Le preguntaron a Perón: -General, ¿qué piensa hacer usted para volver al gobierno? -Yo no haré nada. Todo lo harán mis enemigos.
Lo ocurrido el mes pasado en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) argentinas, no solo significó un golpe en la mesa electoral de este país sudamericano, sino que implicó también un golpe de efecto para el resto de Nuestra América, y en particular para el Ecuador.
Si bien el caso actual ecuatoriano es menos conocido a nivel internacional por varias razones, entre ellas el bloqueo mediático existente debido a la connivencia entre el nuevo Ejecutivo y los grandes medios de comunicación, es interesante realizar un análisis y algunas reflexiones a la luz de los resultados de estas primarias presidenciales que dieron por ganadores al binomio Fernández-Fernández. El objetivo es generar y aportar en el debate actual de la coyuntura social y política del país.
Desde mayo de 2017 el Ecuador está gobernado por Lenín Moreno Garcés, quién fue el candidato del movimiento de gobierno Alianza País (AP) y que en su momento fuera vicepresidente de Rafael Correa por 6 años (2007-2013). De este modo, se hubiera entendido que la continuidad del proyecto político de la Revolución Ciudadana (RC) estaba asegurada, más allá de los matices y bemoles personales que Moreno pudiera impregnarle a su gobierno.
Pero nada de esto sucedió, y en menos de un año en funciones Moreno dio un vuelco total a su gobierno, alejándose de su electorado, su programa de gobierno y del líder principal de la RC. Este viraje se concretó en alianzas de facto con la derecha política ecuatoriana, la desinstitucionalización del Estado, la sumisión a los intereses geopolíticos de EE. UU., la persecución política a la dirigencia de la RC (ahora expulsada de AP) y a cuadros técnicos que trabajaron en el anterior gobierno, y principalmente, en la aplicación del recetario neoliberal como política pública central para el manejo de la economía. Esto último se tradujo en la firma de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para el desembolso de alrededor de 4200 millones de USD, previo cumplimiento de varios condicionamientos clásicos del Fondo (reducción del funcionariado público, alza de precios de combustibles, flexibilización laboral, privatización de bienes del Estado, entre otros). En este contexto, las semejanzas con el caso argentino empiezan a ser más evidentes.
Con el tercer año de gobierno ya empezado, y las elecciones presidenciales cada vez más cerca en el horizonte, las lecciones que llegan desde Argentina deben ser aprendidas para que la izquierda pueda volver a gobernar. Los resultados de las PASO y lo que seguramente suceda en las elecciones presidenciales de octubre han sido un impulso de esperanza para el progresismo ecuatoriano, pero también puede convertirse en un arma de doble filo.
La frase del General Perón con la que comienza este escrito comenzó a circular por las redes sociales los días posteriores a las primarias argentinas tratando de traducirlo para el Ecuador, asumiendo que, por más bloqueo y persecución política a Rafael Correa y su círculo, finalmente regresará a gobernar por las propias equivocaciones de sus rivales. Por lo que tendríamos solamente, o principalmente, que esperar al descalabro económico y social que causará el neoliberalismo (otra vez), para que la gente comprenda y desee la vuelta de Correa y el progresismo al poder.
Esta es una visión riesgosa y altamente autocomplaciente de la política. Principalmente porque el progresismo no puede darse el lujo de que el neoliberalismo “le dé haciendo” la campaña política. Es verdad que el neoliberalismo crea unas ciertas condiciones de precariedad social en las que la ciudadanía se ve frustrada por la incapacidad del gobierno y la clase política a dar respuestas a sus demandas y reclamos, pero esto en ningún caso es suficiente. La política es una dinámica de construcción permanente, de dotar cotidianamente de sentido a la realidad que se nos presenta. Sino se toma conciencia de esto, otros grupos serán los que aprovecharán el momento para definir la realidad para su beneficio particular.
Así, existen aún varias tareas políticas que, desde los distintos sectores de la izquierda, y especialmente del correísmo (o la RC como se autodenominan), deben realizar para aprovechar el escenario que está construyendo el gobierno de Moreno y sus aliados. No hacerlo significaría jugar a la ruleta rusa en 2021 (o antes) y dejar que la derecha tenga la oportunidad de ratificar su control total sobre el Estado ecuatoriano.
Aquí debemos rescatar nuevamente el caso argentino. El kirchnerismo no estuvo sentado durante los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri. A más de la oposición política realizada al gobierno de la nación, el kirchnerismo vivió momentos de maduración que devinieron en una suerte de regeneración para acoplarse al nuevo contexto político, económico y social que el gobierno macrista ha ido creando estos años, sin el cual la rotundidad del éxito electoral no hubiera tenido las mismas dimensiones. En este sentido, quizás más importante que el descalabro social producido por Macri y su gobierno, fue la evolución realizada por el kirchnerismo para aprovechar de manera fulminante las elecciones de este 2019.
