Seis meses después de asistir a unas elecciones generales que modificaron el tablero político imperante desde 1978, los españoles regresan este domingo a las urnas ante la incapacidad de conformar un gobierno.
Tras varias décadas de bipartidismo sustentado en los partidos Popular (PP) y Socialista Obrero Español (PSOE), el país se interna de nuevo en un difícil escenario, donde el desenlace sigue siendo un acertijo que las urnas -o los pactos posteriores- deberán desentrañar.
A principios de mayo, el rey Felipe VI ordenó la disolución de las Cortes Generales (parlamento bicameral) y la convocatoria a nuevos comicios, tras el fracaso de las negociaciones para nombrar al nuevo inquilino del Palacio de la Moncloa, sede del poder central.
Entonces, el monarca firmó el decreto que dio por finalizada la legislatura más efímera de la democracia española, ante la ineptitud de los partidos políticos para pactar un ejecutivo luego de las generales del pasado 20 de diciembre.
Se trata de la primera vez que los ciudadanos asisten a una repetición de elecciones por la falta de acuerdo entre las agrupaciones con representación parlamentaria para investir un gobernante.
La ordenanza suscrita el 3 de mayo por el también jefe del Estado estableció que las nuevas Cortes Generales (Congreso de los Diputados y Senado) se constituirán el próximo 19 de julio.
La gran incógnita es si los resultados de este domingo arrojarán o no un panorama lo suficientemente diferente al de diciembre, como para que los políticos puedan desatascar esta vez lo que fueron incapaces de acordar en poco más de cuatro meses.
Según la mayoría de las encuestas, la parálisis institucional podría no terminar este 26 de junio, al pronosticar una fragmentación de votos similar a la de las anteriores generales, cuando ningún partido consiguió la mayoría necesaria para formar gobierno.
Esos sondeos vuelven a colocar al conservador Partido Popular (PP), del presidente del Ejecutivo en funciones Mariano Rajoy, como fuerza más votada, aunque sin los escaños suficientes en el Congreso de los Diputados para permanecer otros cuatro años en la Moncloa.
Rajoy, que en diciembre no logró aliados para perpetuarse en el poder, apeló una vez más a la campaña del miedo ante la posibilidad de que la izquierda pueda volver a bloquear su reelección.
Aunque casi todos los estudios demoscópicos predicen que los resultados de esta segunda vuelta no serán muy diferentes a los de hace seis meses, cuando ninguna fuerza alcanzó la ansiada hegemonía parlamentaria, la mayor preocupación para los conservadores es la coalición Unidos Podemos.
Esa alianza, sellada entre el partido emergente Podemos e Izquierda Unida (IU), se convirtió en la novedad de esta contienda.
Unidos Podemos, que tiene a Pablo Iglesias como candidato a la presidencia del Gobierno, arrebataría el segundo puesto al PSOE de Pedro Sánchez, que durante más de tres décadas se alternó el poder con el PP en el conocido como bipartidismo español.
La agrupación de derechista Ciudadanos (C’s), liderada por Albert Rivera, preservaría la cuarta posición obtenida en diciembre, cuando firmó un polémico pacto con el PSOE que fracasó en su intento de investir a Sánchez como mandatario, debido a la falta de apoyos parlamentarios.
A juicio de analistas, el posible descalabro de los socialistas obligará a Sánchez a elegir entre gobernar con Unidos Podemos -juntos superarían a una hipotética asociación PP-C’s- o facilitar la reelección de Rajoy, dos opciones que el candidato socialdemócrata descartó durante la campaña electoral.
Su probable derrota frente a Iglesias no solo pondría en una situación comprometida a la centenaria organización, sino que supondría la casi segura muerte política del actual secretario general del PSOE.
PL
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