Luis Ignacio Lula da Silva ha sido liberado, la infamia en su contra no pudo más, fue derrotada por la solidaridad internacional, los movimientos sociales y el apoyo de gobiernos progresistas, que nunca desistieron hasta alcanzar la liberación física del expresidente brasileño, quien de manera injusta, permaneció alrededor de 580 días detenido en la en la sede de la Policía Federal de Curitiba, desde el 7 de abril de 2018, mediante un juicio amañado para criminalizarlo e imposibilitarlo para participar en el proceso electoral como candidato presidencial en contra del neofascista Jair Bolsonaro, fue condenado a ocho años y diez meses de prisión, por los delitos de corrupción y lavado de dinero en la operación lava Jato.
En sus primeras palabras al salir de prisión, Lula expresó: “Queridos compañeros y compañeras, no tienen dimensión de lo que significa para mi estar hoy aquí con ustedes […] Ustedes eran el alimento de la democracia, lo que yo necesitaba para resistir. No tienen noción de la importancia de ustedes en mi vida. Estoy más fortalecido. Tengo más coraje. Hay que seguir luchando para mejorar la vida del pueblo brasileño”. La noticia de la liberación de Lula, comienza a recorrer los rincones de la Patria Grande, encendiendo una llama más de esperanza por el restablecimiento de la justicia en un contexto por demás álgido, además, la liberación se alcanza en el periodo de mayor desprestigio del presidente Bolsonaro, quien con sus declaraciones y actos, ha puesto en entredicho su mandato. La resolución de libertad para Lula autorizada a partir de la petición efectuada por la defensa para la excarcelación en el marco de la decisión del Tribunal Supremo de Brasil.
El jueves pasado con 6 votos a favor y 5 en contra, se estableció un cambio de jurisprudencia para rechazar la prisión preventiva en casos de prisión por sentencia de un tribunal de segunda instancia, esa acción otorgó la posibilidad casi inmediata de la liberación. Sin embargo, hay que tener muy claro, que la liberación física que ahora se alcanza, no significa el final del proceso jurídico en su contra, no se ha anulado la condena ni se le han restituido los derechos políticos, Lula, deberá continuar peleando jurídicamente y socialmente por su declaración absoluta de inocencia que lo exonere de toda culpa implantada y le posibilite su actuación plena en la política brasileña. La solidaridad internacional que hoy ha logrado la excarcelación, tendrá que mantenerse alerta para proseguir con la demanda de una liberación total y vigilante del respeto de los derechos y garantías plenas del líder del Partido del Trabajo (PT) brasileño.
El temple con que Lula ha enfrentado todo este proceso infame, le ha otorgado un grado mayor de carisma entre la población brasileña y la comunidad internacional, a pesar de todas la vejaciones sufridas y atropellos, su delicada respuesta al duro tiempo, lo pone una vez más, en la cima de la disputa política venidera, la liberación de Lula es una prueba compleja para el gobierno ultraconservador de Bolsonaro, que ha dividido al pueblo sudamericano, enfrentado a la nación brasileña con países hermanos de la región como Venezuela, sometido la voluntad nacional ante los mandatos imperialistas de Estados Unidos, y por si fuera poco, ha ligado a Brasil con gobiernos abiertamente lacayos y genocidas como el de Israel, prueba de ello, es que apenas el día de ayer, 7 de noviembre, fueron precisamente, Brasil, Estados Unidos e Israel los tres países que votaron en contra del levantamiento del bloqueo imperialista contra Cuba en el seno de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Los tiempos de esperanza latinoamericana serán reforzados con la liberación de Lula, su figura moral dará impulso a movimientos sociales y sectores populares de Brasil, para enfrentar con mayor ahínco la política neofascista de Bolsonaro y de la región, que se resiste a comprender que el futuro de los pueblos será siempre la libertad. La reconfiguración del orden geoestratégico en la política, la correlación de fuerzas hacia la izquierda y proyectos progresistas, alistan un escenario de cierre para el 2019, un año convulso para Nuestra América y, a la vez, esperanzador para nuestros pueblos, la unidad e integración siguen siendo el camino para la primavera latinoamericana venidera.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas.
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