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21 diciembre 2019

¿Quién va enseñando el trasero? Respuesta al negacionismo climático de Bruno Cossío



En el artículo titulado “El emperador del clima va desnudo: desmontando la emergencia climática”, Bruno Cossío ataca la teoría del cambio climático antropogénico, es decir, causado por las actividades humanas, y critica por infundada la idea de que el clima está evolucionando hacia resultados catastróficos. Las ideas de Cossío no son ni mucho menos sensatas y hay muchas razones para pensar que son muy nocivas en el contexto general de crear conciencia sobre los asuntos que son importantes para la sociedad. Aquí se trata de mostrar por qué lo que dice Cossío tiene muy poco fundamento y debe ser considerado como disparatado.

Sobre el supuesto “mito del cambio climático” 

Cossío sostiene que el hecho de no ser un científico no le invalida para escribir un artículo denunciando los mitos del cambio climático, al igual que al expresidente de EEUU, Al Gore, no le impidió recibir un premio Nobel “por engendrar una película sobre el clima que se equivocaba en todo”. Cossío dice haber tenido siempre “una curiosidad voraz por los temas medioambientales”, pero tras el paso de los años y las décadas “escuchando predicciones fallidas y esperando catástrofes que nunca llegaron” evolucionó hacia el “cuestionamiento constante de todo aquello que se nos presenta como científicamente probado, especialmente en aquellos temas en los que se nos exige no dudar”.

De lo que se trata aquí, entonces, es de lo siguiente. ¿Cuál ha de ser la actitud de quienes no tienen conocimientos específicos sobre un campo del conocimiento, frente a lo que dicen los especialistas en ese campo? Muchos que no somos climatólogos ni expertos en geociencias consideramos que la hipótesis del cambio climático antropogénico no es ni mucho menos un mito, sino una teoría científica que tiene múltiples observaciones y datos a su favor. Lo ocurrido desde que la teoría se propuso en la década de 1980 fundamentalmente ha confirmado la teoría, en contra de lo que afirma Cossío. Lo que aquí se pretende mostrar es que Bruno Cossío y quienes opinan como él están profundamente equivocados. Veamos por qué.

Cossío dice que el cambio climático ha sido una preocupación del ser humano desde que el hombre es hombre y que a lo largo de la historia ha habido muchos mitos sobre las posibles influencias humanas o sobrenaturales en el clima. Y añade que, irónicamente, la teoría actual según la cual las temperaturas de la Tierra se están elevando de manera catastrófica por culpa del CO2producido por las actividades humanas, es simplemente una nueva edición de esos mitos. Igualmente sería un mito muy extendido, dice Cossío, y “sin ninguna evidencia empírica” que lo apoyeaquello de que está aumentando la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, olas de calor, tornados o sequías.

Empecemos con la idea de Cossío de que el cambio climático antropogénico es una colección de mitos. Según una definición corriente, un mito es una historia fabulosa de tradición oral que explica por medio de la narración las acciones de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza, aspectos de la condición humana, etc. Otra definición dice que un mito es una historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa y les da más valor del que tienen en realidad. Wikipedia dice que un mito es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios como dioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, que busca dar una explicación a un hecho o un fenómeno. Dice también que los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, donde son considerados como historias verdaderas.

La teoría del cambio climático antropogénico no encaja en estas definiciones. En primer lugar dicha teoría no habla de seres fantásticos. Ni siquiera se refiere a ciertas nociones, generadas en el campo de la ciencia, mucho más abstrusas y menos observables directamente, como son la herencia epigenética, los neutrinos, la teoría reticular de Golgi, las cuerdas que propone la electrodinámica cuántica, el éter interestelar o el flogisto, estos dos últimos conceptos hoy desechados por la comunidad científica. La teoría del cambio climático antropogénico se refiere a conceptos asequibles a cualquiera que tenga una mínima educación científica: el dióxido de carbono, CO2, que se produce en las combustiones; el CH4, metano, que produce CO2 al quemarse en las cocinas, las calderas de calefacción, los motores de explosión y las centrales eléctricas y que se libera también a la atmósfera al extraer gas natural y al descomponerse la materia orgánica en el tratamiento de aguas residuales, el aparato digestivo del hombre y los animales herbívoros y el derretimiento del permafrost; el efecto invernadero, muy fácil de entender, debido a esos dos gases y otros gases menos importantes, también producidos por las actividades humanas.

