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25 agosto 2019

Brasil. Arde la selva amazónica mientras avanza una «locura» suicida




Por Juan Guaham, Resumen Latinoamericano, 25 agosto 2019

Arde la selva amazónica. Bajo la azorada mirada de unos 34 millones de pobladores -en gran proporción indígenas- y la complaciente perspectiva de estos “nuevos conquistadores”, que reproducen y vienen a completar la maldad de la conquista originaria que intentó destruir la cultura de los pueblos preexistentes. Los incendios, expandidos por varios países de la región, están consumiendo al “pulmón del planeta”. La selva amazónica abarca 9 países (Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guayana francesa, Guyana y Surinam) en una extensión de unos 7 millones de kilómetros cuadrados, el 80% de los cuales forma parte del territorio brasileño. La destrucción de este ecosistema no es un tema nuevo pero, año a año, va adquiriendo un mayor riesgo para sus habitantes, para la región y para todo el mundo. Desde 1970 hasta la fecha más del 20% de ese territorio ha sido deforestado y destinado a la cría de vacunos, el cultivo de la soja o actividades extractivas y madereras.

Es una catástrofe muy difícil de medir. Sin embargo una dimensión de la misma la da el hecho que los incendios forestales, que hoy superan los 73 mil focos, han crecido más de un 80% durante este año, en comparación con los que existieron hasta esta misma fecha en año pasado. Por cada minuto la destrucción de la selva avanza a un promedio de un estadio y medio de fútbol. La explicación sobre las causas principales de esta tendencia reconoce dos visiones contrapuestas. Desde el gobierno brasileño hacen responsable a las condiciones de la naturaleza: “el tiempo seco, el viento y el calor” son los causantes, ha dicho Ricardo Salles Ministro de Medio Ambiente. Los pobladores de esas zonas, las organizaciones sociales y los expertos sobre el tema dicen que la mayor responsabilidad cae sobre la política y la actividad humana. En ese sentido recuerdan que las condiciones naturales no son peores que otros años, sin embargo el drama se ha multiplicado notoriamente. Atribuyen ese hecho al gobierno y los interesados por hacerse de nuevas tierras para ganado y soja. La deforestación es el instrumento de dichas políticas. Critican al gobierno por facilitar y alentar esa tendencia a favor de hacendados y productores “amigos”, lo que ha motivado este inusitado crecimiento de este fenómeno desde que asumió Jair Bolsonaro. En este período llueven las denuncias sobre el modo que bandas armadas penetran en las zonas protegidas y asesinan a los líderes indígenas que los enfrentan. No faltan los relatos acerca de la existencia de aviones que arrojan combustibles para desatar tales incendios masivos. Ya fueron afectadas por el fuego 68 reservas protegidas, mientras era reducido -en un 95%- el presupuesto destinado a las acciones orientadas a combatir el cambio climático.

La gravedad de la situación se extrema si nos ponemos a reflexionar sobre los efectos de esta manía de enriquecimiento y productivismo inhumano que promueve incrementar los riesgos de suicidio del planeta. Se está poniendo en peligro el Amazonas que contiene a cerca del 20% del agua del planeta, al 10% de su biodiversidad global y al 20% del oxígeno de la Tierra.

Además su existencia resulta indispensable para la regulación climática de toda Sudamérica, influyendo en el régimen de lluvias de toda la región. Tampoco se debe olvidar que las emisiones de carbono, producidas por los incendios, hacen esos territorios aún más proclives a sequías, inundaciones y otras consecuencias de la aceleración del cambio climático. Al mismo tiempo nuestros pueblos son testigos de la pérdida de calidad del aire con motivo del humo que ya se está dispersando por diversos territorios de nuestra América, incluyendo áreas de Argentina.

Una idea de los daños producidos por estos incendios nos llenan de bronca e indignación. Unas 350 comunidades indígenas residentes en la zona son afectadas. Decenas de miles de especies de plantas y animales también sufren daños, muchos de ellos irreparables. La Amazonía absorbe y almacena grandes cantidades de carbono lo que retrasa la crisis climática, si en lugar de cumplir ese rol también ellas emana carbono es evidente el riesgo que implica para apresurar los tiempos de la crisis climática. Todo ello tiene que ver con su nefasto efecto sobre el agua y el oxígeno, dos componentes vitales para la continuidad de la vida humana sobre la tierra.

Desde lugares identificados con el actual modelo hegemónico mundial también se dejan oír voces críticas a lo que está ocurriendo con la Amazonía en general y con Brasil en particular.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, está advirtiendo sobre los peligros que se avecinan. El presidente francés, Emmanuel Macron, señaló que los incendios suponen «una crisis internacional” y aseguró que ella estará puesta en la agenda del G 7, que está reunido en Biarritz (Francia). Asimismo advirtió que ello pone en riesgo el reciente Convenio entre la Unión Europa y el Mercosur.


No es menor la preocupación de la Iglesia Católica que tenía previsto realizar en octubre próximo un Sínodo (reunión de obispos) sobre el tema de la Amazonia y sus cuidados. Encuentro que Bolsonaro procura cancelar. El documento que servía como convocatoria: “Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral”, que merece ser leído, nos da una idea de las dimensión de los problemas que esta cuestión envuelve.
http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/08/25/brasil-arde-la-selva-amazonica-mientras-avanza-una-locura-suicida/

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