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10 febrero 2020

Chile. Fascismo de los carabineros sin límites: Lanzaron una granada de gases e incendiaron el Museo Violeta Parra





Así son ellos, los fascistas. No solo torturan y asesinan sino que embisten contra cualquier manifestación o símbolo cultural de los pueblos. Este viernes, en medio de los ataques a mansalva contra los manifestantes que exigen que caiga el fantoche Piñera, los pacos lanzaron profusión de gases y una granada fue dirigida al Museo Violeta Parra, causando un incendio de proporciones. No saben que la gran Violeta solo arde de ira contra los represores y asesinos.
Nadie puede desconocer el alcance histórico que han tenido los ya más de 3 meses de movilizaciones. Chile despertó. Pero también Chile cambió. Aunque el futuro es incierto, lo que podemos constatar es que la mayoría de los análisis que se han desarrollado se centran o en las acciones con las que actores del pueblo irrumpen en la nueva lucha social (secundarios, luchas vecinales, colectivos feministas, la Primera Línea, etc.), o en las interminables disputas entre los actores del mundo político partidista.
Sin embargo, ambos focos desvían nuestra atención de los cambios profundos que involucran el modelo económico y político chileno. Tendemos a ver con menos precisión la forma en la se han movido las grandes placas tectónicas que sostienen lo que, para unos pocos, ha sido el “exitoso modelo neoliberal chileno”.
Estos movimientos suceden en las altas esferas del poder económico. El mismo poder que financia campañas electorales, y que, a através del Lobby, mueve el aparato de leyes que sostienen y profundizan el modelo capitalista en el parlamento y tribunales.
Uno de los elementos más destacados es que, el 18 de octubre de 2019, reapareció “El miedo de las élites”, algo que se vio hace 50 años luego del triunfó de Salvador Allende. Ese Miedo al “comunismo” que quita propiedades y privilegios, fue el combustible que permitió que los militares arrasaran con fuego y muerte a Chile durante una larga pesadilla que duró 17 años. Una dictadura sanguinaria, que puso a este país a tono con la lucha mundial por la “libertad” encabezada como siempre por EE.UU, y que instaló dictaduras en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay o Bolivia.
A diferencia de sus pares sudamericanos, la dictadura chilena, en sus casi 2 décadas de vigencia, no sólo dedicó su tiempo y dinero a combatir al “comunismo”,en sus distintas formas al interior de Chile y en el extranjero. En un trabajó conjunto, civiles y militares se ocuparon de desmontar de forma sistemática, el proceso inicial de industrialización, impulsado por un modelo que promovía la sustitución de importaciones, para reemplazarlo por un modelo económico salido de la Escuela de Chicago, cuya paternidad se le atribuye a los economistas conservadores Hayek (1) y a su pupilo Milton Friedman; el Modelo Neoliberal.
El nuevo modelo anunciaba el fin de las restricciones estatales que “amarraban” la potencia transformadora del mercado. Un plan ambicioso que decía querer terminar con los Estados opresores de las libertades individuales, materializadas en gobiernos fuertes y políticas económicas surgidas de la escuela británica, cuyo mayor defensor fue John Keynes (2). Con posterioridad a la segunda Guerra Mundial, el modelo keynesiano fue hegeómonico en la mayoría de las economías capitalistas europeas, y son el sostén, de lo que después se conocería como los Estados socialdemócratas o de bienestar.
Como señala el historiador ingles Eric Hobsman “la batalla entre keynesyanos y neoliberales, no fue una simple confrontación técnica entre economistas profesionales (…) Se trataba de una guerra entre ideologías incompatibles” (3). Y esa batalla, como también señala el historiador, tuvo en Chile, a partir de 1973, uno de los mayores exponentes de un neoliberalismo que funciona, mostrándose como un ejemplo de modelo económico que permitía el crecimiento, incluso en países que no forman parte del núcleo central de la economía capitalista (4).
