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22 enero 2025

A la Internacional Antifascista, capítulo argentino



Por Rocco Carbone, La Tecl@ Eñe/ Resumen Latinoamericano, 22 de enero de 2025.

Rocco Carbone en este texto se pregunta qué es lo que reverbera en un saludo. En esa gestualidad que le vimos hacer a Elon Musk, nacido en Pretoria, Sudáfrica, propietario de X y funcionario del gobierno Trump. También postula una consigna popular: Make Antifascism Great Again, en el 80 aniversario de la subordinación del fascismo arqueológico a manos de la revolución.


El saludo fascista clásico consistía en levantar el brazo derecho a unos 40 grados sobre la horizontal del piso, extender la mano, ladearla apenas a la derecha y todo eso acompañado con una oración corta tipo navajita: Heil o Sieg Heil o Arriba España, en el caso de la Falange española. Aquí entre nosotrxs un símil de ese saludo clásico solía practicarlo Carlos Maslatón cuando revistaba dentro de las filas del libertarianismo.

En los años treinta del siglo pasado el secretario del Partito Nazionale Fascista -Achille Starace- organizó una intensa campaña para que el saludo fascista desplazara el apretón de manos, que era la manera común de saludarse en Italia; modalidad restituida post Segunda Guerra Mundial. Un apretón de manos, un beso en la mejilla (que solemos frecuentar en la Argentina), un abrazo, son maneras que usamos para saludarnos, pero son también otra cosa: modalidades conectivas entre seres, que confirman ese lazo social que sostiene y organiza toda sociedad. El saludo fascista clásico, ese brazo levantado que no se anuda a ninguna alteridad, que no toca ninguna mano, ni a ninguna otra persona, ni ningún otro hombro, es un signo de la desconexión irreductible entre las personas. Entre otras cosas, el fascismo es un poder de desconexión societal. En el siglo XXI ese poder invade la existencia a través del celular y las redes, que nos reconvierten en islas sociales. Elon Musk es propietario de, tal vez, la red paradigmática en este sentido: X, ex Twitter.

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Las redes sociales son aparatos del capitalismo digital (nos han convertido en nubes de datos y hacen extractivismo infocognitivo de nuestro existir). A través del algoritmo -una ecuación que habilita lo que puede ser dicho y visto y lo discrimina de lo que es inhibido, o sea, una ecuación discriminatoria homóloga del régimen del apartheid que se implementó en Sudáfrica y Namibia entre 1948 y 1992- las redes promueven la mentira, el odio, la violencia, la indignación, un desfasaje radical de lo digital respecto de la realidad material e histórica. Puesto que el celular está injertado en el bios, estas operaciones cognitivas -mentira, odio, violencia, indignación- devienen acciones en la realidad (política). Los resultados de esas operaciones reconvertidas en acciones se verifican socialmente: con sociedades atomizadas, violentas, carentes de sentido de solidaridad, y de cualquier sentido humanista. “La clave es que cada quien tenga algo que lo apasione y alguien a quien odiar”, como se sostiene El mago del Kremlin, de Giuliano da Empoli: “Hay que enfurecerlos a todos. Todavía más. Los que están en defensa de los animales a un lado y los partidarios de la caza al otro. Los del Black Power contra los supremacistas blancos. Los activistas gays contra los neonazis. No tenemos preferencias, Yevgueni. Nuestra única línea es el alambre de hierro. Lo retorceremos en un sentido y en otro, hasta que se rompa”.

Para entender la racionalidad de las redes basta con mirar los “juegos” contrabandeados por las playstations, aparatos pedagógicos que instruyen a las juventudes globales de todas las clases sociales en lógicas belicistas. Las plays inculcan desde muy temprana edad conocimientos de formación capitalista que antes o después se deslizan hacia el terreno escabroso de la ludopatía. Las redes, que son plays más sofisticadas, aledañas al fondo fima o al plazo fijo, crean conflictos sociales de magnitud. Y no se puede resolver un conflicto con el mismo procedimiento que lo ha producido. El campo de la emancipación no tiene lugar en las redes; por más que las usemos. Uno de los propietarios de una red social es Elon Musk, nacido en la capital de Sudáfrica -Pretoria- y que a partir del lunes pasado conduce el Departamento de eficiencia gubernamental en el gobierno Trump.

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El fascismo también es ideología y la característica central de todo sistema ideológico es su recuperabilidad (Paola Tabet, “La piel correcta”, Cuerpos marcados: sexo, raza y clase, Madreselva, 2024). Un nuevo detentor de poder la recupera de otro anterior como instrumento de dominio, legitimación y ejercicio político. Esa ideología ha sido recuperada en la Argentina bajo el disfraz de “la libertad” y en Estados Unidos con la consigna “Make America Great Again”, sinónimo de imperialismo. La vertiente nuclear que se recupera hoy del fascismo arqueológico es la estatalidad, el poder público, colonizada por una capa poderosa del poder privado. Franklin Delano Roosevelt, presidente de los Estados Unidos entre 1933 y 1945 se refirió así al poder que nos concierne: “La primera verdad es que la libertad de una democracia no está a salvo si la gente tolera el crecimiento del poder en manos privadas hasta el punto de que se convierte en algo más fuerte que el propio Estado democrático. Eso, en esencia, es el fascismo, la propiedad del Estado por parte de un individuo, de un grupo, o de cualquier otro que controle el poder privado” (“Message to Congress on Curbing Monopolies”, 29 de abril de 1939, www.presidency.ucsb.edu/documents/message-congress-curbing-monopolies#axzz1wwNvGrkI).

