Fanny Guerra viene desde Ocotepeque, Honduras, buscando a su hermana María Waldina. La última vez que supo de ella fue en mayo de 2010, cuando mencionó que estaba por unos días en Loma Bonita, Oaxaca, trabajando para juntar dinero y seguir su camino hacia la frontera norte con Estados Unidos.
Desde entonces María Waldina, ahora de 34 años, nunca más se comunicó con su familia en Honduras. Sus hijos, de 14 y 18 años, siempre preguntan por su madre, dice Fanny Guerra entre sollozos. Y ellos han decidido venir a buscarla cuando tengan más edad, añade.
Aminda Bustillo, una persona de la tercera edad, participa en la caravana buscando a su hijo Reynaldo Castro Bustillo, quien desapareció en 2015 en Tamaulipas. Buscaba llegar a Texas, Estados Unidos, pero lo último que supo de él es que un comando de Los Zetas lo bajó en un retén y lo secuestró.
La mujer asegura que por la liberación de su hijo sus captores le pidieron 6 mil dólares, dinero que juntó en la semana que le dieron de plazo y lo depositó en la cuenta que le dijeron, pero nunca más supo de Reynaldo.
Jamás volvieron a responder en el celular que llevaba y tampoco volvió a comunicarse con su familia. Aminda Bustillo dice que su hijo tiene ahora 26 años. No está muerto, sino desaparecido, sostiene con tristeza.
Como Fanny Guerra y Amanda Bustillo, muchas madres, hermanas e hijas buscan a sus padres, a sus hijos e hijas, a sus hermanos o hermanas.
Esta caravana tiene su propia ruta e itinerario, muy diferente a la de migrantes, hondureños en su mayoría, que buscan llegar a la frontera con Estados Unidos.
Estos últimos pernoctarán hoy en Huixtla y mañana saldrán hacia el municipio de Mapastepec, a unos 70 kilómetros de caminata en el corredor migratorio, para seguir hasta Pijijiapan, Tonalá y Arriaga. Al salir de Chiapas se dirigirán a Chahuites, Oaxaca.