De lo que se trata es entonces de analizar cómo el estallido de rebelión popular del 18 octubre se da en un contexto de una pugna interburguesa de largo aliento, entendida como una lucha que se da en el interior del núcleo mismo del modelo capitalista. Esta “batalla de dioses del dinero” no tiene fronteras territoriales, ni temporales, y más allá de que los actores se presenten con distintos disfraces, su lucha se da en la búsqueda de un mismo objetivo: aumentar las tasas de ganancia del capital.
Bajo esta perspectiva podemos decir que lo que está en juego para las élites económicas tanto chilena, como extranjeras, se sitúa muy muy lejos de los 30 pesos de aumento al pasaje de metro, de los problemas de salud, las malas pensiones o el sobre endeudamiento de las familias chilenas. Pero aun a pesar de la natural indolencia de la élites capitalistas al dolor humano, el 18 de octubre le ha dado impulso decisivo a la aparición de fracturas en lo que parecía una inquebrantable hegemonía neoliberal. Una hegemonía que en 40 años pasó de ser solo económica, a abarcar casi la totalidad de los aspectos políticos y culturales de la sociedad.
Lo que trataremos de describir es cómo estas fracturas generan un nuevo campo de disputa que abarca al conjunto de fuerzas políticas y sociales de Chile. Las tensiones que esta disputa genere, las nuevas alianzas que de ella surjan, tendrán un efecto decisivo en nuestra realidad, y redefinirán los márgenes de acción de los actores populares. Por ello es vital conocer y contextualizar los esfuerzos de transfomación en momentos de tanta importancia histórica como el que vivimos.
Si bien del 18 de octubre no surgió el fin del capitalismo, sí marca el inicio de una reinvención del mismo. Hegemonía Neoliberal o Hegemonía social demócrata. El capital, como el lobo de los cuentos, se pone piel de oveja para confundir y ganar adeptos a sus propuestas. Por ello es tan importante entender estos cambios, ya que vivimos en tiempos en donde cunde la confusión y en este contexto, incluso sin querer, podemos con nuestras decisiones llevar agua a un molino que nos conduzca por caminos que no nos llevarán a acabar con las injusticias, sino que, muy por el contrario, las perpetúen.
Donde un ciudadano ve una crisis, un empresario ve una oportunidad para sus negocios.
Cuando solo habían pasado 6 días desde el inicio del “estallido social”, el heredero de la fortuna de la familia Luksic, catalogada por Forbes como el hombre más rico de Chile, publicaba en varios medios impresos una carta titulada: Ayudemos a pagar la cuenta.(5)
Con el respaldo que le dan sus más de 15 mil millones de dólares de fortuna personal, Andrónico se puede permitir muchas cosas, y en ese momento sintió que su deber era dirigir a sus hermanos menores empresarios. El miedo estaba en las calles y todo el país era invadido por hordas de militares cuya misión era reinstaurar el orden y defender la propiedad privada.
Sin pronunciarse en ningún momento sobre las violaciones a los Derechos Humanos que se cometían en ese mismo momento, un casi desesperado Andrónico aprovechaba el momento para recordarle a toda la élite empresarial chilena que él, años antes, había anunciado “proféticamente” lo que se venía: “Pasan años, pasan gobiernos y en algunos casos parece que las cosas empeoran, porque no se está poniendo el foco en lo que realmente importa. Hagamos que este país funcione definitivamente mejor (…) El 2016 puse como ejemplos el problema de las pensiones, del Sename, del conflicto en la Araucanía, y me referí especialmente al Transantiago y al impacto que tiene en la rabia de las personas. Eso es inequidad de verdad. Es fácil hablar de desigualdad cuando se va en auto al trabajo, mientras muchos chilenos pasan horas a la intemperie, con transbordos y colas, en un sistema quebrado. Lo que se vive en los paraderos de micro es indigno y los esfuerzos han sido ineficaces para dar con una solución definitiva”.
Al margen del carácter mesiánico de la misiva, como buen hombre de negocios que ve posibilidades en plena crisis, el cabecilla de los Luksic, utiliza su poder en los medios para llegar a una élite chilena asustada, que veía cómo a su alrededor ardían las calles por todo el país, y les advierte sobre los cambios profundos que vienen para Chile.
