Seis. Israel ha sido laudado por llevar a cabo la más exitosa campaña de vacunación a escala mundial, pero he aquí la otra cara de este éxito: motivada racialmente y políticamente, la negación de vacunas a los palestinos en Cisjordania y Gaza (https://lahaine.org/dS2e). De hecho, el gobierno de B. Netanyahu, a cargo de un impresionante almacén de casi 30 millones de dosis, prefirió enviarles vacunas primero −literalmente− a todos los demás ciudadanos del mundo (guatemaltecos, hondureños, checos, húngaros...) que a los palestinos no-ciudadanos bajo su ocupación militar.
Revelado recientemente −y detenido temporalmente por el fiscal general− el acuerdo secreto con unos 19 países aliados (la nueva expresión del soft power: la diplomacia vacunal), estaba pensado por Israel para premiarlos por ayudarle a legitimar su −coordinado con el gobierno de Trump e ilegal desde el punto de vista del derecho internacional− apoderamiento de Jerusalén, declarado su capital en 2018. Guatemala −como EEUU− ya movió su embajada allí, Honduras prometió hacerlo, República Checa abrir una oficina diplomática y Hungría una oficina comercial.
Siete. Por más que Israel esté apegado a su “apartheid médico” y a seguir separando a los israelíes de los palestinos −sea en una omniabarcadora y hardcore versión del apartheid de Netanyahu o civilizada y light versión de E. Barak−, los dos pueblos viven juntos. Y si los palestinos siguen negados de las vacunas, la epidemia nunca acabará. La autorización de la entrada por el Consejo de Seguridad israelí (sic) de unas dosis a Gaza que alcanzarán a vacunar a... mil de los 2 millones habitantes del enclave (y serán destinados a los más vulnerables y los pacientes de mayor riesgo, sólo después al personal médico), sigue siendo un sadismo, pero las donaciones a la Autoridad Palestina (que a su vez acaba de procurar 30 mil dosis de la vacuna rusa y espera otras 50 mil de la OMS), o los programas de inoculación de los habitantes de Jerusalén Este o los palestinos que tienen permiso de trabajar en Israel y en los asentamientos (ilegales) en Cisjordania, indican un cambio. No el abandono del segregacionismo. Pero sí un abrazamiento de una “realpolitik pandémica”.
Ocho. Cuando hace una semana Saturday Night Live adornó la noticia de que Israel ya vacunó la mitad de su población con un punch line de que seguro sólo su mitad judía −despertando críticas de los apologetas de Israel− lo que estaba haciendo era exhibir el racismo sistémico y un régimen que ni siquiera oculta sus crueles y elaboradas políticas de exclusión y discriminación −tanto dentro de su propia sociedad, como fuera respecto de la población colonizada/ocupada−, siendo la negación de las vacunas a los palestinos el directo e inevitable resultado del supremacismo judío en Israel-Palestina. Una confirmación de la −denunciada desde hace tiempo por J. Massad, el discípulo del gran E. W. Said− “fundamental diferencia y yuxtaposición entre los ‘racialmente privilegiados’ cuerpos israelíes y los deshumanizados y ‘exterminables’ cuerpos palestinos”.
Nueve. “¿Entonces, según usted −dice un periodista a la ex ministra israelí de Justicia (sic) A. Shaked, famosa por llamar a los niños palestinos pequeñas víboras a matar junto con sus madres−, Israel no debería permitir la entrada de las vacunas y los gazaítas no más deben morir de coronavirus?” “Sí, así es. Mientras tengan ‘secuestrados’ los cuerpos de nuestros soldados, que se las arreglen solos... Ni siquiera ayuda humanitaria”. Aunque la entrada de vacunas fue por fin autorizada −igual después de uno de los más vergonzosos debates en la historia de Knesset− el posicionamiento del tema de dos soldados muertos retenidos por Hamas, por encima de la suerte de los 2 millones de palestinos retenidos por Israel en la más grande prisión al aire libre en el mundo (Gaza), al mismo tiempo que está en pie la política de retención indefinida de cuerpos de los palestinos asesinados por el IDF, es revelador, siendo ésta sólo una de las palabras para hablar de esto.
Diez. Si de algo −finalmente− Israel es ejemplo, no es de una exitosa campaña de vacunación −irrepetible, por varios factores, en otros países y que no iba tan suave como se publicitaba−, sino de volver enemigos a sus ciudadanos, hacer de la lucha con el virus un asunto de seguridad nacional o igualarla con la guerra y/o la lucha con el terror, consumación de todas las nefastas tendencias: vigilancia digital, violación de derechos civiles, privacidad, confidencialidad de datos médicos, la securitización etcétera, que disparó la pandemia y de los que nos advertía en su momento, bajo la forma de un despotismo tecno-medical, G. Agamben. Netanyahu, recolectando los datos de los no-vacunados o aplicándoles a los ciudadanos el mismo panóptico aplicado rutinariamente a los no-ciudadanos colonizados (excluidos encima por él de las vacunas) no es un campeón de la lucha contra el virus, sino el oscuro precursor de los tiempos por venir.
@MaciekWizz
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