No valen respuestas fáciles o estereotipadas. Esas, por ejemplo, que hablan de su maldad absoluta, odio diabólico o extremismo visceral.
Daesh (o Isis o Estado Islámico) es una creación colectiva de actores e intereses ocultos que va más allá de esa lujuria televisada de horror a base de vesanias y sevicias más que monstruosas. Esas imágenes tan gore“piden a gritos” venganza, una solución inducida que sale sola a la gente de bien al calor de su bienestar occidental.
La puesta en escena de Daesh es cuidada, sofisticadamente cutre, con decapitaciones y otras torturas físicas y psicológicas que jamás podrían lograr a largo plazo la aceptación ni de árabes laicos, ni de musulmanes, ni de otros apoyos o simpatías exteriores. ¿Por qué, entonces, esa escenografía tan drástica con ensañamientos especialmente crueles y repelentes? Al Qaeda, salvo excepciones puntuales, no llegaba a tanto.
Mentira colosal
Cuando la guerra de Irak, se montó una mentira colosal por parte de Bush, Blair y Aznar para demonizar a Sadam Hussein de modo total e irreversible, manteniendo que escondía armas de destrucción masiva y daba cobijo a terroristas. La falsedad de tal amaño mediático ha sido confirmada por los hechos posteriores. En aquella época, el mundo se movilizó en masa contra la guerra injusta sostenida por intereses espurios.
Aquella cruenta lección parece que ha surtido efecto y ahora es necesario para manipular a la opinión pública presentar a un enemigo lo más radical posible y exento de la más mínima consideración humana. De ahí, que Daesh se emplee a fondo en su interpretación alevosa donde las haya. Desde el nazismo y las dictaduras de Franco, Pinochet y Videla no se recuerda nada igual. Incluso trae a la memoria las hazañas de la Santa Inquisición cristiana y su cruzada irracional contra brujas que solo habitaban el subconsciente grosero de sus propios dogmas y miedos.
Da la sensación de que Daesh usa técnicas aprendidas en las cárceles alegales de Guantánamo y Abu Ghraib, donde el oscurantismo, el secretismo y las torturas campaban a sus anchas.
Hemos de recordar asimismo que muchos integrantes de Daesh fueron antiguos luchadores de facciones terroristas entrenadas por la CIA en Afganistán e Irak para servir a la geoestrategia de Washington contra el comunismo de la URSS y la influencia, presuntamente perversa, chiita de Irán. Es de dominio general el rumor extendido de que Arabia Saudí y las petromonarquías feudales del Golfo Pérsico entregan dinero bajo cuerda a diversas sectas o grupos islámicos irredentos para atizar diferencias en Oriente y debilitar, de esta forma, potenciales procesos democráticos, laicos o modernizadores en muchos países que pudieran osar competir contra la hegemonía occidental y el wahabismo de Riad.
Resulta curioso observar también como Israel, el gran adversario del mundo árabe en su conjunto, esté saliendo indemne de este conflicto internacional, ayudando incluso a la oposición siria a Assad en hospitales en suelo propio, curando con esmero las heridas de sus aliados de coyuntura. Sobre el Mossad, servicio secreto israelí, recaen asimismo sospechas más que fundadas de habilitar con medios materiales e instrucción bélica a diversas facciones terroristas de la zona.
Rusia entra en acción
Con la entrada en acción de Rusia la situación dio un vuelco muy importante. Fue el único país que empezó a bombardear con decisión y sin ambages posiciones de Daesh. Sin embargo, la OTAN, vía Turquía, le da un toque de atención derribando un caza ruso por razones más que discutibles, caso de ser ciertas: violar el espacio aéreo de Ankara. ¿Quién puede creerse tamaña estupidez o justificación en un vasto territorio en conflicto a varias bandas donde salirse o entrar en un país debe ser moneda corriente todos los días?
El avión ruso y el asesinato cobarde mientras caía del cielo de su piloto es una andanada dirigida hacia la estrategia tomada por Moscú. No te pases Putin que la cosa podría ir a mayores. No tomes decisiones unilaterales y antes de disparar mira hacia la Casa Blanca.
Daesh ha ido creciendo paulatinamente y de la nada ha tomado un inmenso territorio en Irak y Siria sin que las fuerzas occidentales dieran la voz de alarma mientras esto sucedía delante de sus pasivos ojos. Ante los hechos consumados y la imposibilidad de que los rebeldes sirios pagados y pertrechados por Occidente depusieran a Assad, EE.UU. y Europa toman cartas en el asunto, aunque tímidamente, bombardeando las ciudades controladas por Daesh pero dejando que el crudo fluyera ilegalmente y a un precio irrisorio, con la connivencia de Turquía, hacia postores no identificados: ¿países de la UE, Washington…?
También resulta curioso observar como Al Qaeda daba la sensación de ser un solo hombre, Osama bin Laden, figura en la que centraron su ira furibunda las tácticas de comunicación de Occidente. Una vez bien cebado el objetivo, se desató una lucha antiterrorista feroz con amplio recorte de libertades civiles y políticas, para posteriormente hacer desaparecer a Bin Laden de modo misterioso y nunca aclarado fehacientemente.
Renovar el miedo
Había que renovar el miedo de alguna manera inteligente y sutil. En esta ocasión, se presenta en sociedad un adversario colectivo, una ficción irregular pero con territorio delimitado y una saña y brutalidad extraordinarias. El salto cualitativo es evidente: estamos ante un enemigo con espacio fijo y con tentáculos en cualquier parte del mundo. Más poderoso que Al Qaeda; más monstruoso si cabe. Un enemigo plural sin rostro conocido.
Ante tanto delirio incongruente a veces puede pensarse que vivimos dentro de un guión absurdo salido de una mente enferma y desahuciada. Y, por su puesto, al tiempo que todo ello transcurre en una pantalla gigantesca y envolvente de atentados, decapitaciones, bombardeos, masacres y millones de refugiados a la fuga, las multinacionales de armamento y el neoliberalismo siguen realizando negocios y obteniendo beneficios sin parar. Con el mundo enjaulado, solo es posible trabajar, consumir y callar.
Daesh parece un guiñol teledirigido desde bambalinas que no hablan en público ni hacen política parlamentaria. Se trata de un peón que se mueve en un tablero complejo, recibiendo consignas contradictorias de amos muy poderosos que jamás darán la cara. Daesh es un salto cualitativo con respecto a Al Qaeda, una versión más coral del terrorismo de corte espectacular de nuestra era.
No es aventurado afirmar que Daesh tiene fecha de caducidad. Como la tuvo Bin Laden. Cuando ya no sea útil en la geoestrategia militar y política de alcance internacional será destruido o reconvertido en otra cosa. Otra cosa terrorista, por supuesto, con distinto nombre de marca. Habrá que darle vueltas a la creatividad para ver que sujeto nuevo emerge como campeón del pánico de masas.
Hasta que no se acaben las reservas de petróleo en Oriente Medio y Próximo, la religión y el terrorismo serán sabiamente instrumentalizadas a favor de los que tienen la sartén por el mango: EE.UU., la Unión Europea, Israel y Arabia Saudí. Rusia y China jugarán, por el momento, roles secundarios a no ser que la conflagración múltiple haga detonar una guerra abierta entre las mismas potencias en liza.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206216
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