Quien fuera considerado el financista de la concertación, y que nunca escondió su cercanía con la ex Presidenta Bachelet (ni con su familia)(6), aprovechó el momento para culpar a un sistema de partidos político que, según él, no ha estado a la altura de los cambios profundos que Chile necesita.
Resulta relevante destacar que no es un comentarista cualquiera quien habla, sino uno de los considerados Dueños de Chile, y de los poco empresarios que tiene presencia en el estratégico sector minero del cobre (a través de su filial Antofagasta PLC).
Pero además de culpar a los “políticos” , cabe destaca el rol que el mismo Andrónico le da a la élite empresarial: “Tenemos que ayudar a pagar la cuenta”. Una declaración de principios que no puede ser sino chocante para un empresariado nacional acostumbrado a la impunidad financiera y a la despreocupación de los impactos sociales, ambientales, etc., que genera su actuar.
Tuvieron que pasar solo algunos días para que este mensaje del “Olimpo” provocara algunos movimientos, dando cuenta de la profundidad del comunicado.
Apenas 5 días después, Alfonso Swett (7), cabeza de la todopoderosa unión de empresarios Confederación de la Producción y el Comercio, CPC, también se dirigía a los medios llamando a sus dirigidos a “meterse la mano al bolsillo y que duela”.
Pero estos anuncios claramente publicitarios, y que se daban en un intento de aparecer del lado correcto de la historia, dejaron el espacio a propuestas más estructurales que venían, hace ya largo rato, formando parte del debate no sólo chileno, sino del sistema capitalista mundial.
El diario El Mercurio recogía a principios de diciembre el estudio de la empresa canadiense BCA Research que anunciaba que “Chile cambiará su modelo neoliberal por uno de bienestar”. El estudio también advierte que serán justamente “los empresarios chilenos el mayor escollo que tendrán esta incontenible tendencia” ya que las “élites políticas y empresariales se resisten a esta transformación” (8).
En la línea de los cambios estructurales, esa misma semana, el Banco Central, defensor por definición del modelo económico neoliberal, encabezado por Mario Marcel, su presidente, realizó una importante presentación ante el Senado sobre Política Monetaria. En lo central, el economista, junto con destacar lo inédito del estallido social, pone énfasis en que para mantener la economía a flote se gastó buena parte de lo ahorrado en décadas de política fiscal, por lo que llama con urgencia a las autoridades políticas a actuar con rapidez y “generar grandes acuerdos sobre temas relevantes para todos. Este tipo de acuerdos no sólo ayuda a paliar problemas humanos y sociales, sino también a recuperar la confianza en las instituciones”. Además, señala que “una segunda lección se refiere a la importancia de mantener un sentido de urgencia respecto de reformas que benefician a las personas y evitan abusos” (9).
El mensaje del Banco Central, junto con ser un claro “raspacachos” para la gestión política del conflicto social por parte del gobierno, marca los tiempos, señalando que las transformaciones necesarias ya no pueden esperar pues de lo contrario las condiciones de estabilidad económica del país enfrentarían un rápido empeoramiento.
Fin de una hegemonía e inicio de nuevas disputas
Como podemos apreciar, el llamado estallido social pareciera ir mucho más allá de una simple explosión por demandas específicas. De forma repetida, y desde distintas trincheras del poder se vislumbra la necesidad, impulsada por un segmento importante de los empresarios, de cambios en el modelo capitalista chileno, así como también, en el sistema de partidos político que lo sostiene.
Y es justamente aquí en donde transita una parte de las tensiones y reacomodos que vive el país.
Estas trasformaciones se dan en un contexto en que el Estado chileno durante los últimos 3 meses se ha visto repetidamente sobrepasado. Por un lado, por las diversas formas que ha ido adquiriendo la protesta popular, pero también sobrepasado por las propias acciones tomadas por el poder ejecutivo y por los distintos organismos de seguridad del Estado.
El desorden parece ser la tónica general post estallido social, lo que obviamente ha dejado bastante intranquilos a los grandes inversionistas tanto a nivel nacional, como internacional.
Chile es un país que se acostumbró los últimos 30 años a vivir bajo el dogma de un modelo económico neoliberal y un sistema de partidos bipartidista que consolidaba desde el gobierno y el parlamento este mismo modelo.
