Cdte. Pablo Beltrán, jefe de la delegación de diálogos del ELN / Resumen Latinoamericano / 12 de septiembre de 2017
Esta no peleó con un oso, como el actor de El Renacido, esta resistió hasta donde pudo a sus torturadores, pero al fin la abandonaron sus fuerzas vitales y partió al más allá, en donde ha vivido los últimos 40 años desde el 11 de septiembre de 1977.
Sus victimarios quisieron borrar el rastro de su crimen e intentaron negar que le habían quitado la vida para lo cual desaparecieron su cuerpo, pero ojo, no lograron desaparecer su memoria; porque el otro que fue detenido con ella, el 9 de septiembre, sí sobrevivió para contar toda la verdad sobre esta, que está clasificada como el primer caso de desaparición forzada en Colombia.
Los detenidos ese día en Barranquilla se llamaban Omaira y Mauricio, ambos guerrilleros urbanos del Ejército de Liberación Nacional.
Durante muchos años el Estado negó que agentes suyos hubieran perpetrado este crimen, hasta que un día, cojeando, llegó la justicia, la internacional, claro está, porque la nacional se encuentra tullida, postrada e inmóvil. ¿Adivinen de qué males padece?
Como les venía refiriendo, una Corte internacional condenó al Estado colombiano por este crimen y le ordenó pagar unos gramos de oro para reparar a las víctimas. Pero hoy aún el paradero de sus restos no se conoce.
La Organización de las Naciones Unidas define este crimen así:
“Las desapariciones forzadas, que en su día fueron principalmente producto de dictaduras militares, pueden perpetrarse hoy día en situaciones complejas de conflicto interno, especialmente como método de represión política de los oponentes“.
Y este primero de septiembre, la oficina en Colombia del Comité Internacional de la Cruz Roja afirmó que:
“En los últimos 78 años, 117.422 personas fueron reportadas como desaparecidas”, y de esa cantidad, “aún no se tiene ninguna noticia de 82.822 personas, entre las cuales 63.686 son hombres y 19.136 son mujeres”.
Como podrán observar, Omaira, nuestra Omaira Montoya Henao, es apenas una de esas 20 mil mujeres desparecidas en Colombia. ¿No es esta una cara del feminicidio?
No se conoce mucho de este crimen de lesa humanidad en Colombia porque desde el Estado sostienen una política permanente de negarlo, invisibilizarlo y banalizarlo, hasta un grado tal que a principios de la década de los 80 del siglo pasado, el Presidente de ese momento, cuando le preguntaban por algún desaparecido, respondía que “se había escapado con la novia”.
Para terminar llamó la atención sobre dos elementos perversos que se repiten y de tanto repetirse, ya hoy los consideramos costumbres normales de la sociedad colombiana.
La primera está en que por el grado de postración de la justicia en Colombia, cada vez más perdemos soberanía y se abre la puerta para que masivamente actúen las Cortes internacionales.
Y la segunda, aún más perversa, es considerar que con el pago de una reparación económica es suficiente para reparar a las víctimas. Hoy ya casi nos convencen a todos los colombianos y colombianas que este componente de la reparación es el principal y único.
Los derechos de las víctimas se satisfacen a partir del esclarecer la verdad, para que sobre ella asuma cada parte sus responsabilidades, se arrepienta y pida ser perdonado. Esta es la principal reparación que puede haber porque de esta manera se garantiza la no repetición.
Para hacer justicia completa a las víctimas mantenemos la memoria, construida sobre la verdad; buscando que desaparecidos como Omaira, renazcan día a día entre nosotros.
La visita del Papa Francisco a Colombia nos recordó a García Márquez cuando dijo en Oslo: “frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida”. Por esto, las víctimas, como Omaira, renacen, en medio de la lucha por la vida digna.
http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/09/12/colombia-comandante-pablo-beltran-del-eln-omaira-la-renacida/
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