Solo por mencionar las tareas más urgentes para el progresismo en el escenario ecuatoriano, quisiera mencionar estas dos: autocrítica sincera y reconstrucción de puentes.
La autocrítica: Este puede ser un punto bastante amplio, pero nos concentraremos solo en unos pocos temas que se vislumbran esenciales. Si algo adolecía Rafael Correa y su bloque político era su incapacidad de realizar una autocrítica profunda de su accionar, tanto del movimiento político como de su gestión a la cabeza del gobierno ecuatoriano. La dinámica establecida con su oposición política y, especialmente, con los medios de comunicación privados no ayudó, y provocó que terminen acorazándose a cualquier tipo de crítica, viniera esta de su propio bloque como de diferentes sectores aliados, particularmente progresistas. Se estableció una especie de escenario del “si no estás conmigo, estás contra mí”, llegando inclusive a generar dinámicas de criminalización de la protesta social. Añadiendo a lo cual, el gobierno terminó asumiendo el rol de vanguardia social, dejando de lado muchas visiones que podrían haber enriquecido el debate, generado nuevas alternativas e inclusive habrían fortalecido el bloque gobiernista en su interior. Esto no sucedió, y el correísmo desde 2017 se quedó solo, únicamente su núcleo duro permaneció relativamente unido luego del mazazo que fue el viraje y la persecución de Moreno y sus nuevos aliados.
También habría que tomar en cuenta que este complejo de considerarse vanguardia social del gobierno de Rafael Correa, y en su momento también de AP, generaba otro problema aparte del de dejar fuera del debate a los propios movimientos sociales, sino el de también creerse la falacia de que el gobierno y AP eran y representaban legítima y adecuadamente esas distintas demandas y reclamos sociales.
Aquí traigo a colación otro ejemplo del kirchnerismo. En 2018, en el Senado argentino se estaba debatiendo la despenalización del aborto. Una reivindicación feminista que desbordo a distintos niveles sociales, pero que no logró los votos suficientes para despenalizarlo. En una de las alocuciones públicas de Cristina Fernández durante el debate legislativo dijo: “A lo nacional y popular que caracterizó al peronismo, tendremos que incorporar al feminismo. Nacional, popular democrático y feminista” [1] . Con esta declaración hacía explícito la conciencia de que el movimiento popular de masas más grande del país no tenía dentro de su ADN al feminismo y que tenían una tarea pendiente importante.
La RC y AP no son tampoco feministas. Existen cuadros particulares que defiendan esta bandera, pero no son todos/as, ni eran mayoría. Pero eso no les impedía convocar marchas por el 8 de marzo o hablar con aires de autoridad sobre lo que habría que hacer antes que oír a los propios movimientos respetando su autonomía y experiencia. Lo mismo sucedía con mayor o menor medida en otros ámbitos. La RC tiene que entender qué significan como actor social. Un punto de confluencia y representación de muchas demandas (e ilusiones), pero nunca van a ser la demanda particular en sí misma.
Estos años fuera del gobierno, con una estructura depurada (pues los menos convencidos/oportunistas se quedaron con Moreno), y con Rafael Correa en la distancia, quizás haya existido la voluntad para realizar este proceso. Si esto ha sido así, también se tendrá que explicitarlo hacia afuera, más allá de sus bases, también al electorado que quiere recuperar, pero antes también tendrá que saber hacerlo con sus futuros aliados [2] .
Reconstruir puentes: Esta tarea no se entiende sin la anterior. Una de las características clave del gobierno de la RC fue también su facilidad para enemistarse con los diferentes sectores sociales con los cuales se entendía que tenían visiones u objetivos comunes. Los sectores indígenas (más allá de sus dirigencias), ambientalistas, el cada vez más grande movimiento feminista, o los sindicatos terminaron en veredas opuestas al final de los diez años de gobierno. El manejo de temas sensibles y espinosos políticamente como, la minería a gran escala, el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, la regulación de utilidades provocó fracturas irrecuperables con los movimientos y distanciamientos con personajes antes aliados en ese momento. Pero no tiene que permanecer así.