Se trata de una caracterización notable si la pensamos empalmada con el gobierno del presidente Milei, quien se presenta cual recadero del poder privado, los monopolios globales absolutistas: Elon Musk es uno de ellos. El experimento teratológico libertariano ubica ese poder privado -del “mercado”- en el corazón de la estatalidad. Homólogamente procedió el ex presidente Macri, quien ubicó en el Estado una racionalidad propia del poder mafioso, que también es privado: familiarista. La burguesía mafiosa tiende a invadir los espacios de la gestión de lo público, sometiéndolos a intereses privados. Así, la propiedad pública es infiltrada por el sentido de la propiedad privada. Esta clase replica la racionalidad de funcionamiento del poder mafioso dentro de una estructura de poder global: el capitalismo mafioso. No debemos perder de vista un apotegma político -pese a las estridencias, las fricciones y las competencias que pueden verificarse en la vida política nacional entre el poder libertariano y el cambiemita-: Milei es Macri.

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La recuperabilidad emerge también en la inquietante gestualidad de Musk, interpretada de dos maneras: un tanto ingenua una, propia de la mecánica comparativa del meme, entre ese saludo arqueológico que se solía presenciar en las manifestaciones de masas en Piazza Venezia de Roma o en la Hauptmarkt de Nuremberg (conocida también como Adolf-Hitler-Platz) en los años treinta; o de manera cómplice, diciendo que no fue un saludo nazi, que fue otra cosa. Musk acompañó ese saludo con una oración: “Mi corazón es para ustedes”. Y arrojó su corazón a las audiencias haciendo el gesto consabido. Un saludo de subordinación y respeto ya no dirigido al Führer o al Duce sino a un poder omnímodo.

Fascismo nombra también un poder que no lucha por algo, sino que lucha por todo. Por tenerlo y dominarlo todo: recursos naturales comunes, corazones, conciencias, afectos, modos psíquicos, giros lingüísticos, etc. En este sentido, la contradicción principal que postula es menos capital vs. trabajo que capital vs. vida. Si esta idea se acepta, las organizaciones gremiales y sindicales deberían reexaminar sus funciones organizacionales y de lucha. El mundo (esa espesura habitada por el ser humano, el ser animal y el ser vegetal) ya no es suficiente para apaciguar la insaciabilidad del capitalismo en crisis. Y el fascismo también es eso: una herramienta del capitalismo en crisis. La crisis de esos segmentos hegemónicos que dirigen Estados Unidos, Europa e Israel -y de las periferias que se reconocen en ese entramado global de poder- y que laten en la idea tanática de mundo liberal. Esa insaciabilidad ya no se contenta con explotar el mundo, razón por la cual en el discurso de Musk apareció la palabra Marte. Colonizar Marte. El fascismo, también, es un poder imperial recolonizador, que se reactiva en el momento histórico en el que ya no quedan territorios globales ni de ultramar por conquistar. Esta línea hermenéutica se desarrolló gracias a un puñado de pensadores negros que compartían la interpretación de una continuidad directa entre los racismos coloniales y el fascismo arqueológico. Es la tradición de pensadores negros norteamericanos y caribeños como William Dubois, George Padmore, Oliver Cox, Cyril James que vibran en el Discurso sobre el colonialismo de Aimé Césaire (1950), maestro de Frantz Fanon.

Este fascismo sigiloso -que rehúye el nombre- recuperado en el siglo XXI es un poder sintetizador del capitalismo, el colonialismo, el racismo, el sexismo, el esclavismo, el patriarcado. Y en cuanto al racismo, vimos al presidente Milei con una especie de barniz blanco en la cara en las fotos de la asunción de su par norteamericano. Polvo de arroz para encubrir una condición irrefrenable: la racista.

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El capitalismo en crisis es incapaz de resolver los conflictos atroces que su propio funcionamiento provoca. Es inconcebible en este sentido la idea de que es posible resolver cualquier conflicto por el mismo procedimiento que lo ha producido. Por eso, pensar en un “capitalismo razonable” es un sinsentido. Imaginar y organizar un mundo nuevo, alternativo a los esquemas de poder de poderes que no luchan por conseguir algo sino que ambicionan todo-lo-existente es el cometido de participación y lucha para las fuerzas de la emancipación que vibran en las ideas de justicia social e igualitarismo. Fuerzas nacionales y populares con la perspectiva latinoamericanista de la Patria grande. Porque, ¿qué es pueblo, a fin de cuentas? No es una idea fija ni eterna sino que nombra y convoca la posibilidad de constituirlo en cada etapa histórica. Esa idea indica menos una gran cantidad, un gran conglomerado o un número conspicuo de personas movilizadas que una comunidad fluctuante que experimenta una epifanía. Una revelación de poder, de saberes, de belleza, de conocimientos compartidos. Un lazo social, un abrazo. Una experiencia: parte constitutiva de lo que se es y sin la cual no se puede ser, ni seguir siendo. Desde nuestra América aún debe ser posible imaginar y organizar una acción emancipadora -empalmada con las dimensiones de la multiporalidad y los BRICS- constituible alrededor de una consigna popular: Make Antifascism Great Again, en el 80 aniversario de la subordinación del fascismo arqueológico a mano de la revolución.

https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/01/22/pensamiento-critico-a-la-internacional-antifascista-capitulo-argentino/

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