El Telégrafo
Los últimos dos meses han sido caracterizados por novedades cruciales en el seno del oficialismo. Los relevos ministeriales siempre son reveladores del rumbo del Ejecutivo, aunque no necesariamente reverberaciones directas del currículum del nuevo ministro. La exégesis de las designaciones puede ser un ejercicio falaz si no se toma en cuenta el contexto en el que toman lugar.
En cuanto a la política económica, mi conclusión general es que sigue siendo un terreno de disputa, aunque con un deslizamiento hacia posiciones más conservadoras que viene durando desde hace un par de años por lo menos. Hablar de derechización tout court, como recientemente lo hizo el editorialista Felipe Burbano, captura algunos elementos, pero se trata de una generalización políticamente interesada. En este sentido, Vinicio Alvarado -designado en octubre como ministro de Producción- no es un perfil particularmente heterodoxo, pero representa una mediación centrista entre los intereses del Estado y los del empresariado nacional. La salida de Nathalie Cely sí significa en cambio la derrota de la agenda más desfachatadamente promercado. En la óptica de Correa, Alvarado frenaría esa pulsión sin asustar a los empresarios.
En la elección de Sandra Naranjo como secretaria de Senplades hay dos aspectos. Por un lado, resulta sorprendente que, después de la investidura política otorgada a esta entidad en ocasión del Diálogo Nacional, se escoja como su rectora a un cuadro de perfil meramente técnico. Parece bastante indisputable que en la geopolítica interna al Ejecutivo, se ha neutralizado uno de los bastiones de la izquierda de Gobierno. Por el otro lado, el perfil de Naranjo podría responder a la necesidad de mejorar la calidad de la inversión en una época de vacas flacas como la actual, a sabiendas, además, que buena parte de la inversión pública de los últimos años no ha sido absorbida por la economía en la forma de mayores emprendimientos, fortaleciendo más bien la inclinación hacia un híperconsumismo poco productivo.
Para contextualizar ulteriormente los relevos en el marco de la política económica, es fundamental enfocarse en algunos de los últimos desarrollos. En cuanto al sector financiero, el Gobierno ha venido haciendo concesiones bastante vistosas para dar mayores márgenes de utilidad al sistema. En particular, se ha permitido el alza de varias comisiones por servicios financieros, especialmente en el uso de cheques y tarjetas, y se estarían ventilando, además, otras novedades. Se trata de una clásica disyuntiva que presentan las crisis: los banqueros protestan por la baja de sus utilidades y amenazan con cerrar la llave del crédito. O se los ‘contenta’ o se radicaliza el proceso. Correa, al parecer, ha optado por lo primero.
Por otro lado, permanecen áreas en las cuales la acción del Gobierno se mantiene progresista. La reforma que busca luchar contra la elusión del impuesto a la herencia es seguramente beneficiosa, así como lo son las salvaguardias que procuran proteger la industria nacional y hacer una mejor gestión de la balanza de pagos. La continua búsqueda de financiamiento para el presupuesto del Estado y su programa de inversión (incluso cuando no será tan ambicioso como años atrás) también revela la faceta antiausteridad y es bienvenida, siempre y cuando no exponga al país a una tendencia poco manejable de endeudamiento y no nos haga regresar a la época del condicionamiento, como podría ocurrir si se vuelve a golpear las puertas del FMI.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=206302
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