GUILLERMO CIEZA
Durante siglos, una nebulosa trató de ocultar la presencia y la impronta del pueblo guaraní en distintos momentos de nuestra historia, entre principios del siglo XVI y finales del siglo XIX
[Extracto de la ponencia presentada en el IV Congreso del Movimiento Pedagógico de Liberación de Misiones.]
El ocultamiento de esa historia ha avalado el mito de que los procesos independentistas fueron revoluciones blancas y ha pretendido rebajar la autoestima de ese pueblo originario tratando de ocultar su participación en hechos fundantes de la emancipación política americana.
El eurocentrismo que impregna los repasos históricos no solo incluye a historiadores argentinos oligárquicos como Vicente Fidel López, también ha calado en buena parte del pensamiento de nuestra izquierda. En el caso de la participación de los pueblos originarios en las luchas independentistas se ha intentado reducir su actuación a la experiencia del pueblo mapuche, que no participó del conflicto y se limitó a mantener sus fronteras tanto con los españoles como con las nacientes repúblicas de Argentina y Chile.
Pero cuando hablamos de los guaraníes caben las preguntas: ¿Qué hubiera sido de la historia de América del Sur sin los guaraníes? ¿Cómo explicar sin los guaraníes a las misiones jesuíticas, las guerras guaraníticas, a Andresito Guacurarí y la experiencia artiguista, la revolución paraguaya, San Martín y el regimiento de granaderos a caballo?.
Los caribes del sur
Quienes han estudiado a los pueblos caribes que remontando el Orinoco llegaron desde Amazonas hasta el mar que lleva su nombre han señalado muchas particularidades que lo asocian a sus parientes del sur.
Eran pueblos de recolectores y cazadores, que conocían y desarrollaban la agricultura, y en particular el cultivo de la yuca o mandioca. Estaban escasamente estratificados socialmente y reconocían la autoridad de los ancianos y un jefe político-militar, el cacique, y un jefe espiritual, el chamán. En algunas oportunidades esos cargos fueron ejercidos por mujeres. Eran pueblos seminómadas que se iban desplazando cuando empezaba a mermar la caza y que no tenían lugares de cultivos permanentes.
La fiebre del oro y la plata: euforia y desinterés por la tierra de los guaraníes
A principios del siglo XVI, náufragos de la expedición de Juan Díaz de Solís, que estaban en la actual costa brasileña de Santa Catarina, se enteraron por los originarios del lugar que hacia el oeste existía un cerro de plata. Esta historia se sumó a otras que hablaban de la existencia de El Dorado, un territorio con abundantes yacimientos de oro.
Cuando los conquistadores españoles advierten que el río descubierto por Solís podía ser remontado hacia el norte, suponen que por esa vía navegable se podría llegar a las tierras que albergaban esos grandes tesoros. De allí viene el nombre de Río de La Plata.
El descubrimiento de una vía fluvial hacia lugares donde se esperaba encontrar mucha riqueza explica la fundación de Asunción que se realiza en 1537. La expedición conformada por 57 españoles, es dirigida por Irala y se asienta en un territorios donde habitan, según sus cálculos,unos 400.000 guaraníes. En un censo posterior, en 1570, se registran 300 españoles y 800.000 guaraníes. Desde Asunción parte la expedición que en realiza la segunda y definitiva fundación de Buenos Aires en 1580.
Pero, cuando se funda por segunda vez Buenos Aires el escenario ha cambiado. En 1532 Pizarro llega al Perú, hace prisionero a Atahualpa y empieza a afianzar su dominación en territorios con minas de oro. En 1545, los españoles descubre el cerro de Potosí. El ingreso de la invasión española a esas tierras se hace desde Panamá, y desde allí también se mandan el botín de los primeros saqueos de oro y plata. La vía alternativa para esos envíos es el puerto de Buenos Aires. El tráfico de esclavos se hace por Montevideo.
Con estas novedades, la región de Asunción pierde importancia para los españoles, y los europeos en general que no tienen demasiado interés en convivir con un pueblo como el guaraní que se autoabastece y que puede producir tabaco y yerba mate para exportación, pero que no tienen un valor comparable con el oro, la plata o las perlas. Para los objetivos que se plantea la corona española basta y sobra con un pequeño destacamento militar que vigile las fronteras ante eventuales avance de los portugueses que, sabiendo que no hay metales preciosos en la región, sólo hacen algunas excursiones para secuestrar originarios para llevarlos como esclavos a las plantaciones de azucar.
