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29 diciembre 2015

"Palestinizando" las luchas en Chile



MapuExpress

Escuchamos permanentemente que el conflicto palestino-israelí es complejo de entender. Que es bíblico, que es religioso, que los musulmanes no quieren convivir con los judíos y los cristianos, que criticar al Estado de Israel es antisemita y, en fin, un sinnúmero de palabrejas. Pero la cosa es más simple que lo que se nos cuenta: es un conflicto colonial, donde hay un Estado opresor y un pueblo oprimido. Y hoy día Israel controla el aire, el suelo, el subsuelo y el agua de toda la Palestina Histórica.

Tras años de un intenso lobby sionista, que incluso usó las muertes del holocausto para cobrar monetaria y éticamente a las potencias europeas el derecho del “pueblo judío” (visto desde la perspetiva de los judíos europeos) de tener un Estado propio, una resolución de la Organización de Naciones Unidas ordenó la “partición” de Palestina. Supuestamente, una parte iba a ser para los palestinos, la otra para los judíos. El año 1948, paralelo a la Declaración de Independencia de Israel, más de 800 mil palestinos fueron expulsados, iniciándose Al-Nakba (la catástrofe palestina).

Después de la guerra de 1967 (que enfrentó a Israel con Egipto, Jordania, Irak y Siria), Palestina comenzó a quedar más sola entre sus vecinos, por lo que, tras años de colonización, represión, apropiación, construcción de asentamientos ilegales por parte de Israel en un proceso paralelo de limpieza étnica y apartheid, se gestó la primera Intifada que se alzó en 1987.

Con métodos que evidenciaron la brutal disparidad que existía entre las piedras palestinas y los tanques israelíes en el campo de batalla, la Intifada de las Piedras logró que Israel reconociera al pueblo palestino y sus territorios.

La primera Intifada declinó cuando se anunciaron las primeras negociaciones que terminaron en los Acuerdos de Oslo. El mítico líder palestino, Yásser Arafat, lograba ponerse en la mesa de negociación con Israel, mostrando una primera dislocación entre el movimiento popular y las cúpulas partidarias. El resultado de las negociaciones fue un tongo, pues concluyeron a mitad de los años 90 dejando como saldo la perpetuación del régimen de expansión israelí en territorio palestino, con una vaga promesa de que en un futuro los palestinos tendrían su propio Estado.

Cinco años después, ante nuevas negociaciones entre las cúpulas, otro alzamiento popular cambió el escenario. La Intifada de Al Aqsa se había gestado tras años de represión, ocupación, colonización y construcción de asentamientos israelíes en territorio palestino. En paralelo, las negociaciones de Camp David, fracasaban pues Israel no reconocía el derecho de retorno de los palestinos de la diáspora.

Bastó que en Jerusalén, el entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon -quien después fuera primer ministro de Israel-, hiciera una visita provocativa el año 2000 a la Mesquita de Al Aqsa para que se desatara de inmediato la protesta popular de grupos musulmanes, pero que se extendió rápidamente de manera general entre los palestinos.

En esta segunda Intifada, los palestinos hicieron estallar bombas y otros armamentos de guerrilla, hechos que la propaganda sionista terminó por utilizar para justificar la construcción del muro del apartheid que tiene más de ocho metros de altura y que de paso va corriendo la inexistente frontera que Israel crea de facto expandiendo su territorio.

Luego de tres años de arresto domiciliario, Arafat murió envenenado en noviembre de 2004. Tras su gigantesco funeral, se evidenció que la promesa del Estado Palestino había sido una quimera, y que se había consolidado el régimen israelí por sobre el palestino. Junto a Arafat, la idea de un Estado Palestino había muerto.

Nace una nueva herramienta de lucha

Pero pese a la desolación palestina, lejos de victimizarse al estilo del sionismo con el Holocausto, el pueblo palestino levantó una nueva estrategia de resistencia amparada en el Derecho Internacional. Ahora, con métodos punitivos pero no violentos el objetivo es presionar a Israel a que cumpla con tres derechos básicos que le debe al pueblo palestino, específicamente: a) el derecho al retorno de los refugiados, b) que otorgue igualdad de derechos civiles a la población palestina que vive al interior de Israel, y c) que cumpla con el Derecho Internacional y las innumerables resoluciones de la ONU, es decir, que cese la ocupación ilegal de palestina y desmantele el muro del apartheid.

La Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (BDS) nació el año 2005 en el seno del pueblo palestino, y en más de diez años de resistencia no violenta, ha logrado corroer a Israel poco a poco. Tanto así que primero lo consideraron como una amenaza estratégica contra el Estado israelí, y luego, en noviembre del año 2015 abrieron un ministerio dirigido a frenar el BDS con un presupuesto de 26 millones de dólares.

El BDS ha sido fundamental para acompañar al pueblo palestino en la lucha por su liberación, y pese a lo que dice la propaganda sionista, esta campaña no es contra las personas, ni académicos, ni políticos, ni artistas, menos contra judío alguno, ni tampoco es antisemita. Más bien apunta a cortar los vínculos que se mantienen con el Estado de Israel como si fuera normal relacionarse con un opresor o con quien viola los derechos humanos. Pero también a presionar a que quienes tengan relación, tomen una posición clara respecto al pueblo palestino.

Hace varios años que en Chile venimos difundiendo esta campaña y funando a instituciones que promueven artistas, académicos y/o científicos financiados por el Estado de Israel. Algunos espacios culturales que han sido utilizados por la propaganda israelí han sido el Centro Cultural Gabriela Mistral, el Teatro Municipal o el Centro Cultural Palacio de La Moneda, entre otros.

Pero también la Universidad Católica de Chile y, ahora último, el DuocUC. Este año Israel pretendía presentarse impunemente como “el Modelo” en gestión hídrica y sustentable en un seminario financiado y organizado por un programa de su Ministerio de Economía que promueve la desalinización del agua de mar y tecnología para mejorar la gestión hídrica en la agricultura. Además, estaba apoyado por el gobierno chileno y la Sociedad Nacional de Agricultura -sí, los mismos que apoyaron la protesta de los camioneros y que buscan la paz en la Araucanía-. Es decir, el modelo colonizador basado en robar el desierto del Néguev, desalinizar agua de mar y luego enverdecer el territorio y alimentar a la población traída de afuera, ahora lo querían presentar a los chilenos como la solución a los problemas de la sequía… ¿quizás para que terminen de despojar al pueblo mapuche?

En la ocasión, la adhesión de más de 40 organizaciones ligadas a la defensa territorial y ambiental además de algunas propalestinas en Chile, así como la importante decisión del Movimiento Social por la Recuperación del Agua y la Vida de apoyar la iniciativa de denuncia de lavado de imagen israelí, fue clave para quitarle una vez más el piso a este tipo de estrategias que buscan profundizar la sobreexplotación de los bienes comunes y la naturaleza por medio de lo que se conoce como “las falsas soluciones” ambientales.

Solo como ejemplo de que efectivamente Israel intentaba “enverdecer” su imagen, es que ya en 1937 (diez años antes de la creación del estado de Israel) se había creado la empresa nacional de aguas israelí, Mekorot, evidenciando la necesidad de controlar los recursos hídricos para el proceso de colonización. Esta misma empresa, cuestionada por organismos internacionales por hacer un “apartheid del agua” al pueblo palestino, ha estado rondando a las autoridades de Quillota y la Región de Valparaíso ofreciendo asesorías o, directamente, negocios, ante la grave sequía que afecta la zona.

Como botón de muestra del manejo hídrico israelí es la situación que se vive en Ramallah, ya que allí mientras los colonos israelíes acceden a 300 litros de agua per cápita, los palestinos no pueden consumir más de 70, treinta menos que los recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Es más, desde 1967 ningún palestino ha podido construir su propio pozo, pese a que el año 2011 el ejército israelí demolió 89 estructuras palestinas de abastecimiento y almacenaje de agua. Y en Gaza, donde el bloqueo israelí es total, el 95% del agua no es apta para consumo humano porque tiene un alto contenido de minerales y contaminantes, por lo que el 26% de las muertes de los gazatíes está relacionada con los problemas de abastecimiento hídrico y las enfermedades que eso trae consigo.

