Hazem Abu Elaish vive en Gaza y tenía previsto viajar a la capital hispalense en mayo cuando la guerra le cogió por sorpresa en Egipto
«A la gente de Gaza le encanta estar viva», asegura Hazem Abu Elaish desde su casa en Nouakchot, Mauritania. Esta frase, que es una obviedad porque todos compartimos el mismo deseo, la recuerda con tristeza este estudiante palestino de doctorado de la Universidad de Sevilla que se encuentra en el país a la espera de que la Hispalense le tramite un visado para poder viajar a España.Tenía previsto venir en mayo, pero con la guerra todo se precipitó. Su mujer, que está embarazada, y su hija de cinco años viven cada día la presión de los bombardeos israelíes. «A veces no podemos hablar durante semanas. No hay información, eso me vuelve loco. La ansiedad. El miedo a perderlos». A él, el comienzo de la guerra le cogió en Egipto.
La Gran Marcha del Retorno en Gaza
La historia de Hazem comienza el 30 de marzo de 2018. Entre 40.000 y 50.000 palestinos de Gaza se concentraron ese día de forma pacífica en la valla perimetral que separa a este territorio de Israel para exigir el fin del bloqueo, que ya llevaba 11 años aplicándose, y el regreso de los refugiados. Esta iniciativa se la conoce como «La gran Marcha del retorno». Las manifestaciones continuaron, primero cada viernes y después una vez al mes, hasta el 22 de marzo de 2019. Más de 250 palestinos murieron (incluidos 41 niños y niñas) y cerca de 29.000 resultaron heridos. También hubo bajas del lado israelí: un soldado resultó levemente herido por la metralla de una granada lanzada por un palestino desde Gaza y otro murió abatido por un francotirador palestino cerca de la valla.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) estima que ha tratado a 2729 pacientes por lesiones en sus 22 instalaciones de atención primaria. Muchas de estas víctimas sufrieron parálisis o la amputación de algunos de sus miembros debido a los proyectiles lanzados por los soldados israelíes. La mayoría, después de la recuperación física requiere tratamiento psicológico. Hazem es un profesional de la salud mental. Ha trabajado para ONGs como Médicos sin Frontera o en la UNRWA, en el programa comunitario de salud mental de Gaza.
Trabajo de doctorando
Hazem es palestino y está licenciado en psicología por la Universidad Al Aqsa, en Gaza. Desde septiembre de 2022 realiza su doctorado, Actitud hacia el trabajo, autoestima y aspiraciones entre los adultos con miembros amputados beneficiarios de prótesis en Gaza, en la Universidad de Sevilla. Su proyecto busca ayudar a las víctimas de aquellos sucesos. «Son personas que tienen muchos traumas. Desde la pérdida de seres queridos hasta Trastorno de Estrés Postraumático o depresión», explica. La investigación está tutelada por la profesora María José Lera, responsable de la asignatura Migraciones Forzadas y Cuidados de Salud y Bienestar de la Universidad de Sevilla.
La docente sevillana conoció a Hazem a través de su tío Basheer, quien también se dedica a la enseñanza, imparte la asignatura de geografía en la Universidad de Al Aqsa y colabora con la de Granada. En uno de sus viajes a la ciudad de la Alhambra, este se subió a un tren y aprovechó la ocasión para visitar Sevilla y reunirse con Lera, ya que les une una amistad que comenzó cuando ella visitaba Gaza. A partir de ese encuentro se llegó a un acuerdo de colaboración entre ambas universidades, facilitando que Hazem se interesara por hacer el doctorado en la capital hispalense. Como cualquier alumno, rellenó los formularios, solicitó la plaza y fue examinado por un tribunal independiente que falló a su favor.
La condición de refugiado palestino de Hazen le facilitó el ser invitado a participar en la asignatura.
La realización de un doctorado no exige la presencia permanente en la universidad, y además, la Universidad de Sevilla no da becas a los doctorandos refugiados. Por eso, después de un año revisando la investigación de Hazem, la profesora le propuso visitar la el campus como colaborador en su asignatura sobre migraciones forzadas, que trata sobre el impacto psicológico y la recuperación de las personas que son forzadas a migrar. La condición de refugiado palestino de Hazen le facilitó el ser invitado a participar en la asignatura. Todo iba bien. Y, entonces, llegó la guerra.
