La soga
A 2019 de almanaque, no hay español de deneí que no haya arribado a la capital portuguesa. No hallarán periódico nacional, provincial, local u octavilla de urbanización; revista de viajes, gastronomía, decoración o de bisutería que no rellene unas pocas de líneas pomposas, siempre definitivas y recónditas, de la burbujeante Lisboa.
Por donde llegaban en tiempos de Vasco da Gama naos casi vacías de esqueletos amarillentos, en harapos tras meses sin avistar costa, hoy unos predios flotantes derraman el sustento en forma de clientela.
La ciudad vive abonada al oxímoron: la moda de lo antiguo como experiencia irrepetible, la orografía de cuestas inagotables, su cementerio de los placeres o la ajetreada calma que a diario juega en los peldaños de su calzada. De un tiempo a esta parte, las perífrasis discurren en el eco de las cavernas. Por eso, no pretendo atracar ni verter más tinta al lugar donde el Tajo piérdese en Atlántico. Tan solo reseñar un breve apunte con subrayado que ocupa mi pequeña libreta.
Allí, en A Brasileira, las sillas de la decorativa mesa están apartadas del resto de la terraza que pertenece al café. Tanto que no es necesario consumir para sentarte junto a Fernandito, como hipocorísticamente insiste en llamarle un fulano, en su enésima foto con flash a su soleado hijo con gorra.
Resulta una contradicción en caída libre: inmortalizarte en una instantánea con una efigie que finge como poeta ser diferentes individuos y, para más inri, apellidado Pessoa . Pero un lingüista, o cualquiera que se detenga en el saber etimológico, podrá reparar en los recovecos del encadenamiento.
Sin abundar en petulancias, es destacable la ubicación del monumento al poeta portugués en el exterior, siendo el lugar menos frecuente para superar la tarde junto a su rutinaria y recíproca actividad: escribir, beber y fumar. A no ser que saliese de su interioridad para recordar sus tiempos sudafricanos donde las sombrillas coloniales tapizaban su visión adolescente, «soy del tamaño de lo que veo, no del tamaño de mi estatura».
Pessoa era un misántropo al que han intentado ligar a la eternidad en productos de único uso final de venta. ¿Quién bebe café en su morada en una taza con forma de sombrero? La desdicha le acompaña en su estatua. Ya hubiese querido Pessoa cambiar tanta muchedumbre por petrificarse en el tiempo con el prematuro suicida Mário de Sá-Carneiro . Sentándose para caminar, como César Vallejo confesaba haber hecho en Trilce .
En Buenos Aires, dícese escuchar el eco del murmullo entre Bioy Casares y Borges en el Café La Biela, tan acompasada como la pausa sonora compartida a la orilla de un par de güisquis entre Onetti y Rulfo en vida. «Elogio de la brevedad», escribo entre paréntesis.
Aquí, al borde de la vereda, apenas alcanzo a concluir las puntuaciones que completan estas anotaciones, cuando mi caligrafía es objeto de miradas extrañas, entre curiosas y recelosas, de algunos movilizados transeúntes a la velocidad de tres fotos por adoquín.
Para acabar esta digresión pessoana , me acuerdo de uno sus coetáneos, añada del 88/XIX, el poeta mediterráneo Giuseppe Ungaretti . «Solo es decente ser otra persona». Evocar la instantánea en la que aparece Ungaretti ataviado con boina, gabardina y paraguas mientras atravesaba no importa qué puente. A vista de cualquiera, ¡y es que no somos más que apariencias!, podría pasar por un médico que anota las pulsaciones del último paciente, un espía de Entreguerras que escribe la dirección del penúltimo decisivo encuentro, un ingeniero que realiza cálculos del soporte en toneles de los nuevos caminos o, incluso, un viajero que comienza a escribir la ansiada carta que aguarda la persona que solo aguardaría ansiosa esa carta del remitente. ¿Y no es el poeta quien se ocupa de esas tareas?
Ayer paseaba por Pessoa mientras la ropa tendida en los balcones se soleaba, en los tranvías viajaba la abundancia, las palomas decidían mudarse a la tierra y Lisboa se desperezaba de su ruina como el vencido que sabe la verdad . Desasosiega saber que estar es otro tiempo a haber sido.
Fuente: https://lasoga.org/al-borde-de-la-vereda-lisboa/
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259418
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