Por Jair de Souza | 04/09/2024 | Opinión
Fuentes: Rebelión
Ahora está claro para todos el gran error en que han incurrido quiénes se inclinaban a creer que con la proclamación de los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela, el conflicto entre las fuerzas bolivarianas y sus oponentes de extrema derecha perdería intensidad y la vida política en el país vecino seguiría su curso por rutas normales.
Sin embargo, de nada sirvió que el Tribunal Superior de Justicia de Venezuela auditara los datos disponibles del proceso electoral antes de reconfirmar la victoria de Nicolás Maduro, la cual el CNE ya había anunciado pocas horas después de que la votación estuviera concluida.
Resulta que quienes ya estaban de acuerdo con la victoria de Maduro lo siguen estando y, a su vez, aquellos que no la aceptaron siguen sin aceptarla. De hecho, nada dependía realmente de lo que pudieran decir las tan propaladas actas electorales. Con actas o sin actas, la polémica seguiría siendo feroz, porque las causas detrás del cuestionamiento son de otra naturaleza.
Entonces, ¿cuáles son los factores que impulsan y sostienen todo este revuelo en cuanto a los resultados de las elecciones venezolanas? Para encontrar las respuestas será necesario tener en cuenta la vieja y conocida lucha de clases.
En este caso específico, estamos hablando de luchas sociales en uno de sus niveles más elevados: la lucha de clases en el contexto del imperialismo. La confrontación con los intereses de las potencias imperialistas marca el tono de la disputa que rodea a Venezuela en este momento. Por eso, es imposible abordar la cuestión venezolana sin evaluar el papel del imperialismo en ella.
Desde la llegada de Hugo Chávez al frente del Estado de Venezuela en 1999, el país se convirtió en uno de los blancos preferidos de la política agresiva de Estados Unidos, con miras a aislarlo del resto de América Latina para, en el momento oportuno, lanzarle a la misma el tradicional golpe de aniquilación que suelen aplicar a sus enemigos con menos recursos de defensa.
Por lo tanto, poco después de asumir la presidencia de su país, el gobierno de Hugo Chávez fue víctima de un violento golpe empresarial-militar que lo destituyó de su cargo, lo encarceló y lanzó un ataque generalizado contra todos y cada uno de los apoyadores del depuesto gobernante.
Sin embargo, en vista del nivel de conciencia y organización que habían alcanzado las bases populares venezolanas en esos cerca de dos años de gobierno chavista, el pueblo venezolano salió masivamente a las calles y puso fin a la ola de golpismo, restaurando el gobernante legítimo a su puesto de derecho.
Desde entonces, Venezuela nunca ha tenido condiciones para llevar a cabo su proceso de reconstrucción nacional de acuerdo con las necesidades de su mayoría popular. Toda la furia del imperialismo y sus colaboradores internos se ha desatado contra la administración chavista, sin darle ni un momento de respiro. Las medidas agresivas más sórdidas imaginables se practicaron y se practican con miras a convertir la vida del pueblo venezolano en un infierno, con la expectativa de, al hacerlo, obligarlo a rebelarse contra sus propios gobernantes.
Esta presión asfixiante se hizo mucho más intensa tras la muerte del líder natural del bolivarianismo, Hugo Chávez, y su sustitución al frente del proceso por Nicolás Maduro. Venezuela comenzó a sufrir ataques terroristas por parte de grupos criminales al servicio de la extrema derecha (causadores de las conocidas guarimbas) combinados con feroces medidas de bloqueo externo con el propósito de impedir la normalización de la vida en el país.
Pero, como aun así los colaboracionistas internos no pudieron derrotar al chavismo por medios institucionales legales, el imperialismo acudió en su rescate y nombró a uno de sus servidores, Juan Guaidó, como presidente paralelo, para contraponerse al que ejercía constitucionalmente el cargo. Hay que recordar que el gobierno nazi- bolsonarista de Brasil en ese momento también reconoció al títere Juan Guaidó como representante legal de Venezuela y le entregó a sus secuaces el control de la embajada de Venezuela en Brasil.
Durante ese proceso de usurpación del poder de representación internacional de Venezuela, el imperialismo confiscó todas las reservas financieras venezolanas en el exterior y las entregó a los ladrones de la banda Juan Guaidó-María Corina Machado, las cuales fueron, oportunamente, desviadas para sustentar la vida de los pandilleros y sus séquitos. Además, las autoridades estadounidenses también confiscaron la principal subsidiaria de la petrolera venezolana (CITGO) y la transfirieron para uso de la pandilla.
Si combinamos el criminal bloqueo destinado a inviabilizar la vida económica del país atacado con el descarado robo de sus recursos para entregárselos a agentes imperialistas de nacionalidad venezolana, podremos comprender lo difícil que ha sido para el gobierno bolivariano afrontar los graves problemas de escasez de recursos para satisfacer las necesidades de su población y, con eso, generar perspectivas poco favorables.
Para obtener apoyo público internacional para su agresión, el imperialismo hace uso extensivo de sus medios y su marco digital. Como resultado, los pueblos de los países vecinos son bombardeados las 24 horas del día con noticias falsas e insultos contra el proceso revolucionario en curso en Venezuela y sus líderes. Debido a la casi inexistencia de difusión de información contrapuesta a la del imperialismo, es comprensible que haya porciones significativas de poblaciones en los países latinoamericanos vecinos contaminadas por esas campañas difamatorias lanzadas de manera intensa y constante a través de la radio, la televisión y las redes sociales digitales (Whatsapp, Twitter, Facebook, Instagram, etc.) que el imperialismo tiene a su disposición.
En vista de esto, cualquiera que no tenga en cuenta que los graves problemas de Venezuela se deben en primer lugar a las acciones criminales de las fuerzas imperialistas estará, de hecho, en connivencia con el imperialismo. Pero, si la persona en cuestión se presenta como miembro del campo popular de izquierda, entonces la cosa debe verse como mucho más deplorable. Es que simplemente no se puede ser parte del campo popular de izquierda y no ver al imperialismo como la desgracia más grande que aflige a los pueblos periféricos del capitalismo.
La lucha contra el imperialismo es lo que caracteriza la lucha de clases a nivel internacional en esta fase de la historia en la que nos encontramos. Quienes se muestren reacios a apoyar la legítima resistencia que las fuerzas bolivarianas de Venezuela oponen a las agresiones del imperialismo deben ser vistos como cómplices del imperialismo. Y como tales deberían ser marcados por la historia.
Publicado originalmente en portugués en: https://www.brasil247.com/blog/venezuela-a-palavra-final-sera-dada-pela-luta-de-classes
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