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16 octubre 2017

Tumaco: Guerra a las drogas guerra infinita/ El caso de una masacre anunciada



Por Sala situacional Camilo Torres Restrepo, Resumen Latinoamericano, 15 octubre 2017 .-

Los acuerdos de Paz pactados entre el Gobierno de Colombia y las FARC contemplan, entre otros aspectos, en materia de cultivos de uso ilícito, la adopción de una política de sustitución de dichos cultivos; reivindicación que también ha sido una lucha constante del movimiento social cocalero y los campesinos. Recordemos que antes de firmarse los acuerdos de paz la política de Colombia ha sido la erradicación forzosa, en el marco de lo que se ha llamado por los Estados Unidos la guerra a las Drogas. Como los acuerdos pactados con la guerrilla desmovilizada de las FARC tienen un carácter de ser política nacional, entonces Colombia tiene ahora dos políticas. Esto es importante tenerlo en cuenta en la dinámica política que va a seguir moviéndose.
El municipio de Tumaco, una de las entidades territoriales en donde abundan los cultivos de coca, hay un territorio que se llama Alto Mira que, en virtud de las luchas políticas libradas por las comunidades negras, se ha re-establecido como un territorio colectivo, cuya existencia es muy cercana a la frontera ecuatoriana separada por esta por sólo cinco minutos. Como la generalidad de todos los territorios colectivos comunitarios el Alto Mira es de mucha importancia geopolítica por su bioculturalidad.
Ahora bien. Es muy conocida que la situación que ha llevado a que las comunidades campesinas, negras e indígenas cultiven la hoja de coca, como ayer lo fue la hoja de marihuana cultivada en amplios territorios de la nación colombiana, es la ausencia de una política agraria integral que democratice la tenencia de la tierra, soporte una economía agroalimentaria soberana, política que dote a los pobladores del campo de garantías para vivir en dignidad y en buena vida, que supere su estado de pobreza y miseria. Sembrar maíz y yuca, sin garantías de comercialización que asegure ingresos económicos dignos, es un suicidio colectivo. Sin reforma agraria a favor de la masas pobres del campo seguirán creciendo los cultivos de coca y otras actividades más rentables en el contexto de una economía capitalista neoliberal.
Es de anotar que hacer efectiva la reivindicación de sustitución de los cultivos de coca y ganar otra base económica ha sido una lucha que ha costado bastantes sufrimientos ante la negativa del Estado, por ello muchas de las marchas y movilizaciones, los paros y otras manifestaciones
del movimiento social cocalero han sido duramente reprimida ocasionando muertos, heridos, desplazados y miles de torturados. Lo sucedido en Tumaco el 5 de octubre es la conducta brutal y asesinada de un Estado que mira a los pobres como obstáculo. Queremos anotar que la población desterrada de sus cultivos le ha tocado irse a la profundidad de la selva a restaurar su vida abriendo nuevos cultivos y ampliando la frontera agrícola.
La guerra de la droga el nuevo enemigo difuso 
En los actuales momentos el gobierno colombiano, como decíamos arriba, ejecuta dos políticas sobre los cultivos de uso ilícito. De un lado, la que se ejecuta desde el ministerio de la defensa que se sustenta en el garrote, o sea la erradicación violenta, instrumento de la guerra a las drogas legalizada en el famoso plan Colombia; de otro lado se ejecuta la política de la zanahoria, o sea, la anunciada sustitución de cultivos que es dirigida por la oficina de postconflicto a cargo de Rafael Pardo, un ex ministro de Defensa. El programa de erradicación violenta se ha propuesto eliminar un total de 50 mil hectáreas e igual monto se ha propuesto la oficina del Postconflicto, o sea un total de 100 mil hectáreas, según los planes gubernamentales, de mayo 2017 a mayo 2018, dejarían de ser cultivadas en coca. Todos los análisis conducen a que los planes de erradicación van más rápido que la sustitución como era de esperarse por la supremacía de la guerra a las drogas.
