La zona destaca por los desahucios, las altas tasas de paro y el cierre de pequeños comercios
Fue en el mes de octubre cuando los vecinos de Orrios, un barrio de clase trabajadora en la zona norte de Valencia, empezaron a palpar la inseguridad: broncas, atracos, peleas a navajazos, destrozos de comercios, asaltos a peluquerías y bodegas, provocaciones y empujones a personas mayores, sobre todo mujeres… “Era como si alguien nos quisiera avisar: aquí hemos llegado”, afirma una vecina. Grupos de mafiosos habían aterrizado en la barriada de Orriols, específicamente a Barona (por el nombre de su constructor) que es la zona más antigua y deprimida del barrio. Estas mafias no irrumpieron en un espacio neutro: paro, exclusión, precariedad de las viviendas, desahucios, ineficiencia de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y ausencia de la policía de barrio jalonan la vida cotidiana de Barona.
En Orriols, un barrio obrero, viven censados unos 18.000 habitantes, pero la cifra podría alcanzar los 30.000. Primero fue un pueblo independiente, que a finales del siglo XIX se anexionó la capital. Barona se fue construyendo en la década de los 50 (siglo XX) mediante oleadas migratorias de andaluces, castellanos y extremeños. Una de las singularidades del barrio es la fuerte tradición de luchas vecinales y asociativas. El Colegio Miguel Hernández se conquistó, en parte, gracias a las mujeres que se sentaban a hacer punto en medio de la carretera, a pesar de la presencia policial. Hoy, la mayor parte de la población es gente mayor (los vecinos de toda la vida), pero con una salvedad: los hijos han vuelto por motivo de la crisis. La Associació de Veïns d’Orriols-Rascanya calcula que la tasa (extraoficial) de paro puede rondar el 40%, y que en torno a la mitad de los desempleados no recibe prestación.
A Barona han llegado familias desestructuradas de otros barrios, también en proceso de degradación, como el Cabanyal. Uno de los problemas es el de los menores sin escolarizar. Teóricamente para afrontar estas situaciones, el barrio cuenta con un centro de Servicios Sociales del Ayuntamiento, inoperativo –según la asociación de vecinos- por la falta de personal. Otra de las lacras que sangra Barona es la de los desahucios. Los bancos, destacadamente el Banco de Sabadell, han acumulado pisos de personas que no han podido afrontar su hipoteca. “Las entidades financieras dejan abandonadas estas viviendas, y tampoco pagan los gastos de comunidad ni de escalera”, apunta Maica Barceiro, presidenta de la Associació de Veïns d’Orriols-Rascanya. Las bandas mafiosas llevan un control de las viviendas vacías y proceden a alquilarlas. De nada han servido las reuniones de la asociación vecinal con los bancos, la Concejalía de Servicios Sociales y la Policía Nacional. “Todos echan balones fuera”.
Algunas personas entran a vivir en las viviendas, y abonan el correspondiente alquiler, pensando que pagan a un propietario legal. En otros pisos habitan directamente los grupos mafiosos. La asociación vecinal ha denunciado casos en que se “pincha” la luz a vecinos de otras viviendas, lo que ha derivado en sanciones de Iberdrola que pueden alcanzar los 400-500 euros (la compañía ha reconsiderado finalmente estas sanciones debido a la presión ciudadana). También se apunta como causa del deterioro la ausencia de la policía de barrio (agentes de proximidad, que informen y ayuden a los vecinos, matizan estos, pues no se pide un retén de la policía local o nacional).
La policía de barrio no está en Barona desde octubre, cuando llegaron las bandas, pero sí que se mantiene en el resto de Orriols. “Al menos hay un piso controlado por las bandas mafiosas en todos los bloques de viviendas de Barona, e incluso tienen en sus manos fincas enteras”, asegura Maica Barceiro. Agrega que el problema trasciende la escala barrial: “Estas mafias se han organizado por toda la ciudad y se reparten las áreas de influencia”.