El simple cuestionamiento de la hegemonía del modelo neoliberal constituye un elemento de alcance histórico en el marco de la realidad chilena. Es sobre todo un quiebre de la visión cultural de la sociedad a un nivel tan profundo, que resulta aún difícil ver sus efectos incluso a mediano plazo. Las formas de lucha social han ido cambiando y evolucionando tanto en su forma, como en su radicalidad. Sin conducciones, y con liderazgos muy difusos el alcance de la rebelión parece no tener límite, ni se vislumbra un fin en el tiempo.
Un ejemplo de la complejidad del actual escenario lo constituye la forma en la que se llegó a la convocatoria a un plesbiscito por una nueva Constitución. Si bien esta fue una jugada de alcance histórico (implicaría acabar con la Constitución de Pinochet), en los hechos solo logró una baja temporal en el ánimo de lucha de las masas. Actualmente, nadie espera, ni sueña que este plebiscito permita que vuelva la tan anhelada por los mercados “Paz Social”.
En palabras de Mario Waisbluth “el 1% más rico de Chile, considerando los ingresos del capital (las utilidades anuales), se lleva para la casa nada menos que el 33% del PIB cada año. Mucho más que en USA y Rusia, 20%. En el otro extremo, los Países Bajos y Dinamarca… es el 6%! Para formarse una idea, cada hombre, mujer y niño de nuestro 1% acumula mensualmente $23 millones de pesos, o sea US$ 43 mil dólares. Una familia top rich con dos hijos dispone, en teoría, de $92 millones mensuales, si utiliza todos los salarios y utilidades de inversiones y acciones. Con la reproducción completamente endogámica de esta élite, seguramente los hijos y nietos, aunque sean tontorrones, los seguirán ganando y acumulando per secula seculorum”(10).
Esta es la realidad que le da sustento a todas y cada una de las demandas y protestas que hoy recorren Chile. Frente a esta realidad imposible de negar y que alimenta la rabia en las calles es que los llamados a asumir los cambios necesarios para recuperar la paz social por parte de un sector de los empresarios, están teniendo un efecto en el reordenamiento futuro de los distintos actores del mundo político y económico.
Debemos asumir que se quebró la hegemonía del modelo neoliberal “a la chilena” y todo quiebre de hegemonía da pie a un largo proceso de disputas y reordenamientos. Las élites empresariales chilenas cuyas inversiones hace ya más de una década transitan tanto por Chile como por distintos países latinoamericanos, saben que “el barrio latinoamericano” entró en una espiral de inestabilidad desde el 2010 (11).
En el caso chileno, si bien se asumía ya hace años que el modelo económico necesitaba de serios reacomodos, el 18 de octubre le puso “suma urgencia” a la búsqueda de cambios, y este proceso de reordenamiento se está dando de forma a veces vertiginosa. Y en este vértigo involucra a toda la estructura de partidos políticos chilenos los que ven como desaparece las fronteras entre izquierda y derecha, entre defensores de la dictadura y enemigos de la dictadura , para ser reemplazadas por nuevas líneas divisorias.
Podríamos hablar básicamente de 2 grandes bloques que desde las posiciones del poder pretenden articular respuestas para el futuro de este Chile post estallido social;
A) Bloque Mantención Hegemonía Neoliberal
B) Bloque Por Hegemonía Socialdemócrata
A)
Este Bloque está compuesto por segmentos de la sociedad chilena que se reconocen como los beneficiados por el modelo. Fueron quienes pusieron su centralidad en un inicio en la defensa material de sus propiedades. Pasada la “contingencia”, estos sectores encabezan la exigencia de una respuesta política que permita retomar el orden. Su anhelo es volver a como eran las cosas antes del 18 de octubre.
A medida que pasaron las semanas, la defensa del modelo neoliberal, sin transformaciones, se hizo casi imposible. Por ello, un sector significativo del empresariado se presentó convocando a la sociedad a un nuevo pacto que permitiese el regreso de la Paz, pero con reformas.