Que el cambio climático antropogénico sea un mito también está en completa contradicción con el hecho de que la teoría es aceptada por una enorme mayoría de la comunidad científica en sus aspectos fundamentales; y en concreto, en que hay una conexión de los cambios del clima que se están detectando con las emisiones de gases de efecto invernadero. Así lo demuestra por ejemplo la declaración conjunta sobre el cambio climático de las academias de ciencias de Alemania, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, India, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia en 2005. Por lo demás, hace ya 15 años, Naomi Oreskes presentó datos abrumadores demostrativos de un amplio consenso científico sobre el fenómeno del cambio climático y su carácter antropógeno (“The Scientific Consensuson Climate Change”, Science, vol. 306, nº. 5702, pp. 1686- 7, corrección en vol. 307, nº. 5708, p. 355, 2004).

La escasa fundamentación científica de los argumentos de Cossío 

En su argumentación contra la teoría del cambio climático antropogénico Cossío demuestra tener una confianza que cuando menos habría que calificar de “abultada” en cuanto a su capacidad de crítica en campos científicos específicos. Así afirma que los especialistas en climatología

basan sus afirmaciones en un periodo que, como mucho, abarca desde 1870 hasta hoy. Pocas conclusiones se pueden sacar en un espacio de tiempo tan corto, sobre la normalidad o anormalidad de ciertos cambios o sobre su beneficio o perjuicio.

¿De dónde sale entonces esta aparente seguridad total en que el CO2 provoca aumento de las temperaturas? Pues del estudio del hielo de la Antártida, donde se han registrado, capa a capa, cientos de miles de años de temperaturas y niveles de CO2. En estos registros son bien visibles las cuatro últimas glaciaciones, cada una con un periodo interglaciar como el que vivimos actualmente. Y con una correlación casi perfecta, los niveles de CO2. La hipótesis del CO2 como controlador del clima nace de esta correlación, pero hay un problema: el CO2 varía siempre cientos de años después de la temperatura, nunca antes. Es más, cuando la última glaciación comenzó y las temperaturas habían caído ya 6 grados, el CO2 seguía a niveles de un periodo cálido o interglaciar. Es más probable asumir que las variaciones del CO2 responden a que éste es un gas que se disuelve en los océanos cuando más fríos están y se libera cuando se calientan.

Obviamente, todo esto son afirmaciones de mucha profundidad y complejidad científica, de temas de paleoclimatología (el estudio del clima en tiempos prehistóricos). Cossío las lanza sin dar ninguna referencia para respaldarlas y se queda tan tranquilo. ¿Será que las academias de ciencias que respaldan la teoría del cambio climático antropogénico y los muchos climatólogos, especialistas en física atmosférica, expertos en geociencias o científicos de la especialidad que sea que continuamente publican estudios que dan por buena esa teoría o la ratifican en alguno de sus aspectos no han tenido en cuenta esa posible explicación?

En su intento de negar que la teoría del cambio climático ha generado predicciones que se han verificado, Cossío dice que es falso que esté teniendo lugar ningún calentamiento anómalo o derretimiento catastrófico de los glaciares en Groenlandia o Islandia. En cuanto a la cubierta de hielo de Groenlandia, cuya conversión completa en agua líquida generaría una subida del nivel del mar de unos 7 metros, que pondría bajo el agua a una gran parte de las ciudades costeras del mundo, dato que nadie discute, puede verse por ejemplo la entrada correspondiente de Wikipedia donde se citan diversas publicaciones científicas que muestran que dicha cubierta de hielo ha sufrido pérdidas considerables en las últimas décadas. Según estudios recientes , por el volumen de hielo convertido en agua líquida la pérdida de hielo de Groenlandia en 2019 fue la 7ª. en importancia desde 1978, tras las cifras record observadas en 2012, 2010, 2016, 2002, 2007 y 2011. Respecto a los glaciares en Islandia, recientemente se ha dado noticia de la muerte de uno de ellos, cuya masa de hielo ya no es suficiente para que siga desplazándose (los glaciares están “vivos” porque se mueven, aunque lentamente), lo que ha sido reconocido por los islandeses con una placa conmemorativa del lamentable evento. Un estudio fotográfico de investigadores escoceses e islandeses ha mostrado la enorme diferencia entre el estado actual de los glaciares islandeses y su estado en la década de 1980. Todo esto desmiente la afirmación de Cossío según la cual no hay pruebas de calentamiento anómalo ni de que los glaciares en Groenlandia o Islandia se estén derritiendo.