Es sabido que los Estados Unidos se han opuesto, por principio y también por fines, a la sustitución de los cultivos de coca. Recientemente en una entrevista realizada al embajador de los Estados Unidos, por la prensa colombiana, ratifico esa política. El contexto de esa entrevista estuvo dado por las amenazas del gobierno de Estados Unidos de descertificar a Colombia en materia de lucha antidrogas. El embajador dijo que “en la erradicación forzada las fuerzas de seguridad van a cumplir con su meta y yo creo que no hay duda acerca de eso. En lo del programa voluntario, obviamente hay cosas muy complejas, porque se trata de hablar directamente con esa gente para explicarle lo que es el trato, que se va a ofrecer oportunidades, que el Estado va a dar ayuda financiera para mantenerse mientras se erradica, pero es un sistema que involucra también a las Farc y allí tenemos observaciones. Ni yo ni esta embajada de los Estados Unidos nos podemos involucrar con las Farc, porque son una organización del terrorismo internacional, así llamada por mi gobierno”. (1). A los 11 días de decir que el estado cumplirá con la erradicación sucede la masacre de Tumaco.
Al respecto Noam Chomsky dice que “internacionalmente la guerra contra las drogas provee una cobertura para la intervención. Aquí en E.E.U.U. tiene poco que ver con las drogas pero ayuda a distraer a la población, aumentar la represión en las ciudades, y construir una base para poder atacar las libertades civiles…. Ante la ausencia de una amenaza soviética, este enemigo provee de una buena excusa para la presencia militar dondequiera que haya actividad rebelde u otros disturbios”. (2)
El escenario de la masacre cuando falla lo planificado 
La masacre realizada el 5 de octubre en el municipio de Tumaco no es algo espontáneo por la manera en cómo se desarrollaron los mismos hechos y la disposición de los medios de comunicación. Esta es una de las miles de masacres, miles de crímenes de lesa humanidad, cometidos por un planificado Terrorismo de Estado que ha hecho de la guerra un fin en sí mismo. Fue un escenario tejido con mucha delicadeza y mentalidad criminal cuyo objetivo es seguir posicionando la Guerra a las Drogas, la guerra contra el terrorismo como parte de la continuación de la guerra de los Estados Unidos hacia el pueblo colombiano, es decir, seguir ejecutando una guerra infinita. Como se ha firmado la paz con FARC, y se está en proceso de conversaciones con el ELN, se necesitan nuevas legitimaciones.
El montaje hecho pretendía ser perfecto poniendo a funcionar a todo vapor la pos-verdad. Una vez hecha la masacre se echó a rodar la idea de que dos grupos insurgentes disidentes de las FARC habían obligado a los campesinos a salir a protestar contra la erradicación forzosa y quienes no lo hicieran iban a ser castigados. A las pocas horas apareció otro elemento en escena: los dos grupos disidentes de las FARC opuestos a la erradicación de la coca y un grupo de narcotraficantes establecen una alianza y presionan a los campesinos a que rechacen la acción de la policía y el ejército, de esta manera aparecen los campesinos agrediendo a las autoridades quienes se ven compelidos a una acción de defensa propia. Muchos opinadores decían que el enfrentamiento y choque entre autoridades y campesinos había producido 6 muertos. Conclusión: Los campesinos habían agredido a las autoridades por orden de los narco-terroristas.
Hubo otra información mucho más complicada difundida el mismo día 5 de octubre: las dos disidencias de las FARC y los narcotraficantes, todos aliados, habían atacado a la población cocalera produciendo una matanza por que la comunidad había aceptado la sustitución de coca.
La maquinaria de la pos-verdad a toda marcha para conquistar el territorio mental. Lógicamente querían vender e instalar la idea de que ante esta alianza “del mal” era supremamente necesaria que se profundizara la guerra al narcoterrorismo, sea de civil –población cocalera- o como sujetos armados. La sacrosanta guerra a las drogas seguiría más vigente y Estados Unidos le apuesta a esa vía para solucionar el tema de los cultivos de uso ilícito.