El regreso del orden pasó a constituirse en su principal bandera, ya que de este factor dependería el regreso a la normalidad de la sociedad. Con una batería de cifras, coparon los medios de comunicación tratando de mostrar los últimos 40 años como los mejores de toda la historia, tanto en lo económico, como en lo político.
Esta visión sostiene que es justamente la Constitución del 80, modificada 42 veces en los último 30 años, la base de la “paz social” y el avance económico del país. Por lo tanto, sacar la Constitución sería abrir la “Caja de Pandora”.
Pero si bien se rechaza la construcción de una Nueva Constitución, se recoge el sentimiento de frustración ciudadana expresada luego del 18 de octubre a través de una “agenda social”, lo que no serían más que un conjunto de medidas inmediatas diseñadas para atacar los efectos del mal funcionamiento del sistema político y económico.
Como uno de los principales protagonistas de este bloque podemos encontrar un sector mayoritario del empresariado chileno que se vio beneficiado por un Estado que gasta enormes cantidades de dinero en subsidios a la empresa (de forma directa e indirecta), que niega derechos laborales, que estimula el no pago de impuestos, una nula supervisión, etc.
A nivel institucional, si tomamos como referencia lo que plantea en su libro “Anatomía de la Derecha” (12), los partidos políticos de la derecha chilena que más defenderían la Hegemonía neoliberal serían aquellos que adhieren a las llamadas sensibilidades ultraliberal y pro Estado subsidiario, en total un 60% de los dirigentes de este sector.
También se suma, y disputará su conducción, la derecha dura surgida al alero de Juan Antonio Kast, quien de forma lenta pero constante, avanza incorporando a sus filas a sectores del llamado pinochetismo más clásico.
Sin embargo, este bloque no acumularía apoyo político solo de los sectores tradicionales de la derecha. Como ha ido quedando demostrado en la compleja trama de discusiones entre los distintos actores políticos estas últimas semanas, a este bloque también se sumarían actores de los partidos del centro político como la Democracia Cristiana, e incluso representantes del mundo del Partido Socialista y el PPD.
Los primeros pero decididos pasos en estas alianzas quedan de manifiesto en una de las cartas ampliamente difundida por El Mercurio y firmada por 101 personajes políticos del mundo “progresista”, quienes a través de su firma se suman a las campañas del terror encabezadas por la derecha (13).
Como podemos ver se trata de un Bloque diverso en su composición partidista, pero unido en su necesidad de crear un frente común contra los cambios que provocarían también la pérdida de privilegios de un sector de la ex Concertación de partidos por la democracia.
Este es un bloque que apuesta por ir más allá del resultado de las encuestas, las que lo muestran como un sector minoritario y “desintonizado” con la postura mayoritaria de una población en búsqueda de cambios.
Su apuesta es ir más allá de las coyunturas políticas inmediatas. Y para ello cuentan con el apoyo de una parte importante del mundo empresarial, quienes amplifican a través de sus medios de comunicación sus opiniones y campañas.
A nivel social este bloque, si bien no cuenta con un apoyo de destacados líderes sociales, avanza rápidamente en construir una base de apoyo ciudadano y electoral apuntando a un creciente sector de evangélicos, los que, según cifras del censo, ya representan cerca de un 20% de la población chilena, o sea cerca de 1.5 millones de votantes(14).
Además, existe un componente importante de apoyo a este sector en las más de 300 mil familias que viven de los dineros destinados por el Estado al pago de miembros activos y no activos de Fuerzas Armadas y de Carabineros. Un segmento de la población cuyas condiciones de vida dependen de la enorme cantidad de privilegios que el modelo neoliberal les asegura, para así ganar su completo apoyo.
Lo anterior, se complementa con la votación electoral histórica de los partidos de derecha que, lejos de ir disminuyendo, aumentó en las respectivas votaciones de Piñera en 2010 y 2017. Un crecimiento de votación que se da basado en amplias franjas de la población chilena que siguen creyendo en las bondades del libre mercado y desprecian, a veces de forma irracional, la figura del Estado, reconociendo en él un actor que favorece a los flojos y no reconoce al emprendedor.
