“Estaba la ciudad medio destruida y a veces, por más que nos esforzamos por dañarla, aquí la tenemos. ¡Qué maravilla!”.
Miguel León Portilla
En febrero de 1978, entre escombros que dejaron los trabajos de mantenimiento de las calles aledañas al Templo Mayor, se encontraron restos del monolito de Coyolxauhqui, la diosa de la luna, hermana desmembrada de Huitzilopochtli. Como un presagio, la hermosa figura anunciaba el funesto futuro del Centro Histórico de la CDMX: la dislocación de sus habitantes.
En las décadas subsecuentes, sobre todo a la vuelta de siglo, hemos sido testigos de una “renovación” del Centro. Un plan transexenal que se ha intensificado en el último decenio y que ha provocado la proletarización de miles de habitantes del centro de la ciudad.
La crisis financiera del 2008 dejaron tras de sí un mundo en crisis y una Europa con grandes cúmulos de capital ocioso, ávidos por reinvertirse en el próximo negocio que le redituara mayores ganancias que el anterior. Por ello, los capitales europeos decidieron que, como el mercado interno estaba sobresaturado, tenían que buscar otra geografía para instalarse. Aprovechándose del paso del neoliberalismo en América Latina y su desregularización y nulo control bancario y de capitales [re]encontraron (como hace 500 años) nuestro continente.
Es así que en los últimos diez años, los países latinoamericanos se han sumergido en una dinámica de inversión europea –aunque no sólo– en megaproyectos de infraestructura, la cual se ha convertido en el nuevo patrón de acumulación en la región. De esto se derivan procesos varios, como el de la tan sonada gentrificación.
Según el Instituto Mexicano de Urbanismo y toda la academia en general, la gentrificación es un fenómeno que conlleva a un proceso de aburguesamiento de una zona en declive, lo que a su vez implica el desplazamiento de grupos sociales vulnerables. Aunque varios cronistas y reporteros afirman que la colonia Centro está viviendo un proceso como este, José Mariano Leyva, director general del Fideicomiso del Centro Histórico, afirma que tal institución no tiene por objeto gentrificar la zona. Sin embargo, hay quienes sostienen todo lo contrario, por un lado, hay voces que indican que, agotado el modelo de mini vivienda de interés social, que formó cinturones de pobreza alejados de la ciudad, el nuevo Plan de Desarrollo Urbano, mediante la SEDATU y la CONAVI, plantea la re-densificación de las ciudades con nuevos desarrollos de vivienda en polígonos específicamente céntricos, lo cual explicaría la intención de las autoridades de aumentar drásticamente el número de personas que habitan el Centro Histórico.
Por otro lado, se cuela, casi por murmullos, el propósito de convertir el “perímetro A” del Centro en un espacio totalmente turístico, lo que explicaría el proyecto de remodelación del Mercado la Merced (que no integra a los marchantes) y el proyecto de plazas comerciales a su alrededor; que Slim adquiriera 78 predios en zonas “olvidadas” por el gobierno; el intento de reubicación de los puestos ambulantes –derivado de su estigmatización–; también haría sentido el cambio de uso de suelo comercial por el del ocio y la apertura del espacio público, es decir, todo lo que tenga que ver con el turismo: antros, bares, hoteles y galerías de arte. A su vez, daría lógica a la propagación de los proyectos de remodelación de calles para convertirlos en corredores (semi)peatonales como el de República de Perú (que conecta Av. Reforma con el centro), República de Cuba ( conecta Bellas Artes con teatro de la Ciudad, Antiguo Colegio de San Ildefonso Museo de la Luz y la SEP), República de Brasil (desemboca en el nuevo tianguis turístico de la Lagunilla), el callejón de Manzanares (para eliminar prostitución, vía la construcción de la Plaza Seminario a la vez que conecta y posibilita la reactivación del ya remodelado corredor Alhóndiga) y, la cereza del pastel: la gentrificación de la calle Corregidora. Casi 2 km que se remozarán para conectar el Zócalo con La Merced, en ella se encontrarán tanto nuevas viviendas, como bares, hoteles, galerías, que no sólo gentrifican la zona, como lo hacen los otros proyectos de corredores, sino que proletarizan la zona con trabajos, viviendas y servicios precarios.
La gentrificación es un proceso también de proletarización, olvidar eso es cederle una categoría tan importante para entender nuestro tiempo a los enemigos de los pueblos, barrios y colonias históricas de nuestra ciudad mitológica: mitad bestia mitad humana.
Ricardo Hernández Ruiz, militante de Colectivo Ratio y periodista independiente de la Gaceta "Praxis"
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