Por Moisés Pérez Mok *
Brasilia (PL) Legislador federal de larga data y escasos resultados, el candidato de la extrema derecha Jair Messias Bolsonaro disputará la Presidencia de la República en octubre próximo, tres décadas después de incursionar en la vida política brasileña.
Brasilia (PL) Legislador federal de larga data y escasos resultados, el candidato de la extrema derecha Jair Messias Bolsonaro disputará la Presidencia de la República en octubre próximo, tres décadas después de incursionar en la vida política brasileña.
Electo miembro de la Cámara Municipal de Río de Janeiro en 1988 por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y dos años después diputado federal, el controversial excapitán del Ejército está por agotar su séptimo período en la Cámara baja, donde de 147 proyectos de autoría propia presentados apenas uno llegó a convertirse en ley.
En esos 27 años de mandato legislativo transitó por ocho partidos políticos, al último de los cuales, el Social Liberal (PSL) se afilió este año para postularse como candidato presidencial de la coalición Brasil encima de todo, Dios encima de todos, integrada además por el Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB, por sus siglas en portugués).
Bolsonaro, de 63 años, nunca ocupó un cargo que lo destacara en la Cámara; no encabezó ninguna comisión legislativa ni una bancada, y si tuvo alguna visibilidad fue por su carácter autoritario, sus discursos agresivos, sus posiciones extremas y sus comentarios racistas y homofóbicos.
Por el contrario, tiene en su haber el hecho de ser recordista absoluto en procesos abiertos en el Consejo de Ética, con cuatro instaurados desde que fuera instalado ese órgano en 2001, y es también reo ante el Supremo Tribunal Federal (STF) en dos acciones penales, en las cuales es acusado de injuria y apología del estupro.
Autodefinido como 'católico fervoroso', Bolsonaro es tratado por sus seguidores, en buena parte jóvenes instruidos, como un 'mito' y como el único capaz de acabar con la inseguridad que golpea al país, aún cuando la receta fundamental que el presidenciable propone para ello es la cuestionada flexibilización de la tenencia de armas de fuego.
De cualquier modo, se trata de un electorado fiel y que le ha permitido mantenerse como segundo colocado en todas las encuestas de intención de voto en las que aparecía además entre los candidatos el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, ya impedido de concurrir a la contienda en las urnas por decisión del Tribunal Superior Electoral (TSE).
Según el más reciente sondeo realizado por el Instituto Datafolha, y cuyos resultados fueron revelados el 10 de septiembre, Bolsonaro -quien se recupera de un ataque con arma blanca sufrido durante un acto de campaña en Minas Gerais- ganaría en el primer turno (ya sin Lula) con 24 por ciento de respaldo entre los potenciales electores.
Sin embargo, continúa siendo el candidato más rechazado (43 por ciento no votaría por él en hipótesis alguna) y de verse obligado a disputar una segunda vuelta perdería con tres de sus principales adversarios: Ciro Gomes, Marina Silva y Geraldo Alckmin, y solo quedaría en un empate técnico con Fernando Haddad, el reemplazante de Lula.
Meses atrás, y refiriéndose a la entonces precandidatura del excapitán del Ejército, la depuesta presidenta constitucional Dilma Rousseff negó que éste fuera 'una ficción' y tampoco 'un producto militar'. Las Fuerzas Armadas -sostuvo- no tienen nada que ver con Bolsonaro.
A juicio de la exmandataria, la relevancia conseguida por el parlamentario carioca es solo parte del proceso de intolerancia, racismo y misoginia desatado por el golpe contra la democracia perpetrado en 2016 por el Congreso de la Nación con el consentimiento del Poder Judicial y que creó un fuerte antagonismo dentro de Brasil.
PROYECTO FÉNIX
Más que un programa para el país, el llamado Proyecto Fénix, presentado por Bolsonaro ante el Tribunal Superior Electoral como plan de gobierno, parece una carta de intenciones, comentó el periódico Brasil de Fato al reseñar el documento de 81 páginas, el cual contiene algunas sugerencias inconstitucionales que laceran los derechos humanos y la libertad de expresión.