B)
Como lo señalamos más arriba, el escenario post 18 de octubre no abre una brecha, sino más bien rompe un dique por donde circulan un conjunto de demandas, frustraciones y rabia de millones de chilenos.
Un fuego que no se apaga, y que gatilla alarmas de cambio que ya venían sonando en los grupos de la élite desde hace años. En palabras de sociólogo español Manuel Castell, a propósito del análisis del caso chileno, “ lo que está pasando en Chile no es excepcional para nada…no se asusten porque está todo el mundo así. Si ustedes se hunden, se hunde todo el mundo. O nos actualizamos o desaparecemos” (17).
Y la actualización a la que apela el sociólogo español viene siendo, hace ya años parte de diversos análisis de quienes critican tanto el rol de empresarios, como el del conjunto de partidos del sistema de partidos políticos. Todos comprometidos con la hegemonía del modelo neoliberal.
El de Chile es un modelo que se caracterizó por entregar en bandeja tanto los recursos naturales, como los recursos humanos a la empresa privada, sin ponerle prácticamente ninguna restricción que pudiera impedir el sagrado deber de generar ganancias.
Para lograr este objetivo, en plena dictadura militar se legalizó el traspaso de los ahorros previsionales, hasta ese entonces administrados por el Estado, a manos del sector financiero. En cifras de la Fundación Sol, sólo en 2016, este traspaso le significó un ingreso al sistema financiero de 31.000 millones de dólares.
Pero este modelo no sólo contó con carta blanca para el saqueo de los recursos naturales y humanos. A través de una multiplicidad de mecanismos, el mundo privado sumó a los ingresos anteriores, el apoyo financiero directo producto del traspaso de dinero de las arcas estatales a la empresa privada.
El Presupuesto Público, entre 1991 y 2018, aumentó un 170% (15). Pero este incremento del gasto del Estado, que para el año 2019 sobrepasó los 75 mil millones de dólares, es destinado en gran parte a financiar también las utilidades de las empresas chilenas (16).
En concreto, el año 2016 el Ministerio de Salud reconocía un pago de Fonasa a clínicas privadas por 257 millones de dólares. Por otro lado, las empresas operadoras del Transantiago recibieron el año 2018, cerca de 864 millones de dólares de subvención del Estado, y gran parte del presupuesto del Ministerio de Vivienda del año 2018 de 3.200 millones de dólares también terminó en manos de empresas constructoras. Y estos son solo algunos ejemplos, ya que en general todo el aparato del Estado está invadido por empresas que proveen de bienes y servicios en cada una de las áreas de su desempeño.
El famoso modelo chileno no está construido sobre la “brillantez” de sus empresarios, frente a un aparato público ineficiente, sino que más bien su éxito se basa en modelo que saquea tanto el presupuesto del Estado, como los recursos naturales y humanos.
Es basado en el análisis de esta realidad que distintos “intelectuales” chilenos ven la potencialidad de reorientar el modelo chileno hacia un modelo capitalista que no sea el dominado por la hegemonía neoliberal. Esto debido a que bastaría con cerrar un poco la llave del traspaso recursos a precios exagerados del Estado a privados, junto con incrementar mínimamente los impuestos, para provocar un significativo mejoramiento de la calidad de los servicios que este mismo Estado le entrega a millones de chilenos. La propuesta de este sector es avanzar en un Experimento Socialdemócrata.
El sociólogo, el chileno Carlos Ruiz, en su libro “La política en el neoliberalismo”, apunta que “las nuevas democracias latinoamericanas buscaron una reorganización económica tras la “década pérdida” de los ochenta, empalmando con la ola global del progresismo neoliberal. El matrimonio entre neoliberalismo y democracia llegó con los ajustes de Menem en Argentina , Cardoso en Brasil y Fujimori en Perú. En Chile es la concertación” (18).
Ruiz, es uno de los intelectuales que juntó con Jorge Arrate y Manuel Garretón, hace más de una década vienen señalando que dado que el neoliberalismo copó todos los espacios en Chile durante 40 años, la socialdemocracia tiene una amplia cancha en la que crecer, sin necesidad de caer en extremismos izquierdistas.