La cuestión del mestizaje en el Paraguay y la región guaraní
La presencia de extranjeros, sean españoles o europeos, se reduce en el Paraguay en lo que resta del siglo XVI y todo el siglo XVII y XVIII. La instalación de las misiones jesuíticas a partir de 1609 no provoca grandes cambios porque solo llegan alrededor de 60 sacerdotes. Sin embargo, en censos posteriores va a aumentar el número de españoles registrados y de mestizos. Esto fue posible porque las autoridades del virreynato, para aumentar en las estadísticas la presencia española, autoriza a que todos los guaraníes de las Misiones, que llegaron a 140.000 y los que participen en destacamentos militares, se anoten como españoles. El aumento de los mestizos tiene el mismo origen, porque en la zona se considera mestizo a cualquier persona que haya tenido algún ancestro europeo, o a hijos de guaraníes bilingües anotados como españoles y guaraníes que siguen figurando como originarios.
Aún figurando como españoles o mestizos quienes viven en el Paraguay, las actuales provincias de Formosa, Misiones y Corrientes de Argentina y rio Grande do Sul de Brasil durante el siglo XVII, XVIII y XIX son casi exclusivamente guaraníes, bilingües o que sólo hablan en su idioma, y son partes de sociedades guaranizadas. En ese contexto socio-cultural deben analizarse las misiones jesuíticas, las guerras guaraníticas, la revolución paraguaya, la experiencia de Andresito y otros procesos posteriores.
Las misiones, Andresito, San Martín y los granaderos a caballo
La llegada de los jesuitas a la región guaraní se explica precisamente por su marginalidad y por el poco interés de la corona y el Vaticano por esos territorios. Los jesuitas eligieron un lugar para asentarse donde no quería ir ningún adelantado, conquistador o sacerdote, porque era “el culo del mundo”, para poder desarrollar tranquilos su proyecto evangelizador, inspirado en la vida de los primeros cristianos. Y el Vaticano estaba tan feliz como cualquier obispo conservador que ve que un curita rebelde se instaló en una parroquia alejada, donde puede hacer lo que quiera, pero no va a molestar. Cuando todos los europeos se iban de estas tierras, llegaron los jesuitas.
Las misiones jesuíticas (1609- 1756) construyeron 30 pueblos. Cada pueblo estaba a cargo de uno o dos sacerdotes y albergaban entre 3000 y 5000 guaraníes. Algunos pensadores europeos de ese tiempo afirmaron que habían alcanzado un nivel de vida superior a muchas ciudades de Europa, y Enrique Dussel escribió que fueron el primer gran experimento socialista en América. Lo que es seguro es que fue una iniciativa religiosa que llegó con el objetivo de evangelizar, con el componente de negar prácticas, dioses e historias, y terminó afirmando los mejores rasgos de la identidad preexistente.
La primera sorpresa que se llevan los jesuitas que reivindicaban prácticas de los evangelios como trabajar juntos, repartir los beneficios del trabajo de acuerdo a las necesidades y comer juntos, es que esas prácticas eran ya habituales en los guaraníes. También que no tuvieron ningún reparo en adoptar el dios de los cristianos. Eran politeístas y un dios más no hacía diferencia.
Hubo una decisión política de importantes sectores del pueblo guaraní de protegerse debajo del paraguas cristiano-español, pero en ese contexto el resultado, o la simbiosis alcanzada, fue producto de influencias mutuas. Quien contribuyó muchos siglos después a develar lo que ocurrió fue el subcomandante Marcos, que confesó que fueron a bajarle línea a los indios y los terminaron convenciendo a ellos.
Hay otras opiniones, pero lo que es seguro que cuando el imperio portugués y español se aliaron para avanzar sobre esos territorios y experiencias, la resistencia fue feroz y en las llamadas guerras guaraníticas (1754-1756) hubo más de 10.000 muertos. Este es un número considerable, tomando en cuenta que en las dos batallas que definieron la libertad de Nuestramérica, participaron en Junin, 18.000 soldados, y en Ayacucho 14.000.
No puede entenderse la experiencia artiguista sin los guaraníes que conducía Andres Guacurarí, que defendió la frontera norte [de lo que luego sería Uruguay] de los embates portugueses y participó activamente en la reforma agraria impulsada por Artigas, donde los originarios no recibieron parcelas individuales sino tierras comunitarias.
Sin los guaraníes no puede entenderse tampoco la revolución paraguaya que construyó un país que llegó a ser el mas avanzado en Nuestramérica, donde se transformó la matriz productiva, privilegiando el autoabastecimiento y la producción diversificada para satisfacer las necesidades internas, por encima de las exportaciones de yerba y tabaco para el mercado internacional.
La revolución paraguaya donde se expropiaron las tierras de la iglesia para crear las estancias del pueblo que fueron asignadas a campesinos de origen guaraní, erradicó el analfabetismo infantil y alcanzó uno de los mayores niveles de desarrollo humano de la época. El proyecto de un país soberano, impulsados por Gaspar Rodríguez de Francia y los López, se apoyó en un sujeto social que vivía en una sociedad guaranizada, que mantuvo el idioma originario.
Fue un mestizo guaraní, este si con un porcentaje más alto de sangre española, José de San Martín, que llevo a sus granaderos a caballo, la mayoría guaraníes o mestizos guaraníes, hasta dar las grandes batallas por la liberación de América.
tramas.ar
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