Reseña de Capital e ideología, de Thomas Piketty, Trad. de Daniel Fuentes Castro, Deusto, Barcelona 2019.
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Como admite el propio Piketti, la perspectiva y el alcance del celebrado El capital en el siglo XXI (2013) se resentían, por un lado, de la unilateralidad con la que era examinada la evolución de la desigualdad y la redistribución —esencialmente, desde el punto de vista de la experiencia histórica de los países más ricos— y, por otro lado, de la falta de consideración suficiente de la relación de lo anterior con la evolución de las ideologías desigualitarias.
El Rapport sur les inégalités mundiales (Seouil, París, 2018), del World Inequality Database codirigido por el propio Piketty, y ahora Capital e ideología, pretender llenar esas dos lagunas. Del WID y su centenar de investigadores repartidos por el mundo proceden los datos usados en el libro (a disposición del lector en http://WID.world) sobre la evolución histórica de las desigualdades de renta y de riqueza, tanto entre países como dentro de cada uno de ellos —con interesantes datos sobre países tan opacos y con una conformación e historia nacional tan distinta como China, Rusia, India o Brasil—. Lo cual posibilita un análisis cualitativo consistente —y novedoso desde el punto de vista de las categorías que dominan la medición de la riqueza, lastradas por la opacidad reinante en la información fiscal y patrimonial proporcionada por los estados— sobre uno de los temas centrales de nuestro tiempo, que Piketty relaciona acertadamente, además, con las crisis ecológica y democrática.
La adopción del concepto «regímenes desigualitarios» sintetiza el esfuerzo del economista francés por dejar claro que la desigualdad se sostiene sobre una ideología muy concreta («un relato propietarista y meritocrático») construida históricamente —y por tanto sujeta al cambio— y que se vale instrumentalmente de la liquidación de los mecanismos democráticos que deberían permitir —en vista de los niveles actuales de la desigualdad— la puesta en marcha de nuevos proyectos redistributivos.
La idea de «régimen neopropietarista», o de «cambio estructural» basado en la necesidad de estabilidad sociopolítica y de protección absoluta de los derechos de propiedad se sostiene en el dato de que la divergencia entre el ritmo de aumento de las fortunas y el crecimiento económico mundial no procede de la crisis financiera de 2008, como en general se supone, sino que es una tendencia estable desde ya desde la década de los 80, de arranque de los programas de liberalización del comercio y las finanzas y de reforma estructural de las áreas de protección social públicamente garantizadas.
Frente al riesgo (real) de una nueva oleada de competencia exacerbada y dumping fiscal y social, y para invertir la desigualdad, Piketty ofrece recetas centradas, por un lado, en una democratización profunda de las empresas y de los estados y, por otro, en una mayor progresividad fiscal sobre la propiedad con miras a garantizar oportunidades a los jóvenes y a instaurar una circulación permanente del patrimonio (sobre todo, del ocioso). «La clave es una organización alternativa de la economía mundial que permita desarrollar nuevas formas de solidaridad fiscal, social y medioambiental que reemplace a los tratados de libre circulación de bienes y de capitales que actualmente hacen las veces de gobernanza mundial».
Lejos de adoptar un estilo hermético, y a pesar de su longitud, Capital e ideología resulta un estudio de lectura fácil y amena, lo que sumado a su interés objetivo lo convierte en un libro altamente recomendable.
https://www.rebelion.org/noticia.php?id=265279
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