Y para instalar una Nueva Hegemonía Socialdemócrata es evidente pensar en lo provechoso que resultan el contexto post 18 de octubre. Una instalación que cuenta con el respaldo de un importante sector empresarial, así como de un conjunto de actores del mundo político, tanto en la derecha, como en la izquierda chilena.
Lejos de lo que piensan algunos, la opción del modelo socialdemócrata cuenta con un apoyo cada vez más amplio en el mundo político de la derecha. Como menciona el estudio de Anatomía de la Derecha, ya en los estudios realizados en 2016, un 30% de los dirigentes de los 3 partidos más importantes de la derecha (UDI, RN y Evopoli) reconocen que adhiere a las sensibilidad económica solidaria. En el mismo estudio se señala que la aplicación de una encuesta sobre la necesidad de una Nueva Constitución contaba con la aprobación de un 60% de los dirigentes de Evopoli, y un no despreciable 20% en la UDI.
En cuanto a los partidos de la ex concertación, la crisis terminal que vive este bloque luego de la derrota electoral en las elecciones de 2017, favorece un giro drástico en su búsqueda de alianzas en el mundo social y un rescate de lo que fue su propuesta socialdemócrata inicial de los lejanos año 90′.
Al contrario de lo que pasó hace 30 años, este bloque por la hegemonía socialdemócrata, buscará probablemente incorporar desde su inicio tanto al Partido Comunista, como a la diversidad de colectivos y partidos que pululan tanto dentro como fuera del Frente Amplio.
A nivel social este bloque tiene un amplia zona de crecimiento en el conjunto amplio de organizaciones sociales. La promesa de mejoramiento de los servicios y de profundización de la democracia serán las banderas bajo las cuales se buscará agrupar un extendido número de organizaciones.
El bloque de organizaciones inicialmente reunido bajo el lema de Unidad Social, o varias de las distintas agrupaciones que surgen por temas de derechos sociales, marcan el inicio de la construcción de un piso social diverso que dará sustento en la calle y en las urnas a las iniciativas que emerjan desde lo político.
Conclusiones
El 18 octubre marca el fin de la hegemonía neoliberal en Chile. Pero en ningún caso se puede presuponer que los 40 años se borrarán de un plumazo, o que bastará con una Nueva Constitución. Ni siquiera una posible salida anticipada del presidente debería ser considerada una “victoria final” del pueblo sobre las élites.
La descripción que presentamos parte de la constatación de que el modelo capitalista en Chile, si bien vive momentos complejos, en ningún caso está en etapa terminal, o agonizante, como algunos quieren creer.
El capitalismo ha demostrado en repetidas oportunidades en la historia mundial su capacidad de reinventarse sin perder su objetivo. Y es precisamente ese proceso el que estamos viviendo de manera acelerada en estos meses.
Si bien las calles siguen aún llenas de la incombustible rabia de cientos de miles de chilenos que quieren terminar con el profundo sufrimiento cotidiano de un modelo económico político y social injusto, la respuesta a estas demandas no saldrá de ninguno de los 2 bloques que hoy se disputan la hegemonía en Chile.
Por el momento el Bloque por la socialdemocracia parece llevar la delantera, y avanza en la formulación de alianzas político/sociales que den sustento a una escalada de propuestas electorales (nueva constitución, municipales, etc.) que darán alegrías espurias a millones de descontentos, y llenarán de esperanzas a los desesperados.
Pero, como lo señalamos anteriormente, el Bloque neoliberal está lejos de ser y sentirse derrotado. Golpeado, hundido en las encuestas, lame sus heridas y se concentra en lo importante, dotarse de una nueva táctica. Una que incluso puede pasar por optar abiertamente por dinámicas fascistas. Sabe que la socialdemocracia avanzará en los siguientes meses, pero también sabe que cuenta con la fuerza (suma de apoyo sector empresarial, político, social y militar) que va mucho más allá del resultado de una encuesta o unas elecciones.
