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07 mayo 2018

“A todo le ponen el sello de islam”


Entrevista con Shirin Ebadi, abogada iraní y Premio Nobel de la Paz

Brecha



Fue la primera mujer en Irán en ocupar el cargo de jueza. Tan musulmana como tenaz opositora al régimen de Irán, Shirin Ebadi siempre defendió la separación entre Estado y religión. En 2003 recibió el premio Nobel de la paz por su larga defensa de los derechos humanos en su país. 


En la ciudad de Hamadán, en el noroeste de Irán, nació en 1947 una niña que sería pionera. En 1965 Shirin Ebadi concursó y consiguió un lugar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Teherán; cuatro años más tarde ya era jueza. La primera mujer de su país en ocupar tal cargo. 


Presidió la Audiencia de Teherán desde 1975 hasta 1979, cuando al producirse la revolución islámica fue destituida como jueza, pasó a cumplir funciones de auxiliar en la misma corte que antes había presidido. Entonces volvió a estudiar y consiguió el título de abogada litigante para dedicarse a la defensa de los derechos humanos. 


En 2000 fue encarcelada por sus críticas hacia las autoridades religiosas. Durante los años que ejerció como abogada en Irán luchó en particular por los derechos de las mujeres y los niños. Propuso cambios en las leyes iraníes de sucesión y divorcio, y abogó por la separación de religión y Estado. 


En 2003 recibió el premio Nobel de la paz “por sus esfuerzos por la democracia y los derechos humanos (…) especialmente (…) de mujeres y niños”. Una elección motivada, según la comisión Nobel, por reducir las tensiones entre el mundo musulmán y el occidental tras los atentados del 11 de setiembre. 


Ebadi admite que sabe poco de Uruguay: “Me doy cuenta de que mi información sobre Uruguay era más bien escasa”, confía en conversación con Brecha, en el marco del encuentro Voy por la Paz, en Montevideo (1). Se muestra un tanto sorprendida al enterarse de que Uruguay pasó por una sangrienta dictadura. “¿Y cómo terminó?”, pregunta. Al saber que los uruguayos dijeron “no” a la continuidad del régimen cívico-militar en un plebiscito, ella va directo al grano: “El problema es que nuestro gobierno no acepta, para nada, que haya un plebiscito”. 


Acérrima opositora del gobierno de la República Islámica de Irán, Ebadi vive exiliada en Londres desde 2009, poco antes de las elecciones en las que fue reelecto Majmud Ajmadineyad, en medio de denuncias de fraude. Se sumó al reclamo de celebrar nuevos comicios que finalmente no se realizaron, y ya no regresó más a su país. El gobierno confiscó todas sus propiedades y cerró la oficina de la Organización para la Defensa de los Derechos Humanos, que ella creó para defender a presos políticos. Su marido fue secuestrado y torturado y obligado a repudiarla en un programa de televisión trasmitido en vivo. 


—¿Qué legitimidad tiene el gobierno de Rohani, que fue elegido por segunda vez en 2017? 


—No tiene ningún tipo de legitimidad. Según la Constitución iraní, todo está bajo el control del líder supremo de Irán, el ayatolá. Tiene que ser un líder religioso, tiene que ser chiita, y es un cargo de por vida. La gente no lo elige. Es un grupo de religiosos de alto rango el que lo hace. Es idéntico a la elección del papa. 


En Irán cualquier persona puede aspirar a la presidencia, pero los candidatos deben ser aprobados por el Consejo de Guardianes (compuesto por seis teólogos designados por el ayatolá y seis juristas designados por el parlamento, y que examina y puede vetar las leyes). “Por lo tanto –recalca Ebadi–, no es una elección libre. Rohani fue elegido de esta misma manera. Y aunque quisiera cambiar algo no tendría libertad para hacerlo.” 


Desde el exilio, Ebadi impulsa la idea de que se celebre un referéndum en Irán, “para cambiar la Constitución y para que nuestro gobierno deje de ser una dictadura religiosa y se convierta en una república secular. Imagínense la Edad Media, el poder que tenía el papa entonces, bueno, son las mismas condiciones”, sentencia. 


Shirin Ebadi teme que una intervención extranjera o un bombardeo a Irán tenga hoy el mismo efecto que tuvo la guerra entre Irán e Irak en los años ochenta: haría que los iraníes se olvidaran de las críticas hacia el régimen para unirse en la defensa de su país. Las autoridades iraníes actuales, dice, “serían felices si alguien atacara a Irán. Por eso yo siempre digo que estoy en contra de un ataque militar a Irán. Haría que la gente se olvidara de sus diferencias políticas con el gobierno, y se fortalecería el sentimiento nacionalista del pueblo iraní”. 


La democracia es un proceso histórico y deben respetarse sus tiempos, no puede descargarse con una bomba sobre la cabeza de un pueblo, ese era el análisis de Ebadi en 2007, cuando todavía la llamada “primavera árabe” no había tenido lugar. Fiel a esta postura, en 2011 Ebadi expresó su crítica a las intervenciones en Libia y Siria. 


