No puede hablarse de socialismo donde la democratizaión del capital no es la piedra angular de la transformación de las relaciones sociales de producción.
La vivienda y el transporte de pasajeros, exactamente como la salud y la educación constituyen derechos humanos básicos.
Así indica el acervo civilizacional que recogen en sus leyendas, principios y agendas las organizaciones internacionales rectoras del debate y las proyecciones en materia de derechos humanos.
La salud, la educación, la vivienda y el transporte de pasajeros quedan por principio democrático fuera de la economía de mercado. Ni la propiedad privada ni las leyes del lucro pueden ni definir ni imponer las reglas excluyentes de la competencia mercantil en estos cuatro pilares del desarrollo humano.
Llegados a este punto es preciso dejar sentado el imperativo socialista: es el estado el que ha de garantizar tales servicios refrendados constitucionalmente. La realización de dichos postulados se da bajo dos principios irreductibles: (1) acceso universal y (2) alta calidad.
No es el estado capitalista capaz de garantizar la integridad de estos cuatro factores socioculturales. Por la sencilla razón de que el estado capitalista permanece en función de los intereses del capital privado. En el estado clasista el desarrollo social se da como un vector resultante marginal y no como componente democrático del carácter del estado. La sociedad lucha por derechos humanos y la inclusión participativa contra las políticas del estado del capital. La lucha es antagónica. Puesto que para el estado capitalista todo gasto en los servicios públicos universales constituye un costo y no una inversión social. No se trata del principio sano y apropiado de la eficiencia económica en la explotación de los recursos físicos y financieros, sino de la rentabilidad del capital que no ha dejado de ser esencialmente rivado.
El precedente de la Revolución
La revolución política cubana desencadenada en 1959 instaura un estado que rompe con la condición clasista burguesa del estado capitalista. El capital criollo y transnacional que domina la economía y la propiedad y las relaciones sociales de produción e intercambio se nacionaliza y pasa a ser propiedad del nuevo estado. El movimiento revolucionario popular nacionalista que asume el poder del estado plantea una transformación social sin precedentes en la historia de Cuba. Pronto el programa de inclusión y desarrollo social se destaca como el más avanzado en América Latina por su alcance y el concepto de igualdad social.
La salud y la educación son declarados derechos humanos universales y la inversión del estado en su desarrollo se torna prioritaria. El programa de alfabetización masiva y seguimiento escolar a la par de la proyección de un sistema de educación avanzado junto a la organización de un modelo de atención a la salud eminentemente social y extendida proyección técnica y profesional hacen de Cuba una referencia mundial. Son dos factores claves del desarrollo humano y la modernidad civilizatoria. Atrás queda como de un “plumazo” de la voluntad política el cuadro de subdesarrollo social, exclusión y pobreza prerrevolucionaria. La transformación social despega el país y su sociedad de la condición neocolonial de atraso y sometimiento de las sociedades encapsuladas en la denominación de “tercer mundo”. Cuba da un salto de magnitud.
¿Es socialismo lo que viene a instalarse en Cuba?
Decididamente no. Es una transformación social que no revoluciona los fundamentos del modo y las relaciones de producción capitalistas. El capital siendo un producto del trabajo social no se socializa, sino se estataliza. La relación del trabajo asalariado cambia de “patrón”, pasa del dominio del propietario privado del capital al dominio del propietario monopolista estatal. El trabajador sigue siendo un asalariado del capital.
No puede hablarse de socialismo donde la democratizaión del capital no es la piedra angular de la transformación de las relaciones sociales de producción.
El estrangulamiento del trabajo libre asociado no mediado por la relación de dependencia asalariada trunca la emancipación del trabajo y del trabajador. La condición de alienación socioeconómica de los trabajadores se planta como el factor inhibitorio de las relaciones socialistas de producción. El monopolio estatal del capital le asegura al estado la acumulación neocapitalista y el poder absoluto sobre la sociedad. El pueblo deja de ser sujeto revolucionario del cambio sistémico para convertirse en objeto del poder antidemocrático del estado.