Represión garantizada para otros proceso de colonización

Por eso, hemos insistido reiteradamente en que este conflicto colonizador israelí no está allá lejos en Palestina, sino que está acá pasando entre nosotros, estudiantes, ambientalistas, mujeres, mapuche, trabajadores, funcionarios, académicos, personas comunes y corrientes. Eso es lo que nos enseña el BDS, que hay vínculos locales que desmantelar con un régimen opresor acá al lado nuestro. De hecho, mucho del armamento que la policía chilena usa para reprimir al pueblo mapuche y a los estudiantes y trabajadores, ya ha sido probado en las incursiones militares israelíes en Gaza. Incluso, los drones que son probados en población palestina son más caros, están mejor considerados y tienen la garantía de ser efectivos, justamente por haber demostrado una gran destreza en el cielo de la cárcel a cielo abierto más grande del mundo que hoy es Gaza. Por eso también hemos denunciado el paso del Buque Escuela Esmeralda por puertos israelíes instando a cortar con los lazos en el negocio de las armas.

Por otro lado, la empresa de celulosa CMPC de la familia Matte produce Celulosa Kraft de eucaliptus en su planta Santa Fe ubicada en Nacimiento, región del Bio Bio, desde donde se envía principalmente al puerto de Lirquén. Desde ahí se embarca directo al puerto de Haifa en Israel exportando, según datos del año 2012, unos 29 millones de dólares equivalentes al 58% de las exportaciones de Chile a Israel.

Eso además de que mucha de la tecnología para mejorar la gestión hídrica que hoy se usa en la agricultura, fue creada para “re-poblar” el territorio de la Palestina Histórica. Obviamente, habría que ponerle ojo al proyecto de Bachelet de poner plantas desalinizadoras de agua de mar en cada región chilena para abastecer a la población (¡y no a la industria!) debido a la escasez hídrica que nos afecta de norte a sur, pues dicen que los maestros de esta tecnología se encuentran desarrollando tecnología al amparo del Estado de Israel para su proceso de colonización.

Finalmente, en Limache la bandera palestina flameó junto al movimiento Libres de Alta Tensión manifestándonos en contra de la generadora de energía israelí, IC Power, y así evitar de paso, la construcción del proyecto Cardone-Polpaico, el nuevo Hidroaysén que se configura desde Valparaíso hasta Atacama.

Se inició el boicot académico

Pero si hay algo en que realmente podemos decir que estamos avanzando, es en convocar a la comunidad de la Universidad de Chile, tanto a los estudiantes, como a los funcionarios académicos y no académicos, a adherir a esta campaña por los derechos humanos. Esto quiere decir, por un lado, cortar los vínculos que existen entre la Casa de Bello y las universidades israelíes que apoyan el régimen de apartheid, y por otro, apoyar la lucha del pueblo palestino en su proceso de liberación.

La mecha se encendió en la Facultad de Derecho con una manifestación en repudio a la conferencia del embajador israelí en Chile titulada “Israel en la ONU” que se mantenía en estricta reserva hasta unos días antes. Pese a la represión que se vivió al interior de la Universidad a vista y paciencia de algunos académicos, el BDS entró liberando espacios de discusión respecto de Israel, el pueblo palestino y el propio BDS como método de lucha que se prolongó durante meses, incluso con una votación de los estudiantes rechazando otra venida de algún representante de Israel.

Es que cuando se levanta la voz por el pueblo palestino, se suele incomodar, porque es una situación que ya parece demasiado normal. Sin embargo, los argumentos caen siempre a favor del oprimido.

Por eso, el BDS convoca a palestinizar las luchas, pero no desde “lo palestino”, sino desde la universalidad que representa la lucha por la vida. Si bien, el pueblo palestino enseña que vivir sin Estado es posible, también nos muestra cómo sostener una bandera por sobre los muros de la opresión.


Javier Karmy, integrante del Grupo de Acción por Palestina (GAP)



http://www.rebelion.org/noticia.php?id=207224

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