En la astronomía es considerado el invento más revolucionario desde el telescopio de Galileo de 1609. El Hubble fue diseñado para operar 20 años, pero ya lleva un cuarto de siglo enviando fotos que cambiaron la manera de entender el Universo y sus orígenes.
Para los seguidores de la saga de Stars Wars y curiosos en general, esta semana se recuerda el 25º aniversario de un hito para la Humanidad. El avance más importante de la astronomía desde que Galileo tuvo su genial invención en el lejano 1609, el Hubble es prácticamente una máquina del tiempo que revolucionó la astronomía y lleva a los científicos a intentar comprender los inicios del Universo. Del tamaño de un autobús, de 11 toneladas de peso, el primer telescopio espacial fue lanzado el 24 de abril de 1990 por el transbordador Discovery y lleva el nombre de un célebre astrónomo estadounidense, Edwin Powell Hubble (1889-1953). Tuvo dificultades al principio, pero por la vía de un correctivo comenzó a enviar información valiosa de galaxias lejanas. A la fecha tomó más de un millón de imágenes espectaculares de distintos cuerpos celestes. En su momento, lanzarlo al espacio costó unos 1500 millones de dólares.
El Telescopio Espacial Hubble (TEH) se dedica a la exploración de las profundidades del espacio. Comenzó a transmitir imágenes impactantes de supernovas, de las cataclísmicas explosiones que marcan la muerte de una estrella y de otros cuerpos celestes. El TEH orbita la Tierra a 570 kilómetros de altitud –no mucho más arriba que la Estación Espacial Internacional (ISS), que está a cerca de 400 kilómetros– y da la vuelta al globo en 97 minutos a una velocidad de 28.000 kilómetros por hora.
“Con el Hubble, la Humanidad mira el Universo y ve su lugar en él”, explicó la astrónoma Jennifer Wiseman, quien monitorea el telescopio desde el Centro Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland, nordeste de Estados Unidos. “Este telescopio nos mostró que el cosmos cambió en el curso del tiempo; que las estrellas producen todos los elementos necesarios para la vida y para la formación de los planetas”, añadió la científica.
Una de sus fotos más emblemáticas fue la de las gigantescas columnas de gas y de polvo interestelar a 6500 años luz de la Tierra, en la Nebulosa del Aguila, apodadas “los pilares de la creación”. El Hubble reveló además agujeros negros en el corazón de galaxias cuya existencia hasta entonces la ciencia solamente podía suponer. También tomó más de un millón de imágenes de cuerpos celestes, algunas en los confines del cosmos, lo cual permitió a los astrónomos calcular con mayor precisión la edad del Universo: cerca de 13.800 millones de años.
Gracias a todas estas imágenes, de una nitidez enormemente mayor a las obtenidas por los más poderosos telescopios terrestres, los astrofísicos pudieron confirmar en 1998 que la expansión del Universo se está acelerando, descubrimiento que bien valió el Premio Nobel de Física 2011 a dos estadounidenses, Saul Perlmutter y Adam Riess, y al australiano Brian Schmidt. Estos cosmólogos descubrieron que la aceleración es el resultado de una misteriosa fuerza llamada “energía oscura”, que constituiría cerca del 70 por ciento del Universo. El resto del cosmos está formado por 5 por ciento de materia visible y 25 por ciento de materia oscura invisible, cuya presencia se manifiesta por sus efectos gravitacionales sobre los cuerpos celestes.
Entre otros descubrimientos del Hubble figura la detección de la primera molécula orgánica en la atmósfera de un planeta que orbita en torno de una estrella lejana de la Vía Láctea. Además, el telescopio permitió avanzar en el conocimiento del Sistema Solar y concluir que la formación de planetas es relativamente común. “El Hubble desempeñó un papel muy importante al infundir en los habitantes de nuestro planeta un sentido de la maravilla por este Universo en el que vivimos”, subrayó la astrónoma Wiseman.
El TEH mide 13,2 metros de largo por 4,2 metros de diámetro y es fruto de una colaboración entre la agencia espacial estadounidense (NASA) y la Agencia Espacial Europea (ESA). El telescopio transmite cerca de 120 gigabytes de datos científicos por semana, que equivalen a una pila de libros de 1097 metros de altura. La gigantesca y siempre creciente colección de imágenes y datos se almacena en discos magneto-ópticos. Asimismo, los dos espejos del TEH fueron pulidos de manera que su curvatura, casi perfecta, no se desvíe más de 2,5 centímetros. El diámetro del espejo principal es de 2,4 metros y pesa 828 kilogramos. El secundario tiene 30 centímetros de diámetro y pesa 12,3 kilos.
El Hubble es además extremadamente estable. Posee dos magnetómetros que determinan su orientación con respecto al campo magnético terrestre y tres sistemas que contienen cada uno dos giroscopios, que detectan los movimientos de rotación. De esta manera, el telescopio puede enfocar un objetivo con una precisión que le permite, por ejemplo, alcanzar con un rayo láser un blanco del tamaño de un centavo a 250 kilómetros de distancia. También puede observar objetos astronómicos con gran detalle. El TEH sería capaz de “ver” luciérnagas en vuelo a 10.000 kilómetros de él, es decir, casi la distancia entre la capital mexicana y Tokio a lo largo del Océano Pacífico.
Tuvo sus reveses en los primeros tiempos, para lo cual se enviaron astronautas con la misión de “ajustar tuercas”. Tres años después de su despliegue, ya estaba completamente operativo. El problema fue que la concavidad de su espejo principal tenía una falla que forzó el envío de una nave espacial para instalar un mecanismo corrector, en un operativo muy delicado que se efectuó en 1993.
El Hubble está equipado actualmente con cinco instrumentos que fueron modernizados o agregados posteriormente, mientras otros fueron retirados en las cinco misiones de mantenimiento que hicieron los astronautas en 1993, 1997, 1999, 2002 y 2009. Se trata de cámaras y espectrómetros que operan con luz ultravioleta, luz visible o infrarroja cercana. Su electricidad se alimenta por paneles solares de 7,6 metros, cada uno de los cuales produce 2800 watts: el consumo equivalente al de un departamento de cuatro habitaciones.
Con un costo inicial al momento de su lanzamiento de 1500 millones de dólares, el TEH es una verdadera superestrella de la astronomía. Más adelante debería coexistir con su sucesor, el telescopio espacial infrarrojo James Webb, que será lanzado en 2018 y será cien veces más potente. Desde la NASA, el astrónomo Matt Greenhouse afirma que “el Webb podría revolucionar otra vez la astronomía”. Ni Carl Sagan lo hubiera imaginado.
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-271326-2015-04-25.html
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