún modo a "negociar nada", el consultor matizó tal posicionamiento. "El Gobierno está decidido a decir que no va a negociar, pero no a no hacerlo. Creo que asocia a esa palabra la idea de la casta y a los acuerdos por debajo de la mesa".
"La particularidad que condiciona a toda la coyuntura es que quien quedó al frente del poder ejecutivo no tiene la capacidad de tomar decisiones de manera autónoma: parlamentariamente, es el Gobierno más débil desde que volvió la democracia, en 1983", observó el analista.
"El interrogante central es cómo va a hacer para gobernar: ¿qué margen tiene Milei para poder convalidar todas estas decisiones que tomó? ¿Cuánto de todo lo que busca va a quedar en pie?", sintetizó el entrevistado.
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