Una de las razones por las que la movilización popular aún no ha despuntado en el país, a pesar de las acciones en claro desmedro de las clases trabajadores y populares desde actual gobierno, es porque muchas organizaciones no quieren verse en la calle protestando junto con el correísmo. Y esto no solo se debe a la imagen peyorativa que han logrado construir los medios de comunicación estos últimos años, sino también se debe a los recelos latentes de estos sectores por los modos y formas en las que se los trato desde la RC en su momento cuando eran gobierno, a veces incluso priorizando la construcción de alianzas clientelares por sobre vínculos con sectores con más intereses comunes, pero menos verticales y dinámicas más autónomas.
Para reconstruir el bloque progresista (nacional popular) es necesario dar pasos para reconstruir esos puentes que fueron quemados en su día, pero que no pueden permanecer eternamente rotos. Y aquí la RC debe tener la generosidad suficiente para dar los primeros pasos y la humildad necesaria para, junto con la tarea anterior (la autocrítica sincera), tratar al menos de reestablecer la confianza para abrir nuevos canales de diálogo y trabajo entre todos los sectores que están sufriendo las medidas económicas y políticas del gobierno de Moreno. También debe haber un esfuerzo del resto de movimientos sociales por dar ese paso. La reconstitución del bloque es tarea fundamental, pero creer o esperar que las miserias del neoliberalismo son suficiente motivación para lograr la unidad, es caminar con la venda de la ingenuidad y la terquedad sobre los ojos.
El ejemplo de cómo el kirchnerismo tuvo la madurez y la visión necesaria para retejer vínculos rotos se plasma en la incorporación de Alberto Fernández para encabezar el binomio presidencial, cuando este había salido del gobierno de Cristina Fernández en malos términos, en 2008, justo cuando empezaba el conflicto del campo. O incluso, la negociación con Sergio Massa para no competir por el mismo espacio político y desafiar al macrismo desde un mismo frente.
Más allá de la idealización de la “unidad de las izquierdas” que nunca ha existido, es posible ir juntando fuerzas, porque leyendo la situación en la que el progresismo en Ecuador se encuentra hoy, ninguna estrategia para detener el embate neoliberal y oligárquico del gobierno de Moreno puede realizársela sin contar con la RC, pero la RC tampoco puede hacerlo todo solo. Así que es sensato y urgente hacer lo necesario para reconstruir esa confianza perdida. Incluso, ahora que los sectores más retardatarios de AP se han retratado y se encuentran apoyando en el poder al gobierno de Moreno, este momento puede ser la oportunidad para dar un salto adelante en la consolidación y evolución de un pensamiento más coherente dentro del bloque progresista (feminismo con todas sus aristas, ambientalismo con sus contradicciones, y otros) mediante la integración autónoma de estos sectores todavía alejados de la RC en 2019.
Es evidente que quedan pendiente otras tareas por realizar, desde definir claramente una política electoral de alianzas, varios planes para los posibles escenarios electorales, regeneración de cuadros, formación política de las bases, alternativas para romper el cerco mediático y el bloqueo político, etc., pero que, sin la reagrupación del bloque progresista, tendrán mucha menos efectividad o incluso serán solo testimoniales. Para detener a las élites que han secuestrado a la democracia y al Estado ecuatoriano es necesario una manifestación popular masiva. Su victoria es el arrinconar, mantener incomunicados y con miedo a los diferentes actores, cada cual en su esquina luchando solos por sus respectivas demandas. Pero lo sucedido en Argentina nos muestra que no tiene que quedarse así, pero para tener éxito no se puede dejar que el trabajo lo haga el contrario.
Es innegable que lo que está sucediendo en Argentina con la casi segura victoria del Frente de Todos ha sido una inyección de esperanza para las clases populares y trabajadoras del continente, pero existe el riesgo de que ese optimismo se convierta (nuevamente) en la soberbia y autocomplacencia que terminó caracterizando a la RC en sus últimos años en el gobierno y que fueron determinantes en su descomposición posterior. Digo esto porque la frase de Perón no para de repetirse. Inclusive se ha empezado a debatir sobre los posibles binomios que irían con Rafael Correa en la papeleta de 2021, cuando las tareas previas y obligatorias no se las está teniendo en cuenta con la responsabilidad requerida para el momento. Más que citar al General habrá que parafrasearlo políticamente de otra manera: A Perón citando, pero con el mazo dando.
Notas:
[1] Rosario3 (2018). “Cristina quiere un peronismo "nacional, popular y feminista"“. http://bit.do/fbaqW . Visto septiembre 2019.
[2] Revista Crisis (2019). “Paola Pabón: una de las grandes deudas de la Revolución Ciudadana es no haber construido poder popular”. http://bit.do/fbi5A. Visto septiembre 2019.
Renato Villavicencio Garzón es Máster en Estudios sobre Globalización y Desarrollo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y Máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Actualmente es doctorando en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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