Por Marcelo Justo
Hace años, un prestigioso especialista británico en América Latina, Victor Bulmer Thomas, me habló de los paralelos que encontraba entre Gran Bretaña y la Argentina del siglo XX. Una de las cosas que más le impresionaba a este académico, autor de “The Economic History of Latin America Since Independence” y otros títulos sobre la región, era el mito en ambos países de una época dorada y perdida: la identidad nacional atrapada en esa sensación de nostalgia. El Brexit y la elección de Mauricio Macri en noviembre pasado permiten encontrar nuevas similitudes entre ambas sociedades.
1. Voto ajustado, sociedades polarizadas. La victoria del Brexit fue ligeramente más holgada que la de Mauricio Macri en la segunda vuelta.
Macri obtuvo un 51,34 por ciento de los votos contra el 48,66 por ciento de Daniel Scioli: una diferencia de 680.607 votos. Los Brexit obtuvieron un 51,9 por ciento contra un 48,1por ciento de los pro-europeos: más de un millón de votos de diferencia. En ambos casos la campaña mostró a sociedades divididas en mitades irreconciliables. El lector dirá con razón que esto sucede siempre en votaciones entre dos partes a todo o nada, sean segundas vueltas electorales o referendos. Pero aguánteme unas líneas y verá que el paralelo se extiende tanto que Brexit y macrismo hasta usan casi literalmente las mismas palabras.
2. El voto castigo y alternativo. En la victoria de Macri hubo un voto netamente antikirchnerista: muchos capaces de votar al diablo antes que a un candidato K. Curiosamente alguien con el historial de Macri, representó para ciertos sectores un voto alternativo y de protesta. En el Brexit se produjo el mismo fenómeno. Representantes del más rancio pensamiento de derecha –desde el ex alcalde Boris Johnson o el ministro de Justicia Michael Gove hasta el líder del xenófobo UKIP, Nigel Farage– se presentaron como símbolos del voto antiestablishment capaz de dar voz a los más postergados. En el cinturón industrial del Norte de Inglaterra, históricamente laborista, los votantes se inclinaron por el Brexit. En algunas villas miserias y en la provincia de Buenos Aires sucedió algo similar con el macrismo. Dado el éxito del multimillonario Donald Trump en Estados Unidos con una fórmula parecida habría que preguntarse si estamos ante una tendencia profunda en las democracias occidentales.
3. Los arrepentidos y el Hashtag. Con los antecedentes políticos de los ganadores tanto allá como acá, apenas sorprende que muy pronto aparezcan una gran cantidad de votantes arrepentidos. En el Reino Unido se popularizó esta semana el hashtag #regrexit (amalgama de regret –lamento– y Brexit). En los medios aparecieron numerosos votantes que dijeron que habían votado contra el gobierno y que jamás habían pensado que ganaría el Brexit. El caso más asombroso es el del ex editor del The Sun, el furiosamente antieuropeo Kevin Mc Kenzie, quien confesó este miércoles que sentía el arrepentimiento del que compró algo que no quiere (“buyer’s remorse”), y la sensación de que hay que tener cuidado con lo que uno desea. “Tengo miedo a lo que se viene: ¿acaso soy el único?”, confesó. También en Argentina aparecieron muy pronto arrepentidos del voto a favor de Macri. A pocas semanas de su asunción estaba la campaña en Facebook “yo voté a Macri y me arrepiento”, el célebre tuit de la periodista deportiva Mona Mosi (“oficialmente despedida. Yo voté el cambio y me la estoy comiendo doblada”) y numerosos videos que daban cuenta de un arrepentimiento inútil (¿buyer’s remorse?). El paralelo se extiende asombrosamente a un equivalente nacional del editor del The Sun: el conductor radial Baby Etchecopar.
4. Adiós a las promesas de campaña. El voto antiestablishment de Macri y de los Brexit se sostuvo con promesas y pegadizas consignas de campaña. El hallazgo más brillante de Cambiemos fue la Pobreza Cero, una manera de robarle la bandera de la justicia social al kirchnerismo y sacarse al mismo tiempo el tufillo a derecha. En el caso del Brexit, un tradicional autobús rojo de doble piso recorrió el Reino Unido con la siguiente consigna que repetían sus políticos en cada entrevista: “We send the EU 350 million pounds a week. Let’s fund our NHS instead”.
La promesa se basaba en una mentira abierta porque la contribución real británica era la mitad, pero el mensaje de fondo era que –millones de libras más o menos– el dinero ahorrado iría a financiar al estatal Servicio Nacional de Salud (NHS). El macrismo en Argentina y los Brexit en el Reino Unido ya dieron marcha atrás con sus promesas y eligieron la misma palabra de raíz latina para justificar el cambio. Las promesas eran “aspiraciones”, señaló el jefe de Gabinete argentino, Marcos Peña Braun. A unos 10 mil kilómetros de distancia su colega Brexit, el ministro de Salud, Chris Grayling, indicó ayer que la inversión de lo ahorrado en el servicio nacional de salud era “aspirational”. ¿Diferencias entre ambos? Sí, en la televisión británica y otros medios cuestionaron duramente a Grayling y le recordaron palabras textuales de la campaña, algo que dejó al ministro de salud sin respuesta. Nada equivalente en Argentina.
5. El proyecto del miedo. El macrismo y los Brexit acusaron a sus rivales de querer intimidar al electorado con una “campaña del miedo”.
En el debate presidencial Mauricio Macri le dijo a Daniel Scioli que parecía un columnista de 6,7,8 por decir que él iba a devaluar, los precios se iban a disparar y el empleo de muchísimos argentinos estaba en peligro. Los Brexit también atacaron a los pro-europeos por lo que denominaron project fear. En el caso argentino, la presunta “campaña del miedo” se quedó cortísima respecto a la realidad que vive el país a poco más de seis meses de electo Macri. En el caso británico, hubo exageraciones apocalípticas de algún que otro ministro de David Cameron, pero las mayoría de las predicciones se cumplieron puntualmente: volatilidad de la libra esterlina, desplome de la Bolsa, la incertidumbre generalizada y la muy probable recesión que hoy admiten algunos de los Brexit, entre ellos el más rabioso de todos, Nigel Farage.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303279-2016-07-03.html
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