Según Cossío, otro mito muy extendido del cambio climático que no cuenta con ningún dato empírico para apoyarlo es el del aumento de frecuencia

de los fenómenos meteorológicos extremos, refiriéndose especialmente a huracanes, tornados o sequías. Se ha vuelto ya habitual, especialmente en la atemorizada sociedad estadounidense, culpar al cambio climático de cada huracán que golpea zonas habitadas, como si éstos fuesen un fenómeno antes inexistente. La verdad es que el número de huracanes está en tendencia decreciente desde que hay registros, igual que el número de tornados, y no hay evidencias de un aumento de las sequías por culpa del CO2. Esto está reconocido incluso en el último informe del IPCC, el organismo de las Naciones Unidad para el Cambio Climático [18].

Estas afirmaciones de Cossío se dan de bruces con lo que informan diversas entidades científicas, por ejemplo el informe anual de 2019 de la Organización Meteorológica Mundial. Pero respalda lo que afirma con una referencia, la número 18 de su artículo , que corresponde a una página web titulada dailycaller.com. Este es uno de los muchos sitios de Internet desde los que los conservadores del partido republicano de EEUU defienden a Trump, atacan a las feministas, a los inmigrantes y a quienes propugnan la igualdad social, ensalzan el nacionalismo yanqui (el sitio tiene una sección titulada Only For Patriots) y sistemáticamente niegan el cambio climático y tergiversan la información científica sobre el mismo.

Según Cossío, “los grandes éxitos de la ciencia climática” incluyen “decenas de predicciones fallidas”, por ejemplo la predicción que Cossío atribuye a Al Gore, asesorado por científicos, según la cual en el año 2013 el Ártico no tendría hielo durante los veranos. Los datos científicos que Cossío pasa por alto prueban que, de hecho, el hielo del Ártico se está deshelando rápidamente. Según un artículo publicado en 2019 en la revista de la American Geophysical Union, el hielo más antiguo y grueso del Ártico está desapareciendo mucho más rápido que el de otras partes de ese casquete polar, que también se están deshelando.

Según Cossío, miles de científicos, geólogos y físicos de todo el mundo, llevan años denunciando los errores de la teoría del cambio climático,

el mal hacer científico de sus defensores, su alarmismo injustificado o incluso proponiendo hipótesis alternativas. Tenemos entre ellos a los 31.000 firmantes del manifiesto “The Petition Project” [24]…

El tal Petition Project que Cossío da como prueba de que hay muchos científicos que discrepan de la teoría del cambio climático antropogénico es un montaje obvio de los conservadores de EEUU, que desde hace cuatro décadas no han cejado en su promoción del negacionismo climático. El Petition Project está basado en un artículo publicado en 2007 en el Journal of American Physicians and Surgeons (Vol. 12, pp. 79-90). El artículo, suscrito por A. Robinson y otros dos autores del OregonInstitute of Science and Medicine, se titula “ Environmental Effects of Increased Atmospheric Carbon Dioxide ”, o sea, “Efectos ambientales del aumento de dióxido de carbono en la atmósfera” y es supuestamente una revisión de los estudios científicos sobre los efectos ambientales del CO2. El artículo concluye en primer lugar que el aumento de los niveles atmosféricos de CO2 no ha tenido ningún efecto perjudicial sobre el clima; en segundo lugar, que ese aumento ha estimulado el crecimiento de las plantas; y en tercer lugar, que las predicciones de efectos climáticos nocivos en el futuro por el uso de combustibles fósiles no son coherentes con el conocimiento actual basado en datos experimentales. El artículo proclama las enormes ventajas de la energía nuclear y la energía térmica basada en la combustión de combustibles fósiles y acaba afirmando que la actividad de los seres humanos está moviendo a la atmósfera el carbono hoy enterrado en los yacimientos de carbón y los campos petrolíferos, gracias a lo cual nuestros hijos y nuestros nietos disfrutarán de un ambiente mucho más rico, en el que la vida vegetal y animal se multiplicarán como resultado del aumento de CO2 en la atmósfera.