El documento presenta lo que considera una nueva forma de gobernar bajo el slogan 'Más Brasil, menos Brasilia' y promete realizar los ajustes necesarios para garantizar crecimiento con inflación baja, generar empleos y enfrentar 'los grupos de intereses ocultos que casi destruyeron al paiÌüs'.
Insiste asimismo en facilitar el porte de armas, reducir hasta los 16 años la mayoría de edad penal, y en tipificar como actos de terrorismo las invasiones de propiedades rurales y urbanas, en un claro intento por criminalizar los movimientos sociales que luchan por tierra y vivienda.
Anuncia además la intención de abrir colegios militares en todas las capitales del país; cambiar los métodos de enseñanza y modificar los contenidos para evitar el 'adoctrinamiento y la sexualización precoz', y 'expurgar la ideología de Paulo Freire', pedagogo brasileño considerado uno de los pensadores más notables de la historia.
Al ser proclamado oficialmente candidato presidencial, en julio pasado, Bolsonaro evitó ofrecer muchos detalles de su programa de gobierno, pero dejó claro que la agenda económica, de la cual se encarga Paulo Guedes, fundador del banco Pactual, busca el liberalismo y reordenar las estructuras federales disminuyendo el número de ministerios.
Mientras, en recientes declaraciones a la prensa afirmó que de ser electo retiraría la Embajada de Palestina de Brasil; buscaría ampliar el diálogo con Israel, Estados Unidos y Europa, y abogó por 'dar la debida estatura' al Mercosur, pues no se puede ser un país con el PIB del tamaño de casi toda América Latina y estar subordinado a éste.
De cualquier modo, el Proyecto Fénix es apenas una propuesta que el candidato del Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués), Ciro Gomes, confía en que no llegue a aplicarse, pues Bolsonaro -consideró- no llegará a ganar la elección.
El éxito de Bolsonaro en las encuestas es impulsado por los ricos, blancos, machos... básicamente ese lado más truculento y egoísta de la sociedad, señaló Gomes y apuntó que él (Jair) sabe que más o menos uno de cada cinco brasileños es homofóbico, misógino, racista y tiene horror al pobre.
Sin embargo, dijo creer que el pueblo brasileño 'no cometerá ese suicidio colectivo' que sería proclamar a Bolsonaro vencedor en las urnas.
arb/mpm
*Corresponsal de Prensa Latina en Brasil.
En esos 27 años de mandato legislativo transitó por ocho partidos políticos, al último de los cuales, el Social Liberal (PSL) se afilió este año para postularse como candidato presidencial de la coalición Brasil encima de todo, Dios encima de todos, integrada además por el Partido Renovador Laborista Brasileño (PRTB, por sus siglas en portugués).
Bolsonaro, de 63 años, nunca ocupó un cargo que lo destacara en la Cámara; no encabezó ninguna comisión legislativa ni una bancada, y si tuvo alguna visibilidad fue por su carácter autoritario, sus discursos agresivos, sus posiciones extremas y sus comentarios racistas y homofóbicos.
Por el contrario, tiene en su haber el hecho de ser recordista absoluto en procesos abiertos en el Consejo de Ética, con cuatro instaurados desde que fuera instalado ese órgano en 2001, y es también reo ante el Supremo Tribunal Federal (STF) en dos acciones penales, en las cuales es acusado de injuria y apología del estupro.
Autodefinido como 'católico fervoroso', Bolsonaro es tratado por sus seguidores, en buena parte jóvenes instruidos, como un 'mito' y como el único capaz de acabar con la inseguridad que golpea al país, aún cuando la receta fundamental que el presidenciable propone para ello es la cuestionada flexibilización de la tenencia de armas de fuego.
De cualquier modo, se trata de un electorado fiel y que le ha permitido mantenerse como segundo colocado en todas las encuestas de intención de voto en las que aparecía además entre los candidatos el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, ya impedido de concurrir a la contienda en las urnas por decisión del Tribunal Superior Electoral (TSE).