De esta manera se construye el poder político del “nuevo” estado cubano. No hay democracia participativa protagónica, sino dominio del estado de la burocracia que lo administra. Propiedad estatal del capital, acumulación centralizada en pronunciado detrimento de la partipación de la remuneración del trabajador en el valor adicional del trabajo y el monopolio económico empresarial bajo la hegemonía de las relaciones de trabajo asalariado vienen a componer lo que se ha de identificar comoneocapitalismo de estado. En esta conceptualizaión política no hay dudas ni teóricas ni provenientes de la práctica del estado cubano.
El “modelo” funciona bajo un sistema político de partido-único que ejerce el dominio, no la hegemonía según certeramente aboga Gramsci, puesto que no hay otras fuerzas políticas con derecho a participar en la democracia neoburguesa en que se soporta el neocapitalismo de estado.
El dogma de la llamada dictadura del proletariado le permite al partido único auto reconocido por increíble que pareza como “comunista” el ejercicio del poder absoluto sobre la sociedad y el sistema socioeconómico. El parlamentarismo deja de ser expresión y espacio político de democracia protagónica del pueblo y se convierte en instrumento del partido único. El voluntarismo y la ineficiencia del Gobierno se tornan patológicas y recurrentes. No hay ideas transversales ni dialética materialista mediadora del debate y las deisiones. El “modelo” no es un sistema inteligente capaz de aprender bajo el pensamiento crítico independiente de la sociedad. La sociedad en realidad no se expresa, sino como correa de trasmisión del pensamiento único estatal-partidista. Esto no es una exégesis sin asidero en la realidad. Después de medio siglo de impertubable imposición el “modelo” cae en definitiva bancarrota socioeconómica. En la apreciación tardía de Fidel Castro “ya no le sirve ni a los cubanos”. El partico único por supuesto no reconoce la bancarrota política. Ha venido llamando socialismo al neocapitalismo de estado, y ahora que ese socialismo ya no le sirve ni a los cubanos, no se plantea la crítica desde el materialismo dialéctico, sino que se aferra a la lógica del poder indivisible y proclama la “actualización socialista”.
Los mismos irreformables actores, dirigentes inamovibles durante medio siglo y las mismas mentes dogmáticas responsables del quiebre definitivo del tozudo “modelo”, definen que la cura es el reformismo económico. No se irá a las raíces contrariamente a como Marx y Martí mandan. Se acicala el mismo perro con otro collar. Pero esta vez el collar es de naturaleza abiertamente anti socialista. El neocapitalismo de estado asume la doctrina del socioliberalismo economicista. Así lo he analizado en profundidad y puesto en evidencia irrebatible en más de un ensayo crítico.
El paradigma socialista
Socialismo es democratización de las relaciones sociales de producción. Socialismo no es productivismo ni crecimiento económico. La construcción del socialismo no es construcción de viviendas ni solución avanzada al transporte de pasajeros, como tampoco lo es el desarrollo en sí mismo de la salud y la educación públicas.
El socialismo lucha por establecer un modo de producción fuera de las relaciones asalariadas del trabajo. Esa es la fuente de la emancipación del trabajo y de los trabajadores y por ende de la sociedad. Esa es la fuente de la socialización del capital. Esa es la fuente de la democracia socialista.
Las relaciones sociales de produción libres y cooperativas definen el paradigma socialista. Puesto que establecen los fundamentos materialistas de la democracia socialista. El cooperativismo es solidaridad social y participación protagónica del trabajo. Justo la antítesis del capitalismo.
La naturaleza socioeconómica del paradigma cooperativo de las relaciones sociales de producción crea las condiciones sistémicas para el cambio de paradigma de la acumulación de capital. El trabajo social crea capital social. El trabajo asalariado crea capital privado. El neocapitalismo de estado se apropia del capital así como lo hacen los propietarios privados. El estado neocapitalista cubano aumenta la tasa de explotación del trabajo del mismo modo que lo hace la propiedad privada. En manos de los trabajadores queda cada vez menos valor del trabajo. La participación de los salarios en el producto interno bruto se mantiene a la baja absoluta o relativa. La acumulación es de carácter capitalista. El trabajo cooperativo asociado rompe con ese paradigma. Crea el fundamento del protagonismo socioeconómico de la sociedad. Con base en ello la libertad y la responsabilidad social por la auto sustentación de la producción y el bienestar de los trabajadores asociados y las comunidades se hacen realidad.