El Petition Projects e basa en ese artículo: quienes aceptan el contenido del artículo pueden firmar para mostrar su acuerdo con la petición. Puede firmar cualquiera que diga ser científico. Varios miles han firmado. Por supuesto que el Journal of American Physicians and Surgeons, cuyo título en castellano sería algo así como Revista de los Médicos y Cirujanos de América, es una revista “científica” tan desconocida entre los médicos y cirujanos como entre los meteorólogos y el que un artículo sobre el cambio climático se publique en esa revista revela una incongruencia enorme, como si un artículo sobre, digamos, la construcción de puentes con vigas de hormigón se publicara en una revista de psiquiatría o de filología germánica.

Sobre el método científico

En su intento de quitarle apoyos a la teoría del cambio climático antropogénico, Cossío dice que hay muchos científicos que niegan que haya pruebas de que los llamados gases de efecto invernadero hayan causado o vayan a causar un calentamiento catastrófico del planeta, que entre ellos hay auténticas eminencias, y que la larga lista comprende

desde quienes consideran que el cambio climático provocado por el hombre existe pero no es alarmante hasta quienes plantean su inexistencia y lo atribuyen a puras causas naturales. Lo cierto es que, a día de hoy, no existe evidencia científica de ésta relación y los modelos basados en ésta siguen prediciendo un calentamiento mucho mayor del observado.

Aquí tampoco da Cossío ninguna referencia y, por supuesto, lo que dice se contradice de pe a pa con las declaraciones de las academias de ciencias de múltiples países y del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés), que cuenta con el apoyo de las asociaciones de meteorólogos de prácticamente todo el mundo. Lo que dice Cossío está también en contradicción con los resultados de la investigación de decenas de miles de especialistas en física de la atmósfera, paleoclimatología, oceanografía y demás especialidades directamente conectadas con la teoría del cambio climático, de cuyas publicaciones se nutren las declaraciones e informes del IPCC. Cossío dice, y no tiene razón, que la ciencia no es una religión en la que ciertos conocimientos son incuestionables, sino todo lo contrario: se basa justamente en que toda teoría es refutable. Por supuesto que la ciencia no se basa como la religión en verdades que hay que creer porque sí, porque están escritas en “libros sagrados”, pero, ¿qué opinaríamos de algún científico que cuestionara que la Tierra es esférica y dijera que es plana? ¿Y si alguien dijera que el agua tiene una molécula formada por un átomo de carbono y otro de aluminio? Ciertamente, la ciencia progresa mediante la elaboración de teorías para explicar la realidad, pero con el paso del tiempo y la investigación activa esas teorías acaban siendo confirmadas o refutadas. Cuando son confirmadas pasan a ser hechos científicos que es disparatado cuestionar. Ese no es el caso de la teoría del cambio climático antropogénico, que hoy por hoy tiene un apoyo muy grande en la comunidad científica, pero por su complejidad y los muchos aspectos e incertidumbres asociadas sigue siendo una teoría sobre la que cabe la discusión y el debate.

Cossío dice también, y en eso hay que darle la razón, que la ciencia no es una democracia y que el conocimiento científico no es válido porque lo defienda mucha gente. “Los avances en la ciencia siempre han significado la ruptura de lo generalmente aceptado”, dice Cossío. Y eso se vuelve contra él, porque la idea del cambio climático antropogénico supone una quiebra radical con las ideas generalmente aceptadas desde el siglo XVIII, cuando el ascenso del capitalismo y el progreso de la ciencia y la técnica abrieron paso a las ideas según las cuales la humanidad estaba conquistando a la naturaleza y de ello solo cabría esperar una mejora inacabable de nuestras condiciones de vida. 