Según el más reciente sondeo realizado por el Instituto Datafolha, y cuyos resultados fueron revelados el 10 de septiembre, Bolsonaro -quien se recupera de un ataque con arma blanca sufrido durante un acto de campaña en Minas Gerais- ganaría en el primer turno (ya sin Lula) con 24 por ciento de respaldo entre los potenciales electores.
Sin embargo, continúa siendo el candidato más rechazado (43 por ciento no votaría por él en hipótesis alguna) y de verse obligado a disputar una segunda vuelta perdería con tres de sus principales adversarios: Ciro Gomes, Marina Silva y Geraldo Alckmin, y solo quedaría en un empate técnico con Fernando Haddad, el reemplazante de Lula.
Meses atrás, y refiriéndose a la entonces precandidatura del excapitán del Ejército, la depuesta presidenta constitucional Dilma Rousseff negó que éste fuera 'una ficción' y tampoco 'un producto militar'. Las Fuerzas Armadas -sostuvo- no tienen nada que ver con Bolsonaro.
A juicio de la exmandataria, la relevancia conseguida por el parlamentario carioca es solo parte del proceso de intolerancia, racismo y misoginia desatado por el golpe contra la democracia perpetrado en 2016 por el Congreso de la Nación con el consentimiento del Poder Judicial y que creó un fuerte antagonismo dentro de Brasil.
PROYECTO FÉNIX
Más que un programa para el país, el llamado Proyecto Fénix, presentado por Bolsonaro ante el Tribunal Superior Electoral como plan de gobierno, parece una carta de intenciones, comentó el periódico Brasil de Fato al reseñar el documento de 81 páginas, el cual contiene algunas sugerencias inconstitucionales que laceran los derechos humanos y la libertad de expresión.
El documento presenta lo que considera una nueva forma de gobernar bajo el slogan 'Más Brasil, menos Brasilia' y promete realizar los ajustes necesarios para garantizar crecimiento con inflación baja, generar empleos y enfrentar 'los grupos de intereses ocultos que casi destruyeron al paiÌüs'.
Insiste asimismo en facilitar el porte de armas, reducir hasta los 16 años la mayoría de edad penal, y en tipificar como actos de terrorismo las invasiones de propiedades rurales y urbanas, en un claro intento por criminalizar los movimientos sociales que luchan por tierra y vivienda.
Anuncia además la intención de abrir colegios militares en todas las capitales del país; cambiar los métodos de enseñanza y modificar los contenidos para evitar el 'adoctrinamiento y la sexualización precoz', y 'expurgar la ideología de Paulo Freire', pedagogo brasileño considerado uno de los pensadores más notables de la historia.
Al ser proclamado oficialmente candidato presidencial, en julio pasado, Bolsonaro evitó ofrecer muchos detalles de su programa de gobierno, pero dejó claro que la agenda económica, de la cual se encarga Paulo Guedes, fundador del banco Pactual, busca el liberalismo y reordenar las estructuras federales disminuyendo el número de ministerios.
Mientras, en recientes declaraciones a la prensa afirmó que de ser electo retiraría la Embajada de Palestina de Brasil; buscaría ampliar el diálogo con Israel, Estados Unidos y Europa, y abogó por 'dar la debida estatura' al Mercosur, pues no se puede ser un país con el PIB del tamaño de casi toda América Latina y estar subordinado a éste.
De cualquier modo, el Proyecto Fénix es apenas una propuesta que el candidato del Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués), Ciro Gomes, confía en que no llegue a aplicarse, pues Bolsonaro -consideró- no llegará a ganar la elección.
El éxito de Bolsonaro en las encuestas es impulsado por los ricos, blancos, machos... básicamente ese lado más truculento y egoísta de la sociedad, señaló Gomes y apuntó que él (Jair) sabe que más o menos uno de cada cinco brasileños es homofóbico, misógino, racista y tiene horror al pobre.
Sin embargo, dijo creer que el pueblo brasileño 'no cometerá ese suicidio colectivo' que sería proclamar a Bolsonaro vencedor en las urnas.
arb/mpm
*Corresponsal de Prensa Latina en Brasil.
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