Cuando en el ocaso de su vida V. I. Lenin advierte la contradicción y el peligro para el socialismo del neocapitalismo de estado que viene a reforzar las relaciones sociales del modo de producción capitalista, y que su expresión política es la deriva hacia un estado de la burocracia, analiza y escribe sobre el cooperativismo como el modo de produción socialista. La asociación libre de trabajadores cultos en unidades de producción cooperativas es la expresión materialista del socialismo. El partido único “comunista” soviético desestima la visión y las recomendaciones de Lenin. No habría cambio sistémico. Entre el caudillismo del poder político centralizado y la gran burocracia del neocapitalismo de estado el proyecto socialista no se desarrolla, se asfixia. Bastarán apenas 70 años para que la plena restauración del capitalismo se materialice. El proceso contrarrevolucionario ha sido posible por el caldo de cultivo de la alienación del trabajo asalariado, el carácter totalitario del estado y la ausencia de democracia.
Pero las relaciones sociales de producción del trabajo cooperativo asociado se siguen desarrollando. Así lo indica la experiencia en la organización democrática de las sociedades, allí donde en condiciones aún capitalistas se abren espacios de participación social y determinaciones de nuevos y altos estándares de calidad de vida material y cultural. Son espacios decisivos de cara a la transformación postcapitalista de la sociedad. Es en dicha realidad que la OIT secunda la meridiana Declaración de Cartagena de 2005 de la Alianza Cooperativa Internacional ACI.
Las cooperativas de trabajo asociado – define la ACI: “Tienen como objetivo crear y mantener puestos de trabajo sustentables, generando riqueza, para mejorar la calidad de vida de los socios trabajadores, dignificar el trabajo humano, permitir la autogestión democrática de los trabajadores y promover el desarrollo comunitario y local”.
“En el contexto de las relaciones con el Estado es importante destacar la directriz de la Recomendación 193 de la OIT sobre la necesidad de esfuerzos para consolidar un área distintiva de la economía que incluya las cooperativas.. Es un área en que la ganancia no es la primera motivación, y que es caracterizada por la solidaridad, la participación y la democracia económica”. Hablamos de economía social, la proyección anticapitalista de la economía.
El movimiento cooperativo es “proponente de una de las formas más avanzadas, justas y dignas de relaciones de trabajo, de generación y distribución de riqueza, y de democratización de la propiedad y de la economía” – afirma la Declaración de Cartagena.
La modelación de la sociedad de productores libres asociados exige que las empresas cooperativas “sean autónomas e independientes, ante el Estado y terceros, en sus relaciones de trabajo y de gestión, y en la disposición y manejo de los medios de producción”. Tal condición puntualizada por la ACI es decisiva para el desarrollo eficiente del trabajo cooperativo. El sistema de producción bajo el cooperativismo adquiere carácter horizontal haciendo del trabajo, la producción y la comercialización relaciones transversales eminentemente socializadas.
Los valores cooperativos son: “autoayuda, responsabilidad personal, democracia, igualdad, equidad y solidaridad, y una ética fundada en la honestidad, transparencia, responsabilidad social e interés por los demás” (R 193 OIT, art. 3 a).
El entramado organizativo y funcional del trabajo cooperativo asociado ha aprendido a estructurar formas superiores de cooperativismo empresarial. La sociedad de trabajo cooperativo ha de fomentar “las organizaciones de representación de las cooperativas de trabajo asociado a nivel local, nacional, regional e internacional, y la cooperación entre ellas, y apoyar la creación de entidades de segundo grado, de agrupaciones y consorcios empresariales y acuerdos socioeconómicos conjuntos entre cooperativas, para proporcionar servicios empresariales eficientes, reforzar el movimiento cooperativo, y actuar hacia un modelo de sociedad caracterizado por la inclusión social y la solidaridad” – estos son conceptos que establece la Declaración de Cartagena para el movimiento cooperativo mundial.
