por Gonzalo Abella, Resumen Latinoamericano, 4 octubre 2017
En 1917 se había iniciado el tránsito del Capitalismo al Socialismo a escala mundial. La nueva fase llegó a su primer apogeo en 1945-1950, con la Gran Revolución China. Por un momento tuvieron gobiernos de orientación comunista tanto el país por entonces más poblado, como el país más extenso, y también diversos estados de Europa oriental y otros países asiáticos. Después, el auge se estancó y declinó, primero en Europa y luego en China, aunque siguió avanzando en la periferia (Cuba, Corea, Vietnam, países islámicos, África hasta los 80). En los 90 todo pareció hundirse no sólo por la feroz acción del imperialismo sino por graves inconsecuencias, acomodamientos y corrupción en la mayoría de los países de definición socialista. La corrupción fue una forma de la lucha de clases: nada sabe hacer mejor el capitalismo que comprar.
Pero los estados soberanos que resisten, y otros que surgen, muestran que el tránsito mundial al Socialismo sigue siendo el rasgo fundamental de nuestra época. Las leyes sociales no obedecen a fórmulas matemáticas, sino que se expresan como tendencias. Mientras comienza la nueva ofensiva de los pueblos, sabemos que la alternativa es o socialismo o fin de la Humanidad. Es una guerra a muerte. No tenemos muchas décadas por delante para salvarnos.
Si hacemos la gráfica de estos primeros 100 años, la caída del Che está en el punto medio. Cayó el Che y décadas después colapsó el socialismo en gran parte del planeta; pero él sabía que si esto pasaba, sería un eclipse, no un atardecer. En medio del huracán contra revolucionario, quedaron territorios que resistieron, como Cuba; son los sobrevivientes de una tribu del futuro.
Con el Che se puede coincidir con o no, sobre sus tesis económicas; se puede coincidir o no con su análisis de la NEP en la URSS; pero en medio de la rutina y de la entrega de posiciones de muchos, fue una brújula imperecedera.
Advirtió con extraordinaria lucidez el revisionismo del XX Congreso de los comunistas soviéticos; advirtió que el sector acomodado de la clase obrera de Europa Occidental, la “aristocracia obrera” estaba penetrando ideológicamente en los partidos comunistas de los países más adelantados; estudió cuidadosamente las sociedades afroasiáticas, advirtiendo que “una cosa es la ideología de la clase obrera y otra cosa el proletariado concreto de cada país”.
Y todo lo hizo tratando de no dividir, de recuperar y unir las fuerzas revolucionarias mundiales.
Guerrillero, estadista, duende de la clandestinidad en los intersticios del siglo, pensador, poeta, teórico, leal y “valiente hasta la temeridad” como dijera Fidel, ahí está el Che en las banderas de los jóvenes; aún los que no lo entienden en su real dimensión, lo intuyen. Sigue abriendo caminos para acelerar el triunfo final del Socialismo en el planeta, que pasa necesariamente para nosotros por una fase previa, insoslayable, urgente, de Liberación Nacional.
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