Por Rubén Ramos Alizorojo | 13/08/2024 | Opinión
Fuentes: Rebelión
Con ocasión del proceso electoral presidencial que vivió Venezuela en el 2012, la agudeza política del presidente Hugo Chávez bautizó al excandidato Capriles, como “majunche”, la cría más débil de un parto de zorros, pero no por débil la menos astuta. La cría enfermiza, pero, no por esto la menos peligrosa.
Viendo los acontecimientos de los últimos días, cuánta precisión hubo en el juicio del comandante Chávez. Machado es de aquellos que no pueden sanar, menos aún sanarse a sí mismos. Un “decadente” que acepta lo que le imponen a sabiendas de que le perjudica. Como contrincante política es, como dijera Nietzsche, alguien que no está “tallada en madera a la vez, dura, suave y olorosa”. Alguien “a quien no le hace bien a sus sentidos; a quien le es ajena la desgracia y la culpa”. Alguien “que resulta sabia, en el arte de predisponer a los demás en contra de cualquier valor que se sitúe por encima de su mezquindad y egoísmo”.
Chávez se refería con lo de “majunche” a quien carecía de una naturaleza fuerte como para poder ser su adversario. A quien apenas le reconocía el pathos de la agresividad nutrida en los instintos de venganza y de rencor que forman parte de su debilidad. Es esta debilidad, la que ha reblandecido, en Machado, su tino político frente al triunfo de Nicolás Maduro. La que la hace incapaz de distinguir entre los intereses de la Patria, que hay que defender, y los intereses de los dueños del imperio del mercado, del consumismo y de la violencia que quieren imponer en Venezuela. Su debilidad la hace, al propio tiempo, enferma de resentimiento. No debería llamarnos a sorpresa. Pues, quienes digitan a los “líderes”, candidatos y presidentes, en la mayoría de nuestros países, lo hacen de entre los débiles y resentidos. Los hombres y mujeres que dirigen la construcción de la Patria Grande no están entre los que adolecen de coraje frente al Imperio e, incluso, frente a la muerte. No son hijos de la siniestra oscuridad de los iluminatis, los rosacruces, los masones del “nuevo orden mundial”. El enojo, la susceptibilidad enfermiza, la impotencia para reconocerse dignos identifica, a quienes hoy quieren vengarse de su propia debilidad, ocultándose en el crimen alevoso contra gente indefensa, en el placer del odio, en la forma más ruin de reaccionar frente a una derrota electoral.
El pueblo no le aseguró triunfo alguno a Machado o a su candidato Gonzáles. ¿Por qué entonces su reclamo? Tiene los votos que identifican a quienes se han hecho cuerpo e instinto de su debilidad y resentimiento. Tiene los votos que le corresponden a un candidato impuesto por el imperialismo estadounidense. Ajenos a todo afecto de amistad, los resentidos, para cuya cura no existe remedio alguno, han hecho del pueblo venezolano, el blanco de sus debilidades. De ese pueblo que ha opuesto la amistad al odio; la vida frente a la muerte. La resistencia del pueblo venezolano es contra los instintos de venganza, de rencor, de resentimiento.
Es la resistencia frente a quienes se sienten decadentes y débiles, frente a quienes no aceptan el avance victorioso de un pueblo joven, sano, vigoroso. Nada anima a este pueblo a ser belicoso. Atacar forma parte de los instintos que identifica a los resentidos. A los agresores externos e internos que fundan en el terror el ejercicio de la política. No sólo en el terror físico de los asesinatos, los atentados, la quema de locales, la persecución, la violencia, sino también el terror mediático de una prensa mezquina y torpe, nacional e internacional. En las dos formas de terror de lo que se trata es de atacar: atacar las causas justas del pueblo venezolano apoyándose en los aliados de siempre (la OEA, los gobiernos serviles), atacar a su presidente vendiendo la idea de una situación de peligro general para “la democracia», atacar la memoria de su líder pretendiendo hacer creer que se trata de una dictadura. Sembrar el terror, atacando, ha sido la práctica de siempre de Estados Unidos. Lo hicieron en Guatemala, después en Cuba, en Chile, en Perú, en Grenada, en Panamá, en Nicaragua, en El Salvador, en Honduras. Hoy en Bolivia, en Ecuador, en Argentina.
Están buscando los “adversarios” propicios en Venezuela. No los encontrarán porque aquí la Patria Nueva se construye sobre la base de la armonía, la paz, la igualdad, el bienestar de quienes hasta ayer no sabían lo que era salud, educación, trabajo, vivienda, soberanía, dignidad.
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