Por Guillermo Carmona
El silencio y la inacción del gobierno argentino respecto de la situación en Brasil durante esta crítica semana han sido preocupantes. Los dichos de los dos únicos funcionarios que opinaron resultan alarmantes. El eje común de la argumentación del ministro de Interior Rogelio Frigerio y del secretario de Derecho Humanos Claudio Avruj fue manifestar confianza en la fortaleza institucional del Brasil. “Preocupados por la situación pero confiados en la fortaleza institucional” del país vecino, parece ser la fórmula elegida por el macrismo para darle cobertura a Michel Temer y al accionar de jueces que han dado muestras de absoluta pérdida de independencia respecto al gobierno y el establishment brasileño. El presidente y la Cancillería mantienen absoluto silencio.
Frigerio ha dicho que “confiamos en la fortaleza institucional de nuestro principal socio comercial y que haya tranquilidad institucional para poder sostener este proceso de recuperación de la economía y de la situación social que se viene viendo en los últimos meses”. Ese no parece ser un diagnóstico ni realista ni serio. Brasil vive una hecatombe institucional desde el golpe parlamentario que provocó la destitución de Dilma Rousseff y que se ha agravado significativamente en las últimas semanas. La militarización de Río de Janeiro ordenada por Temer, el asesinato de la concejal y activista opositora Marielle Franco, el atentado contra Lula y su caravana en el sur del país, la amenaza de golpe y descarada presión sobre los jueces que tenían que decidir sobre la libertad de Lula de parte de militares retirados y en actividad, la escandalosa doble vara utilizada por el poder judicial en relación con las investigaciones por delitos de corrupción, las operaciones del multimedio hegemónico del Grupo Globo para condicionar decisiones judiciales y viabilizar las amenazas militares son algunas de las situaciones que dejan muy en claro que si hay algo que no existe en Brasil es fortaleza institucional. Por el contrario, el déficit democrático es evidentísimo en la medida que el gobierno es fruto de un golpe institucional y en que ha surgido y permanecido la amenaza con un golpe militar, una suerte de golpe dentro del golpe.
Frigerio no actúa inocentemente y el gobierno busca llenar un vacío de opinión que ya resulta escandaloso. Sostiene la línea argumental que el gobierno expresó durante el golpe institucional contra Dilma. En aquella ocasión la Cancillería había dicho que “ante los sucesos registrados el día de hoy en Brasil, el Gobierno argentino manifiesta que respeta el proceso institucional verificado en el hermano país”, dando por supuesta la normalidad democrática al expresar “su voluntad de continuar por el camino de una real y efectiva integración en el marco del absoluto respeto por los derechos humanos, las instituciones democráticas y el derecho internacional”. Esto lo resalta Avruj al decir que “nos preocupa la situación. El gobierno está mirando lo que acontece en Brasil porque tiene repercusiones para la Argentina, pero siempre nos van a encontrar del lado del derecho y la paz social”. En otras palabras y parafraseando a Macri el secretario parece expresar que en Brasil y con Brasil “está tudo bem, tudo legal, tudo joia”.
La frágil posición de Temer tras el golpe parlamentario se habría agravado y hecho insostenible sin el reconocimiento en tiempo record del gobierno argentino. Ese es uno de los factores que lo responsabilizan a Macri sobre lo que hoy está ocurriendo en Brasil. La naturalización de la más que crítica situación institucional brasileña de parte de los funcionarios macristas se evidencia en la sobreactuación de la argumentación sobre una supuesta vigencia del estado de derecho y fortaleza institucional inexistentes. Los desafortunados dichos de Frigerio y Avruj muestran a un gobierno sin iniciativa y a la defensiva en relación con la cuestión Brasil. Cancillería no ha publicado un solo comunicado sobre la situación política e institucional en Brasil desde que se inició este año. El gobierno argentino abandonó sus posiciones apologéticas de la actuación de Temer o de la justicia brasileña. Mucho menos aparecen declaraciones que expresen preocupación real por lo que está sucediendo. Así es como no hay expresiones de solidaridad con el gobierno o con las víctimas del gobierno, ni declaraciones en torno a las situaciones de violencia, ni siquiera apoyos al socio de Macri, Temer.
Macri tampoco tuvo ninguna iniciativa regional para abordar los crecientes conflictos que se presentan en otros países de la región (Perú, Colombia, México, entre otros), con la única excepción del permanente hostigamiento a Venezuela desde el Grupo de Lima. Todo indica que, al menos por ahora, el gobierno argentino no sabe qué hacer más que disimular la realidad crítica en el país hermano.
* Diputado de la Nación, vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto.
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