La guerra coge a Hazem por sorpresa
La mañana del 7 de octubre, Hamas y varios grupos armados palestinos se unieron para lanzar un ataque sorpresa contra Israel. Se estima que 1200 personas perdieron la vida ese día y casi 3.500 resultaron heridas. Al menos 100 israelíes fueron secuestrados y llevados a Gaza. La respuesta del primer ministro, Benjamín Netanyahu, fue implacable. Desde que comenzó la ofensiva, más de 25000 palestinos han muerto, 8000 de ellos son niños, según datos de UNICEF. La tragedia, además, ha dejado un reguero de heridos, una cifra que cada día aumenta y que ya supera los 55000.
La noticia cogió a Hazem en Egipto. Salió de Gaza el 26 de septiembre para operarse de una hernia inguinal. No lo hizo solo, le acompañaba su amigo Basel, que es enfermero psiquiátrico con un doctorado en salud mental. Cuando supo del ataque, aún estaba ingresado en el hospital, así que no pudo regresar. En casa dejó a su mujer, Sabreen, que está embarazada y a su hija Sara, de cinco años. Su familia vive en el área de Tal al-Zaatar, al norte de Gaza. Fue destruida durante los bombardeos. Pudo huir y se instaló en casa de sus padres, también en el norte. La casa de Basel fue bombardeada hace dos meses. Su familia sobrevivió y se desplazó al sur, a la ciudad de Rafah.
Una semana después del ataque a Israel, el ejército le pidió a la población que abandonara el norte de Gaza. Sabreen, debido a su embarazo, no pudo recorrer los 18 kilómetros que la separan del sur, así que tuvo que quedarse. «La mayoría de las veces es muy difícil hablar con ella porque se pierde la comunicación», explica Hazem y añade: «Cuando es seguro, sube al tejado para buscar señal. La última vez fue ayer (esto fue el 21 de enero)».
Viaje de Egipto a Mauritania
Después de que le dieran el alta médica, a Hazem le quedaban pocos días para que se le acabase el visado de turista con el que entró en Egipto. Este documento le daba derecho a permanecer 45 días en el país. Pudo haberse quedado como ilegal, pero esta opción sólo la eligen quienes pueden permitirse subsistir con la ayuda de familiares o amigos que se encuentran en el extranjero o quienes no tienen más que perder.
«Pensé que sería fácil conseguir trabajo, pero resultó lo contrario»
HAZEM ABU ELAISH
Hazem contaba con algunos ahorros, pero no tantos como para quedarse en Egipto. Tenía que irse. El destino que eligió fue Mauritania porque allí no le pedían visado. «Pensé que sería fácil conseguir trabajo, pero resultó lo contrario», recuerda. Las dos primeras semanas se instaló en un hotel barato. Un amigo suyo que vive en Jordania, y al que conoció mientras hacía un postgrado de Salud Mental Comunitaria, le envía dinero cuando puede. Es la poca ayuda que tiene.
La otra ayuda le vino caída del cielo. «Mientras buscábamos trabajo conocimos a un médico que nos hizo el favor de prestarnos una habitación. La gente es muy agradable y amable aquí. Él vive con su familia, pero tiene un apartamento vacío que podemos utilizar», explica Hazem. Para devolver la hospitalidad recibida, ambos invierten su tiempo como voluntarios en un centro de oncología. Allí asesoran al personal médico a tratar a los pacientes según sus necesidades psicológicas.
La zona en la que viven es peligrosa, asegura Hazem. Por eso, cuando llega la noche no salen de casa. «Nos advirtieron de que aquí viven muchas personas que están enganchadas a la droga y hay mucha delincuencia». Allí, en la habitación que comparte con su amigo Basel, pasa las horas recordando cómo era su vida antes de la guerra. «Para la mayoría de la gente era difícil vivir en Gaza. Yo tenía buenos ingresos. Dentro de la realidad que vivíamos estábamos agradecidos por los dones que teníamos como la seguridad, las reuniones con la familia y amigos o el trabajo», asegura.
La burocracia es lenta
Desde que empezó el conflicto, su profesora de doctorado, Lera, y la Universidad de Sevilla están tratando de traerlos a Sevilla. Aunque reconoce que «los trámites van un poco lentos», esperan que estén en la ciudad «en pocas semanas». En el caso de Hazem, la Hispalense se encargará del visado y pagará los gastos de la estancia hasta junio. La visita del Basel no estaba planeada. La Universidad tramitará también su visado y este, a cambio, ofrecerá algunas conferencias. Su estancia y su viaje, sin embargo, lo pagará de su bolsillo la docente. «Lo importante ahora es sacarlos de donde están».
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