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El esperado anuncio de un próximo viaje del presidente Obama a la Habana en marzo es expresión de la voluntad en la Casa Blanca de consolidar la nueva política hacia Cuba como legado de la administración en política exterior.
Los mayores paralizantes del cambio en la política estadounidense hacia Cuba desde la rama ejecutiva son hoy la falta de prioridad en los niveles intermedios de la burocracia, cuando queda menos de un año para el cambio de gobierno, y el carácter limitado de los paquetes de apertura que el ejecutivo ha ido aprobando para desmontar el curso de aislamiento y hostilidad. Una visita del presidente Obama a Cuba atendería de manera sustantiva esos dos problemas.
A estas horas del juego, a nivel legal, el gobierno de Obama ha lanzado paquetes de desmontaje del embargo/bloqueo que ofrecen sustanciales incentivos a diferentes sectores de la sociedad estadounidense para sumarse al acercamiento con Cuba.
Las licencias anunciadas el último 26 de enero por ejemplo, abren avenidas importantes al comercio y los viajes entre los dos países pues aflojan la premisa de denegación de estas actividades que ha caracterizado la política estadounidense. Las órdenes ejecutivas presidenciales ya autorizan un espectro amplio de transacciones con Cuba en tanto las ventas “respondan a las necesidades del pueblo cubano”- según lo decida el Departamento de Comercio.
Aunque todavía persisten importantes distancias del ideal de un comercio bilateral de dos vías, es posible ya usar crédito privado en transacciones con Cuba, y vender a las empresas del Estado cubano, que son piezas importantes de este rompecabezas pues controlan el comercio exterior de la isla.
Una excepción a estas licencias es la venta de productos agrícolas a Cuba que aunque crecieron en la década pasada, han decaído pues los créditos están prohibidos para esta específica transacción bajo la ley de Reforma a las Sanciones Comerciales y de Expansión de las Exportaciones.
En términos de viajes a Cuba, una gran limitación para los contactos pueblo a pueblo siguen siendo los costos de los paquetes organizados en grupo, un requerimiento legal que sigue presente. Si esa regulación cambia y la licencia general para viaje no turístico se extiende a iniciativas individuales, el potencial de viajeros a la isla se dispararía, forzando una aceleración de la apertura al sector privado y la inversión extranjera allí.
Ya hoy no hay suficientes bares para tomar mojitos en la Habana, ni tríos para cantar la Guantanamera, ni habitaciones hoteleras para el aluvión de turismo que llega. Algunos alimentos han aumentado de precio a pesar de no haber caído su oferta ni producción. La explicación podría ser que el mayor poder adquisitivo de los turistas dispuestos a pagar más, está halando gran parte de la producción disponible.
Si el presidente Obama quiere ayudar a la reforma de la economía cubana, debería mover ficha en el área de los viajes. Ya esta tarde para las vacaciones de primavera, pero si cambia las regulaciones para Mayo-Junio, podría poner al gobierno cubano ante el dilema de abrirse mas como respuesta ante un shock positivo de viajeros o cerrarse y pagar el costo político.
El impacto en EE.UU también seria sustantivo pues tras su viaje muchos norteamericanos querrán conocer la isla de primera mano, poniendo mayor presión contra las sanciones económicas y prohibiciones de viaje vigentes.
El viaje del presidente Obama a Cuba también puede acelerar el desmontaje de las sanciones financieras. El Departamento de Tesoro tiene todavía mucho que cambiar en términos de su aplicación de multas a bancos extranjeros y el presidente Obama puede crear una licencia general que autorice el uso del dólar en las transacciones con Cuba para todas las instituciones financieras estadounidenses. Sin un cambio de esa envergadura muchas de las nuevas dinámicas se quedan cortas, y bajo la espada de Damocles de una sanción no prevista.
Sin rebajar la importancia de esas limitaciones, y que EE.UU se ha abierto muy poco a potenciales exportaciones desde Cuba, el hecho más relevante es que la administración ha abierto un importante boquete de mercancías elegibles para vender a Cuba legalmente y ha ampliado la posibilidad de viajar para miles de estadounidenses.
Sin embargo tales cambios legales requieren de un espaldarazo político que altere la inercia de los funcionarios, empresarios y consejeros legales corporativos todavía paralizados en la premisa de denegación de comercio, como piedra angular de la política hacia Cuba, antes del 17 de Diciembre de 2014. Es allí donde la visita del presidente Obama puede marcar una diferencia sustancial.
Contrario a los que recomendaron al presidente Obama ir al final de su mandato, tras culminar el ciclo electoral, la Casa Blanca ha decidido usar la relevancia en política exterior que todavía la primera magistratura tiene en el último año de su mandato. El presidente Obama sabe que el desmontaje del embargo es una tarea a medio terminar, y que si no le da impulso al curso de política adoptado, no lo podrá hacer irreversible frente a las posiciones de varios candidatos republicanos con sustanciales posibilidades de alzarse con la nominación, como Marco Rubio, Ted Cruz, o incluso Jeb Bush.
El tiempo de la visita es relevante en los relojes de la política cubana y estadounidense. Será a finales de marzo, antes del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba, el encuentro de la élite dominante, donde se deciden los cursos políticos para los próximos cinco años, mientras se gestiona la primera transición inter-generacional en la cúspide post-revolucionaria.
La lógica de Obama es notificar a las nuevas generaciones en las elites y la sociedad cubana, que un mundo de cooperación entre Cuba y EE.UU es posible. La visita es un reconocimiento a la resistencia nacionalista cubana contra la política de embargo/bloqueo y un anuncio de que sectores de poder estadounidense conciben la posibilidad de acomodar al nacionalismo cubano dentro de un orden internacional liberal bajo liderazgo norteamericano.
La visita tiene también una proyección al interior de los Estados Unidos pues llegará justo después de las primarias de la Florida, bañando con tema cubano un área en la que la política del presidente es muy popular entre el público norteamericano. No se trata de una visita como la de Nixon a China, pues el presidente no tiene el pedigrí de furibundo anticomunista de su antecesor, pero sí se proyectará una imagen distinta sobre Cuba a la prevaleciente en las coberturas de hostilidad.
Visitas como estas han dado un espaldarazo desde el poder a los llegados a última hora. Huelen negocios y menores riesgos de castigos por parte de los pasionales de la hostilidad. La imagen de Obama en Cuba notificará de su derrota a los adversarios del acercamiento, sembrando un mayor desasosiego entre ellos. En política, lo primero que se pierde es la voluntad de vencer.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209112
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