El amplio mundo social que se desarrolla al margen de partidos políticos y grupos de la élite deberá profundizar su capacidad de análisis si quiere que sus acciones sean capaces de ir allá de la propuestas engañosas que nuevamente los poderosos pondrán sobre la mesa. Un proceso que requiere que se entienda, y se asuma, que un cambio real pasa por ir a la búsqueda de modelos económicos políticos y sociales que vayan más allá de lo que, hoy, nos propone un modelo capitalista, bajo cualquiera de sus disfraces.
NOTAS
(3) Los keynesyanos afirmaban que los salarios altos, el pleno empleo, y el estado del bienestar creaban la demanda del consumidor que alentaba la expansión, y bombear más demanda en la economia era la manera de afrontar las depresiones económicas. Los neoliberales aducían que la economía y la política de la edad de oro dificultaban el control de la inflación y recorte de los costes, que habia que hacer posible el aumento de los beneficios que era el único motor del crecimiento de una economía capitalista. Sostenían que la mano oculta del libre mercado produciría un mayor crecimiento de las riquezas y las rentas, afirmación que los keynesynos negaban. Eric Hobsbawm. Historia del siglo XX.
(4) Tras 1974 los partidarios del libre mercado pasaron a la ofensiva aunque no llegaron a dominar las politicas gubernamentales hata 1980, con la excepción de Chile, donde la dictadura militar basada en el terror le permitió a los asesores estado unidenses instalar una economía ultra liberal tras el derrocamiento en 1973 de un gobierno popular. Eric Hobsbawm. Historia del siglo XX. Pag, 409.
(6) En 2016 el empresario fue acusado públicamente de facilitar un crédito de 5 mil millones de pesos al hijo de la recién re electa Michelle Bachelet, configurando una de las polémicas de Trafico de Influencias que significó uno de los escándalos mas grandes de la política chilena.
(11) Tomar en cuenta que en 2009 golpe de estado en Honduras, 2012 golpe de estado en paraguay, 2016 Golpe “parlamentario en Brasil, 2019 Golpe de Estado en Bolivia. A los anterior deberiamos sumar los procesos de desestabilización de Nicaragua y Venezuela que si bien no implicarion cambio de gobierno tienen repercusiones en toda latinoamerica.
(12)Anatomía de la Derecha: mercado, estado y valores en tiempos de cambio La primer ala mayoritaria 55% de dirigentes Estado subsidiario, heredero de la confluencia entre liberales y católicos en tiempos de dicatdura, sensibildad solidaria, socialcristianos , dispuestos aumentar el rol de estado cerca de 30%, y los ultra liberlaes , estado minimalista
(13)La carta, justificada como una “defensa de la Democracia”, encabezada por Mariana Aylwin , hija de ex presidente DC y firmada por numeroso personajes de la DC sumó también importantes apoyos entre militantes reconocidos del PS/PPD Fulvio Rossi, Mrcelo Schilling, Sergio Bitar, Jose Antonio Viera Gallo, entre otros
https://www.emol.com/noticias/Nacional/2020/01/11/973142/Carta-democratas-violencia-silencio.html
(16)El presupuesto del Estado Chileno de 75.000 US millones para 18 millones de habitantes, está entre los más altos de latinoamerica si hacemos un per capita por habitante. Colombia 80.000 Us millones para 49 millones de habitantes. Perú 50.000 Us millones para 32 millones de habitantes. Argentina 110.000 Us millones para 44 millones de habitantes
(17)No son excepcionales, Chile siempre ha buscado eso de la excepcionalidad chilena. Lo siento no es así. Ni fueron excepcionales antes, ni lo son ahora. En el mundo hay explosiones de movimientos sociales. Una crisis fundamental un ruptura fundamental entre gobernantes y gobernados. En todos lados entre un 60 y un 80% piensan que sus gobiernos no los representan. Esto no va a pasar…lo que pasa va mucho mas alla es un cambio cultural y politico que se extiende de un lado al otro del planeta” Manuel Castell https://www.youtube.com/watch?v=h97emCUyMf0

(18) Ruiz, Carlos. Politica en el neoliberalismo. 2019.

https://kaosenlared.net/chile-fascismo-de-los-carabineros-sin-limites-lanzaron-una-granada-de-gases-e-incendiaron-el-museo-violeta-parra/

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