Sobre el capitalismo y el cambio climático

En un libro que en castellano se ha titulado El imposible capitalismo verde y que lleva como subtítulo “Del vuelco climático capitalista a la alternativa ecosocialista” (Madrid, La Oveja Roja, 2011), el ingeniero belga Daniel Tanuro ha desarrollado muy bien la conexión entre el capitalismo y la crisis ecológica, de la que el cambio climático es parte fundamental. Todo parece indicar que sin acabar con un sistema mundial que carece de planificación racional y cuyo funcionamiento se basa en la operación de múltiples entidades que tan solo buscan la ganancia a corto plazo, evitar las catástrofes ecológicas es muy difícil, por no decir imposible.

Cossío afirma que en Asia y en África se proyectan hoy cientos de centrales de carbón,

por lo que cerrar unas pocas decenas en Europa o Estados Unidos no marcará ninguna diferencia. Evidentemente, el resto de países del mundo tienen derecho a buscar su vía al desarrollo y para ello buscarán una fuente de energía disponible, estable y barata. Tienen el derecho y el deber de hacerlo para sacar a cientos de millones de sus habitantes de la pobreza.

Este es el mismo mensaje que propagan el Banco Mundial y la mayor parte de los políticos y economistas del mundo, encabezados por Donald Trump. El cambio climático no existe o, si existe, se resolverá mediante el crecimiento económico. No importa seguir quemando combustibles fósiles, aunque la comunidad científica diga que eso nos llevará a la catástrofe.

Bruno Cossío afirma que más de 30 años de predicciones erróneas del fin del mundo hacen que la teoría del cambio climático no pueda ser tomada como una teoría científica seria:

En el mejor de los casos, se trata de una teoría muy incompleta sobre un tema que nos sigue siendo desconocido. En el peor, se trata de una hipótesis totalmente fallida que, si no fuera por su exceso de financiación y su sobreexposición mediática, habría sido descartada para seguir otras líneas de investigación. En cualquier caso, está claro que es una ciencia cuyos modelos no deberían usarse para hacer política y, sin embargo, es justamente a lo que ésta se reduce. Es surrealista que se declare una emergencia por algo que apenas está cambiando nuestro modo de vida, más allá de tener que pagar más por todo.

Ese párrafo es una colección de disparates. Empecemos por ejemplo por el tema de la financiación. El sociólogo Robert J. Brulle ha hecho diversas investigaciones sobre la financiación del negacionismo climático en EEUU. Esa financiación ha venido sobre todo de asociaciones empresariales y de fundaciones promotoras del pensamiento conservador y en volumen ha sido mucho mayor que la financiación recibida para la investigación sobre el cambio climático. En un artículo recién publicado en la revista Sociological Inquiry, Brulle concluye que el negacionismo climático financiado en EEUU por los intereses más reaccionarios ha tenido una influencia clave en retrasar cualquier política para hacer frente al cambio climático. Entre 1989 y 2015, en el movimiento negacionista han sido núcleos clave las coaliciones políticas que en coordinación con asociaciones empresariales se han opuesto a las políticas climáticas. Esas coaliciones reúnen recursos de gran cantidad de corporaciones y ejecutan sofisticadas campañas políticas y culturales para oponerse a las políticas destinadas a enfrentar el cambio climático. Las asociaciones y organizaciones vinculadas a la minería del carbón y la producción de electricidad desempeñan el rol más influyente en esas coaliciones.

Políticas y cambio climático

Dice también Cossío en el párrafo citado que la ciencia del cambio climático no debería usarse para hacer política “y, sin embargo, es justamente a lo que ésta se reduce”. Pero, ¿quién está haciendo esa política? Porque una cosa son las declaraciones de los gobiernos y otra la realidad de que esos gobiernos o políticos, que a veces se muestran de acuerdo con los científicos (y no es el caso de Donald Trump, Jair Bolsonaro o Santiago Abascal) pero cuando tienen el poder no hacen nada efectivo para frenar las emisiones que están causando el cambio climático. En cuanto a que sea surrealista declarar “una emergencia por algo que apenas está cambiando nuestro modo de vida, más allá de tener que pagar más por todo”, hay que preguntarle a Cossío si representan o no una emergencia los cientos de muertos o los miles que han perdido sus viviendas en incendios forestales en Portugal o California, o las decenas de miles de defunciones en años recientes atribuidas por la Organización Mundial de la Salud a las olas de calor, o las sequías muy probablemente asociadas al cambio climático. ¿Ha oído Cossío hablar del huracán Sandy que inundó muchas zonas de la ciudad de Nueva York? ¿Y de las inundaciones recientes en Somalia o Venecia? ¿Y de la destrucción masiva en Puerto Rico por el huracán María? Como Cossío probablemente dirá que siempre ha habido huracanes, incendios y olas de calor, quizá conviene remitirle al informe anual de 2019 de la Organización Meteorológica Mundial, que comienza así:

El cambio climático es claramente perceptible. El Secretario General de las Naciones Unidas, señor António Guterres, afirmó que el informe especial de 2018 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), titulado Global Warming of 1.5 °C (Calentamiento global de 1,5° C), debe interpretarse como una “ensordecedora llamada de alerta a nivel mundial”.

Conclusiones 

Lamentablemente, las fuerzas que se oponen a que la humanidad tome medidas para frenar la evolución hacia la catástrofe climática son muy poderosas y entre ellas sin duda la ignorancia es una de las más importantes. La teoría del cambio climático es una teoría que cuenta con un apoyo enorme en la comunidad científica, pero ese apoyo ni certifica que la teoría es correcta en todos sus aspectos ni resuelve las incertidumbres inherentes a la teoría. Por ejemplo, la teoría en general prevé aumentos de las temperaturas medias en todo el mundo, pero los cambios en las corrientes marinas podrían asociarse también a una disminución dramática de las temperaturas en Europa por varias décadas. Un artículo reciente reporta un crecimiento inesperado de uno de los glaciares de Groenlandia, el llamado JakobshavnIsbraeen, desde 2016. Los autores explican ese fenómeno en el contexto del cambio climático y su influencia en los patrones regionales de las corrientes marinas (Ala Khazendar et al., “Interruption of two decades of Jakobshavn Isbrae acceleration and thinning as regional ocean cools”, Nature Geoscience vol. 12, pp. 277–283, 2019).Los científicos que elaboran los informes sobre el cambio climático se esfuerzan en cuantificar la incertidumbre de sus estimaciones y así, por ejemplo, en su informe de 2014 el IPCC declara que con una seguridad de más del 95% (ojo, no del 100%) puede afirmarse que la influencia humana sobre el clima es la causa principal del calentamiento atmosférico en el periodo 1951-2010; y que si no se implementan medidas para

mitigar el cambio climático es de esperar que en 2100 las temperaturas medias excedan las de épocas preindustriales por un margen de 2,5 a 7,8 °C. Esto son afirmaciones científicas que dan claramente idea de la incertidumbre de lo que se afirma. Frente a ellas Cossío lanza infundios según los cuales los científicos que apoyan la teoría del cambio climático exigen creer a pies juntillas sus afirmaciones y no dudar de nada.

Cossío ignora olímpicamente los enormes intereses que están en juego, básicamente los intereses a corto plazo de la burguesía mundial, y se centra en cambio en el chocolate del loro de lo que reciben los científicos para estudiar estos temas. Califica de alarmismo infundado el relativo al cambio climático, “que no se corresponde con lo que cualquiera observa en su realidad cotidiana”. Cossío parece pensar que mientras no te ahogue una inundación o te mate una ola de calor no hay que pensar en el cambio climático. Marx decía que si la ciencia solo se ocupara de lo que es aparente y obvio, no habría necesidad de ella.

¡Qué estupendo sería que Bruno Cossío y los que como él niegan la realidad del cambio climático estuvieran en lo cierto y todos los científicos que defienden la realidad de este fenómeno terrible estuvieran equivocados! Pero lamentablemente, que haya incertidumbres sobre algo no significa que podamos ignorarlo, sobre todo cuando de ello depende el futuro de la humanidad. Por lo demás, por lo se ha explicado aquí, no parece dudoso que si alguien está mostrando el trasero en este asunto, es precisamente Bruno Cossío.

Agradecimientos: Agradezco a G. A. J. y a B. P. sus sugerencias y comentarios que mejoraron sustancialmente un borrador previo de este texto.

https://www.rebelion.org/noticia.php?id=263739

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