Por Gloria Muñoz Ramírez, La Jornada /Resumen Latinoamericano, 8 enero 2017
La ciudadanía mexicana no se divide entre saqueadores y no saqueadores; ni entre pagados por el gobierno y manifestantes legítimos y pacíficos. México es más que eso. En estos días de indignación por el incremento a los combustibles, queda más que demostrado que el enojo de la gran mayoría que descalifica no sólo al presidente Peña Nieto, sino a toda la clase política que los ha sumergido en la incertidumbre, puede transformarse en organización y en resistencia. Bloqueos carreteros, tomas de gasolineras, mítines frente a palacios de gobierno, casetas de cobro liberadas y cientos de marchas con decenas de miles de personas se dispersan por todo el país. El gasolinazo pega de manera directa e inmediata, y los llamados presidenciales a la comprensión sólo incrementan la ira acumulada.
Ante la intensificación de las movilizaciones, el gobierno optó por infundir miedo y por sacar al Ejército y a la Armada a las calles. Desde arriba se envió la orden en el estado de México (el bastión priísta más importante del país) de anunciar con altavoces toques de queda; mientras de manera orquestada grupos arremetían contra establecimientos comerciales; y en las redes sociales y vía Whatsapp se recibían mensajes que alertaban sobre un supuesto golpe de Estado. Los comercios cerraron y la gente se guardó en sus casas. Las avenidas estuvieron vacías el miércoles 4 de enero. Después se descubrirían más de mil cuentas de las que salieron los mensajes apócrifos que evidenciaron que todo fue orquestado. Cientos de personas de a pie remplazaron cámaras y grabadoras de los reporteros y dieron cuenta en vivo de lo que estaba ocurriendo. La misma gente que organizó y registró el movimiento también denunció y en no pocos casos detuvo la rapiña organizada desde el poder.
A los disparos del gobierno estatal y federal en Ixmiquilpan, Hidalgo, la población resistió y logró dispersar la embestida. El aparatoso dispositivo policiaco dispuesto para la represión se encontró con una multitud enardecida ahí y en muchos lados. Sí, es el alza a la gasolina, pero también el autoritarismo, los asesinatos, las desapariciones, el saqueo de los recursos naturales y, también, la gran burla. El cinismo de diputados y senadores de todos los colores (incluyendo los que con descaro se dicen inconformes), de los magistrados y los jueces, que a sus desorbitados salarios agregan para ellos hoy vales mensuales de gasolina hasta por 10 mil pesos.
Los saqueadores son unos y no se roban pantallas planas, sino bosques, montañas, subsuelo, aguas y hasta del viento quieren hacer negocio. No hay que confundirse, son de todos los colores y están en todos lados. Toca organizarse contra ellos.
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