La falta de libertades en Irán “es completamente contraria al islam”, asegura Ebadi. “Si a una mujer se le ve el pelo en la calle, en Irán, ella comete un delito. Hay un castigo por no taparse el pelo en público; y dicen que eso es islam. A todo lo que defienden le ponen el sello de islam”, afirma del régimen. 


—¿Cómo se puede compatibilizar la democracia con el islam? 


—Primero las autoridades del Estado tienen que aceptar ser seculares. El gobierno tiene que aceptar y asumir que la religión tiene que estar separada del Estado. Aquí la gente es cristiana, si quieren van a la iglesia, si no quieren no van a la iglesia. En los países islámicos tiene que ser igual. Yo soy musulmana y practico el islam, pero eso no quiere decir, o no permite, que una sola persona pueda interpretar el islam. 


—¿Y el pueblo iraní quiere esta separación? 


—Seguro, es realmente el deseo de los iraníes. En 40 años ya hemos visto que esta es una dictadura religiosa que oprime a la gente. Ya nos han mostrado su cara. 


La evaluación que hace Ebadi del régimen en Irán es despiadada. Desde la muerte de Jomeini, en 1989, todo ha empeorado, la economía es un desastre y la sociedad civil es rehén de los militares. Irán apoya al Hizbolá y a todas las minorías chiitas de la región con armas y dinero, mientras compite con Arabia Saudita por la hegemonía en lo espiritual en el ámbito del islam, analizó consultada por Brecha en una rueda de prensa previa a la entrevista. 


—¿Cómo vivió la llegada del ayatolá Jomeini, con la revolución islámica en 1979? Había expectativas de cambio… 


—Yo era de esas personas que tenían mucha esperanza y apoyaban la llegada de Jomeini. El 90 por ciento de los iraníes la celebraba. Antes de volver a Irán estuvo 15 años en el exilio. Y antes de llegar a Irán decía cosas muy bonitas: los religiosos no deben intervenir para nada en la política, todo el mundo tiene que ser libre, incluso los ateos, los comunistas, tienen que tener libertad. Las mujeres deben ser libres para elegir la vida que quieran tener. Nadie debe estar encarcelado por sus creencias. 


—¿Por qué no se cumplieron las expectativas? 


—Porque mentía. Como el primer año del gobierno de Jomeini no fue tan malo, eso contribuyó a la estabilidad de la dictadura religiosa, y algunos mantenían la esperanza de que representara un buen cambio para el país. Pero luego el gobierno iraní recibió un grandísimo regalo: el ataque militar de Saddam Hussein. Ocho años de guerra contra Irán contribuyeron (a consolidar la dictadura). Con la excusa de mantener la estabilidad del país y salvaguardar la integridad, acallaron todas las voces que protestaban. Según las estadísticas que tenemos, en un año Jomeini mató en las cárceles de Irán a más de 5 mil presos políticos, la mayoría comunistas. 


Ebadi se opuso abiertamente a la fatwa que emitió Jomeini en 1989 contra el escritor Salman Rushdie. Nacido en Mumbai, India, en 1947, Rushdie es uno de los escritores más importantes de habla inglesa. En 1989 publicó Los versos satánicos, donde describía la vida del profeta Mahoma usando fuentes de religiones politeístas anteriores al islam y que son consideradas apócrifas. La fatwa que promulgó Jomeini autorizaba a todo musulmán a matar a Rushdie. El escritor todavía vive bajo custodia policial, a pesar de que el ex presidente iraní Mojamad Katami declaró en 1998 que la amenaza a Rushdie ya no tenía validez. 


—¿Sigue habiendo una mayoría en Irán que cree que hay que matar a Rushdie? 


—Aquellos que creen que esa fatwa sigue vigente, y los fundamentalistas que tienen interés en defender intereses de Jamenei (sucesor de Jomeini y el actual líder supremo de Irán), siguen pensando que, si pueden, lo matan. 


En Irán las mezquitas predominan ampliamente en el paisaje urbano, las hay por todas partes, pero también hay iglesias, sinagogas, o templos zoroastrianos. 


—¿Existe libertad de culto en Irán, hoy? 


—Hay un grupo religioso que tiene 350 mil miembros, los bahái (una secta religiosa monoteísta que surgió en Irán en el siglo XIX). No cuentan con ningún tipo de derecho. No se les permite ingresar en la universidad, crearon una universidad en una casa particular que fue cerrada y sus líderes encarcelados. Han ejecutado a más de 200 miembros de esta comunidad, y el gobierno detuvo a siete de sus líderes. Ningún abogado se atrevió a tomar su defensa. Yo acepté el caso. Esta historia puede dar cuenta de hasta qué punto hay libertad en Irán, para que un abogado no se atreva a aceptar el caso de un detenido. 


Nota de Correspondencia de Prensa 
1) El Foro tuvo lugar los días 26-28 de abril de 2018. También participaron los Premios Nobel de la Paz, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, la guatemalteca Rigoberta Menchú, y el ex presidente polaco Lech Walesa. La iniciativa es impulsada por la Fundación para la Democracia Internacional.
Fuente original: https://brecha.com.uy/


https://www.rebelion.org/noticia.php?id=241216


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