Se reúnen casi todas las condiciones para que se genere el polvorín: la zona más humilde de una barriada popular y obrera, donde más se han encarnizado los bancos con los desahucios (una de las zonas más castigadas de Valencia por las ejecuciones hipotecarias, y donde la PAH ha desarrollado una labor importante); con edificios de la década de los 50 (la mayoría de protección pública) que presentan graves problemas estructurales (por ejemplo aluminosis) sin que los vecinos, en muchos casos jubilados con rentas bajas, dispongan de recursos para la rehabilitación. A ello se agrega la ineficacia de los Servicios Sociales, “que han abandonado a su suerte tanto a las personas que han llegado de fuera, como a los vecinos del barrio”, explica la presidenta de la asociación vecinal. “Si no hay personal, que lo contraten”.
En periodo de crisis, austeridad y recortes, el tejido asociativo ha tenido que hacerse cargo de algunas necesidades perentorias, ante la inacción del Ayuntamiento. En un tradicional barrio de trabajadores, que se ha convertido en una barriada de parados, la Associació Veïnal d’Orriols-Rascanya ayuda en los trámites para que a los mayores se les dispensen las medicinas a coste cero; también en la tramitación de papeles para que las compañías eléctricas apliquen las bonificaciones en la factura de la luz, por el consumo de las bombas de oxígeno; en Orriols operan tres bancos de alimentos y un comedor social.
Pero la degradación y el abandono, una constante en los barrios de la periferia, dio en Barona un salto cualitativo hace siete meses. “Las mafias utilizan a menores para los hurtos y para intimidar a los vecinos; los utilizan como matones; debido a las amenazas, se genera una sensación de miedo en el barrio; hay casos en que a los vecinos les han esperado en los portales… Se sienten solos y no saben qué hacer; lo peor es que todo el mundo sabe quiénes son pero no podemos hacer nada”, afirma Maica Barceiro. En el barrio las opiniones sobre el modo de actuar están bien repartidas. Hay vecinos y comerciantes que piden la presencia de más policía. Otros piensan que deberían actuar los Servicios Sociales. En la parte “rica” de Orriols (la nueva zona residencial), muchos vecinos, comerciantes y grandes superficies prefieren que los problemas no se aireen para evitar una devaluación de los pisos o que se espante a una potencial clientela.
Un pequeño comerciante establecido desde 1990 en Barona señala la presencia de “una serie de familias desestructuradas y con menores sin escolarizar, que habitan en unas 50 viviendas del barrio”. Comerciantes y vecinos, asegura esta fuente, “llevamos más de dos años dirigiéndonos al ayuntamiento; también hemos hablado con la trabajadora social, que se desentiende del asunto”. En Barona, agrega, “hay un problema de convivencia, vandalismo y también de falta de limpieza viaria, que ha hecho que algunos vecinos y comerciantes hayan abandonado el barrio”. ¿Los problemas de Barona se afrontan con métodos represivos? “Éste es un asunto de Servicios Sociales, no de orden público, y que no se arregla con más policía”, afirma este comerciante. “Las cosas van a peor”, considera. “El ayuntamiento está dejando que se degrade el barrio”.
Como en la mayoría de las zonas periféricas, la suciedad campa por las calles. El comerciante entrevistado considera que la limpieza “ha aumentado algo” por la proximidad de las elecciones, pero –donde se ubica su negocio- ha habido periodos en que los servicios de limpieza han actuado una vez a la semana. “Esto no ocurriría en la calle Colón (zona comercial del centro de la ciudad) o en la finca donde vive la alcaldesa”, añade.
Barona tiene su contraparte, su fotografía en negativo. El “nuevo” Orriols cuenta con policía de barrio, limpieza adecuada y pisos vacíos que no acumulan los bancos por los desahucios de población trabajadora; tampoco hay viviendas en manos de mafias (como sucede en Barona), sino de las constructoras. En esta zona residencial la construcción de viviendas en los últimos años, debido a los movimientos especulativos, ha sido muy superior a la demanda.
Otro elemento de contraste lo representa el gran centro comercial “Arena”, emplazado muy cerca del barrio, y que según la asociación de vecinos consiguió los terrenos a “precios irrisorios”, cuenta con ventajas respecto a la apertura de horarios y se ha beneficiado de “facilidades y subvenciones”. Los vecinos constatan una clara discriminación si se traza una comparativa con la zona humilde de Orriols. “Tienen el apoyo del Ayuntamiento de Valencia y de la Generalitat; pero a las pequeñas tiendas de toda la vida no les ayuda nadie, hasta el punto de que muchas han de cerrar”. Al final, “todos ellos viven de nosotros”.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198841
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