La pandemia a causa del COVID-19 ha suscitado un sinnúmero de análisis, casi todos basados en las lecciones históricas de crisis globales como la Segunda Guerra Mundial. De hecho, no pocas lecturas de la situación actual han estado caracterizadas por la comparación con períodos de la historia en los cuales la humanidad se enfrentó a desafíos de similar complejidad.
Nosotros hemos publicado ya varios artículos sobre el tema: Dos durante el mes de abril de este fatídico año 2.020, el primero tituladoLA PRODUCCIÓN DE VIRUS: LAS GUERRAS DEL FUTURO, ¿HOY?, donde analizamos a profundidad la explosiva diseminación por todo el mundo, de más de 25 laboratorios especializados en biotecnología, todos al servicio de los intereses del imperio del norte. El segundo artículo CORONAVIRUS e IMPERIOS, en el cual hacemos un pormenorizado recuento histórico de las pandemias en el mundo a través de los tiempos y demostramos como llevan de manera concomitante el ocaso de grandes imperios.
Finalmente, en agosto publicamos el tercer artículo CORONAVIRUS Y GLOBALIZACIÓN, donde estudiamos cuales han sido los desastrosos efectos que ha causado la pandemia y cómo gran parte de su rápida expansión se debe a la globalización rampante que hemos venido experimentando en el presente siglo.
En la actualidad, la carrera por obtener una vacuna eficaz ha puesto a diversos países como Rusia, China, Alemania, Francia y Estados Unidos en el primer foco de atención. Los resultados de las pruebas son comparables a los escenarios de competencia espacial que enfrentaron a Washington y Moscú en el fragor de la Guerra Fría y así como el primer hombre en el espacio, la primera vacuna en aplicarse de manera masiva es la Sputnik V rusa, con una efectividad del 92% según publicación de la BBC el pasado 12 de noviembre de 2.020.
En sintonía con este análisis, el presente artículo busca poner de manifiesto los escenarios geopolíticos que se avizoran luego de superada (parcialmente) la crisis del coronavirus. Para ello, se propondrá, por una parte, un estudio de las tendencias estructurales derivadas de las circunstancias del futuro inmediato y, por otra, un examen multiactor donde se analicen las relaciones entre las potencias mundiales.
Lo primero que debe advertirse es que los impactos geopolíticos de la pandemia serán agudos y complejos, pero ello no quiere decir que todas las consecuencias se deriven por la situación del coronavirus, sino más bien estarán agudizadas por él. En otros términos, la crisis estructural que vivía el mundo será catalizada por la pandemia y pondrá de manifiesto todas las contradicciones del capitalismo. A partir de allí, de acuerdo con el profesor, Breno Bringel, se observan tres escenarios posibles: el “business as usual”; “el Green New Deal” y finalmente, el cambio de paradigma hacia una matriz económica y ecosocial. El primero de ellos, se caracteriza por el fortalecimiento de la globalización militarizada del neoliberalismo autoritario y de un modelo destructivo que profundizaría los escenarios de crisis. Aunque es la circunstancia más apocalíptica no está alejada de la realidad si observamos la depredación de los recursos en la Amazonía brasilera promovida por las ambiciones de Jair Bolsonaro, o la visión de la Casa Blanca según la cual el mundo entero funciona con base en los principios empresariales.
Según el profesor Bringel, la pandemia del coronavirus provocará una profundización de la crisis global antes que el desarrollo de una estrategia capitalista de cooperación y solidaridad. Sin embargo, el segundo escenario que contempla se relaciona con la creación de un nuevo pacto global basado en principios de reformas sociales y económicas sustentadas en la transformación del sistema energético. Ello, por supuesto, dependerá del compromiso de los líderes mundiales. Finalmente, la tercera alternativa estará basada en un cambio de paradigma propuesto por movimientos ecologistas que adquirirán mayor protagonismo, haciendo que la situación de desigualdad mundial empuje las narrativas anticapitalistas que apuestan por el decrecimiento. En los tres escenarios, no obstante, hay profundas consecuencias por lo que puede confirmarse lo que se ha repetido como un mantra: el mundo tal y como lo conocíamos ha dejado de existir.
Otra de las tendencias estructurales en la geopolítica mundial que ha mostrado la situación del COVID-19 es la ausencia de un liderazgo mundial fuerte, sumado a la rivalidad entre las grandes potencias y las acusaciones mutuas por el origen y expansión del virus. Más allá del cierre de las fronteras y el intercambio de críticas, hay una situación más compleja y es la falta de coordinación política global ante el avance del virus. Parece como si cada Estado tomara decisiones independientes sin considerar los impactos regionales o globales. Si algo permitió una situación de relativa estabilidad luego de la Segunda Guerra Mundial fue el ascenso de un liderazgo influyente y certero por parte de la Unión Soviética y los Estados Unidos. A pesar de los enfrentamientos latentes, la creación de instituciones internacionales como la ONU, contribuyeron a evitar una tercera confrontación mundial. Esta circunstancia es justamente la que no se evidencia en la actualidad pues basado en su posición aislacionista, el gobierno de los Estados Unidos ha encontrado chivos expiatorios, evadiendo su responsabilidad como líder mundial.