La construcción de viviendas bajo un programa nacional asistido por el estado (en el soporte financiero y el comercio mayorista de insumos de avanzada tecnología), de hospitales y reparaciones integrales de los construidos y en deterioro e incluso en la partipación de la construcción de infraestructura vial, son espacios por excelencia para las empresas cooperativas de trabajo asociado a lo largo y ancho del país. Conocemos que el coeficiente de multiplicación del efecto productivo en la construcción civil potencia el desarrollo de múltiples empresas pequeñas y medianas cooperantes especializadas en disntintos segmentos de la cadena productiva. El desarrollo de un amplio y potente sector PYME cooperativo vendría a estabilizar el empleo, garantizando no menos del 70% de los puestos de trabajo en la economía. Este mercado de trabajo social adquiere independencia y dinámica propia. Esa sinergia de la producción moverá el crecimiento económico en la dirección adecuada.
Cuba debería de ser una isla de trabajo cooperativo asociado, si de relaciones socialistas de producción se trata. Es en Cuba donde actualmente se dan las premisas para pasar a la forma superior de relaciones sociales de producción que implica el trabajo cooperativo asociado. La organización del trabajo cooperativo como forma esencial de las relaciones sociales de producción tiene en Cuba el entorno de la estructuración universal de los servicios de salud y educación garantizados por el estado. Ello le da al país una ventaja sistémica para el funcionamiento integral de la sociedad del trabajo asociado.
Sin embargo, estamos ante una paradoja profundamente anti marxiana y anti socialista. ¿Cómo es que los trabajadores de los países capitalistas y las organizaciones sociales identifican la forma no-capitalista de relaciones sociales de producción y van avanzando hacia zonas de poscapitalismo, mientras en Cuba el partido único llamado “comunista” acaba realizando el VII Congreso (2015) donde redefine el socialismo sin que la filosofía y la idea-fuerza del trabajo cooperatvo asociado se declaren piedra angular del modo de producción y relaciones sociales socialistas?
Todo lo contrario, los “comunistas” refuerzan el neocapitalismo de estado. La empresa estatal de trabajo asalariado y la empresa de propiedad privada se declaran bastiones del reformismo económico. Al mismo tiempo el partido único en su ejercicio monopólico del poder político declara que la igualdad deja de ser el principio de identificación de la sociedad cubana. Se le toma en el mejor estilo estalinista la palabra a Marx y en contra del criterio de la verdad que ha brindado la práctica del propio “socialismo” soviético se aprovecha ahistóricamente el principio capitalista “de cada quien según su capacidad y a cada cual según su trabajo”. La contrarrevolución antisocialista se instaura contra un pueblo atado de pies y manos.
Para los revolucionarios socialistas y las fuerzas progresistas de izquierda en Cuba el reto es histórico: parar el rumbo de la transición capitalista en que ha montado a Cuba el PCC y emprender una amplio debate con la sociedad acerca del socialismo. Ello exigirá la organización política independiente aunque censurada y represionada y la creación de un movimiento popular por el socialismo en Cuba. El pueblo cubano ha de tomar conciencia sobre el peligro de las derivas políticas socioliberales y socialdemócratas para Cuba. No cabe duda que el escenario es de lucha de clases. De un lado los grupos políticos derechistas que han tomado cuerpo en Cuba y sus afluentes de la emigración derechizada y procapitalista. En esa vertiente está la clase burocrática del estado neocapitalista empoderada políticamente en el PCC. De otro lado está la mayoría de la sociedad, la clase trabajadora. Esa que sólo en el socialismo encontrará redención y proyección de desarrollo económico, social y cultural sostenibles.
La revolución socialista ha de abrirse paso, so pena de que Cuba sucumba ya más temprano que tarde entre la implosión definitiva del sistema económico actual y la explosión social contra el orden político antidemocrático reinante. La idea del PCC de frenar ambos derrumbes con el reformismo capitalista en marcha destina el pueblo cubano al peor de los futuros. No hay para Cuba posibilidad de subsistencia social decorosa y desarrollo económico bajo premisas de eco-equilibrio y alto desarrollo humano sustentable fuera del socialismo.
La plena libertad ciudadana, el protagonismo socioeconómico del trabajo solidario libremente asociado, la socializaión, transparencia y control social sobre el estado y las relaciones sociales de los medios de comunicación e información, y un modelo político comunitario democrático fuera del monopolio del poder ejercido por un partido-único definen el éxito de la revolución socialista.
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