Este era el trasfondo de un escenario montado con la criminal acción planificada desde los operadores de la guerra porque es claro que ni a los Estados Unidos ni a la Elite, mal llamada gobernante, de Colombia le conviene una Colombia en Paz ni mucho menos un país sin las 180 mil hectáreas de coca y que estas sean sustituidas manualmente con la presencia activa de los pobladores del campo. No le conviene porque sería sencillamente quitar del medio los argumentos que permiten que Colombia sea pantalla de la OTAN, justificar la persistencia en una estrategia de guerra que se opone a una América región de Paz y seguir sustentando el abultadísimo presupuesto militar a las Fuerzas Armadas, recibir toda la “ayuda” militar Norteamericana y la utilización de toda la infraestructura militar de Colombia por el Pentágono.
Colombia territorio de una guerra infame 
Precisamente nos dice Ana Esther Ceceña que lo que “se juega en estas guerras u ocupaciones la supremacía militar, pero muchísimo más que eso. La carrera tecnológica, los mercados, las rutas de las drogas o en general las rutas estratégicas tanto de hidrocarburos, armas y otra 
mercancía de alto rango mundial”. No sobra advertir que el negocio de la coca, y de las drogas, es uno de los negocios de más alta rentabilidad junto al petróleo y las armas. Por eso la guerra a las drogas de los Estados Unidos en Colombia es para hacerse al control de tan lucrativo negocio de la cocaína así como vender los insumos para esta guerra, pues fumigar se hace con glifosato que es de producción de las empresas norteamericanas, los helicópteros y armamento es vendido por los Estados Unidos y quienes de apropian del territorio geo diverso son las empresas privadas norteamericanas. Negocio redondo.
Todos sabemos que son los Estados Unidos y sus empresas quienes “abastecen el 55 por ciento del mercado mundial de armas y la guerra es el medio de posicionarse en los territorios”. (3). El territorio de Colombia, y el de Amazonas por reflejo, son demasiados importantes para los objetivos del imperialismo norteamericano.
Algo salió mal a los planificadores de la guerra. Las huellas y rastros de la masacre no pudieron ser ocultados, aunque hubo notable esfuerzo por borrar los impactos de fusiles en los árboles, quedo la verdad al descubierto: fue una acción para sustentar la guerra y la violencia como fines supremos del Estado Colombiano.
No hay más caminos. O el gobierno y el Estado de Colombia abandona de inmediato la guerra a las drogas, que ha sido inútil y perversa, que solo ha servido para sustentar el engorde de las cúpulas gringas y colombiana que viven de las drogas trayendo miseria, hambre y muerte a las comunidades populares. O la comunidad nacional re-establece la soberanía con una política de paz y justicia social. Re-establecer la soberanía es unas de las tareas pendientes tendientes a romper el estado de colonización.

Foto: Colprensa

Notas
1. “FARC no ha cumplido en tema de Drogas”. Embajador de Estados Unidos. Entrevista a Kevin Whitaker. 24 de septiembre 2017 Periódico EL TIEMPO Colombia.
2. Nos dice Noam Chomsky que Justo cuando la guerra contra las drogas era anunciada con gran fanfarria en septiembre del 89, la Cámara de Comercio de los EE.UU. (U.S. Trade Representative) sostuvo una audiencia en Washington para considerar la solicitud de la industria tabacalera de imponer sanciones a Tailandia, como desquite por sus esfuerzos para restringir las importaciones de tabaco desde los EE.UU. y su publicidad.


3. Los territorios de la guerra, las guerras del territorio. Ana Esther Ceceña

http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/10/16/colombia-tumaco-guerra-a-las-drogas-guerra-infinita-el-caso-de-una-masacre-anunciada/

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