En el gran teatro de la historia humana, los actos de aquellos en posiciones de poder han sido constantemente escrutados por la implacable mirada del tiempo. La justicia, aunque a veces demorada, es una compañera infalible del destino. Este principio moral, tan antiguo como la filosofía misma, nos recuerda que nadie escapa al castigo por sus actos, una verdad que se aplicará, tarde o temprano y con fuerza, a Nayib Bukele y sus cómplices.
En El Salvador, los ecos de la injusticia resuenan en cada rincón.
Bajo el gobierno de Bukele, la nación ha visto cómo la ilusión de progreso se construye sobre el sufrimiento de muchos. La represión, el silenciamiento de las voces disidentes y la manipulación de la realidad han sido las herramientas preferidas de este régimen. Sin embargo, la historia nos enseña que los líderes que gobiernan con puño de hierro y corazón de piedra inevitablemente enfrentan las consecuencias de sus decisiones.
Recientemente, el silencio ha envuelto a Bukele. Su ausencia pública ha desatado una ola de especulaciones sobre su estado. Mientras tanto, el sufrimiento de los inocentes bajo su gobierno continúa. Es una ironía cruel que aquellos que causan tanto dolor intenten escapar del escrutinio, creyendo que pueden eludir las garras del destino. Pero la justicia moral no se ciega ante el poder; se fortalece ante la opresión.
La naturaleza del poder es tentadora y corrosiva. Promete inmortalidad a aquellos que la ejercen, pero en realidad, sólo proporciona una sombra temporal bajo la cual ocultarse. Bukele y sus secuaces pueden haber logrado evadir la rendición de cuentas por ahora, pero la verdad es un río constante que siempre encuentra su camino hacia la luz. Los actos de crueldad y desdén hacia la dignidad humana no se borran; se graban en la memoria colectiva de una nación, esperando el día de su juicio.
La filosofía moral nos recuerda que el verdadero liderazgo no se mide por el control que se tiene sobre un pueblo, sino por el bien que se hace a ese pueblo. Bukele ha fallado en comprender esta verdad elemental. La propaganda y el engaño pueden momentáneamente cegar a los fanáticos y ocultar la realidad, pero a esta no la transforman. La verdadera naturaleza de su régimen se desvelará inevitablemente, y con ella, la justicia.
El sufrimiento de los inocentes, las calles anegadas de lágrimas y la desesperanza de una población olvidada no serán en vano. Cada acto de opresión siembra las semillas de la resistencia y la eventual justicia. Así como la noche más oscura precede al amanecer, los días de rendición de cuentas se acercan para aquellos que creyeron estar por encima de la moral y la ética.
En el final, no importa cuán lejos corran o cuánto se escondan, nadie escapa al juicio del tiempo. Bukele y sus cómplices enfrentarán las consecuencias de sus acciones. La justicia, aunque a veces demorada, siempre llega. Y cuando lo haga, será un recordatorio poderoso de que el poder sin responsabilidad es una ilusión, y que el sufrimiento de los inocentes nunca queda sin respuesta.
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