Lo anterior lleva a considerar, entonces, dos alternativas: o bien el mundo entrará en un nuevo escenario de cooperación multilateral basado en la mutua coordinación; o emergerá un líder global capaz de hacer frente a la situación, asestando un golpe definitivo a la hegemonía norteamericana. El primer caso será sumamente complejo por lo anteriormente descrito: cada país tomó su propio camino en la contención de la pandemia e instituciones como la Organización Mundial de la Salud tuvieron una participación secundaria en detrimento de las decisiones nacionales. El segundo escenario es todavía más complicado, pues basados en la experiencia histórica podemos afirmar que “para ser el líder [mundial] no basta con ser el más fuerte. Un líder necesita concitar la adhesión de los demás con su ejemplo, su generosidad y su empatía. Ser capaz de señalar un camino y de abrir paso siempre”. Esta fue justamente la actitud que tuvieron la Casa Blanca y el Kremlin luego de vencer al fascismo. Sin embargo, en las actuales dinámicas, Estados Unidos no está en condiciones de ejercer esa función e incluso ha renunciado a ella con las desafortunadas declaraciones del magnate-presidente.
Por otra parte, está la República Popular China como el principal aspirante al trono de primer poder del mundo que ha demostrado su efectividad en la contención del virus. Empero, el gobierno de Xi Jinping se enfrenta a condiciones poco favorables, pues si bien podría convertirse en un súper poder económico, la ausencia de prestigio político puede restar en su ambición de liderazgo mundial. En otros términos, existe un consenso en los países occidentales de rechazar de manera abierta la posición autoritaria del gobierno chino, por lo que no estarán dispuestos a sacrificar las libertades individuales a cambio de progreso tecnológico. Por su parte, el liderazgo de la Federación rusa parece depender en extremo de su hombre fuerte, Vladimir Putin, con lo cual, un escenario sin su autoridad restaría en el perfil de Rusia y podría ser insostenible un liderazgo de la Unión Soviética. Pareciese que Moscú está más interesado en consolidar su influencia regional más que convertirse en el primer referente mundial, aunque como anunciábamos al inicio, todo podría cambiar con la producción y distribución de la vacuna.
Otro jugador importante dentro del tablero geopolítico es un bloque económico que ha mostrado grandes fisuras en la toma de decisiones: la Unión Europea. El grupo de los 27, caracterizado por ejercer el poder blando (salvo algunas excepciones como Kosovo), se convirtió en un paradigma de integración y cooperación. Sin embargo, la reacción de la UE frente a la gestión del coronavirus ha demostrado una fragmentación nunca antes vista, sin una estrategia unificada de contención, sin solidaridad ni líderes en medio de la adversidad. Por esa razón, para algunos analistas esta situación podría hacer incrementar la popularidad de movimientos antieuropeos (muchos de ellos de ultraderecha) que pueden llegar con fuerza en el escenario post-pandemia. Además, debe considerarse el Brexit como una circunstancia que puede agudizar la ya precaria unidad europea. En todo caso, a pesar de salir de esta situación, y debido a sus debates internos, la UE no tiene el potencial del líder mundial, por lo que el puesto continuaría vacante.
Es poco lo que otros países pueden hacer para convertirse en líderes mundiales, probablemente la diplomacia árabe o el bloque económico del sudeste asiático tengan un papel importante en la reactivación de la economía en un escenario post-pandemia, pero no reunirán las condiciones para entronarse como hegemónicos en el tablero geopolítico. También debe tenerse en cuenta que el coronavirus es una crisis sobre otras crisis. De hecho, antes de la extensión masiva de la enfermedad, asistíamos a una guerra de precios en hidrocarburos que involucraban a Rusia, Arabia Saudita y los Estados Unidos. De la misma forma, los conflictos de baja intensidad en Siria, Yemen, Afganistán o Libia hacían parte del panorama mundial, así como el enfrentamiento económico entre Washington y Pekín que involucra la tecnología 5G. En consecuencia, es ilusorio pensar que estas situaciones desaparecerán una vez controlada la pandemia, ese es el motivo por el cual, se considera al COVID-19 como un acelerador de todas las problemáticas mundiales.
Con todo lo dicho anteriormente es posible afirmar que nos enfrentamos a un futuro incierto. Por una parte, el coronavirus ha permitido que los recursos públicos tomen mayor relevancia que los privados e incluso muchos debates se han centrado en la renta básica universal como alternativa para solucionar la precaria situación de millones de personas, hecho que requiere de un Estado sólido e interventor, tan criticado por las teorías neoliberales. Por otra parte, es claro que los estados nacionales resurgen con fortaleza inusitada, pues ellos han sido los protagonistas de la gestión de la crisis, poniendo en entredicho lo que veíamos con el caso de la débil integración europea en medio de la pandemia.
Las posturas mencionadas se pueden concretar en los razonamientos de dos de los pensadores más importantes de la actualidad: Slavoj Zizek y Byung Chul- Han. Para el primero, la pandemia ocasionará una crisis estructural en el sistema económico capitalista que llevará a la creación de una sociedad alternativa de cooperación y solidaridad, es decir, la crisis como oportunidad. Por su parte, Han advierte que una vez superada (parcialmente) la pandemia, se producirá un mayor aislamiento e individualización de la sociedad, caldo de cultivo eficaz para que el capitalismo regrese con mayor fuerza.. Independientemente de la lectura que cada analista tenga (lo cual se convierte en un asunto de terreno subjetivo), lo cierto es que el coronavirus ha traído consigo un escenario de reconfiguración geopolítica que podría llevar a los Estados Unidos a perder su prestigio y con ello ocasionar que el puesto de líder mundial quede vacante.
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