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19 septiembre 2016

El nuevo rostro del Daesh y sus implicaciones



Marta García Outón/Resumen Medio Oriente/Baab Al Shams, 19 de septiembre de 2016 – Más de 120 oficiales del Daesh han sido abatidos, entre los que se encontraban varios de los líderes de la cúpula interna del grupo terrorista; ahora mismo, el autoproclamado Estado Islámico ha perdido a prácticamente todos los miembros de la Shura, el cuerpo más importante del Califato y que se encarga de la toma de decisiones fundamentales junto con el califa. Además, ha perdido las figuras que llevaban una extensa trayectoria al mando de los principales ministerios del grupo: el ministerio financiero (que lo llevaba Abu Salaf), el ministerio de comunicación (cuyo líder era Abu Hajar al Assafi), el ministerio de la guerra (sin liderazgo tras la muerte de Abu Mohammed Al Adnani) y a los gobernadores (emires) de las regiones de Siria e Irak. La muerte de Abu Ali al Anbari o también conocido como Abu Ala al Afri (el antiguo emir de Siria, segundo en comandancia y el más cercano en sucesión a Abu Bakr Al Bagdadi) en marzo del 2016 fue el primer gran golpe al grupo. La posterior eliminación del ministro de guerra, comandante, carismático y estratega Abu Omar al Shishani, también en marzo del 2016, fue un revés enorme para el Daesh, ya que su figura aseguraba el control, coordinación y lealtad de muchos de los combatientes muyahidines. Pero la inesperada muerte de Abu Mohammed Al Adnani, a la cabeza del aparato de propaganda del Daesh (del que han sacado varios centros de comunicaciones y aparatos de información) y configurador de su identidad exterior, emir de Siria, líder del aparato de Inteligencia exterior, la Emni (que coordinó los ataques terroristas en Francia y Bruselas, así como el resto de movimientos yihadistas en el exterior), portavoz de la organización y posible sucesor de Al Bagdadi (el Daesh lo llamaba “al Quraishi”, denominación que declara la pertenencia a la tribu de Mahoma y que sólo se le da a los sucesores del Califa) a finales de agosto ha dejado al grupo sin una estructura firme y ante una posible reformación de su estrategia e identidad.

Al Adnani fue el que convirtió el Daesh, el perseguido Estado Islámico, en un Estado no sujeto a las limitaciones geográficas ni sujeto en el tiempo, sino en un Estado global (vinculante con todos esos sitios donde estuviera presente su comunidad de fieles) con una fuerte voluntad de expansión hacia esos territorios. Esta idea impulsó el número de ataques en territorios ajenos a la guerra de Siria, Irak o de Libia (multiplicándose en el sudeste asiático, Estados Unidos, Europa e incipientes intentos en América del sur), muchos de los cuales fueron coordinados desde Siria y otros inspirados indirecta o directamente a lobos solitarios. No obstante, con la caída de la voz propagandística del Daesh y las alarmantes pérdidas territoriales del grupo (amenazando su centro político en Siria e Iraq, Raqqa y Mosul), el Daesh no tiene otra alternativa que buscar su propia supervivencia reestructurándose o buscando un nuevo camino de actuación, pero que se sigue refugiando en su narrativa, puesta de moda entre sus fieles, y expandida por los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.

Ante la proximidad de su final como el grupo que hemos conocido hasta ahora, el Daesh ha llamado a filas a su segunda generación de muyahidines (a la que ha cuidado y formado desde el comienzo de su existencia) y que ahora mismo ya es la protagonista y líder de sus actividades; los jóvenes y niños (que se encuentran menos vigilados o bajo sospecha de los cuerpos de Inteligencia y que son fácilmente manipulables) son utilizados para realizar los atentados terroristas (hace poco se detuvo a un niño que portaba un cinturón con explosivos y que pretendía atentar en Irak y, esta semana, en Francia, se detuvo a un adolescente que preparaba un atentado inminente en París y a las personas que habían intentado atentar igualmente en París, contra la catedral de Nôtre Dame, la mayoría mujeres y algunas de ellas también menores).

El papel de la mujer es y va a ser determinante para la supervivencia y crecimiento del Daesh. Este grupo ha sido pionero en darle a la mujer un papel fundamental en la construcción de un Califato islámico más allá del rol maternal o de esposa de los muyahidines; ellas han pasado a ser parte importante del órgano reclutador, instructor y ejecutor del grupo terrorista (como hemos visto en las detenciones de esta semana en París y en la intervención de una mujer en los atentados de París de noviembre del 2015). Pero es que también los inmigrantes que huyen del conflicto de Siria e Irak y cruzan la frontera de Europa son manipulados para conseguir la entrada de yihadistas a territorio occidental, camuflados e infiltrados entre ellos, y objetivo potencial para conseguir nuevos miembros ante la creciente islamofobia europea.

Europa se desestabiliza ante los golpes constantes e inesperados del yihadismo declarando una falta de conocimiento ante la amenaza del terrorismo actual y descontrolada por la crisis interna que la sacude (la explosión de extremismos radicales, divisiones de la Unión, falta de decisión y liderazgo político, inmigración irregular). Pero, además, el grupo terrorista que la ha puesto en jaque se debilita en su centro político en Oriente Medio, pero se agranda y fortalece en su identidad y expansión global, mutándose en algo más intangible y difícil de controlar y con un nuevo rostro estratégico y estructural: ¿quiénes serán los nuevos líderes tras la eliminación de la cúpula del Daesh?; ¿quién sucederá a Al Bagdadi en caso de que éste muera?; ¿se está debilitando realmente el grupo o se está fortaleciendo en su diversificación y expansión global? Está claro que este grupo terrorista ha marcado un antes y un después y su campo dominante son las tecnologías y medios de comunicación (por donde expande su narrativa y capta y adoctrina a sus seguidores y miembros), pero también hay que declarar que la lucha se va a volver mucho más compleja al estar buscando un rostro mucho más opaco (a través de redes de comunicación encriptadas, reuniones privadas y una mayor sutileza en su actuar y su presencia en Occidente) y más extenso en todas sus dimensiones (territorial, social, político).



Está claro que la estrategia de guerra total contra el terrorismo en Oriente Medio no ha sido productiva ni positiva, sino que ha facilitado la expansión del mismo por toda la región, pero es que la estrategia de contención que se está llevando a cabo en Asia, el Cáucaso y África al haber un mayor protagonismo de Oriente Medio tampoco es eficiente, porque no mira el eliminar los futuros frentes a los que habrá que encararse cuando la situación se haga incontrolable (con centros militares y políticos terroristas). Es importante realizar esfuerzos profundos en esos territorios donde el Daesh y otros grupos terroristas globales pretenden afianzarse (especialmente en Asia y África y cada vez más en Europa).




http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/09/19/el-nuevo-rostro-del-daesh-y-sus-implicaciones/

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