DANIEL CAMPIONE
El régimen propala que Argentina transita una recuperación después de una crisis que se termina y que se trata de sostener y profundizar el rumbo seguido hasta ahora para conseguir un éxito perdurable
El festejo de La Libertad Avanza por el triunfo de Donald Trump correspondió a la idea de que constituye un impulso adicional para una gestión que considera que hoy vive sus mejores días.
El gobierno de ultraderecha del cono sur espera respaldo para su futuro desde su par de la potencia del norte. Y además se complace en percibirse como parte decisiva de una ola mundial ultraliberal y ultraconsercadora. La que se afianza y amplía con el triunfo en la que es aún la primera potencia mundial.
Más allá de las precariedades del “éxito” económico y político que autoproclama el gobierno de Javier Milei, lo indudable es que ha aventado los pronósticos sobre un eclipse más o menos rápido de su desempeño en la presidencia.
Ni la colonización total del gobierno por las huestes de Mauricio Macri, ni un juicio político fulminante, ni el reemplazo por la vicepresidenta Victoria Villarruel se han puesto en funcionamiento ni se vislumbran en el horizonte próximo.
La incógnita de cómo haría para gobernar un partido que contaba con escasos legisladores nacionales y nulo poder territorial tuvo su respuesta: A golpes de decretos y de colaboración de buena parte de la “oposición”. Tuvo el consentimiento abierto o vergonzante de quienes le votaron lo que dieron en llamar “instrumentos indispensables para gobernar”.
Por abajo sus políticas brutales provocaron movilizaciones multitudinarias y paros de actividades. Pero hasta ahora sin la continuidad y generalización apta para suscitar un cambio de rumbo.
Disciplinamiento y colaboración
La apuesta política del gobierno pasa hoy en buena parte por la deslegitimación de cualquier enemigo, ya que no reconoce meros adversarios. Y cuando el enfrentamiento se traduce en conflicto social, la criminalización lisa y llana es la respuesta invariable. Todos los que protestan son “terroristas”. Ver aquí.
Otra muestra de la propensión al disciplinamiento terminante es la que ejerce en un ámbito conservador como es el cuerpo diplomático. Allí busca “culpables” del voto contrario al bloqueo a Cuba, una posición que el Estado argentino sostuvo durante décadas bajo gobiernos de diferente signo.
Hoy los bloques parlamentarios más o menos opositores hacen su apuesta a la restricción de algunas líneas de avance contra las instituciones por parte del gobierno. La traducción es simple y pisa el mismo terreno que el de los grandes medios de comunicación “liberales”: Apoyo a las grandes líneas de la política económica. Y reparos, a veces ni siquiera de fondo, a los impulsos autoritarios más pronunciados.
A lo sumo intentan que ciertas reformas regresivas no se instrumenten mediante decretos de necesidad y urgencia sino que pasen por el congreso nacional. Y en ese trayecto habiliten algún “toma y daca” para beneficio de quienes sostienen posiciones “institucionalistas”.
El océano del colaboracionismo, con remilgos o sin ellos, se complementa hoy con una oposición peronista que no tiene rumbo, aún percudida por el proceso de descomposición que llevó a la victoria de Milei y que no ha dejado de profundizarse.
Ya hace un tiempo que la cúpula del peronismo anunció su compromiso para que el gobierno complete el período para el que fue elegido. Y Máximo Kirchner ha llamado a la pasividad frente a demasías como los vetos presidenciales, que a él le parecen normales. Más aún, facultades inalienables del poder ejecutivo.
Es transparente la abdicación de un reclamo masivo en las calles para poner todo el empeño en próximas instancias electorales. “Hay 2025”, ya se vio algo similar en 2019 bajo el gobierno de Mauricio Macri.
El otro camino
Resultará en vano la espera de que, desde estrados parlamentarios o judiciales, provenga un freno a las políticas en curso. Tampoco que el gobierno libertariano se detenga por sí mismo, sin que medien resistencias que le hagan frente con masividad, organización y propuestas alternativas.
El sistema de partidos imperante y las construcciones sociales que se decantaron por el kirchnerismo, y siguen ancladas allí pese a sus críticas, no ofrecen ningún elemento creativo e innovador. Ni un compromiso a fondo con los intereses populares.
Se requiere hoy como nunca la superación de la fragmentación y el incremento de la visibilidad de aquellas agrupaciones y sectores que sostienen un sendero de independencia.
Los mismos que son capaces de desplegar una perspectiva anticapitalista y una agenda radical en materia ambiental, de género, de defensa de los pueblos originarios, de democracia desde abajo.
tramas.ar
https://www.lahaine.org/mundo.php/la-ultraderecha-en-sus-mejores
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